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A orillas del Manzanares, añoranza del Calderón

Para muchos aficionados rojiblancos, el cambio de estadio en 1966 supuso una traición a las raíces. Para ellos, el Atleti estaba unido indisolublemente al barrio de Cuatro Caminos, y de allí no debería marcharse nunca. El Manzanares se antojaba un riachuelo insalubre, maloliente, infestado de mosquitos y por entonces a las afueras de Madrid. En las antípodas del Metropolitano, al final de la avenida de la Reina Victoria, donde se gozaba del aire puro de la sierra, lo que justificaba la existencia de múltiples hospitales y de lujosos hotelitos en su barrio. Por si fuera poco, pendía sobre la cabeza del nuevo estadio la amenaza de ser derribado antes de finalizarse. Se decía que su tribuna era ilegal, porque impedía... Ver Más

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