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‘Cómo entrenar a tu dragón’, DreamWorks imita a Disney y se une a la deprimente moda de los remakes plano a plano

‘Cómo entrenar a tu dragón’, DreamWorks imita a Disney y se une a la deprimente moda de los remakes plano a plano
A menos de 15 años de que la factoría de animación inaugurara una de sus sagas más queridas, ya tenemos la correspondiente versión clónica 'Sirat' por dentro: Oliver Laxe desvela los secretos de cuatro escenas de la película Al remake de Lilo y Stitch le bastó un par de días para superar la taquilla de la película original. Mientras que la Lilo y Stitch de 2002 concluyó su andadura en cines con unos 274 millones de dólares, la nueva versión en acción real le pisa los talones a Una película de Minecraft como estreno más taquillero del año. Lo que sin duda es una atronadora victoria para la Casa del Ratón —más por suceder el fracaso inmediatamente previo de Blancanieves—, a la vez que supone una desarticulación total de los argumentos que, durante 10 años, han rodeado este tipo de producciones. Se supone que la idea de estos remakes es coger clásicos de animación y adaptarlos, combinando carne y hueso con efectos digitales, al paladar de un nuevo público. Dar la oportunidad a generaciones posteriores de redescubrir estas historias, retocándolas según sensibilidades más acordes a un supuesto sentido común contemporáneo. Persiste la contradicción inherente de querer satisfacer a la vez al público nostálgico, abocando cada película a conservar múltiples elementos, pero de todas formas son lógicas que no se aplican a Lilo y Stitch, ya que apenas han pasado 20 años de la versión anterior, y no hay mucho que cambiar para ser más “políticamente correcto”. Lilo y Stitch impugna la aparente razón de ser de este modelo productivo. No se puede hablar de nostalgia en torno a ella, y apenas de actualizaciones drásticas. Impugna, de hecho, cualquier discurso al margen del flujo del dinero —tampoco, a estas alturas, podemos hablar de avances significativos en la tecnología CGI—, y nos presenta a una industria cultural que se queda sin salvoconductos ideológicos fuera del beneficio fácil. La expresión inevitable de esta falta de excusas es la noción de fotocopia, que siempre ha rondado estos remakes, pero que se ha fortalecido según se estrechaba el margen entre el material de partida y la repentina necesidad de explotarlo. Tan parecidos terminan siendo los remakes, entonces, que hasta la misma etiqueta de remake se antoja inoperante. El remake debería enarbolar un mínimo pensamiento o intención por recontextualizar. Si solo busca la mímesis, la clonación, entonces más que de remakes deberíamos hablar de remasterizaciones, remasters. Lilo y Stitch, y ahora Cómo entrenar a tu dragón, prueban que el reciclaje hollywoodiense ha entrado en la fase del remaster. Bienvenidos a la Era del Remaster La conexión de Lilo y Stitch con Cómo entrenar a tu dragón va más allá de compartir un escaso margen de tiempo entre la versión original y su nueva versión —Cómo entrenar a tu dragón le saca 15 años a su antepasado de dibujos animados—, al contar además con voces creativas comunes. Dean DeBlois codirigió y coescribió con Chris Sanders la primera película en 2010, basándose en las novelas de Cressida Cowell y dirigiendo en solitario las dos posteriores entregas para que, unos seis años después de Cómo entrenar a tu dragón 3, aceptara hacerse cargo del remake. DeBlois, para más señas, es quien dirigió con el mismo Sanders la Lilo y Stitch original a principios de los 2000. Lo más interesante de esta entente que asalta las carteleras con apenas semanas de antelación es, sin embargo, que no comparten estudio. Mientras que Lilo y Stitch es el enésimo remake de Disney, Cómo entrenar a tu dragón tiene el honor de ser el primer remake de acción real que DreamWorks Animation se practica a sí mismo. Sigue obviamente la estela de la Casa del Ratón —cuya fruición por actualizar clásicos animados ha alumbrado taquillazos como El rey león, La bella y la bestia o Aladdin, amén de la propia Lilo y Stitch—, y plantea la posibilidad de que en los próximos tiempos hagan lo propio Illumination —¿una película de acción real de Los Minions?— o, por qué no, Pixar. Esta ilustre factoría está hoy tan doblegada a los designios de Disney que no sería tan descabellado. 'Lilo y Stitch' es una de las películas más taquilleras del año Además, la dialéctica 2D/3D ya no es un factor diferencial. Otra cosa que se comentaba mucho con los remakes de Disney era la vocación de darle un acabado “realista” a lo que antes eran imágenes animadas tradicionales, recurriendo a un sobrecargado CGI para ello. Si bien hasta ahora Disney solo ha actualizado películas 2D, Cómo entrenar a tu dragón —cuyo referente es un film de animación en tres dimensiones— allana el camino para el próximo remake de Vaiana en Disney: en el verano de 2026 Disney no solo reversionará un film 3D apenas 10 años después; sino que además contará otra vez con Dwayne Johnson poniendo rasgos a Maui tras haberle dado únicamente voz. Esta jugarreta también la ha introducido antes la presente Cómo entrenar a tu dragón, donde Gerard Butler repite como Estoico el Vasto tras haber sido responsable de su doblaje durante la trilogía animada. Sumando este entrelazado de dinámicas empresariales a la ya confirmada intención de seguir adaptando las películas de Cómo entrenar a tu dragón tras este primer remake —si funciona en taquilla, suponemos—, queda clara la convicción con la que el remaster se ha introducido en Hollywood. Algo que bien puede sorprendernos por la velocidad o la desvergüenza implicadas, aunque no es una dinámica nueva en esencia. La industria de los videojuegos ya la tiene dominada. Lo que más sorprende de esta Era del Remaster es que el salto de una animación 3D —una que ya ha ambicionado hasta cierto punto el realismo— a una acción real digitalizada es nimio. En los videojuegos es algo más comprensible por una cuestión de tecnología —la obsolescencia de las consolas impele a que nuevos jugadores necesiten estos remakes y remasters para experimentar obras del pasado—, pero no es menos cierto que la fruición por samplear imágenes y sacar provecho de su reconocimiento ha invadido la industria audiovisual por completo. Llega un punto en que el remaster no solo funciona entre obras de distintas generaciones, sino también entre medios. La 'Cómo entrenar a tu dragón' original Una serie como The Last of Us fundamenta su atractivo en imitar los diseños, diálogos y ángulos de cámara de los videojuegos de PlayStation que se propone adaptar. Y ahora, Cómo entrenar a tu dragón hace lo mismo con una película animada de hace 15 años, con un nivel de detalle y fidelidad en la copia susodicha que nunca habíamos presenciado hasta ahora. Dragones clonados No hay forma de exagerar el parecido enfermizo que hay entre Cómo entrenar a tu dragón y su referente animado. No hay añadidos a la historia ni modificación alguna de sus elementos, y no ha habido ni un amago de intención de recurrir a la obra primigenia de Cowell para revisar alguna cosa. Es un remasterizado de Cómo entrenar a tu dragón con todas las de la ley, cuyo frenesí por la clonación acaso pueda explicarse desde esa distancia temporal tan breve: la Cómo entrenar a tu dragón de 2010 ganó mucho dinero y encandiló al público, sin que haya habido espacio desde entonces para dilucidar qué elementos son los más recordados o “icónicos”. Mientras que Disney sabía qué secuencias particulares se tenía que esmerar en fotocopiar, DreamWorks no contaba con esa certeza (o con esa inquietud), así que lo ha fotocopiado… todo. Desde un posible ángulo positivo esto implica que algunas virtudes de Cómo entrenar a tu dragón quedan intactas. La película de Sanders y DeBlois era realmente buena; en su día llegó a sorprender cómo DreamWorks, acostumbrada a hacerle la competencia a Disney con entretenimientos más listillos y sin tanta ambición visual o narrativa —a la estela de Shrek, piedra angular del estudio—, de pronto se había marcado una película de hechuras tan sólidas y trascendentales. Gerard Butler vuelve a ser Estoico el Vasto La historia de cómo un chaval se hacía amigo de un dragón contraviniendo los prejuicios de su pueblo —un asentamiento vikingo cuyo líder resultaba ser el padre del protagonista— se beneficiaba del ojo de Sanders para las amistades entre individuos de especies enfrentadas; individuos a menudo extraños o marginados por su propia raza. Este era el corazón de Lilo y Stitch como lo era el de Cómo entrenar a tu dragón y de Robot salvaje —último film que Sanders ha firmado para DreamWorks; también lo mejor que ha dado la animación EEUU en años recientes— y es un corazón precioso, que garantiza historias llenas de vigor y sentido de la maravilla. La nueva Cómo entrenar a tu dragón clona el guion de arriba abajo de la vieja, así que algo queda de eso. Qué remedio. También reaparece intacta la majestuosa banda sonora de John Powell, y el modo en que enfatiza segmentos climáticos como el primer vuelo de Hipo y Desdentao casi ofrece un eco satisfactorio de lo que vimos en su día. La experiencia de ver este clon no es del todo desagradable en la medida que el cuerpo original era muy atractivo, aunque algunos desajustes pugnen por arrojarla al abismo. Caso de una fotografía terrible, que sepulta a los personajes en la oscuridad, y que acaso haya sido modulada para disimular el imposible desafío del CGI. Porque claro, los diseños de los dragones han de ser los mismos que los del film original. Y el problema para replicarlos no reside tanto en las herramientas digitales disponibles como en el hecho de que esos diseños eran puramente de dibujo animado, cartoon. Envolverlos en CGI realista, con texturas y escamas, es un contrasentido que afecta a su expresividad y movimiento, y subraya la condición de simulacro de todo este armatoste. El carisma de una creación felicísima como Desdentao se diluye, lo evocador de su historia se convierte en una salmodia mecánica, y no queda otra que sentir escalofríos ante lo que puede dar de sí esta nueva Era del Remaster.
eldiario
hace alrededor de 21 horas
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