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«Es una pena que con el nivel que tenemos en España, no haya recursos»

El catalán Carlos Manera es a día de hoy el regatista español que está en la rampa de salida de la próxima edición de The Ocean Race, que partirá desde Alicante en enero de 2027, después de haber sido el único en participar en The Ocean Race Europe 2025, la vuelta a Europa que hizo escala en Cartagena, y en la que se incorporó en las últimas dos etapas pudiendo levantar el trofeo de campeón con Biotherm. Manera lleva muchos años abriéndose camino en la Mini Transat, regata transoceánia en solitario en la que acabó segundo, y posteriormente navegando en Class 40 hasta llegar a los IMOCA 60. —Carlos, usted fue el único regatista español en participar en The Ocean Race Europe ¿cómo se sintió? —Para mí fue una sensación increíble, un sueño hecho realidad. Aunque me uní al equipo en el último momento, en Génova, y de no haber pasado muchas horas con ellos, hice todo lo que pude. Ser el único español en la regata fue un orgullo enorme. Poder ayudar al Biotherm en la última etapa y en la regata costera fue sido un placer, y espero que representar de nuevo a España, un país con tantos excelentes navegantes y sirva para abrir puertas a otros regatistas en una competición tan icónica como The Ocean Race. —¿Cuando se llevan varios días en alta mar, luego cuesta coger el ritmo en tierra? —Cuando acabas una regata de este tipo el cuerpo todavía está en modo barco. En el mar aprendes a dormir como puedes, en cualquier postura, con los ojos medio cerrados. Pero cuando llegas a tierra, el cuerpo no entiende que ya no estás navegando. El día que llegamos, me acosté a las cuatro y a las ocho ya estaba despierto, como si tuviera que salir a hacer una guardia (ríe). —¿Cómo fue unirse a un equipo como Biotherm? —Fue una locura maravillosa. Me llamaron antes de la etapa de Cartagena para hacer las dos últimas, y entre ellas estaba la más larga y complicada, de 1.700 millas por el Mediterráneo. Liberé mi agenda y me puse a disposición del equipo. Paul (Melhiat) me pidió que viniera a disfrutar y a aportar todo lo posible. Buscaban navegantes capaces de hacerlo todo: trimar, planificar, leer la meteo y llevar el barco al 150%. —¿Qué papel jugó dentro del equipo? —Paul tiene una filosofía muy abierta: todos somos navegantes. No hay jerarquías rígidas. Me dio mucha libertad para participar en las decisiones tácticas y aportar mi conocimiento del Mediterráneo, que era clave en esta etapa. Desde el primer momento me sentí muy integrado. —¿Qué fue lo más duro de esta experiencia? —El calor y la falta de sueño. Íbamos como en una olla exprés. Dentro del barco no hay ventilación y, a más de 10 nudos, no puedes abrir la escotilla porque entra agua. Dentro de un casco de carbono llegamos a estar a 40 grados. Además, había tantas maniobras que cada 30 o 40 minutos estábamos todos en cubierta. —¿Alguna anécdota que resuma la vida a bordo? —Todo está medido al gramo. Se discute hasta el peso de la pasta de dientes. Compartíamos un bote pequeño entre todos, y llegamos a debatir si llevar cuatro, cinco o seis calzoncillos. Así de justo va todo. —Ha ganado The Ocean Race Europe habiendo hecho sólo dos etapas —Esto es un deporte de equipo. Aunque me incorporé en las dos últimas etapas, desde el primer día me involucré al 100 %: preparé rutas, estudié la meteo, aporté mi experiencia en foils y en el Mediterráneo. Cada milla y cada decisión cuentan. —Viene de la Mini Transat, del Class 40 y ahora del IMOCA. ¿Cómo ha sido esa evolución? —Natural, pero muy trabajada. He hecho dos Mini Transat, he navegado en Clase 40 y también en IMOCA en regatas como la Course des Caps o la Fastnet. Eso me dio visibilidad y experiencia. Y mi paso por Francia ha sido clave: Lorient es el corazón de la vela oceánica. Si quieres llegar lejos, tienes que estar allí. —¿Cómo fue que se fijara en usted un equipo francés? —No es fácil. Es un mundo muy cerrado y muy francés, pero la organización obliga a tener al menos dos nacionalidades y una mujer a bordo, y eso me ayudó. Pero lo principal fue demostrar que podía aportar valor. Amélie Grassi me conocía de la Mini Transat, confió en mí y Paul me dio la oportunidad. —¿Qué aprendió del formato a cuatro tripulantes? —Que el perfil del navegante ha cambiado. Antes había roles muy definidos; ahora todos hacemos de todo. El navegante también entra en guardias. Con Paul, la filosofía es la autonomía total: cada uno debe ser capaz de llevar el barco solo. Eso te obliga a estar fino en táctica, trimado y meteorología. —¿Qué fue lo más difícil de gestionar a nivel físico y mental? —La falta de sueño, sin duda. Entre maniobras, cambios de viento y calor, dormir era un lujo. Y mentalmente, mantener la concentración. Son regatas cortas pero intensas, cada decisión cuenta. —Llegar a ser navegante oceánico le viene de lejos… —Sí. Todo empezó en 2013, cuando vi salir a mi entrenador Gerard Marín en la Barcelona World Race. Me dije: «Yo quiero hacer esto». Desde entonces no he parado. Estudié, navegué, trabajé en construcción de barcos y me especialicé en performance y foils. Vivir de navegar es lo que siempre soñé. —Ha sido el único regatista español en esta regata. ¿Siente esa responsabilidad? —Sí, y con orgullo. Espero que mi participación sirva para que más españoles entren en IMOCA. Tenemos cantera, mentalidad y talento, pero nos falta estructura para dar continuidad a los proyectos. —¿Cree posible un proyecto español de vuelta al mundo? —Me rompe el corazón decirlo, pero ahora mismo lo veo muy difícil. Es una pena que con el nivel deportivo y ténico que hay en España no haya recursos. Un proyecto competitivo costaría unos 17 millones de euros y, a día de hoy, no existe ese apoyo. Si surgiera, me volvería loco por estar. Pero si en casa no hay oportunidades, hay que buscarlas fuera. —¿Le duele que no haya continuidad después de proyectos como el Mapfre? —Sí, muchísimo. España tiene historia, talento y una afición enorme, pero no hay estructura para mantener equipos en el tiempo. Me da rabia porque fuera sí se apuesta. Nosotros tenemos todo para ganar, pero nos falta creerlo y apoyarlo económicamente. —The Ocean Race Europe ha servido de 'casting' para la vuelta al mundo 2027. ¿Su objetivo? —Estar en 2027, sin duda. Es mi sueño desde niño. Ojalá en un barco español, pero si no, donde me den la oportunidad. Lo importante es estar en el agua, seguir creciendo y aprendiendo. —¿Qué se lleva de esta regata? —Que el Mediterráneo no perdona y que los pequeños detalles ganan millas. También que con un equipo sólido y bien preparado puedes convertir una invitación de última hora en una victoria. —¿Y ahora qué? —Volver al agua. El objetivo grande está marcado y cada regata cuenta. Esto no es un punto final, es el comienzo del siguiente salto. El mar siempre te da otra oportunida, si sabes escucharle.
abc.es
hace alrededor de 9 horas
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