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Nuevos y reforzados puentes entre universidades y empresas para formar mejores profesionales

Si durante años universidad y empresa transitaron caminos paralelos –una generaba conocimiento, la otra lo aplicaba–, hoy en día, esta línea ha ido perdiendo sentido y se ha desdibujado hasta dar paso a una relación de interdependencia , en la que ambas se necesitan y se retroalimentan para avanzar. La transformación del mercado laboral, la aceleración tecnológica, la necesidad de innovación y el protagonismo del talento joven han convertido la colaboración entre instituciones académicas y sector privado en un eje clave de desarrollo económico y social. Pero este modelo de colaboración no aparece de forma espontánea. En España, la Fundación Universidad-Empresa (FUE) lleva más de cinco décadas trabajando para estrechar los lazos entre el mundo académico y el empresarial. Desde el primer contrato de investigación en una época en la que los profesores no podían colaborar con empresas, hasta poner en marcha el primer programa de prácticas para estudiantes, «la idea era demostrar que la universidad no solo debe generar conocimiento, sino también impacto real», explica Carmen Palomino, directora general de la Fundación. «Hoy se habla de universidades emprendedoras, capaces de fomentar el emprendimiento desde el aula , impulsar la creación de startups y generar sinergias entre investigadores, administraciones y empresas. Y esta colaboración ha sido clave». Ya no hay barreras entre universidad y empresa, coinciden los expertos. Es más, esta colaboración no es solo útil, sino que es esencial. Las universidades necesitan a las empresas para conectar la formación con la realidad, y las empresas necesitan a la universidad para acceder al talento, impulsar la innovación y mantenerse competitivas. Con 21 universidades en su patronato y una red consolidada de alianzas empresariales, la FUE insiste en que el reto ahora es adaptar el modelo educativo a los desafíos reales del mercado laboral. Entre las prioridades, señalan tres especialmente urgentes: la adaptación curricular, la internacionalización y una mayor inversión en I+D+i colaborativa. También reclaman abrir nuevas fórmulas más allá de la formación dual tradicional . Desde programas mixtos, colaboraciones puntuales o contenidos en nuevos formatos, como podcasts o talleres especializados, el objetivo es seguir sumando opciones. «Las empresas no tienen la obligación de formar estudiantes. No es su función principal. Por eso, hay que apoyarlas, incentivarlas y facilitar su participación», subraya Palomino. Para que el conocimiento no se quede en el aula, sino que genere impacto real en la sociedad, en las empresas y, sobre todo, en el desarrollo profesional de los jóvenes, se promueven iniciativas como El Libro Blanco de las Prácticas y el Sello de Empresa Impulsora del Talento Joven. También trabajan aspectos menos visibles, pero igual de relevantes para el entorno laboral actual, como la intergeneracionalidad . Uno de sus programas más recientes se centra precisamente en la convivencia de hasta cinco generaciones distintas dentro de una misma organización, donde se reflexiona sobre las diferencias de estilo, lenguaje, expectativas y cultura laboral entre las distintas generaciones. El objetivo no es solo mejorar la comunicación y la comprensión mutua, sino preparar a los estudiantes para un entorno profesional diverso, donde el reto ya no es solo saber hacer, sino saber convivir, colaborar y liderar equipos heterogéneos. Desde ENAE Business School subrayan que, si bien la colaboración ha mejorado en la última década, «aún existen retos clave como la velocidad de evolución del mercado laboral frente al ritmo académico que genera una brecha entre habilidades demandadas e impartidas que requiere una alianza estructural. Apostamos por un enfoque híbrido con contenidos aplicables desde el primer día y una formación diseñada junto a profesionales en activo , señalan. El resultado de esta sinergia se materializa en la firma de más de 120 convenios de prácticas cada año y 1.995 usuarios activos en su portal de empleo, lo que refuerza la inserción laboral real desde el inicio». En esta misma línea, la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) resalta como uno de los modelos más sólidos de esa colaboración estratégica a las Cátedras Universidad-Empresa. Se trata de alianzas estratégicas a largo plazo, no de un patrocinio puntual ni de resolver un problema concreto, sino de construir conocimiento, formar talento y generar impacto en el sector, explican desde la UPM. «Cuando una empresa financia una cátedra, no está comprando un servicio específico, sino invirtiendo en la construcción de conocimiento y capacidades que beneficiarán al sector en su conjunto. Y esta diferencia conceptual no siempre es fácil de asimilar para organizaciones acostumbradas a medir el retorno de inversión en términos directos y a corto plazo», puntualiza Juan Manuel Muñoz Guijosa, Delegado del Rector de Innovación, Emprendimiento y Transferencia. La financiación parte de la empresa, que aporta un mínimo de 30.000 euros anuales, y la universidad contribuye con personal investigador y medios. La gobernanza es paritaria: cada cátedra tiene una comisión de seguimiento con representantes de ambas partes, que valida las actividades anuales. La clave está en la visión compartida. Además permiten desarrollar actividades formativas, investigación aplicada, divulgación científica, microcredenciales , talleres, 'hackathones' o premios al talento. Desde el diseño de muebles conceptuales en arquitectura hasta programas de deporte inclusivo o seminarios sobre ciberseguridad, el impacto es real y tangible. «También en el ámbito social uno de los programas más potentes es el Hack For Good, donde se desarrollan aplicaciones y soluciones para retos sociales con tecnología e innovación», explica Ana Goicolea Ruigómez, responsable de Cátedras Universidad-Empresa, que detalla que actualmente cuentan con 75 cátedras activas , con una media de 15 nuevas creadas cada año y otras tantas que completan su ciclo. Esta estabilidad no es casual, sino el resultado de una apuesta estratégica. «En la UPM entendemos que estas cátedras no son solo instrumentos de financiación, sino catalizadores de transformación que enriquecen la formación y empleabilidad de nuestros estudiantes , aceleran el avance de la investigación e innovación, y facilitan que el conocimiento generado llegue efectivamente a la sociedad». Desde ENAE también apuntan ejemplos concretos de este modelo aplicado, como el programa Generación Digital Pymes, que forma a directivos de la Región de Murcia en transformación digital, o el programa Agentes del Cambio, que combina formación intensiva con prácticas para capacitar a jóvenes desempleados en competencias digitales altamente demandadas. Uno de los ejemplos más potentes que destaca Ángel Bartolomé Muñoz de Luna, vicerrector de Estudiantes y Vida Universitaria de la Universidad CEU San Pablo, es el de las llamadas 'Aulas Universidad-Empresa', espacios físicos y simbólicos donde las empresas colaboran de forma directa en la formación práctica del alumnado . «En estas aulas no se vienen a dar charlas aisladas, se trabaja sobre casos reales, con clientes reales», explica. Un ejemplo reciente de cómo el aula se convierte en empresa ha sido la experiencia de estudiantes junto con IBM. Trabajaron durante un curso completo en el diseño de un cuadro de mandos para el Ayuntamiento de Madrid, que presentaron finalmente al propio alcalde y al director de tecnología municipal. «Aquí, la nota no es un número, sino si te lo compra el cliente». De estas experiencias surgen también trabajos de fin de grado o de máster directamente vinculados con necesidades reales del sector privado, lo que refuerza la conexión entre lo académico y lo profesional. «Nos gusta decir que nosotros no preparamos técnicos sino que preparamos personas», afirma Bartolomé. En un mundo cada vez más complejo e interconectado, el desarrollo de competencias transversales, vocacionales y personales se vuelve tan importante como dominar una materia. «Con programas como Diseña tu futuro –en el que los estudiantes pasan por un proceso de autoconocimiento, acompañamiento y desarrollo de fortalezas desde el primer curso– o iniciativas como 'Gente buena para gente buena', que son jornadas en las que directivos y profesionales comparten su experiencia desde una dimensión también humana y ética del trabajo, intentamos reforzar el enfoque humanista que tiene también el ámbito laboral», explica. En el terreno de la investigación y la transferencia del conocimiento, la colaboración también se intensifica a través de cátedras, proyectos de I+D+i y la participación en programas europeos como Horizonte Europa o los programas de doctorado industrial , que permiten que la investigación universitaria tenga un impacto directo en entornos reales. Todo este ecosistema se construye con un objetivo mayor: ayudar a los estudiantes a descubrir y construir su vocación. «Cuando alguien encuentra su vocación, deja de trabajar para empezar a cumplir un sueño», concluye Bartolomé. Y ese sueño puede ser levantar una startup, hacer cooperación internacional, trabajar en una gran consultora o crear una pequeña empresa. Lo importante es que ese camino sea posible. Desde la UCAM HiTech de la Universidad Católica de Murcia también impulsan diversas iniciativas para tender puentes reales entre el aula y la empresa . Programas formativos especializados como cursos en inteligencia artificial, emprendimiento científico, recursos humanos 4.0 o e-commerce que dotan a los alumnos de habilidades demandadas en el entorno profesional actual; el 'hackathon' internacional NASA Space Apps, que permite a los ganadores competir a nivel mundial y visitar Cabo Cañaveral o el programa Celera, que conecta a estudiantes con empresas punteras. «Nuestra comunidad digital Coral facilita el 'networking' entre investigadores, startups e inversores además de acceder al programa Generación de Talento en alianza con la Fundación Princesa de Girona, que incluye formación en soft skills, mentoring y experiencias en empresas líderes», analiza su director, Carlos Caballero. Los expertos también alertan sobre el riesgo de la creciente estigmatización de la empresa, con normativas que desincentivan su implicación en prácticas o en colaboración formativa. «Y eso es un error», asegura Caballero. A su juicio, el momento actual debería servir para reforzar, no restringir, los puentes entre universidad y empresa, especialmente en un contexto de transformación constante.

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