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El bálsamo de la innovación empresarial planta cara a la voraz 'epidemia' del dolor

Un escuadrón de nuevas tecnologías se han puesto en marcha para dar alivio a uno de los males de nuestro tiempo: el dolor crónico, que avanza sigilosamente alimentado por el envejecimiento de la población (cada vez son más las personas mayores y más longevas), un estilo de vida sedentario y unos hábitos de alimentación que dejan mucho que desear. Soluciones como la realidad virtual inmersiva, sensores pasivos y pulseras inteligentes para monitorizar al paciente en su hogar con el fin de conocer cualquier cambio en su condición de salud, apps que desde el móvil hacen un seguimiento continuo del usuario, inteligencia artificial y big data para detectar patrones de dolor y las últimas innovaciones en neuroestimulación (impulsos eléctricos que llegan a los lugares más recónditos del sistema nervioso) son algunas de los avances que ya se están aplicando en hospitales, centros de rehabilitación, clínicas de fisioterapia y residencias de mayores con el fin de reducir el dolor crónico. No son tratamientos, sino un complemento a los fármacos tradicionales y otras terapias que pueden mejorar la calidad de vida de personas que sufren desde una lumbalgia permanente, artrosis, reuma o migrañas hasta una fibromialgia o problemas relacionados con la osteoporosis. Nuevas herramientas tecnológicas que están desarrollando empresas y startups, a veces surgidas de equipos de investigación de centros hospitalarios y universidades. El dolor crónico es considerado una enfermedad, y no un síntoma. Y además se trata de una patología compleja porque aparte de sentir el dolor, la persona pierde funcionalidad, se rompe su equilibrio emocional y muchas veces incluso afecta a la situación laboral. Aparecen entonces ansiedad, estrés, depresión... Según el último barómetro del dolor en España de 2022, un estudio de la Fundación Grünenthal España y el Observatorio del Dolor de la Universidad de Cádiz, el dolor crónico afecta al 25,9% de la población adulta, lo que supone más de 9 millones de personas. «Ahora está un 1% más elevado. Todas las herramientas que consigamos para mejorar la calidad de vida de los pacientes serán bienvenidas», considera Héctor Beltrán, coordinador del grupo de trabajo Tecnología Digital y Dolor de la Sociedad Española del Dolor (SED). Este mal invisible tiene además su cuenta de resultados. Otro informe de la Fundación Grünenthal España («El impacto del dolor crónico en el bienestar social») de este mismo año estima que el coste económico de esta enfermedad en nuestro país equivale al 2,5% del PIB, que el 28,6% de estos pacientes han tenido una baja laboral en el último año y que el 32,3% han dejado su trabajo. Está claro que las nuevas tecnologías tienen un papel relevante en frenar el dolor crónico y en sus consecuencias. La realidad virtual se alza como una de las más prometedora. «Demuestra un efecto muy potente. Ofrece un entorno virtual atractivo que entretiene al cerebro mientras el paciente está realizando una actividad que no le duele. Se trata de empoderar al paciente porque ve que ha sido capaz de hacer movimientos que no pensaba. La realizada virtual le ayuda a perder el miedo al movimiento, disminuye la utilización de fármacos y enseña estrategias para afrontar el dolor. Otras veces se utiliza como terapia para aprender a relajarse», cuenta Héctor Beltrán. La monitorización de los pacientes en sus casas con sesiones de telerrehabilitación es otra de las estrategias con recorrido. «Se evita así desplazamientos diarios para realizar tratamientos y ejercicios que se pueden hacer desde el domicilio. Esto mejora la vida de estas personas», explica Beltrán. Inteligencia artificial, big data, machine learning... también han eclosionado en el mundo del dolor. «Las soluciones tecnológicas tienen que ir de la mano de la empresa y de los equipos de investigación clínicos y de las universidades, porque hay empresas que fabrican productos pero no están hechos para las necesidades reales. En la parte pública existen muchas convocatorias nacionales y europeas que incentivan la colaboración público-privada y generan buenas oportunidades, aunque es la empresa quien tiene el recurso para poner a la venta el producto», añade Beltrán. Algunas de esas empresas con innovaciones para el dolor ya tienen sus productos en el mercado. Como el software de realidad virtual que ha diseñado DynamicsVR, una pyme con sede en el Puerto de Santa María (Cádiz ), y que ya se utiliza en residencias de personas mayores, hospitales, asociaciones de daño cerebral y clínicas de fisioterapia. Su objetivo es reducir los dolores cervicales, de hombro y lumbares; se emplea para trabajar también los miembros inferiores y, en general, para afectaciones motoras derivadas del daño cerebral adquirido. «El dolor es una percepción del cerebro, un sistema de protección ante una amenaza que percibe y que puede ser real o no. La rotura de un hueso es un dolor real, pero cuando el dolor se cronifica entran muchos factores en juego. Lo que hacemos con la realidad virtual es descontextualizar al cerebro del entorno al que está acostumbrado a vivir. Le engañamos con otro mundo que no conoce y donde el paciente sigue una terapia, por ejemplo ejercicios para la lumbalgia. El paciente se mueve libremente durante el tratamiento, con menos dolor y, por tanto, disminuye el tiempo de tratamiento hasta un 35%», relata Carlos Guerra, fundador y CEO de DynamicsVR. Otra versión de realidad virtual de esta empresa se enfoca a la relajación durante dolores agudos que pueden estar causados por tratamientos invasivos, como una punción. «El dolor en este caso se reduce hasta en un 60%», asegura Guerra. En ensayo clínico DynamicsVR valida un programa de realidad virtual para tratar el ictus subagudo. «El objetivo es que el paciente empiece este tratamiento y la estimulación del cerebro lo antes posible. Así tendrá mejor pronóstico», cree Guerra. La apuesta de la empresa de Figueras (Gerona) Broomx Technologies también es una plataforma de realidad inmersiva para la mejora física y emocional de pacientes con dolor crónico, o que se encuentran en largas hospitalizaciones... Pero en este caso no se usan gafas virtuales. «Muchas personas no pueden utilizarlas porque les marea o no las toleran bien, es complicado en niños y en mayores», indica Ignasi Capella, co fundador de Broomx. A través de la proyección de imágenes en paredes y techos de una sala, la tecnología de Broomx es capaz de crear entornos «con la sensación de estar dentro de lo que se ve: un paisaje en el espacio, en el fondo del mar o subiendo una montaña. Son entornos relajantes, con prácticas guiadas de mindfulness, técnicas de autorregulación de respiración que reducen la percepción del dolor...», indica Capella. Son sesiones que se pueden personalizar. Esta empresa comenzó aplicando su solución en hospitales pediátricos y unidades de cuidados paliativos para mejorar el equilibrio emocional de los pacientes. «En los hospitales pediátricos montamos el sistema en salas de precirugía para distraer a los pacientes en esos momentos inciertos y angustiosos antes de una operación», dice Capella. Por ejemplo, la unidad de pediatría del hospital Vall d'Hebron de Barcelona utiliza esta tecnología. Fue el hospital de Olot (Gerona) el que empezó a aplicar la realidad inmersiva de Broomx para pacientes con dolor crónico y para los que habían sido intervenidos de cirugías complejas. «La herramienta acompaña al paciente a entender el dolor, a aceptarlo y a aprender a gestionarlo», explica Capella. En terapias inmersivas de neurorrehabilitación, en sesiones terapéuticas en hospitales y centros de salud mental para jóvenes con autismo... Las aplicaciones de la realidad inmersiva son muy diversas. «Es una distracción terapéutica en residencias de mayores. Ayuda a los usuarios a realizar ejercicios físicos, por ejemplo simulando que caminan en una excursión por el Himalaya», sostiene Capella. Los guantes electrónicos de Quantic Nanotech para aliviar el dolor de la artrosis son dispositivos para el bienestar, como reconoce su inventor y co fundador (junto a un grupo de ingenieros) de esta empresa José Luis de la Torre. «Todavía queda recorrido para que sea certificado como un dispositivo médico», considera. Aunque el primer estudio piloto sobre su funcionamiento ha concluido con resultados muy prometedores. La observación se realizó en 40 pacientes del Hospital de la Luz de Madrid que sufrían artrosis de nivel moderado a grave. Tras 60 días de uso, los guantes redujeron entre un 50 y 60% el dolor en la mayoría de los pacientes. También mejoraron de forma relevante la fuerza de agarre, la inflamación de las articulaciones y la duración de la rigidez matutina. Estas conclusiones se publicaron en la revista americana «Scientific Literature». Hoy unos 3.000 personas han comprado estos guantes, en los que José Luis de la Torre y su equipo de ingenieros lleva trabajando desde 2016. La patente está concedida en 30 países (toda Europa, EE.UU., China, Japón, países árabes...). «Es una herramienta para que el paciente trabaje en casa. Hasta ahora solo tenían como recurso antiinflamatorios para el dolor, pero no se pueden tomar de por vida. Los guantes electrónicos no sustituyen a ningún tratamiento, sino que son un complemento», afirma De la Torre. Para utilizar los guantes, primero, se aplica sobre las manos una crema antiinflamatoria; después, un fino guante de algodón y, por último, los guantes electrónicos. «Emiten micropulsos eléctricos de baja frecuencia y calor. La novedad es combinar estas terapias con otras médicas como una crema con cortisona», explica De la Torrre. Los resultados: «Los micropulsos hacen que la sensación de dolor disminuya e incluso desaparezca -asegura-. Y el calor mejora la movilidad de las manos. El paciente puede ejecutar acciones que antes no podía». La startup madrileña Brainguard nació con una clara vocación científica para poder predecir eficazmente los ataques de migrañas. Para ello ha desarrollado y entrenado un algoritmo que interpreta en tiempo real los cambios fisiológicos y hemodinámicos que se producen en el organismo antes de los temidos ataques de este tipo de cefaleas. «Es una de las patologías más incapacitantes y no tiene cura. Hay fármacos para frenar el dolor cuando ya aparece y tratamientos que reducen la frecuencia en intensidad de las crisis. Lo sufre el 12% de la población española y el 2% tiene más de 15 días de dolor por migraña crónica. La sensación de los neurólogos es que llegamos tarde», cuenta la doctora Ana Gago-Veiga, responsable de la Unidad de Cefaleas del Hospital Universitario de la Princesa de Madrid. Junto con José L. Ayala, catedrático de Ingeniería Eléctrica e Informática de la Universidad Complutense de Madrid, llevan diez años trabajando en esta avanzada solución, en la que también ha participado la Universidad Politécnica de Madrid. La doctora Gago-Veiga explica el desarrollo clínico: «La migraña muestra síntomas premonitorios antes de una crisis. Hay pacientes que se sienten cansados, bostezan, les molesta la luz y creen que les va a sobrevenir una crisis. A través de cambios hemodinámicos en el paciente pudimos demostrar que era posible predecir los ataques de migraña. Se dan cambios en la frecuencia cardíaca, en la temperatura, en la saturación de oxígeno... Si obtenemos estos datos podemos predecir el inicio del dolor. Lo hemos demostrado y tenemos la patente». Y a partir de ahí entra la técnica de la informática. «Necesitábamos recoger todos esos datos en una wearable y diseñar una app para recabar características del dolor y datos clínicos del paciente. Juntando toda esa información generamos un modelo de IA que predice cuándo va a llegar el dolor, se lo comunicamos al usuario a través de la app y le damos recomendaciones para manejar la crisis. La idea es comunicar al paciente que va a tener una migraña dentro de 20 minutos con una probabilidad del 75%», indica José L. Ayala. Primero desarrollaron su propio dispositivo y realizaron su primer estudio. «Era una caja que llevaban un grupo de pacientes del Hospital La Princesa en la cintura y con cables en el pecho. Nos permitió recoger datos muy valiosos, de gran calidad. Así conseguimos modelos predictivos muy robustos», recuerda José L. Ayala. Pero a la hora de pasar a un wearable que el paciente pudiera utilizar en cualquier entorno y que recabara datos de calidad no encontraron inversores para acometer el proyecto. Así fundaron la startup Brainguard, como un medio para conseguir financiación a través de aceleradoras y varios premios de innovación que han recibido. «Hemos seguido desarrollando la app y hemos obtenido una wearable, una especie de pulsera, que se usa en aplicaciones médicas ambulatorias pero no tiene uso comercial», explica José Ayala. Todos los avances y desarrollos de Brainguard se están validando en un proyecto europeo al que accedieron hace dos años y en el que participan siete hospitales. «Esperamos demostrar la solidez científica de nuestro proyecto. Lo más importante es que sea viable», confía Ayala. La startup valenciana Spinally trabaja en el límite de la innovación, en un espacio de la médula espinal inexplorado. Su objetivo es apaciguar el dolor crónico y con ello también reducir el tratamiento con fármacos como los opiáceos. Ya tiene un prototipo en fase de ensayo animal. Se trata de un electrodo finísimo (trabaja en dimensiones de 0,7 mm de grosor) para implantar en la zona intratecal de la médula espinal. «Es la zona más cercana a la médula. Hasta ahora se estimulaba desde el espacio epidural. Para esa zona estamos diseñando la siguiente generación de electrodos con materiales que necesitan una elasticidad determinada, unos componentes, una disposición de los polos... No sirve el electrodo de toda la vida. Desarrollamos hardware, software y algoritmos para escuchar y hablar con la médula antes de hacer la estimulación», relata Carles García-Victoria, co fundador de Spinally y especialista en el Hospital Intermutual de Levante y en el Instituto Carratalá Quirón. La zona intratecal de la médula espinal es prometedora. «Podemos focalizar la estimulación (eléctrica) y llegar a zonas profundas donde hay neuronas a las que hasta ahora no podíamos acceder y que son interesantes para hacer autorregulación del dolor», explica García-Victoria. Es terapia de neuromodulación, «una forma de decir a los nervios que no trasmitan tanto dolor. Cuando se trata de la médula espinal, una autopista de nervios, podemos llegar a ella y ponerle información eléctrica que module cómo transmite al cerebro la información y decirle que duele, pero no tanto», explica García-Victoria. Spinally ha conseguido su primera ronda de financiación a través de la plataforma Capital Cell. Esta solución contra el dolor crónico, de espalda y piernas, también promete para enfermos de parkinson y otras patologías degenerativas. Así son los bálsamos de innovación empresarial para frenar una enfermedad silenciosa de nuestro tiempo y venideros como es el dolor crónico.

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