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El manual de resistencia será feminista o no será

El manual de resistencia será feminista o no será
Aunque Sánchez enarbole la bandera feminista que siempre ha sido parte esencial del patrimonio socialista, no ha combatido las estructuras informales que siguen gobernadas por hombres que protegen a otros hombres, que se recomiendan, promocionan y encubren a otros Tener poder y tener un cargo no van siempre de la mano, recordó Adriana Lastra en el comité federal del PSOE y con esa frase resumió uno de los principales problemas que tiene hoy el partido con las mujeres o, para afinar, con las mujeres feministas: la falta de poder real por encima de la cuota o el nombramiento de crisis. Las mujeres que militan y tienen o han tenido cargos orgánicos en el PSOE han vivido unas semanas difíciles, más aun que sus compañeros de partido. Una buena parte de la herida abierta entre el PSOE y sus votantes tiene que ver con el machismo hiriente y desacomplejado de los que hacían y deshacían desde hace años en el partido, todos hombres y todos del círculo de confianza de Pedro Sánchez. La responsabilidad es del presidente y secretario general pero no solo de él: cada persona que conoce estas prácticas machistas y las tolera y calla, los códigos de masculinidad que siguen sustentando los partidos, la red invisible tejida por hombres y para hombres en la que el poder informal pesa mucho más que el cargo formal. Los hombres lo tienen más fácil porque diseñaron el tablero de juego de la política y porque, paradójicamente, se les exige menos en situaciones críticas. El terremoto causado por el trío calavera del partido socialista ha puesto a mujeres como Rebeca Torró al borde del acantilado de cristal, ese que aparece cuando te promocionan en momentos de crisis graves. Se ha tachado de floreros de Sánchez a políticas con un historial político y feminista combativo e intachable y en un perverso efecto espejo hemos visto al PP presumir de “sus mujeres”, olvidando que una mujer con poder no significa, ni mucho menos, una feminista con poder que vaya a luchar por los derechos de todas ni por los derechos de las mujeres de clase obrera, precarias, explotadas, migrantes, LGTBI, mayores de 50 años que no encuentran trabajo. En este punto cabe una pregunta: ¿es Pedro Sánchez feminista? En mi opinión, quiere ser feminista, ha aprendido de feminismo de sus compañeras del PSOE y de las mujeres del Gobierno de coalición, pero le pesa, además de su desconfianza en todo aquel que no sea de su círculo íntimo, un pensamiento muy bien expresado por Shakira: “Boys will be boys” o esa difusa incomodidad de los buenos chicos ante un feminismo que ha ido demasiado lejos. Lo que en José Luis Rodríguez Zapatero era natural, en Sánchez es un comportamiento aprendido. Quizá por eso, y aunque enarbole la bandera feminista que siempre ha sido parte esencial del patrimonio socialista, no ha combatido las estructuras informales que siguen gobernadas por hombres que protegen a otros hombres, que se recomiendan, promocionan y encubren a otros hombres. El feminismo es incómodo, ha de ser incómodo, y lo es aun más en las estructuras patriarcales de los partidos políticos. Es tan incómodo que no se tiene en cuenta ni como disidencia: ninguna tiene el protagonismo de Emiliano Garcia Page. Y sin embargo es el feminismo la única salida de Pedro Sánchez y el PSOE: más mujeres pero, sobre todo, más feministas con poder real, el poder de transformar un país y un partido. El manual de resistencia solo puede funcionar si, esta vez y de verdad, es feminista.

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