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Lois Boisson, con Nadal como inspiración, enloquece a Francia con su histórico pase a semifinales

La Philippe Chatrier explota con ese golpe defensivo de Mirra Andreeva que se va al pasillo. Lois Boisson se echa al suelo, piernas temblando de emoción, manos escondiendo el rostro, historia de las grandes en ese 7-6 (6) y 6-3 ante la rusa. La de Francia, porque tiene una tenista local en semifinales de Roland Garros por primera vez desde Marion Bartoli en 2011; la de la jugadora, que ha sido invitada, que es su primer cuadro principal de un Grand Slam, que su primer torneo fue hace unas semanas en Rouen, que es la 361 del mundo, que está a dos pasos de la gloria. Se entiende su ranking y su falta de antecedentes tenísticos porque hace un año tuvo una grave lesión de rodilla (cruzado y menisco) que la tuvo muchos meses alejada de las pistas, de la competición, de todo. Incluso tuvo que renunciar a la invitación que también le había ofrecido el torneo de su país después de haber sumado una treintena de triunfos y el título en el torneo de Saint-Malo, de categoría 125. Un parón de los gordos y una frustración que supo convertir en adrenalina para volver más fuerte, más rápida, más completa, más hecha, mejor. «¡Es hora de que la disciplina me lleve hasta la cima!», decía tumbada en la cama del hospital. La joven de Dijon, de 22 años, protagoniza en París un salto al estrellato que también la lleva del puesto 361 al virtual 65, con casi 700.000 euros en el bolsillo de sopetón, pues ya cuenta con más pasos en un Grand Slam que en cualquier otro torneo de la WTA. Su crecimiento tenístico, explica 'L'Équipe', está guiado por las enseñanzas de su padre, exjugador de baloncesto profesional y entrenador (y que llegó a ser director administrativo del AC Mónaco), y con un concienzudo entrenamiento de visualización que incluye entrenar con gafas de realidad virtual para educar al cerebro a entender mejor lo que ve y que no sea un esfuerzo para el jugador. «Conectas el cerebro con los ojos y de alguna manera todo va más rápido. Lo implementé después de mi lesión para que la recuperación también fuera más rápida», comentó la tenista estos días de atención mediática absoluta. Se ha educado tenísticamente en tierra batida, y su inspiración tiene el nombre de Rafael Nadal: «Yo veía Roland Garros cuando era pequeña, y me gustaba mucho porque también jugaba Rafael Nadal, que es mi jugador favorito. Su trabajo, su actitud, el hecho de que siempre hacía lo máximo: todo lo hacía y que es clave para triunfar». Como ella está haciendo en este Grand Slam. Mertens (6-4, 4-6, y 6-3), Kalinina (6-1 y 6-2), Jacquemot (6-3, 0-6 y 7-5), Pegula (3-6, 6-4 y 6-4) y Andreeva (7-6 (6) y 6-3) han probado lo desconcertante y agotador que es jugar contra la francesa, que no da una bola por perdida, que llega a todo, que golpea todo, que tiene un físico descomunal y que no tiene miedo, impenetrable en sus emociones, imperturbable en este mediodía encapotado en París que todavía convierte en más bulliciosa una Chatrier enfervorecida. Nada pudo hacer la rusa más allá de pelearle el primer set y acabar desesperada. Porque Boisson no fallaba una, porque notó la presión de una Chatrier en contra, porque tiene que pasar más por este tipo de experiencias la joven de 18 años, que fue sancionada por lanzar una pelota a la grada de pura frustración. En semifinales se medirá con la templadísima Coco Gauff , 2 del mundo y 21 años, que remontó por dos veces ante su compatriota Madison Keys (6-7 (6), 6-4 y 6-1) y vuelve a levantar el dedo como candidata al título. Ya fue finalista en 2022 y muestra capacidad de sacrificio y reacción para encontrar soluciones ante los problemas. En la otra semifinal del jueves: Aryna Sabalenka - Iga Swiatek.

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