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Alcaraz, inexpugnable campeón en Roland Garros con una gesta histórica

Es Jannik Sinner el número 1, sí, pero en este Big 2 que se ha convertido el tenis de hoy, Carlos Alcaraz es el mejor de los dos. Y del planeta tenis. Solo así se entiende el resultado de esta final, de estos dos sets abajo recuperados con constancia, paciencia y tenacidad. Se hace Alcaraz inexpugnable en esta Philippe Chatrier que celebra a lo grande la constatación de su innegable superioridad, física, de tenis, de mentalidad. Campeón de Roland Garros con un ejercicio de épica y apoteosis que subraya su soberanía en esta pista, en este tenis, ante este rival. Segunda Copa de los Mosqueteros, consecutiva, y quinto Grand Slam, de cinco finales disputadas. El límite de lo extraordinario en cinco horas y 29 minutos. «La victoria pertenece al más tenaz», reza la frase de Roland Garros en la Philippe Chatrier. Es una máxima que se cumple en esta final de 2025. Hay mucho en juego, además de la Copa de los Mosqueteros: la experiencia de Alcaraz, el crecimiento de Sinner, sentenciar por quinta vez consecutiva al italiano, demostrar que se es número 1 para frenar la mala racha. Y todo baila en la cabeza y en la mano. Ahí se empeñan los dos en un primer set de tanteo, mucho respeto y muchísimos errores. El robótico Sinner muestra que es humano. No se le mueve un músculo, que dice que la tormenta va por dentro, y el ejemplo es que no le entra ningún primer saque y son tres bolas de rotura en contra en el primer juego. Las salva, que es el número 1, y porque tampoco la mano de Alcaraz está fina, doce minutos para el 1-0. Hay tensión, nervios, muchas estadísticas y estrategias que se han intentado memorizar, pero bolas de 'break' de un lado y de otro. Más despierto después de un sustito, el español parece tomar el mando, dueño del fondo de la pista por mucho que Sinner se estire, que no le entra el saque y sin ese golpe, es menos Sinner. Alcaraz muestra que ya ha pasado por aquí, y no hay nada como la experiencia para tener respuestas ante los problemas que llegan. Empuja el murciano, o quiere, al menos, que se trabaja siete opciones de rotura, otra vez una lista demasiado larga que se desvanece, antes de poner un pie por delante. Es un espejismo, porque activa más a Sinner que a sí mismo. Al italiano, seguridad sin riesgo en su ejecución, le bastan menos oportunidades para recuperar el servicio, y volver a mantener la igualdad, la paciencia, la calma, la estrategia, la partida de ajedrez, que se juega con todo antes que con la raqueta. Así de cerebral está el encuentro, ralentizado hasta el extremo, que pide tiempo muerto Alcaraz porque la arena se ha revuelto contra él y se le mete en el ojo. Un tropiezo sin importancia que, sin embargo, precede a un mal juego. Demasiado lento el choque para su gusto, y con cierta tensión de las oportunidades perdidas, se suceden tres errores que no tocaban, como ante Lorenzo Musetti en semifinales. Y como ante el de Carrara, es una derecha paralela que se va al pasillo la que concede el 'break' y el set a Sinner. En 63 minutos. El italiano encadena 30 sets en Grand Slams sin oposición, desde octavos del Abierto de Australia. Pero él sabe, como toda la Chatrier, que esta final no será tan plácida. Ni siquiera por ese gesto de deportividad del español, que le da un saque por bueno cuando se lo habían cantado fuera. Ni siquiera cuando Alcaraz vuelve a contraer el músculo del brazo, atenazado por la tensión, y regala otra rotura para el 3-0. Todavía un poco fuera el español, concede demasiado y se lo recuerda la grada, ánimos de «Carlos, Carlos» que él agradece con puños para intentar hallar las respuestas, la comodidad, la fluidez. Aun así, tenacidad, para aguantar ahí, con saque de Sinner para ganar el segundo set. Solo había logrado convertir una opción de rotura de siete posibles, pero con la calma y la razón logra ganarse la octava, que se tornaba clave para cambiar la dinámica, el ánimo, y la tendencia del choque. Dice mucho de la persistencia de Alcaraz y de cierta debilidad de Sinner, tembloroso en este juego al límite. Es solo un 'break' que recupera el murciano y un despertar de la grada, que se vuelca con él, y él devuelve el saludo, que esto es lo que necesitaba. No ejerce sobre él el hechizo en estos casos. Al menos a corto plazo. Sí, hay golpe sobre la mesa para alcanzar el 'tie break' a las dos horas de partido, pero no le llega para sujetar la ansiedad, que vuelve a regalar más errores, y demasiado profundos, porque Sinner por fin ejerce de líder y sentencia también en ese segundo set de 69 minutos, 31 sets consecutivos sin tacha. Cuesta arriba la montaña y las estadísticas, que nunca ha ganado Alcaraz en estas circunstancias. La historia está ahí, para recordarnos lo que pasó, pero no para decidir lo que ocurre hoy. Y aunque sin la chispa ni el orden de otros episodios, Alcaraz rebate lo escrito con más empeño que buen hacer, no están las cosas para florituras y sí para trabajar. Para encontrar su camino mientras intenta que Sinner no termine de hacer el suyo. Desde ese 5-3 recuperado en el segundo set, hay un cambio de paso y de gesto en el tercero, aunque no haya fructificado todavía. Empieza a verse el partido directo que se preveía y el nivel va subiendo. Todavía es todo contención en el italiano, y sin llegar a su máximo el español, pero se descubren las cartas y ahí destapa Alcaraz su tenacidad: restos muy profundos que quiebran a Sinner y es un 4-1 con el ceño desfruncido y el dedo a la oreja. «Ahí vamos, va. Convencido», le grita Ferrero desde el banco. El pupilo atiende, que puede aguantar lo que sea de físico, de tenis, de potencia y de piernas, y también vuelve a mostrar ese crecimiento mental para encontrar soluciones, para seguir ahí a pesar de todo. Ya con la derecha a pleno rendimiento, arriesga a las líneas a las que ni siquiera se acerca Sinner para marearlo en ese límite en el que el número 1 descubre que todavía le falta un poco: saque para ganar el primer set, saque para aguantar en el tercero. Y vuelve el dedo a la oreja, que de esto también se trata el tenis, de espectáculo. Lo han dejado todo para cuando se cumplen tres horas de choque, al cuarto set. Sigue el respeto, la igualdad y amanece a lo grande por fin la brillantez, conversaciones de 15 peloteos de tú a tú entre el que más triunfos suma en tierra batida este curso (21, por una derrota), y el que más triunfos en Grand Slam encadena (20, desde cuartos de Wimbledon contra Medvedev). Cada punto es un duelo, media pista ya en sombra, pero sol en el lado de Alcaraz, que se levanta de un problemón en el tercer juego con un '¡Vamos!' que atraviesa París. Es un grito a la desesperada. Que no brilla como en otras ocasiones, y cede de nuevo su saque en el octavo juego. Todavía más difícil, pero hay empeño, eso no lo discute nadie. Y tampoco discute nadie que Sinner ha crecido, pero sigue concediendo ese punto de debilidad que se observa cuando se encuentra con tres bolas de partido al resto y no sabe qué hacer con ellas. Bueno, es que tiene enfrente a este Alcaraz que recuerda a otros guerreros, que levanta esas tres bolas de partido y aún se permite celebrarlo con el público. Alcaraz, la tenacidad hecha persona, persigue la gesta, y hace temblar al italiano: una derecha al ángulo, una volea mágica, un error, y es un 5-5 para alegría de la platea y para seguir escribiendo la historia de esta final excelsa en París. Que tiene otro capítulo en el 'tie break' en el que se consolida la revolución del murciano, cada vez más crecido, más fuerte, más sereno, más Alcaraz; y se confirman de nuevo las debilidades del italiano, al que no le aguanta el saque, perdido en esas tres bolas de partido, en ese juego de saque que tuvo a su favor, y se desmorona también en el desempate. Se observa el panorama como una muerte lenta, porque ya auguraba la Chatrier que ha sido la puntilla. Aunque en realidad estén empatados a todo, pero la sensación es que Alcaraz es quien tiene todo bajo control. Ya decía que el rival tendría que hacer mucho para ganarle. Dominador jugando bien, mal, regular, con fuegos artificiales y con la pólvora mojada, recupera la fluidez de movimientos, las derechas ganadoras, la energía, el marcador. Con cuatro horas y media de juego, sombra completa sobre la Chatrier, el sol por completo en la mano del español, que ni suda ni padece el esfuerzo y atiza sin miramientos. Sabe que tiene a Sinner donde quería, atenazado y con el miedo de perder una final que tenía ganada, y acaba por soplarle de un latigazo para derribar su resistencia en el cuarto juego. 'Break', locura, y puntos de exhibición, que ya tocaba divertirse un poco después del sufrimiento y la contención de impulsos. Hay tiempo para el drama, que tiene ahora saque para ganar, pero se rebela Sinner con un 0-30. Y se revuelve aún más para recuperar el 'break'. Imposible más intensidad, más tenis. Pero este Alcaraz es inmenso, extraordinario, descomunal. Que hay pataletas, y que las haya, y que hay fiestas, que las haya. Porque supera otro susto y se encarama en el 'super tie break' como el luchador descomunal que es. Derechazos a los ángulos, dejaditas estupendas, como si en lugar de una final de Grand Slam y contra Sinner, estuviera jugueteando con su hermano en un entrenamiento. Honores para el italiano, sí, pero esta vez no toca, que Alcaraz sentencia con el revés, aprieta puños, se seca en la toalla y sonríe, que un 5-0 ya no se puede escapar. Alcaraz se hace inexpugnable, después de cinco horas y media, defiende esta Philippe Chatrier con uñas, dientes, corazón, tenis y cabeza. Apuntilla al italiano con golpes ganadores a la línea, en pleno esplendor. Y es una espina más en el cara a cara, y es un 8-4, y son los últimos cinco duelos a favor del español, y es este que vale por mil, porque ha levantado un 3-5, un 0-4, tres bolas de partido, que nunca había remontado dos sets en contra, para terminar con un passing a lo campeón; segunda Copa de los Mosqueteros, quinto Grand Slam de cinco finales. Con 22 años, un mes y 34 días. Lo decía Roland Garros: "La victoria pertenece al más tenaz".
abc.es
hace alrededor de 3 horas
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