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Noruega presume de su compromiso ético, pero su riqueza petrolera posibilita el genocidio en Gaza

Noruega presume de su compromiso ético, pero su riqueza petrolera posibilita el genocidio en Gaza
Las inversiones del mayor fondo soberano del mundo en empresas israelíes relacionadas con el genocidio han convertido un "dilema moral" en un punto de inflexión político" de cara a las próximas elecciones del 8 de septiembreEl Reino Unido, Canadá y Noruega sancionan a dos ministros ultras de Netanyahu por “incitar a la violencia” contra los palestinos El petróleo ha convertido a Noruega en un país extremadamente rico. Tenemos el fondo soberano más grande del mundo, creado en 1990 con los ingresos del petróleo. Dirigido por el acaudalado banquero e inversor en arte Nicolai Tangen, el Fondo de Pensiones del Gobierno - Global (GPFG) tiene un valor actual de más de 20.239.000 millones de coronas noruegas (1,6 billones de euros). Es el mayor inversor individual del mundo, con participaciones en unas 8.500 empresas de 69 países diferentes. Noruega también afirma tener una política exterior basada en los derechos humanos y, supuestamente, su fondo soberano se rige por un conjunto de directrices éticas. El fondo puede optar por no tener vínculos con determinadas empresas si existe el riesgo de que contribuyan o sean responsables de graves violaciones de derechos humanos o estén involucradas en la venta de armas a Estados que vulneran el derecho internacional en conflictos armados. De hecho, un Consejo de Ética recomienda qué empresas deben excluirse de la cartera del fondo, pero esas recomendaciones siempre llegan después de que la inversión ya se haya hecho. Desde 2024, el Gobierno ha advertido en repetidas ocasiones a las empresas noruegas que no inviertan en compañías que respalden las políticas de ocupación israelí o que vulneren los derechos humanos. Paradójicamente, parece que no le ha supuesto ningún problema que el fondo soberano tenga inversiones por un total de 22.700 millones de coronas noruegas (más de 1.800 millones de euros) en 65 empresas israelíes. Desde los brutales ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023 y la posterior represalia de Israel en Gaza, el fondo petrolero ha aumentado sus inversiones en Israel en un 66%. Estas inversiones están gestionadas por tres empresas de inversión israelíes, una de las cuales tiene vínculos claros con ministros del gabinete israelí. En abril de este año, la relatora especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados, Francesca Albanese, advirtió que el fondo soberano de Noruega invierte en empresas armamentísticas israelíes y es una “importante fuente europea de inversión para la ocupación en curso de Israel”. Albanese también advirtió del riesgo de complicidad con las violaciones del derecho internacional. El ministro de Finanzas noruego, Jens Stoltenberg (exsecretario general de la OTAN), rechazó las acusaciones de Albanese, pero muchas ONG noruegas han intensificado sus campañas de presión para denunciar esta situación. En junio, un informe de 118 páginas de un colectivo noruego de historiadores que se hacen llamar Historiadores por Palestina—basado en una investigación que podría haber realizado fácilmente el consejo ético del fondo petrolero— sacó a la luz inversiones del Estado noruego en empresas israelíes presuntamente implicadas en el genocidio de Gaza. Enviaron el informe al Ministerio de Finanzas, pero tuvo poca repercusión. Semanas más tarde, cuando los noruegos comenzaron a tomarse sus vacaciones de verano, otro medio de comunicación documentó las inversiones del fondo soberano en empresas israelíes, entre ellas Bet Shemesh Engines, que proporciona mantenimiento y suministra piezas para los aviones F-15, F-16 y helicópteros Apache de la fuerza aérea israelí, los cuales han aterrorizado a la población civil de Gaza; y Next Vision Stabilized Systems, que produce cámaras para los drones utilizados por el ejército israelí en Gaza. Una pista nada sutil sobre las actividades de Bet Shemesh aparece en la propia web de la empresa, donde afirma estar “particularmente orgullosa de apoyar a los aviones de combate y helicópteros de primera línea de la Fuerza Aérea israelí”. En ese momento, cuando el número de palestinos muertos a manos del ejército israelí ya superaba los 20.000 y cada vez más juristas empezaban a calificar la guerra en Gaza como un genocidio, el Fondo Global de Pensiones del Gobierno aumentó su participación en Bet Shemesh, cuyas acciones se habían disparado en el mercado. Los partidos de la oposición de izquierda en Noruega llevan mucho tiempo exigiendo que se retiren por completo las inversiones del fondo petrolero en Israel. Pero en junio, una mayoría parlamentaria rechazó esa propuesta. Una de las respuestas habituales a las críticas a la inversión en empresas israelíes es que no debe haber “injerencia política” en las decisiones relativas a las inversiones. Sin embargo, cuatro días después de la invasión rusa de Ucrania en 2022, el Ministerio de Finanzas ordenó que el fondo se desprendiera de sus inversiones en Rusia. No fue hasta que el periódico liberal-conservador noruego Aftenposten publicó este mes la noticia de las inversiones del fondo en Bet Shemesh cuando esto se convirtió en un escándalo político en toda regla. Tras la publicación, Stoltenberg exigió una revisión exhaustiva de las inversiones del fondo en empresas israelíes. El Gobierno ha anunciado ahora que el fondo dejará de invertir en 17 empresas israelíes, entre ellas Bet Shemesh Engines, y que las inversiones del fondo en Israel ya no serán gestionadas por empresas de inversión israelíes. El primer ministro, Jonas Gahr Støre, ha descartado cortar por completo las inversiones en Israel, una exigencia de los partidos de la oposición de izquierda. A pesar de esta medida, los medios de comunicación siguen sacando a la luz algunas de las inversiones del fondo. Las últimas se refieren a las participaciones del fondo en dos bancos israelíes cuyos préstamos han desempeñado un papel clave en Elbit, el mayor fabricante privado de armas de Israel. De hecho, Elbit fue la primera empresa israelí de la que se desprendió el fondo, en 2009, alegando su implicación en violaciones del derecho internacional. El “excepcionalismo nórdico” forma parte de la identidad noruega: nos gusta vernos como un faro en un mundo oscuro, a la vanguardia en Europa en materia de ética y virtud. En 2024, Noruega reconoció oficialmente el Estado de Palestina (una decisión que el Gobierno israelí de extrema derecha califica de recompensa al terrorismo). Sin embargo, el escándalo sobre el fondo soberano está poniendo a prueba no solo la imagen que tenemos de nosotros mismos, sino también el consenso político sobre nuestra política exterior basada en la ética y los derechos humanos. La mayoría de los noruegos quiere que el fondo soberano no invierta en Israel, según indican las encuestas. Pero con el país encaminado hacia las elecciones generales del 8 de septiembre, la cuestión de beneficiarse colectivamente de las inversiones en empresas que suministran a los autores del genocidio en Gaza está convirtiendo un dilema moral en un punto de inflexión político. Los votantes se enfrentan a una elección entre un gobierno de centroizquierda comprometido con la creación de riqueza nacional a través de inversiones en Israel; un partido de derecha (y principal oposición) que quiere ignorar el genocidio en curso en Gaza y aumentar el comercio con Israel; y la izquierda, que pide la retirada total de Israel. Hasta ahora, las encuestas indican que la política exterior ocupa un lugar más importante que nunca en la agenda de los votantes. Si esto es cierto, el Partido Laborista en el poder podría ser severamente castigado por sus posicionamientos. Esto podría abrir la puerta a un gobierno aún peor en lo que respecta a la cuestión palestina. Si la política exterior ética va más allá de las palabras, entonces Gaza tiene que ser el gran tema que defina a Noruega, el espejo en el que también se reconozcan los noruegos. Sindre Bangstad es profesor investigador en el KIFO, Instituto de Investigación sobre la Iglesia, la Religión y la Cosmovisión, en Oslo. Traducción de Emma Reverter

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