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El plan Trump necesita mucha presión global para ser algo más que una tregua

El plan Trump necesita mucha presión global para ser algo más que una tregua
El plan Trump no define garantías para que Israel mantenga un alto el fuego tras la puesta en libertad de los rehenes israelíes y no incluye las medidas necesarias para que el proyecto se convierta en algo real y duradero La más breve de las treguas salva vidas y, por eso, siempre es bienvenida. Al otro lado del auricular, desde Gaza, oigo la voz de algunas personas que han sido mis interlocutoras durante estos dos largos años de genocidio. Hay alivio contenido, prudencia ante los anuncios de las últimas horas y amargura por los asesinados, por los que ya no están. Los duelos tuvieron que posponerse durante meses en nombre de la supervivencia. Lo anunciado por Donald Trump es un plan de mínimos. Ni siquiera podemos llamarlo aún inicio del “fin del genocidio”. De momento es lo que es: la posibilidad de un alto el fuego precario con riesgo de convertirse en otra distracción para garantizar el control israelí de la Franja. El plan fue presentado como un ultimátum, con amenaza incluida del presidente estadounidense, quien advirtió a la parte palestina de que una respuesta negativa supondría un “infierno como nunca antes” en la Franja. En la tarde del jueves los ataques continuaban: “”Alto el fuego en el diccionario israelí es tú paras y yo disparo“, denunciaba la relatora de la ONU, Francesca Albanese, compartiendo unas imágenes de un tanque israelí disparando contra civiles en Gaza. El contenido del plan incluye un proyecto de ocupación colonial con fuerzas internacionales e israelíes, sin plazo claro para su fin, sin soberanía palestina ni posibilidad de autogobierno, sin garantías ni definiciones detalladas. Separa el destino de Gaza del de Cisjordania y Jerusalén Este, y en la primera fase contempla solo una retirada parcial del Ejército de Israel de la Franja, que podría quedarse al principio en el sesenta por ciento del territorio, según las últimas negociaciones. Para que el acuerdo se convierta en algo real y duradero necesita varios requisitos. Primero, que sea respetado. Segundo, la adopción de otras medidas que no están incluidas en el proyecto del presidente de EEUU. Éstas son el cumplimiento del derecho internacional, el reconocimiento del derecho a la autodeterminación del pueblo palestino, el fin de la ocupación colonial israelí, del sistema de segregación racial y de la desposesión permitida por las leyes de apartheid, así como la rendición de cuentas. Así lo ha indicado la relatora de Naciones Unidas para Palestina este jueves. Sin ellos, y sin la presión internacional para hacerlos posibles, la violencia y el sometimiento ejercidos por las fuerzas israelíes seguirán, con mayor o menor intensidad, como ha ocurrido en las últimas décadas. Si nadie se lo impide, ¿por qué va a renunciar Israel a su ocupación colonial con supremacismo legal, siendo éste uno de sus objetivos prioritarios? De momento es un alto el fuego precario con riesgo de convertirse en otra distracción para garantizar la impunidad israelí y el control colonial Pactos anteriores Israel ha firmado en el pasado varios acuerdos que ha incumplido, y los gobiernos del mundo lo saben. En la memoria colectiva de la población de Gaza está presente el alto el fuego de enero de este año, violado en repetidas ocasiones por Israel y definitivamente roto en el mes de marzo, cuando tocaba iniciar la segunda fase del acuerdo. En aquel momento el Gobierno de Netanyahu arrinconó la negociación para centrarse en el aplastamiento de la población palestina de la Franja. Antes, en septiembre de 2024, también hubo otra oportunidad para alcanzar un acuerdo, en términos parecidos al actual. Así lo ha recordado uno de los negociadores israelíes que opera como representante de familias de rehenes: “Hamás aceptó los mismos términos en septiembre de 2024. Pero en ese momento la respuesta de los negociadores israelíes fue que ”'el Primer Ministro no estaba de acuerdo con poner fin a la guerra'“, escribía este jueves el negociador Gershon Baskin. Atrás queda también un primer pacto, en diciembre de 2023, cuando se cerró un intercambio de rehenes, por el que el Gobierno israelí consiguió la puesta en libertad de 105 prisioneros israelíes a cambio de 280 palestinos. Israel obtuvo por la vía negociadora lo que no ha logrado a través del uso de la fuerza bruta, tras dos años de crímenes masivos que han matado y herido a cientos de miles de palestinos y a un número indeterminado de rehenes israelíes. Hamás e Israel han firmado al menos seis acuerdos: en 2008, 2012, 2014, 2019, 2021 y 2025. Este será el séptimo. Los objetivos de Israel Ya entonces, a principios de 2024 –y en octubre de 2023– había indicios suficientes para saber que el objetivo primordial del Gobierno de Netanyahu no era la puesta en libertad de los rehenes, sino una limpieza étnica con destrucción masiva. Por eso en enero de 2024 la Corte Internacional de Justicia emitió una primera orden cautelar en la que advertía de indicios de un genocidio “plausible”, y por eso en marzo de ese mismo año la relatora de Naciones Unidas para Palestina publicó su informe titulado “Anatomía de un genocidio”. “A partir de enero de 2024, si no antes, los Estados estaban obligados por ley a actuar, no solo a usar palabras bonitas, sino a actuar”, señalaban recientemente los integrantes de la Comisión asignada por la ONU que ha concluido que “Israel comete genocidio desde octubre de 2023”. Sin embargo, los grandes aliados de Tel Aviv siguieron apoyándolo. Ya en octubre de 2023 eran evidentes las intenciones de las autoridades israelíes y las medidas necesarias para evitar crímenes que los propios mandatarios israelíes anunciaban en declaraciones públicas. Pero EEUU, Reino Unido y la Unión Europea dieron luz verde a la vía militar israelí y mantuvieron hasta hoy sus acuerdos preferenciales con Tel Aviv. Desde 2007 la Franja de Gaza ha estado sometida a un bloqueo casi continuado, con el control israelí de sus fronteras, de su espacio aéreo y marítimo, y con matanzas esporádicas de cientos o incluso miles de civiles a lo largo de los años. Desde 2008 hasta hoy, Hamás e Israel han firmado al menos seis acuerdos en 2008, 2012, 2014, 2019, 2021 y 2025. Este será el séptimo. Cada pacto siguió una trayectoria similar, con consecuencias devastadoras a medio plazo, porque Israel pudo seguir violando el derecho internacional mientras reforzaba sus alianzas con Washington, Londres y Bruselas. Vayámonos más atrás, a los Acuerdos de Oslo suscritos en los años noventa. Fueron celebrados y aplaudidos por la comunidad internacional, pese a que normalizaban, de facto, el control militar israelí del 60% de Cisjordania. Es decir, sirvieron para legitimar una ocupación ilegal y nunca se alcanzó la última fase de los mismos. Israel los usó para impulsar su proyecto de apartheid y de anexión de territorios, en su idea del Gran Israel, anulando más aún la soberanía palestina y alejando el cumplimiento de los derechos palestinos contemplados por la ONU. Qué acepta Hamás Hamás ha negociado los primeros puntos del plan, a cambio de un alto el fuego y de la entrada de ayuda humanitaria en Gaza. Se compromete a poner en libertad entre el domingo y el lunes a todos los rehenes israelíes vivos, unos veinte, para entregar después los cadáveres de los fallecidos. Para ello podrían participar fuerzas internacionales, probablemente turcas, en el rescate de los cuerpos. A cambio, Israel acepta poner en libertad a unos 1.700 presos palestinos, encerrados en centros de detención israelíes, muchos de ellos sin cargos ni juicio. Los nombres de estas personas están siendo objeto de negociaciones in extremis. El líder palestino Marwan Barghouti, integrante del ala crítica de Al Fatah, era una de las exigencias de las facciones palestinas, pero Israel sigue negándose a ponerlo en libertad. Tras esa primera fase, las tropas israelíes deberán retirarse a una de las primeras líneas establecidas en el mapa para una marcha escalonada sin plazos definidos. Al igual que ocurrió en el pasado, así como en diciembre de 2023 o en marzo de 2024, una vez cumplida esta primera fase, el riesgo de ruptura de alto el fuego será muy elevado. Este jueves, en el canal 14 de la televisión israelí, el corresponsal Hallel Bitton Rosen expresaba su deseo de que Israel rompa el acuerdo una vez que los rehenes sean puestos en libertad y reanude “la lucha”. Sin incentivos o sin presiones, Israel podrá optar por reanudar los ataques o por negarse a retirarse de las zonas que ocupa actualmente, con cualquier excusa. No hay garantías. Es más, en el propio guión están permitidos otros crímenes, empezando por la posibilidad de una ocupación colonial permanente. Desde el principio, este ha sido un acuerdo asimétrico. Lo que se le pide a Hamás es concreto e irreversible: la puesta en libertad de los rehenes. La demanda a Israel, el alto el fuego, es una promesa que puede desvanecerse en cualquier momento. No se plantean herramientas para presionar a Israel. “¿Seguirá Trump presente después de la primera fase para impedir que Netanyahu reanude la guerra? Es razonable pensar que para entonces habrá perdido el interés. En eso es en lo que Netanyahu confía”, escribía este jueves el analista Raviv Drucker en el diario israelí Haaretz. Renovar el relato Los siguientes puntos del plan exigen la rendición de Hamás y de otras facciones palestinas, su desmilitarización. No se contempla ningún tipo de exigencia en este sentido para el Ejército que comete un genocidio y crímenes masivos, que podrá continuar en la Franja si no se establecen más exigencias y si no se movilizan fuerzas internacionales de paz con ese objetivo. “¿Dónde está la seguridad de los palestinos, que han sido atacados sin tregua durante décadas, dónde está la desmilitarización y desradicalización de la sociedad israelí?”, se pregunta la relatora de Naciones Unidas para Palestina. Pese a todo esto, pese a su superioridad militar y su impunidad en el escenario internacional, Israel no ha logrado ganar el relato. Esta es una de las razones que explican la búsqueda de este alto el fuego por su máximo aliado y protector desde Washington. Por primera vez, grandes porcentajes de las sociedades occidentales han percibido el carácter colonial y supremacista de las políticas israelíes y han observado en tiempo real sus crímenes masivos. La población israelí también está cansada de “la guerra”, y exige de forma masiva el regreso de los rehenes, como reflejan las encuestas. Las Cortes de La Haya y Naciones Unidas han aprobado medidas que no han sido puestas en práctica por la mayoría de los Estados del mundo, pero aún así sientan un precedente. Y, sobre todo, las protestas sociales siguen creciendo en numerosos países, con iniciativas que no han podido ser invisibilizadas, como la flotilla de más de cuarenta barcos a Gaza. A día de hoy el proyecto del presidente de EEUU permite que la Franja sea un bantustán permanente o un territorio de apartheid, controlado como un protectorado colonial al estilo de principios del siglo XX, con una población sometida sin autogobierno. ¿Lo va a permitir la comunidad internacional, una vez más? Obligaciones internacionales Con su política de hechos consumados, es decir, de violaciones continuadas, Israel ha llegado hasta aquí. Sin reacción política, diplomática, jurídica y social podrá seguir violando el derecho internacional. Por eso los Estados del mundo, y en concreto aquellos que mantienen acuerdos preferenciales con Israel –la UE es el mayor socio comercial de Tel Aviv– deben hacer lo que no han hecho hasta ahora: cumplir con la petición de la Corte Internacional de Justicia suspendiendo sus relaciones comerciales para no contribuir a la ocupación ilegal israelí y hacer uso de todas las vías de presión que exige la Convención de Genocidio, para prevenir más genocidio. De lo contrario, estaremos ante otro episodio más de hipocresía internacional que será usado como distracción narrativa para poder seguir justificando crímenes normalizados de Israel, con los que se allana más inseguridad para todos los pueblos del mundo. Nada empieza hoy, empezó hace décadas con una limpieza étnica, con la expulsión de 750.000 palestinos, con un régimen de supremacismo legal y con una guerra eterna, porque es en ese escenario en el que Israel puede conseguir lo que el derecho internacional le niega.

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