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Qué se sabe de la matanza de palestinos en un punto de reparto de comida en Gaza

Qué se sabe de la matanza de palestinos en un punto de reparto de comida en Gaza
Tres días de incidentes con el criticado sistema de distribución que patrocina Israel han suscitado acusaciones de crímenes de guerra Cómo funciona el mecanismo “no humanitario” de Israel para distribuir ayuda en Gaza Al menos 31 palestinos murieron el domingo por los disparos de las fuerzas israelíes en el centro de distribución de comida en Rafah, en Gaza, según los testigos. El lunes fueron otras tres las víctimas mortales, según un testigo y trabajadores sanitarios. Y el martes, de nuevo, las tropas israelíes mataron a otras 27 personas, según cargos gazatíes. Estos sucesos han reforzado las críticas al nuevo sistema de distribución de suministros en Gaza, a cargo de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF, por sus siglas en inglés), regida por Israel y apoyada por EEUU, en lugar de por la ONU y las organizaciones de ayuda humanitaria de solvencia acreditada. El alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, dijo el martes que los palestinos tienen ante sí un dilema imposible: “Morir de hambre o arriesgarse a ser asesinados al intentar acceder a la escasa comida disponible”. Los ataques a civiles son un crimen de guerra, añadió. ¿Qué sabemos de los incidentes de los últimos días? Los tres sucesos se produjeron en la misma área, cerca de la rotonda de al-Alam, a aproximadamente un kilómetro del centro de distribución de la GHF en Rafah. El ejército israelí no estaba presente en el mismo lugar —gestionado por contratistas estadounidenses—, pero controla las áreas circundantes. Trabajadores de rescate y testigos aseguraron el domingo que fuerzas israelíes habían empezado a disparar cuando la gente se empezó a reunir para ir a recoger los paquetes de comida. Israel negó disparar “cerca o dentro” del lugar, pero una fuente militar israelí reconoció posteriormente que “se realizaron disparos de aviso hacia varios sospechosos”, a más o menos un kilómetro de distancia. La GHF negó que hubiese “heridas, bajas o incidentes” durante sus operaciones. La agencia de defensa civil de Gaza informó de que fueron asesinadas 31 personas y heridas 176. El ejército israelí reconoció el lunes que había, otra vez, realizado disparos de advertencia hacia “sospechosos que avanzaban hacia las tropas y resultaban una amenaza para ellas”. Tres personas murieron por los tiros, según Cruz Roja, y decenas resultaron heridas. Los testigos afirmaron el martes que los disparos empezaron hacia las cuatro, a medida que la multitud empezaba a congregarse con la esperanza de hacerse con comida antes de que se agotase. Mohammed al-Shaer declaró a AFP que “el ejército israelí disparó al aire, y luego directamente a la gente”, y que había un helicóptero y drones en un área en la que había una barrera que separaba a la gente de las fuerzas israelíes. Las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF, por sus siglas en inglés) dijeron que los “sospechosos” no se habían retirado después de que se disparasen tiros de aviso y de “disparar a unos pocos sospechosos concretos que avanzaban hacia las tropas”. En un comunicado defendió que esas personas no seguían “las rutas de acceso señaladas” a la ubicación de la GHF. La fundación dijo que los civiles debían llegar únicamente por una vía costera, ruta que según declaró un experto a la BBC, no era “ni segura ni efectiva”. Palestinos desplazados se reúnen ante una cocina humanitaria para conseguir comida en el campo de refugiados de Nuseirat el 4 de junio. Trabajadores sanitarios locales señalaron que hubo 27 muertos, al menos tres de los cuales eran niños. Mohammed Saqr, director de pediatría del hospital Nasser, que recibió los cuerpos, declaró a The Guardian que tenían heridas por metralla que encajaba con haber sido objeto de fuego de tanques o artillería. ¿Qué nos dicen estos hechos sobre cómo está funcionando el sistema de la GHF? Los testimonios desde el lugar de los hechos sugieren que, además del proceder de las fuerzas israelíes, hay otros factores que agravan la situación. La comida se acaba muy pronto todos los días, según los testimonios, lo que genera más caos entre la gente que trata desesperadamente de conseguir suministros para sí y sus familias. Aunque se abriesen todos los centros de la GHF, seguiría habiendo grandes grupos de personas reunidas en muy poco sitio. Dado que solo hay un centro abierto y solo se puede llegar a él por una vía, el efecto se agrava. Y luego está la gran dificultad física que supone realizar el viaje para quienes viven lejos. “Llegar al punto de distribución desde aquí lleva tres o cuatro horas”, explicó Amjad al-Shawa, director de la Red de Organizaciones no Gubernamentales Palestinas en la ciudad de Gaza. “Hay miles de personas para una cantidad muy limitada de paquetes de comida, así que hay prisas. No existe un sistema; solo abren las puertas y le dicen a la gente que ande. El mecanismo excluye a la gente mayor, a las mujeres con niños a los enfermos y a las personas discapacitadas”, añadió. ¿Se está repartiendo una cantidad adecuada de comida? La GHF dice que ha distribuido más de site millones de comidas hasta el momento y que seguirá incrementando el volumen en los próximos días. Pero el martes anunció que los centros de distribución cerrarían el miércoles para “trabajos de puesta al día, organización y eficiencia”. El ejército israelí advirtió de que, mientras los emplazamientos estuviesen cerrados, las áreas de acceso se considerarían “zonas de combate”. El que la comida se acabe tan rápido es una muestra de lo mal ajustada que están la oferta y la demanda, que es desesperada. Casi toda la población de la Franja, de unos 2,1 millones de personas, están en riesgo de padecer hambre aguda, según Unicef. Uno de cada cinco corren peligro de morir de hambre, y unos 71.000 niños y 17.000 madres necesitan tratamiento urgente por desnutrición aguda. ¿Hay alguna expectativa de que el proceso mejore? Por mucho que la GHF destaque la cantidad de comida que ya ha distribuido, hay motivos para dudar de que pueda gestionar los centros de una forma más ordenada. Su fundador y director ejecutivo, Jake Wood, dimitió la semana pasada, alegando que la organización no podía funcionar de manera consecuente con los “principios humanitarios”; fue reemplazado el martes por el reverendo Johnnie Moore. El sustituto había sido nombrado comisionado para la libertad religiosa internacional por Donald Trump, pero Moore no tiene, que se sepa, experiencia en operaciones de ayuda complejas. Por otra parte, el Washington Post informó de que el Boston Consulting Group, que ayudó a diseñar el programa, ha retirado a su equipo de Tel Aviv. Fuentes próximas a la gestión declararon al Post que “a la fundación le costaría seguir funcionando sin los consultores que ayudaron a crearla”. A medida que la situación empeora, Israel afronta una mayor presión diplomática de los países europeos y Canadá. Pero el gobierno de Trump sigue brindándole apoyo absoluto, como muestra el veto el miércoles a la resolución del consejo de seguridad de la ONU que reclamaba acceso sin restricciones para brindar ayuda. Ante tales circunstancias, es difícil imaginar que la situación sobre el terreno mejore. “La gente no tiene más opción que seguir viniendo”, reconoció Shawa, que advirtió: “Mañana volverán a por comida. Pero pagarán un precio por ello, sus vidas”.

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