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El plan de Trump para Gaza, un proyecto de dominación colonial 2.0 y ocupación permanente

El plan de Trump para Gaza, un proyecto de dominación colonial 2.0 y ocupación permanente
El plan de EEUU entrega Gaza al propio Trump como supremo gestor junto a Blair, separa el futuro de Gaza del de Cisjordania, impide la rendición de cuentas y diseña una ocupación transitoria con posibilidad de ser permanente Netanyahu reitera su rechazo a la creación de un Estado Palestino pese al texto acordado con Trump Documento - Estos son los 20 puntos del plan de Trump para Gaza Para entender las cosas conviene llamarlas por su nombre. El plan de Trump no es una propuesta de negociación ni un proyecto con derechos para el pueblo de Gaza. Es una ruta para negar la soberanía palestina, sin plazos ni garantías para el fin de la ocupación, con la que pretende consolidar un diseño de colonialismo en pleno siglo XXI. Al igual que hace un siglo Reino Unido arrebató Palestina a los palestinos para entregársela al sionismo, los veinte puntos planteados este lunes por la Casa Blanca contemplan la entrega de Gaza al propio Trump como supremo gestor junto con Tony Blair. El plan no indica plazos específicos para la salida del Ejército israelí y propone, en el mejor de los casos, al final del proceso, una Franja sometida a Israel a través del control de sus fronteras y espacio aéreo y marítimo. Además, no menciona los otros territorios palestinos -ni Jerusalén Este ni Cisjordania- lo que en sí mismo encapsula y aísla el futuro de la Franja del resto de Palestina. Tampoco ofrece rendición de cuentas para los perpetradores del genocidio, ni reparación para las víctimas de los crímenes masivos. Lo que Trump llama “un nuevo Oriente Medio” es el mismo modelo del siglo XX, trazado diez décadas después. Es un colonialismo triple, estadounidense-británico-israelí, basado en la hegemonía militar regional, con el que plantea un modelo de dominación para Gaza. Rehenes y entrega de armas Los primeros ocho puntos establecen, entre otras cuestiones, la entrega de los rehenes de Hamás a cambio de 250 presos palestinos condenados a cadena perpetua y de más de 1.700 gazatíes arrestados desde octubre de 2023. El plan deja fuera de esa propuesta a otros muchos prisioneros palestinos, incluidos los hombres, mujeres y menores de Jerusalén Este y Cisjordania, a los que no menciona. Hay once mil presos en las cárceles israelíes, de los que más de 3.500 están bajo detención administrativa, sin cargos ni juicio, secuestrados sin saber de qué se les acusa.También plantea la entrega de las armas y la rendición de Hamás. El plan exige el cumplimiento de estos puntos como condición indispensable para permitir la entrada de “cantidades de ayuda consistentes”. Es decir, Washington vuelve a dejar claro que justifica el bloqueo a la entrada de productos imprescindibles en la Franja si no se dan esas circunstancias. Esta práctica ha sido señalada por la Corte Internacional de Justicia, relatores de Naciones Unidas y expertos juristas como uno de los indicios más significativos del carácter “plausible” genocida de las acciones militares israelíes en la Franja. Gobernación de Gaza A partir del punto nueve el plan de Trump desarrolla los rasgos colonialistas de su propuesta. Plantea entregar Gaza a “un comité palestino tecnócrata y apolítico” para gestionar los servicios públicos y los municipios de la Franja. Señala que estará supervisado –atención– por un organismo internacional “de transición” que estará encabezado y presidido por…. Donald Trump. El presidente de EEUU se asigna a sí mismo la gestión de la Franja de Gaza para dirigir la nueva fase de colonialismo 2.0, junto con “otros miembros y jefes de Estado que se anunciarán”, incluido el exprimer ministro británico Tony Blair, bien conocido en la región por sus posiciones cercanas a Washington cuando ejerció como enviado especial del Cuarteto entre 2007 y 2015. Trump y Blair actuarían como gerentes y coordinadores del negocio de la “reconstrucción”. Es decir, en el sueño del presidente de EEUU, la Franja tendría como administradores provisionales a un exmandatario de la primera potencia colonialista que se apropió de Palestina -Reino Unido- y al presidente de la potencia neocolonial que tomó el relevo de Londres como máximo protector de Israel. Blair “¿Tony Blair? Diablos, no. Fuera de Palestina. ¿Nos vemos quizá en La Haya?”, comentó la relatora de la ONU para Palestina, Francesca Albanese, hace dos días, cuando se supo que sonaba el nombre del exprimer ministro británico. Blair encarna el arquetipo del colonialismo inglés. Fue promotor, junto con Bush, de la invasión ilegal de Irak, una operación militar que provocó cientos de miles de muertos. Sus consecuencias eran previsibles y evitables, pero el negocio de la guerra iba antes. Desde entonces ha ejercido como conferenciante, asesor y consultor en la región, siempre apoyando el intervencionismo occidental para garantizar control político y militar a Londres y Washington. En 2013 defendió públicamente el golpe de Estado en Egipto afirmando que “la democracia por sí sola no significa un gobierno efectivo” y asegurando que solo había dos opciones: “intervención o caos”. “Programa de reforma” El plan de Trump señala que el organismo presidido por él mismo, Blair y otros “establecerá el marco” y “manejará la financiación para la reurbanización de Gaza” hasta que la Autoridad Palestina haya aplicado el “programa de reforma”. Esto se traduce en negocios de reconstrucción bajo la batuta del multimillonario presidente, cuyo yerno, Jared Kushner, duplicó en enero de este año su participación en una firma de finanzas y seguros israelí que invierte en asentamientos ilegales israelíes y se beneficia de la extensión de la anexión ilegal. Para ello prevé convocar a empresarios e inversores que podrán enriquecerse sobre los escombros de la Franja, con el establecimiento de una “zona económica especial”, con “tarifas preferenciales”. Sobre el llamado “programa de reforma” que Trump exige a la Autoridad Palestina no se aportan detalles, pero da pistas suficientes para entender de qué se trata. Señala que dicho “programa” está descrito en varios proyectos, incluido “el plan de paz del presidente Trump de 2020” y “la propuesta franco-saudí”. Ese plan de 2020 de Trump fue elaborado por Kushner y perfilaba unos territorios desmilitarizados y controlados por Israel tanto en sus fronteras como en su espacio aéreo y “espectro electromagnético”. Es un plan de ocupación transitoria con posibilidad de prolongarse indefinidamente en nombre de 'la estabilidad' Ocupación Por lo demás, propone una “Fuerza Internacional” creada por EEUU, “socios árabes e internacionales” para establecer “la seguridad interna”. El Ejército israelí, perpetrador del genocidio, permanecería en Gaza y solo se retiraría cuando estas fuerzas internacionales creadas por EEUU y otros lograran “control y estabilidad”, lo que permite la permanencia de esa ocupación israelí por un tiempo indefinido. Es, por decirlo de algún modo, un plan de ocupación transitoria con posibilidad de prolongarse sine die, como lleva haciéndolo durante décadas. Además, prevé la ocupación de esa “Fuerza Internacional” creada por EEUU, entre otros. La historia demuestra que Israel ha perpetuado su control militar de los territorios palestinos y desarrollado un sistema de segregación racial con la excusa de la seguridad. “El plan promete una ocupación permanente a largo plazo por tropas extranjeras, sin posibilidad de control político, de finanzas o de fronteras”, señala la politóloga Phyllis Bennis, del Instituto de Estudios Políticos de Washington. En la rueda de prensa de este lunes Netanyahu enumeró algunas de las condiciones que exige para que ese “plan de reforma” de la Autoridad Palestina se cumpla: “Detener incitación en los medios” y “poner fin a la guerra contra Israel en la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional”. Es decir, cerrar el derecho y el deber legal de garantizar rendición de cuentas ante la ocupación, la segregación racial y el genocidio. Es todo un llamamiento al sometimiento del buen indígena, del buen colonizado. Cuando Trump propone “el programa de reformas” está diciendo que Palestina debe asumir un periodo indeterminado de ocupación de Gaza y la indefinición sobre Cisjordania, para la que el plan de 2020 mencionado prometía la anexión israelí de los asentamientos. Hace tres días el presidente estadounidense aseguró que no permitiría que Israel se anexione Cisjordania pero este lunes, en la presentación de su plan, este territorio palestino no es ni siquiera nombrado, por lo que queda al albur de la indefinición, de las declaraciones cambiantes de Trump y de la voluntad de ocupación definitiva por parte del Gobierno Netanyahu, que sigue anexionándose áreas de ese trozo palestino. Por lo demás, el único espacio que el plan deja a Naciones Unidas es, en el mejor de lo casos, la distribución de parte de la ayuda humanitaria. También niega el derecho del pueblo palestino a defenderse de las fuerzas ocupantes que siguen asesinando a niños. Un plan de sumisión Tras la rueda de prensa en la Casa Blanca, Netanyahu se dirigió en hebreo a la audiencia israelí para resaltar que “el mundo entero, incluido el mundo árabe y musulmán, presiona a Hamás para que acepte las condiciones para liberar a nuestros rehenes mientras las Fuerzas de Defensa de Israel permanecen en la mayor parte de la Franja”. Con ello, más allá de subrayar la ocupación de Gaza por un tiempo indefinido, el primer ministro hacía referencia al respaldo al plan que ya han mostrado la Unión Europea, varios países europeos –entre ellos, España– y naciones árabes y musulmanas como Arabia Saudí, Jordania, Emiratos, Indonesia, Pakistán, Turquía, Egipto y Qatar. Esos países árabes o musulmanes han emitido en las últimas horas un comunicado conjunto en el que dan la bienvenida al plan de EEUU y destacan la necesidad de varias cuestiones no mencionadas por los mandatarios estadounidense e israelí en su rueda conjunta. Estas son la retirada completa israelí de la Franja y “una paz justa en base a la solución de los dos Estados en la que Gaza esté enteramente integrada con Cisjordania en un Estado palestino de acuerdo con la ley internacional como clave para lograr estabilidad regional y seguridad”. El plan tampoco hace mención al futuro de Jerusalén Este, territorio palestino ocupado. No hay que olvidar que Donald Trump declaró Jerusalén capital israelí en 2017, unilateralmente, en contra de la ley internacional y de las resoluciones vinculantes del Consejo de Seguridad de la ONU que, desde 1967, piden la retirada de Israel de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este y los Altos del Golán sirios, también ocupados hoy en día y anexionados legalmente por Tel Aviv. El incumplimiento sistemático por parte de Israel a lo largo de los años obliga a entender que Tel Aviv solo aceptará si es presionado Las alternativas El incumplimiento sistemático por parte de Israel de las resoluciones y de los acuerdos a lo largo de los años obliga a entender que Tel Aviv ignorará cualquier compromiso y obligación legal, a no ser que sea presionado a lo contrario. Así ha ocurrido durante décadas, en el transcurso de las cuales ha ido anexionándose más territorio y desarrollando un régimen de segregación racial para apropiarse de los recursos palestinos. Así pasó, por ejemplo, con los Acuerdos de Oslo en 1993. Fueron publicitados y celebrados internacionalmente como los pactos definitivos, pero contenían trampas, posponían cuestiones prioritarias a la última fase y permitían el control militar de territorio palestino en Cisjordania, lo que ha facilitado más ocupación y anexión. Ya ha transcurrido el plazo dado por la Asamblea de la ONU en 2024 y siguen sin plantearse medidas para que Israel ponga fin a esa ocupación ilegal Hace más de un año, en septiembre de 2024, la Asamblea General de la ONU estableció que, en un máximo de doce meses, tendría que terminar la ocupación legal israelí pide Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Ya ha transcurrido ese plazo y siguen sin plantearse medidas para su cumplimiento, mientras la Franja se desangra cada día con nuevas masacres, hambre y destrucción. “Es hora de DETENER A ISRAEL! ¡No más armas, no más comercio y U4P ya!”, ha reclamado la relatora de la ONU, Francesca Albanese, una voz de sensatez entre el ruido de la hipocresía diiplomática internacional. U4P es la resolución Unión pro Paz, diseñada en los años cincuenta para impulsar medidas en la Asamblea ONU por el mantenimiento o restablecimiento de la paz , cuando hay veto en el Consejo de Seguridad, como es el caso actual. Con una mayoría de dos tercios, a través de ella se podría aprobar el envío de fuerzas de paz a Gaza. Tampoco se ha planteado aún la suspensión de Israel como integrante de la Asamblea de la ONU, como sí se hizo con la Sudáfrica del apartheid en 1974. Durante veinte años el régimen de aquel país no pudo asistir, hablar, proponer o votar en el seno de ese organismo de Naciones Unidas. Sin embargo, tras casi dos años de genocidio y con una orden de arresto internacional emitida por la Corte de La Haya, Netanyahu sigue siendo acogido en esa sede, donde habló la semana pasada. “Prevenir y sancionar” es lo que exige la Convención sobre Genocidio a las naciones del mundo. No hubo prevención para evitarlo y ahora no solo no hay sanciones para frenar la impunidad israelí, sino que Washington propone recompensas para Israel y para Trump. Esta es la trampa planteada por EEUU y acogida con satisfacción por el primer ministro israelí. Trump y Netanyahu han puesto su plan encima de la mesa para que no sea aceptado. No contiene ni plazos, ni garantías, ni definición alguna sobre Cisjordania y Jerusalén Este, ni siquiera sobre la propia Gaza. Está diseñado para que sea rechazado y, si eso ocurre, lo agitarán como una nueva excusa para proseguir con el genocidio, con la limpieza étnica y el exterminio. Gaza sienta un precedente en la región y en el mundo. ¿Qué va a hacer el mundo para evitarlo?

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