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El chalecito de Ayuso

El chalecito de Ayuso
Cuando dijo que siempre pagaba sus vacaciones, no como Pedro Sánchez, en realidad quería decir que no iba a contar a los madrileños que usa un chalé con piscina de titularidad pública como casa de vacaciones Los adversarios políticos de Donald Trump advierten de que al presidente de EEUU hay que tomarlo en serio pero nunca literalmente, y lo mismo se podría decir de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, creadora de un trumpismo castizo muy exitoso entre su base estilo MAGA. Como Trump, Ayuso no calla jamás, y donde Trump dice bing, bing, ella dice pluri pluri, y por esas deconstrucciones verbales la izquierda cometió el error de menospreciarla. Mientras tanto, ella se movió hábilmente en el escenario roto de la pandemia, apretó como nadie los botones del antisanchismo y aquí estamos, mayoría absoluta en la CAM. Por eso hay que tomarla siempre en serio pero, repito, nunca literalmente. Cuando dijo que siempre pagaba sus vacaciones, no como Pedro Sánchez, que veranea en La Mareta (Lanzarote) a todo trapo y con el dinero que nos sustrae de la cartera, en realidad quería decir que no iba a contar a los madrileños que usa un chalé con piscina de titularidad pública como casa de vacaciones. Lo mismo que cuando todos entendimos “hijo de puta” pero en realidad quería decir “me gusta la fruta”. Con ella hay que estar al subtexto, no a la literalidad, que a menudo es ininteligible. Actuando en consecuencia con el principio “Haz lo que que digo pero no lo que hago”, Isabel Díaz Ayuso se fue de fin de semana con su familia a un chalé con piscina en la sierra de Madrid, comprado por 4,3 millones de euros en 2023 por la Comunidad, junto a sus montes anexos, para ampliar el Parque Nacional de Guadarrama. El chalecito está en Rascafría, precioso pueblo madrileño que no llega a los 2.000 habitantes y cuyo alcalde es de Vox, aunque en su descargo hay que decir que no lo parece del todo. El regidor ha confesado ante los micrófonos que los vecinos ya le contaban que la presidenta iba mucho por allí, aunque desde la Comunidad aseguran que es la primera vez que se aloja en el dichoso chalé. Ya es mala suerte que vaya dos días de tapadillo y la pillen, es lo que tiene ser un icono. Para justificar la estancia, nos han contado que se llevó su propia comida y fue sin servicio ni personal, así que todos la hemos imaginado sacando filetes empanados de un táper, cambiando las sábanas y haciendo gala de una austeridad que ni Cristóbal Montoro. La casa era del antiguo dueño de los históricos almacenes Cortefiel, Juan Luis Hinojosa Fernández de Angulo, cuya familia es conocida por ser una de las mayores propietarias de cotos de caza en España, de ahí la decoración del lugar y las cabezas de ciervo en la chimenea. Todo muy español: el chalé con piscina, emblema de la clase media aspiracional desde los tiempos de Alfredo Landa, los trofeos de caza en plan la escopeta nacional y la ley del embudo propia del Partido Popular. Una anécdota, en fin, si no fuera por el populismo que ha elevado el uso del Falcon (por los gobernantes de izquierda) a la categoría de derroche faraónico y símbolo de la dictadura sanchista. Ayuso ha caído en su trampa: después de años de afirmaciones hiperbólicas sobre comportamientos normales del adversario político, no es muy coherente actuar del mismo modo, y ocultarlo. El populismo siempre se acaba volviendo en contra de quien lo practica, y más si el populista gobierna, vive en un ático que nadie sabe cómo se ha pagado y tiene una pareja imputada por fraude fiscal. Eso sí, por fin sí, la palabra libertad encuentra el sentido que tiene en boca del ayusismo: libertad para incumplir lo que exiges a los demás mientras los madrileños pagan la fiesta.
eldiario
hace alrededor de 6 horas
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