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La fiesta de 'abril' convierte el Dry Martini en el Studio 54 de Sant Jordi

La fiesta de 'abril' convierte el Dry Martini en el Studio 54 de Sant Jordi
La primera regla del negocio de los clubs nocturnos es hacer que quien consigue pasar se sienta como si le hubiera tocado la lotería, aunque haya tenido que empeñar el reloj de su abuelo para pagar la entrada. Studio 54 elevó la política de puerta a la categoría de tortura mental para la clientela. El criterio de Steve Rubell y su equipo para franquear o vetar el acceso a la discoteca neoyorquina era en apariencia sencillo: había que ser guay. Pero defina guay. Había sombreros extravagantes que abrían el cordón de terciopelo y sombreros extravagantes que lo mantenían cerrado. Las vibraciones que desprendía una persona eran un parámetro. Un pillo del Bronx podía obtener el visto bueno y una rica heredera de Park Avenue podía quedarse en la calle. A esta selección caprichosa se sometía el personal porque dentro había celebridades de verdad (y sonaba musicón y todo estaba permitido). Seguir leyendo....

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