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La extrema derecha marca el paso en Países Bajos pese a su fracaso en el Gobierno

La extrema derecha marca el paso en Países Bajos pese a su fracaso en el Gobierno
El seguidismo de los medios con el partido de Wilders garantiza que su agenda marque el paso de la política neerlandesa y domine las eleciones del miércolesPaíses Bajos acude a las urnas con una ultraderecha desbocada Los neerlandeses vuelven a votar este miércoles. ¡Otra vez! Serán ya las novenas elecciones a la cámara legislativa en lo que va de siglo. Los Países Bajos se han convertido, en cierto modo, en la Italia del siglo XXI, diezmados por la fragmentación política, la inestabilidad institucional y la radicalización (acompañada, cada vez más, de la violencia). Estos comicios son el resultado directo de esta fragmentación e inestabilidad. El ultraderechista Partido de la Libertad (PVV), liderado por Geert Wilders, dominó la más reciente coalición gobernante, pero aun así la echó abajo en julio, tras solo un año en el poder. Las múltiples lecciones que los medios, partidos y votantes neerlandeses han aprendido de esta tumultuosa experiencia es relevante más allá del país, ya que la mayoría de Estados europeos se enfrentan a un reto similar: cómo lidiar con el creciente éxito electoral, ideológico y político de la extrema derecha. Al igual que al resto de la gente, a los medios de Países Bajos les cogió por sorpresa que Wilders dejara caer a “su gobierno” y han tratado de entender la maniobra. En comparación con 2002, cuando una coalición aún más caótica se desmoronó en solo 12 semanas, hoy se debate mucho menos si la extrema derecha debe tener un rol en la política nacional. Casi como si fuera imposible imaginar el futuro de Países Bajos sin su presencia. Esto no resulta sorprendente, pues la mayoría de los medios neerlandeses siguen siendo rehenes (voluntariamente, en buena parte) de la ultraderecha. Aunque Wilders apenas se deja ver en los medios, es el político del que más se habla en televisión. Y su ausencia ha supuesto la sobreexposición mediática del líder del partido de derecha radical JA21, Joost Eerdmans. Además, el cambio de liderazgo táctico en el también ultraderechista Foro para la Democracia (FVD), donde Lidewij de Vos ha sucedido a Thierry Baudet, ha logrado exactamente el efecto deseado: volver a poner el foco sobre el partido. Los partidos neerlandeses han ayudado a normalizar y racionalizar la extrema derecha, en gran medida. Algunos de la derecha han descartado entrar en coalición con Wilders y el PVV, pero no por la ideología anticonstitucional del personaje, sino por su comportamiento “inmaduro” e “irresponsable”. De hecho, los partidos de derechas han aprobado medidas de extrema derecha en el Parlamento tras la salida de Wilders. Entre ellas, la “política de asilo más estricta de la historia”, una nueva (y más férrea) prohibición del burka e incluso un “veto a antifa”. Este último impulsado, sorprendentemente, por el FVD, el único de los partidos de extrema derecha supuestamente apartado del poder por un cordón sanitario, al menos a escala nacional. Centristas, pero no tanto Incluso los políticos “centristas” siguen normalizando a la ultraderecha. El partido D66 de Rob Jetten, liberal en lo social, se ha escorado a la derecha en cuestiones como la cultura y la inmigración para sumarse a una especie de patriotismo comunitario, y no descarta gobernar con el JA21 o el partido de los agricultores radicalizados, el BBB. El líder de Izquierda Verde/Laboristas, Frans Timmermans, ha endurecido sus políticas sobre migración, hablado de un “problema con los refugiados” e incluso ha aparecido en el programa de televisión favorito de la extrema derecha, Vandaag Inside, para fastidio de buena parte de la leal audiencia del espacio. Sin embargo, y como de costumbre, los votantes parecen preferir el original al número creciente de copias de extrema derecha. Aunque el PVV ha perdido algo de apoyo —en torno a un 4% respecto a las últimas elecciones— sigue siendo la formación más popular del país. Buena parte de esa volatilidad viene de la implosión de dos de los partidos más nuevos, el BBB y Nuevo Contrato Social, de Pieter Omtzigt, que formaban parte de la coalición saliente y ahora tienen unos porcentajes de intención de voto del 2,5% y el 0%, respectivamente. Sus apoyos parecen haber ido a parar (o regresado) principalmente a los democristianos (CDA), que parece que serán los grandes ganadores. La izquierda sigue sin poder sortear el dominio de la extrema derecha en los medios, especialmente en los programas de debates El conservador VVD, el antiguo partido del ex primer ministro Mark Rutte, que ha dominado la política holandesa en lo que va de siglo, empeora su resultado de 2023, ya desmejorado, y cae alrededor de un tercio en beneficio del ultra JA21, principalmente. La izquierda sigue sin poder sortear el dominio de la extrema derecha en los medios, especialmente en los programas de debates. Pese a su unión, los Verdes y laboristas, siguen estancados y con apoyos menores. Las encuestas señalan que los movimientos de electores se producen dentro de los tres bloques electorales: extrema derecha, centroderecha e izquierda. Los tres mantienen apoyos similares a los que tenían —el 35%, el 40% y el 25%, respectivamente—, pero entre los extremistas de derecha, JA21 aparece ahora en segundo lugar (tras el PVV), y en el centroderecha, el CDA, y posiblemente el D66, superen al VVD. Encuestas dudosas Claro que las encuestas pueden fallar, y en Países Bajos cada vez lo hacen más porque aumenta el número de electores que no se decide hasta la misma jornada electoral. Pero aun así, nadie duda de que el proceso para construir una nueva coalición será largo y arduo, incluso para los estándares neerlandeses. Casi todos los partidos han vetado a Wilders, pero algunos (como el VVD) también descartan acuerdos con el centroizquierda. Así que, incluso si los verdes y socialistas pasan a ser los primeros entre los partidos “demócratas”, Timmermans aún necesitaría que el VVD cambiase de opinión para ser el primer ministro de una amplia coalición de centroderecha. La otra posibilidad es que el líder democristiano, Henri Bontebal, encabece un ejecutivo de centroderecha sin tantos roces personales, pero igualmente inestable. Pase lo que pase, una cosa ya está clara: pese a su fracaso a la hora de gobernar, la extrema derecha todavía tiene un poder magnético sobre el país. La política partidaria sigue fragmentada y dominada por la creciente aceptación general y normalización de los marcos y figuras políticas de la extrema derecha. Los partidos demócratas liberales destinan más energías a pelearse entre sí que a la ultraderecha. Y aunque el cordón sanitario no se rompa, no alcanza a todos los partidos extremistas (como el JA21) y rechaza su comportamiento, más que su ideología. Estas tendencias también son visibles en el Parlamento Europeo y en muchos otros países del continente.
eldiario
hace alrededor de 9 horas
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