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El disfraz del sentido común para normalizar el odio

El disfraz del sentido común para normalizar el odio
El peligro que esto representa para la democracia es que no estamos ante el “sentido común”, sino ante un sistema de creencias racistas potenciado de manera estratégica por la extrema derecha y que cala Hay una idea que la extrema derecha impulsa desde hace años y que, poco a poco, va calando en el discurso público y en la conversación cotidiana: la de que hay demasiadas personas migrantes y muy pocos recursos para sostenerlas. A primera vista, puede sonar a simple sentido común. Pero en realidad estamos ante una narrativa construida que esconde una ideología profundamente xenófoba y excluyente, extendida como una mancha de aceite desde Estados Unidos a Europa y viceversa. La lógica es sencilla y eficaz: primero se enumeran los problemas reales que afectan a la mayoría –la dificultad para acceder a una vivienda, las listas de espera en la sanidad pública, el paro juvenil, la precariedad en los servicios sociales, la falta de plazas en escuelas infantiles o el encarecimiento de la vida– y después se introduce, como si fuera una obviedad, que la causa de todo ello es la llegada, e incluso la solo presencia, de personas migrantes. Así, se construye una conexión falsa pero emocionalmente efectiva entre el malestar social y la presencia de quienes vienen de fuera. Bajo ese disfraz de realismo se activa una lógica de exclusión que no solo alimenta el rechazo social, sino que prepara el terreno para recortes, restricciones de derechos y políticas que convierten la ciudadanía en un privilegio reservado a unos pocos. Se trata de afirmaciones e ideas que calan. Mensajes medidos, lanzados para medir el estado de opinión al tiempo que desplazan el debate público y desdibujan el sentido de los derechos y el principio de universalidad de estos como pilar democrático. El objetivo de la extrema derecha no es resolver problemas reales, sino construir chivos expiatorios que canalicen el malestar social hacia colectivos vulnerables. La sanidad pública no colapsa por exceso de personas migrantes, sino por decisiones políticas que restan financiación, precarizan y fragmentan el sistema. En educación, los informes del Ministerio de Educación indican que la diversidad en las aulas no implica una sobrecarga estructural, sino una necesidad de adaptar recursos que ya eran insuficientes mucho antes de que la migración creciera. La eficacia de estos globos sonda reside en su capacidad para introducir marcos discursivos que luego se consolidan como sentido común. Así, se normaliza la idea de que garantizar derechos a personas migrantes supone “quitar” algo a las demás, y se legitima la exclusión con apariencia de racionalidad presupuestaria o de defensa del bien común. En realidad, lo que se pone en juego no es una distribución justa de recursos, sino el modelo de sociedad que estamos dispuestos a defender. De ahí la inquietante posición que adopta el Partido Popular con el uso de datos falsos o manipulados para hablar del “problema” de la inmigración. El PP de Feijóo se ha metido de lleno a hacerle el juego a la extrema derecha usando la estrategia de usar el debate público para criminalizar la inmigración. Las mismas declaraciones del líder del Partido Popular, esta semana, cuando afirmó que España era el país europeo con más inmigración irregular en 2023 y 2024, pese a que los datos oficiales de Frontex y Acnur ndican que Italia y Grecia registraron cifras superiores. Estos discursos no sólo carecen de fundamento, sino que contribuyen a que se tienen esas percepciones erróneas que legitiman la idea de que las personas migrantes representan una amenaza, cuando en realidad su aportación al sistema es clave y su tasa de criminalidad no es superior a la del resto de la población. Pero calan porque adoptan la apariencia de un sentido común que se nutre de los sesgos racistas que están arraigados en la sociedad española. El peligro que esto representa para la democracia es que no estamos ante el “sentido común”, sino ante un sistema de creencias racistas potenciado de manera estratégica por la extrema derecha y que cala. Por eso es tan importante decir y subrayar en todos los espacios informales en los que estemos que no son las personas migrantes las que sobran, ni tampoco el problema, que lo problemático y lo que deberíamos expulsar de nuestra convivencia son los discursos que convierten el odio en un argumento de Estado.
eldiario
hace alrededor de 12 horas
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