cupure logo
lasquedelporlosconparamásespañauna

Por qué EEUU teme que China ya esté adelantándole en la carrera de la inteligencia artificial

Por qué EEUU teme que China ya esté adelantándole en la carrera de la inteligencia artificial
El gigante asiático ha protagonizado una década de fulgurantes avances tecnológicos, desafiando a Silicon Valley; EEUU ha ralentizado sus vetos al negocio de los chips que dan vida a la IA Huang, el negociador: el líder de Nvidia es la voz clave para romper el bloqueo entre EEUU y China en inteligencia artificial La debacle bursátil de más calado de la versión Trump 2.0 la provocó en abril su caótica y arriesgada escalada arancelaria, pero hubo otra importante cuando el pasado 26 de enero, quince días después de tomar posesión de su segundo mandato, DeepSeek, empresa china de Inteligencia Artificial (IA), desplomaba las acciones de las bigtechs americanas. Aquel lunes negro bursátil puso en alerta a la comunidad inversora internacional y a los expertos en innovación tecnológica. DeepSeek mostró el poder de China en la desaforada carrera competitiva por el cetro de la IA. Con sonrojante tono de sorpresa, los mercados tuvieron que admitir que el modelo v3 con el que está armado DeepSeek -y sus anunciados prototipos sucesores- estaban en disposición de crear arquitecturas digitales de código abierto capaces de rivalizar con las de sus competidores de Silicon Valley. Pero no solo DeepSeek, emblema de la armada tecnológica china. Otras firmas han desvelado luego sus avances vanguardistas. Es el caso del Kimi K2, presentado en sociedad el pasado julio por Moonshot AI, una start-up con alma de laboratorio de innovación, fundada por un ex alumno chino de Google y Meta. Con unánime beneplácito, el sector no escatimó en elogios al evaluar los parámetros de DeepSeek, como se denomina a las conexiones entre neuronas artificiales de un modelo de código abierto, que superaron a los de ChatGPT 4.1 en pruebas de capacidad de codificación y al Claude 4 Opus en la de conocimientos científicos. La ventaja tecnológica china se configuró hace un decenio y se revistió de desafío oficial en 2018, cuando Xi Jinping instauró, bajo su “nuevo socialismo”, una hoja de ruta llamada a lograr la hegemonía económica, monetaria y, por supuesto, tecnológica, frente a EEUU. Esta estrategia se consolidó con el actual Plan Quinquenal 2021-25, el de mayor calado estratégico desde la proclamación de la República Popular, con una ingente capacidad de financiación estatal a proyectos de especial interés para el Gobierno. Entre ellos, por supuesto, los que ostentan el sello de la innovación. Pero fue en 2018 cuando se declaró abiertamente una rivalidad que, hasta entonces, navegaba en aguas calmadas. En el ecuador de su primer mandato, Trump inauguró su doctrina arancelaria contra el acero y el aluminio, pero también contra productos made in China; y declaró sus hostilidades al exigir la detención en Canadá de la jefa de Finanzas de Huawei, Meng Wanzhou, asunto que ya tenía todos los ingredientes de una batalla diplomática de la post-Guerra Fría. El binomio que vio antes China Tras estas maniobras aún no estaba la IA, pero sí el negocio del 5G que, a día de hoy, sigue levantando suspicacias en la Casa Blanca hacia socios que, como España y otros países europeos, han confiado las torres de conexión a la tecnología Huawei. En los últimos años se han sucedido críticas y alertas empresariales, políticas y hasta militares, advirtiendo sobre la superioridad china en el orden tecnológico; de su preeminencia innovadora en el desarrollo del 5G; y su intensa capacidad de ensamblaje; también, sobre sus avances en la infraestructura 6G, con un poder inusual para establecer sinergias con la IA y la llamada Revolución Industrial 4.0. Ya entonces firmas como Boston Consulting Group (BCG) advertían de que EEUU debía reaccionar de inmediato si quería “minimizar los riesgos geopolíticos y beneficiarse de las enormes oportunidades de un negocio”, la IA, que estimaba sumaría 1,7 billones de dólares al PIB estadounidense en 2035, casi el valor de la economía española, y 13,5 billones a la actividad mundial, algo menos de la suma productiva de Japón, Alemania, India y Reino Unido. “China está ganando la batalla del 5G”, avisaba hace un par de años la general Laura Richardson, entonces comandante en jefe del Comando Sur americano, para quien Pekín “sigue elevando su poderío inversor, empresarial y tecnológico y eclipsando el liderazgo geopolítico americano”. Si EEUU aspira a modernizar su Ejército y detener las ínfulas expansionistas chinas, deberá recuperar su liderazgo en la industria tecnológica, precisó ante un foro de expertos en el Center for Strategic and International Studies (CSIS). En parecidos términos se manifestó también en su momento el ex CEO de Google, Eric Schmidt: “EEUU no está preparado para defenderse o competir en la época digital”, advirtió en una comparecencia ante la Comisión de Seguridad Nacional sobre IA del Congreso estadounidense. También estudios como el del think-tank Australian Strategic Policy Institute han avisado de que China ha aventajado en 37 de 44 indicadores tecnológicos esenciales a EEUU; entre otros, baterías para coches eléctricos, avances hipersónicos y de radiofrecuencia, 5G y el 6G y, por supuesto, IA. En estos años, en suma, el gigante asiático ha vinculado su gasto público en esta materia a sus objetivos a largo plazo y a distintas escalas de riesgos geopolíticos asociados al boom de la IA. Y ha tejido alianzas exteriores para granjearse socios geoestratégicos en negocios bajo tecnología made in China. Guerra de trincheras La Administración Biden empleó los primeros diques de contención, con vetos al sector exportador americano sobre transferencia de bienes y servicios con vitola de innovación o presiones a aliados europeos y anglosajones para que se desmarcaran del 5G desplegado por multinacionales chinas. También, por supuesto, estableció controles sobre los libres movimientos de semiconductores, en especial, los de alta gama, dirigidos al impulso de la IA. Trump ha intensificado el cerco. Sus deseos declarados de hacerse con tierras raras de Groenlandia, Canadá (que ha amenazado con anexionarse) o Ucrania no dejan lugar a la duda. El líder del MAGA pretende dominar el negocio de los minerales críticos con los que se elaboran los chips, a los que sopesa imponer un arancel del 100% para culminar el nuevo mapa del comercio global. Salvo que sea Nvidia, la mayor firma por capitalización bursátil, nuevo buque insignia de Silicon Valley, a la que el mandatario republicano permite vender a Pekín sus circuitos integrados H2O por su poder tractor sobre unos mercados que le han dado varios sustos, a cambio de una comisión del 15% por sus ventas a China. Todo, en un momento en el que informes sectoriales han detectado anomalías de interconexión en Kimi K2 o DeepSeek, que achacan a interrupciones en los suministros de chips. China goza de un ecosistema idóneo para impulsar la IA. Esencialmente, graduados de altas capacidades en ingeniería, modernas infraestructuras y redes tecnológicas, además de voluntad política a raudales para construir centros de datos con acceso a recursos estatales. También tiene lagunas notables; por encima de todas, la ausencia de compañías de software de primer orden. También un tambaleante mercado negro de acceso a componentes prohibidos por EEUU que algunas fuentes de firmas de datos valoran en más de 1.000 millones de dólares desde abril y que ha obligado a emporios como Huawei a desarrollar sus propios chips de alta gama. Todo ello ha generado una apuesta por las versiones de código abierto y búsqueda de soluciones alternativas, muchas de ellas catalogadas de ingeniosas y que se desmarcan de la leyenda global de que la tecnología china se basa en la copia de patentes y know-how occidental. Mientras, la estadounidense OpenAI ha puesto en marcha una venta de acciones entre sus empleados con una valoración corporativa de casi medio billón de dólares. En ella han mostrado interés entidades como Thrive Capital. Europa, rezagada Solo China puede disputar el cetro tecnológico a EEUU, asegura Stephen Roach, profesor en Yale y ex presidente de Morgan Stanley en Asia. “Puede que los mercados reflejen una falsa creencia en que las bigtechs americanas abanderan la carrera por la IA, pero también puede que sea solo un espejismo temprano”. El ganador final será “aquella economía que brinde un mayor apoyo a la investigación y la innovación (I+D+i)”. Y “China lleva la delantera”. A su juicio, varios factores influyen en esta disputa competitiva. Por supuesto, los potentes chips de Nvidia, pero también el talento, el software y, sobre todo, el enfoque geoestratégico. De momento -arguye- EEUU ha amortiguado el recorrido de la IA china obstruyendo el negocio de los circuitos integrados. Pero ha sido contraproducente, ya que esta táctica ha dado pie al desarrollo de chips chinos de alta gama. Para Roach, “la batalla global por la supremacía de la IA a menudo se presenta como un conflicto entre dos sistemas: el modelo de mercado genuino de Silicon Valley y la política industrial china; sin embargo, la investigación es el gran nivelador”. Independientemente de si el sector público o el privado impulsa el sistema, la innovación surge, en última instancia, del descubrimiento y del despliegue operativo de los prototipos ideados, precisa. Entretanto, Europa ha emitido un diagnóstico de situación que se aproxima a la realpolitik a raíz del informe Draghi, explican en McKinsey. La firma de consultoría cree que el desempeño competitivo de la UE en el futuro pasa por captar más fondos de capital privado para espolear “fusiones paneuropeas” en varios sectores estratégicos: esencialmente, el financiero, el energético y el tecnológico. Una estrategia que demanda recursos; en principio, los 800.000 millones de euros anuales que el expresidente del Banco Central Europeo (BCE) reivindica para poder rivalizar con EEUU y China. A esta factura habría que sumar otra -dicen en esta consultora- de al menos 100.000 millones al año de capital privado. Porque “la tercera mayor economía y líder en sostenibilidad no puede extender más su diferencial competitivo con su socio transatlántico” que, entre 2002 y 2023, se amplió en un 30% en términos de PIB. Alrededor del 70% de esta brecha se atribuye a la pérdida de productividad, según sus expertos.

Comentarios

Noticias de negocios