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Kathryn Bigelow regresa con un tenso thriller sobre las armas nucleares: “Vivimos en una casa llena de dinamita”

Kathryn Bigelow regresa con un tenso thriller sobre las armas nucleares: “Vivimos en una casa llena de dinamita”
La directora ficha por Netflix en su primera película en ocho años, un filme de suspense que muestra las bambalinas de la toma de decisiones ante una amenaza nuclearTodo sobre el Festival de Venecia - Un radical musical feminista sobre Ann Lee, la líder pionera de una secta en el siglo XVIII, polariza al Festival de Venecia Cuando se estrenó La zona más oscura, la directora Kathryn Bigelow —que venía de convertirse en la primera mujer en ganar el Oscar a la Mejor dirección por En tierra hostil— y su guionista Mark Boal se enfrentaron a muchas críticas que les acusaban de no cuestionar las torturas a presos en Afganistán. Casi a la vez, el ejército les atacó diciendo que mentían al apuntar al uso de torturas como método interrogatorio, y los republicanos criticaron, sin verla, la película por ello. El estilo narrativo y formal de la película, que buscaba una austeridad que la acercaran a un documental periodístico —aunque estuviera claro que era una ficción— hizo que cada uno quisiera apropiarse de la película. Han pasado ocho años desde que Bigelow dirigiera su último filme (la estupenda película sobre violencia policial contra la comunidad negra Detroit), pero la directora ha regresado con un filme que ha logrado lo mismo desde su primera proyección para la prensa en el Festival de Venecia. A la salida discutían los que señalaban la mirada conservadora de la directora argumentando que el filme muestra a EEUU como víctima, y los que creen (creemos) que simplemente ha vuelto a realizar la misma operación —esta vez cambiando en el guion a Mark Boal por Noah Oppenheim— para hablar sobre el peligro nuclear en el mundo. Bigelow no juzga. Muestra lo que ocurre en los despachos y búnkeres donde se toman las decisiones que pueden acabar con el mundo en apenas siete minutos. La directora se plantea qué ocurriría si EEUU descubre un misil dirigiéndose hacia Chicago. Y comienza un ejercicio de pulso cinematográfico y de creación de tensión ejemplar realizando una aproximación veraz que deja fuera el imaginario propio de las ficciones nucleares para plasmar lo que ha sido un largo proceso de investigación sobre cómo se tomaría la decisión última, la de defenderse lanzando todo el arsenal nuclear de EEUU o abstenerse.  Lo hace en A House of Dynamite, título que funciona como metáfora y que la propia directora ha usado para referirse a un mundo lleno de armamento nuclear. “Vivimos en una casa llena de dinamita”, ha dicho la directora en la rueda de prensa del Festival de Venecia, donde compite por el León de Oro, repitiendo la frase del filme y que es el título. Precisamente eso, que el mundo es una bomba a punto de explotar, es lo que muestra esta revisión del thriller de despachos que coge una estructura a lo Rashomon con diferentes puntos de vista de aquellos que tienen algo que ver en esa elección. Desde el secretario de defensa, a los funcionarios o militares que tienen la primera notificación de la amenaza. Todo hasta llegar al presidente, casi toda la película en pantalla negra en una conversación online hasta que Bigelow le otorga el último punto de vista.  Rebecca Ferguson, una de las personas que toma decisiones en 'A house of dynamite' Un presidente negro con mucho de Obama al que da vida Idris Elba y que tiene el dilema moral de defenderse sin saber quién les ha atacado o esperar. Bigelow y Oppenheim toman una decisión inteligentísima. En el filme, EEUU no sabe quién les ha atacado. Y eso complica todo. La película deja claro que un país que tiene muchos enemigos y pocos amigos no sabe enfrentarse a esta realidad. Rusia, China, Corea, Irán… ¿Cuántos países podrían haber sido? La elección más obvia pasaría por el principio americano de respuesta preventiva o, como sugiere uno de sus funcionarios, esperar y confiar en las respuestas que van obteniendo de los países con los que logran contactar en el escaso tiempo. Un thriller que es una cuenta atrás a la destrucción y en el que la directora vuelve a realizar la misma operación que en La noche más oscura. Esto es lo que hay. Ella no entra. Su cámara parece una invitada en un hecho real. No quiere ofrecer asideros morales. Muchos le podrán reprochar que coloca a EEUU como el atacado y que no hay autocrítica, pero ¿en la hora previa a un ataque nuclear habría algún americano, especialmente los que se sientan en esa mesa, que se plantearían que ellos han sido los culpables de lo que está pasando? Lo que dice Bigelow es que el mundo se ha ido a pique en una escalada de tensión que ha llevado a que una persona pueda decidir acabar con todo el mundo en cuestión de segundos. Hacerlo, además, con la frialdad que supone dar una serie de letras y números. “Las opciones son 'poco hecho', 'al punto' o 'muy hecho'”, explica un militar sobre las posibles respuestas en función de sus posibles consecuencias dejando claro que hay una deshumanización en toda esa toma de decisiones que resumen en dos opciones: “suicidarse o rendirse”. “Todos los presidentes son narcisistas, pero al menos este lee el periódico”, dice otro personaje lanzando un dardo a aquellos que han asumido el poder en EEUU. Hay que reducir el armamento nuclear, ¿cómo es posible que la aniquilación sea un modo de defendernos?, ¿de qué nos defendemos? Kathryn Bigelow — Cineasta Por supuesto que Bigelow podría haber realizado un ejercicio de geopolítica, pero esa sería otra película. Esta es un thriller al que le sobran los ramalazos melodramáticos (todos los personajes tienen hijos o se van a casar o van a ser padres y la cámara lo subraya) para que fuera puro músculo, algo que consigue en sus mejores momentos. Lo hace por su capacidad para tensar el ambiente y gracias al excelente trabajo de montaje de Kirk Baxter, habitual de David Fincher y ganador del Oscar por La red social y Millenium, los hombres que no amaban a las mujeres, y la banda sonora de Volker Bertelmann, que repite el efectivo patrón de la composición que también le valió la estatuilla de la Academia por la música de Sin novedad en el frente. En la rueda de prensa la directora ha confesado que busca esa “ambigüedad” en sus películas. “Queríamos invitar a la gente a entrar en esa habitación y hacerles pensar que decidirían ellos en esa situación. Yo sé lo que haría yo, y es que reduciría el armamento nuclear, ¿cómo es posible que la aniquilación sea un modo de defendernos?, ¿de qué nos defendemos?”, dijo sobre un filme que se estrena en Netflix el 24 de octubre. La directora, que justificó sus ocho años de ausencia diciendo que era porque no había encontrado el proyecto que la apasionara, calificó el tema que aborda su película como “un problema global”. “Ojalá podamos reducir el arsenal nuclear, porque mientras no lo hagamos estamos viviendo en una casa llena de dinamita”, apuntó. Su guionista calificó de “milagro” que no haya ocurrido todavía ningún problema cuando en países como EEUU “una sola persona, el presidente, puede autorizar su uso”. Bigelow recalcó que siempre busca “la autenticidad y contar la verdad”, y explicó que, tanto en En tierra hostil como en La noche más oscura, contó “las partes más opacas de la historia de EEUU”. Ahora quiere contar a la gente “qué pasa con al arsenal nuclear, lo volátil que es y cómo se toman decisiones importantes en tiempos muy breves”.

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