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EEUU siempre ha sido el futuro al que se dirigía Europa, y ahora ese futuro da mucho miedo

EEUU siempre ha sido el futuro al que se dirigía Europa, y ahora ese futuro da mucho miedo
A menudo EEUU ha sido el punto de llegada para muchas tendencias artísticas, culturales y políticas Pero si el futuro es ese, mejor no llegar nunca Vengo del futuro. Y, como decía el replicante Roy Batty, de Blade Runner, “he visto cosas que vosotros no creeríais”. Y, al contrario que en la película de Ridley Scott, está por ver si “todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia”. Desde la Segunda Guerra Mundial, EEUU ha representado para muchos europeos el futuro al que dirigirse. En esa pugna de la Guerra Fría, EEUU era un hegemón, una superpotencia cuyo concurso fue clave para inclinar la balanza frente al nazismo y el fascismo, así como para regar de dinero la reconstrucción de Europa frente al bloque soviético, y llenar Europa de bases militares y soldados en torno a la OTAN. EEUU era visto como no sólo como el guardián de Occidente, sino también como un país avanzado en vanguardias culturales, en el cine, la música, y hasta las costumbres. Por mucho que el modelo social y económico generara exclusiones, los afroamericanos no tuvieran plenos derechos civiles y políticos hasta los años sesenta y el neoimperialismo practicado en América Latina y Asia se tradujera en terribles dictaduras militares. Pero EEUU era el país que mandó astronautas a pisar la luna, los que primero tuvieron televisión en color y por cable, los que tenían una liga de baloncesto más espectacular, coches más grandes e inventaron los pantalones vaqueros. Era el país de las estrellas de cine, las series de televisión, el que tenía ciudades, como Nueva York, con las que está familiarizado medio mundo sin necesidad de visitarla. EEUU era el futuro, la stazione termini a la que muchos en Europa querían llegar. En ese sentido, yo, como habitante de Washington DC, de EEUU, vengo del futuro. Y ese futuro es muy, muy oscuro. Como diría Roy Batty: “He visto cosas que vosotros no creeríais”. “Es como un ninja, cada día con una bomba de humo”, decía un amigo sobre Donald Trump. Y esa bomba de humo lo que hace es generar mucho ruido, despistar y conducir la atención a donde a él le interesa, pero muchas veces disimulando lo importante. Y lo importante es el deterioro del sistema político. EEUU nunca fue una democracia perfecta ni avanzada. De hecho, la participación en las elecciones es menor que en muchos países occidentales, y hay muchos sectores excluidos. Es más, el sistema es tan presidencialista que, como estamos viendo con Trump, prácticamente se puede gobernar a golpe de decreto firmado en la Casa Blanca.  Lo que también estamos descubriendo con Trump es lo frágiles que eran los contrapesos: básicamente existían en la medida en que el respeto a las normas existía por parte de los dos grandes partidos. Pero una vez que llega un presidente, como Donald Trump, a quien no le importan las normas consuetudinarias, ni los usos ni costumbres, se entra en un territorio desconocido en el cual el presidente hace lo que quiere –desde quitar la nacionalidad por nacimiento hasta desplegar los marines en Los Ángeles– y luego tienen que venir los jueces, a ritmo de jueces, a darle la vuelta a eso. Con la agravante de que Trump tiene una supermayoría en el Supremo. Y, todo eso, adobado con amenazas a empresas por sus contrataciones –como Microsoft–; a las televisiones y a los rivales políticos... Y sin prácticamente oposición en la calle. Es más, con los demócratas negociando nombramientos y normas en al Capitolio, como si se estuviera en un contexto de normalidad, cuando en realidad el país se está dirigiendo al abismo. Estos días pasados en Naciones Unidas lo que se ha percibido es una abrumadora mayoría de países defendiendo agendas políticas opuestas a la de Trump y sus aduladores –Netanyahu y Milei–, pero sin que la mayoría de los países europeos plantaran oposición directamente. Quizá por la dependencia para mantener la ayuda a Ucrania y la disuasión a Rusia; quizá también porque solo un país, España, tiene un Gobierno progresista, y la mayoría de Europa está en la fase previa al trumpismo. Washington DC está lleno de ratas. Cuando se viene de Europa, uno piensa que lo que se mueve entre los árboles, las plantas o el césped es una ardilla. Pero no, son ratas. Se te cruzan por las aceras, por los parques.  También pasa en Nueva York, entre las bolsas de basura que se amontonan en las calles porque la basura en EEUU no se recoge cada día. Ratas, basura, suciedad. Obras que no se acaban nunca y tienen sobrecostes espectaculares –como se está viendo con la Fed–. Aceras reventadas por las raíces de los árboles zurcidas con parches. Gente durmiendo en la calle y militares de la Guardia Nacional como agentes de policía; comidas de 40 dólares; cafés de 6 y cervezas de 9; alquileres al doble que en España y, todo ello, sin servicios ni sanidad pública. El presente en EEUU es un futuro cada vez más distópico. Y está por ver si Europa consigue esquivarlo o lo abraza ciegamente como ansiaba Pepe Isbert en Bienvenido Mr Marshall y terminamos con una colección de gobiernos que persiguen el aborto, los derechos LGTBIQ; usan todos los poderes del Estado contra los rivales los mismos que reniegan del Estado; y construyen un régimen nacional-religioso en el que sólo disfrutan de plenos derechos civiles y políticos los que tengan un sello de aprobación MAGA. El akelarre sectario desatado tras la muerte de Charlie Kirk ha sido lo último que le faltaba al trumpismo para desplegar la caza de brujas que siempre ha deseado. El propio Steve Bannon ha reivindicado el macartismo y ha pedido volver a ello estos días.  Su visión es que EEUU está en guerra, y hay que actuar en consecuencia, aplicando todos los resortes del Estado contra los rivales. En este contexto, ¿qué tipo de elecciones se pueden celebrar en noviembre de 2026 y noviembre de 2028? ¿Qué garantías puede haber? ¿Podrá existir una competición en igualdad de condiciones? ¿Habrá para entonces los mismos medios de comunicación que ahora y los mismos candidatos? ¿Se aplicará la designación de Antifa como grupo terrorista nacional para perseguir candidatos, formaciones políticas, manifestaciones y publicaciones?  Una de las cosas que a menudo comento cuando me preguntan por EEUU es lo difícil que se está haciendo escribir cada día de lo oscuro que se está convirtiendo el país, antipático, desagradable... Un lugar en el que cuesta vivir, un lugar al que no quieres que se parezca tu país. En definitiva, un lugar que esperas que no sea el futuro al que se dirige el resto del mundo.

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