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Acoso y derribo al deporte

Hay lugares que guardan la memoria del mar, el salitre, los sueños de los jóvenes, y no tan jóvenes, que quieren navegar por primera vez y los veteranos que nunca abandonan el rumbo. Pero hoy, algunos de esos refugios amenazan con desaparecer. El Club de Vela Port d'Andratx y el Club de Mar de Sitges, dos instituciones históricas, reverenciadas por generaciones de amantes del mar y regatistas, viven una agonía que ha puesto en a toda la náutica en alerta ante las Administraciones, que no entiende de sentimientos y si de razones económicas. En Andratx, la amenaza de perder su club no es una exageración: los clubes náuticos de Baleares han calificado la posibilidad de cierre como «un desastre». Mientras tanto en Sitges, el Club de Mar puede acabar siendo demolido afectado por la polémica Ley de Costas. Ahí se ha encontrado con una fuerte oposición de la Federació Catalana de Vela, pero de forma incomprensible, también por la pasividad del tripartito que manda en el ayuntamiento, formado por Esquerra, En Comú Podem y Sitges Grup Independent, que no es consciente del daño que supone para sus ciudadanos el cierre de su club. Cuando se tala el árbol que sostiene el refugio de los barcos, también se derrumba el ecosistema humano y deportivo que lo rodea. Porque estos clubes no son solo locales para guardar velas y cascos: son semilleros donde acaba un día la escuela de verano y empieza al día siguiente el futuro campeón. Son puntos de encuentro, comunidad, tradición y desarrollo deportivo. Cuando se debilitan, no solo se pierde una masa patrimonial, sino también un eslabón de la cadena que alimenta el presente y futuro del deporte. La delicada situación no se reduce a Andratx o Sitges. Ya vimos recientemente la salida de sus instalaciones del Club Náutico de Ibiza, que se ha quedado sin espacio, pero que sigue luchando por la supervivencia con su escuela de vela y organizando regatas, con ayuda de su vecina Marina Ibiza, quién le cede el espacio para la celebración de sus actividades. Y mientras tanto el Real Club Náutico de Palma lucha contra viento y marea por su continuidad. No es normal que instituciones que trabajan todos los días por fomentar el deporte y la cultura, tengan que verse en esta situación de precariedad y lucha permanente por sobrevivir. Es un síntoma de los clubes necesitan más que nunca el apoyo de todos, concesiones claras, una normativa que entienda que el mar es también espacio público, un entorno que respete la actividad náutica y fomente su continuidad. No se trata solo de inversiones ostentosas: el reto es preservar la infraestructura de base, la que sostiene la cantera y la pasión. Podemos lamentarnos de lo que se va, o podemos reconocer que esta inflexión exige acción. El país que cuenta con los dos deportes más laureados, la vela y el piragüismo, necesita que esos clubes existan. No dejemos que el Club de Vela Port d'Andratx y el Club de Mar de Sitges se conviertan en un recuerdo. Que sean advertencia. Pero, sobre todo, que se conviertan en un punto de inflexión para que el deporte recupere su casa, su esencia y su continuidad. Porque cuando se cierra un club, no se hunde solo un barco: se hunde una comunidad entera.
abc.es
hace alrededor de 8 horas
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