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‘Death Stranding 2’, el videojuego más esperado del verano te lleva a la playa para sobrevivir un nuevo apocalipsis

‘Death Stranding 2’, el videojuego más esperado del verano te lleva a la playa para sobrevivir un nuevo apocalipsis
De predecir la pandemia a cuestionar las relaciones sociales y tecnológicas actuales, la esperada secuela de Hideo Kojima combina su amor por Hollywood con un marcado humor japonés Liga hasta con tu frigorífico, los simuladores de citas arrasan en los videojuegos Durante el shogunato, Tokugawa Japón prohibió bajo pena de muerte la entrada o salida de cualquier persona del país. Así, comenzó un periodo de férreo aislamiento, que duró casi 200 años, en los cuales la mayoría de los habitantes permanecieron ajenos a los cambios que se estaban produciendo fuera de sus fronteras. En 1853, tras la presión ejercida por una flota de buques de guerra estadounidenses que irrumpieron en la costa de Tokio para forzar la apertura del comercio internacional, los japoneses experimentaron un shock al presenciar las máquinas de vapor que movían los navíos. Ese instante marcó el devenir del país, que tuvo que plantearse si mantener la desconexión y arriesgarse a una invasión encabezada por tecnología que desconocían o retomar el contacto exterior, lo que pondría fin a su sistema feudal en pos de una rápida industrialización que desembocaría en una economía capitalista. La conmoción de enfrentarse a un mundo radicalmente diferente de un momento a otro ha dejado su huella en la sociedad nipona, del mismo modo que ha condicionado su cultura y su convulsa relación con EEUU. Muchos de estos elementos salpican Death Stranding, la saga de videojuegos de autor centrada en unir una sociedad fragmentada tras una gran conmoción. Seguramente la obra de Hideo Kojima no parte conscientemente de este punto de inflexión histórico, aunque sin duda está influida por el vínculo entre ambas potencias, marcado por una relación colonial que ha devenido en admiración y asimilacionismo. Resulta interesante que este fuera el primer videojuego que el diseñador japonés publicaba fuera de Konami, la empresa responsable de sagas como Silent Hill o Castlevania, y en la que había pasado 30 años. También que, en su esperada secuela, Death Stranding 2: On the Beach, mantenga el foco en la necesidad de reconstruir otras naciones a partir de Norteamérica, en un contexto sociopolítico en el que esta premisa adquiere nuevos matices. Reconocidos actores como personajes principales, cameos de cineastas internacionales y poderosos elementos visuales diseñados por Yoji Shinkawa sostienen una mecánica centrada en caminar. Son los ingredientes centrales de un videojuego que se ha convertido en un mastodonte. El mérito principal es de un desarrollador al que se acusa de ser un director de cine frustrado, y que es tan poco sutil como críptico en su lectura del convulso panorama actual. Crear comunidad en un mundo fragmentado A finales de 2019 se publicaba con muchas expectativas la primera entrega, una obra que en sus primeros compases presenta un mundo distópico en el que, tras producirse un cataclismo, la población de EEUU teme salir por miedo a ser atacada por los Entes Varados que plagan el exterior o verse sorprendida por el declive, una lluvia que hace envejecer rápidamente a los organismos. Quien juega encarna al repartidor Sam Porter Bridges (Norman Reedus), cuya misión consiste en atravesar peligrosos parajes para realizar entregas, con la intención de reconectar las Ciudades Unidas de América, un punto de partida patriótico que no por ello dejaba a las personas fuera del foco. Al fin y al cabo, empleaba el eslogan 'Make America Whole Again', una nada velada alusión a la campaña trumpista, para darle la vuelta. Para algunas personas, el videojuego resultaba aburrido, un walking simulator, un simulador de Glovo. Pero con la llegada de la pandemia apenas unos meses después del estreno, su foco en el aislamiento resonó con más fuerza que nunca en una sociedad que había cambiado fruto de un hecho traumático. Death Stranding 2: On the Beach comienza once meses después de que el protagonista —spoiler— consiguiera su objetivo. Sam, el héroe que unió el país, vive aislado por voluntad propia junto a Lou, el bebé sobrenatural que adopta. Esta contradicción es un elemento esencial de la saga, que en esta secuela se plantea precisamente si ha merecido la pena volver a conectar. Y es que aquí el protagonista tendrá que repetir la hazaña. Primero en México y después en Australia, países que ofrecen paisajes alucinantes y mucho más variados sobre los que desplazarse, con una presencia de elementos climáticos adversos más marcada y algunos escenarios que parecen sacados directamente de otros planetas. Además, no parece casualidad la elección de dos territorios con un pasado colonial relacionado con EEUU. Fotograma de 'Death Stranding 2' Pese a la superficialidad temática en algunas cinemáticas, presente en ambos juegos, Death Stranding 2 empieza mucho más al grano. Sam vuelve a dudar de su misión, de qué consideramos conquista y qué ayuda solícita. Pero lo interesante sigue brotando de la narrativa emergente, esa creada al interaccionar. La jugabilidad de este título exclusivo para PlayStation 5 se centra de nuevo en caminar, usando herramientas como cuerdas para escalar y teniendo cuidado de gestionar bien los bultos para que no te desequilibren ni se dañen por el camino. El vínculo que se genera con las tareas se mueve entre el tedio y la satisfacción por haber hecho feliz a alguien con tu entrega. La conexión se pone en el centro también a través de los me gusta en las construcciones o advertencias que crean otros usuarios y que aparecen aleatoriamente en tu partida, lo cual fomenta la cooperación ya desde las propias mecánicas. Del mismo modo, las redes sociales adquieren entidad en la secuela, donde el denominado social strand system te permite ver lo que hacen o piensan el resto de personajes. Pero, teniendo en cuenta que en EEUU los repartidores como Sam han sido sustituidos en su mayoría por robots de la empresa APAC, la tecnología no se muestra amable todo el tiempo, sino algo mucho más complejo, que lleva al videojuego a cuestionar abiertamente: “¿Deberíamos habernos conectado?”. Videojuegos de autor con aroma hollywoodiense Cuando Hideo Kojima mostró el misterioso tráiler del primer videojuego que publicaba con su propia compañía, el público enloqueció. El director se había labrado un sello propio, que hacía que sus obras, pese a haberse publicado al amparo de una gran compañía, siempre se sintieran como propias. Además de alcanzar la fama internacional y crear el género de sigilo con la saga Metal Gear, sus cuidadas cinemáticas, sobre todo las de acción, se volvieron conocidas. Es cierto que primero quiso dedicarse a hacer películas, en parte inspirado por las noches de cine familiar de su infancia, pero la pasión que le despertaron videojuegos como Super Mario Bros. le llevaron finalmente por esta senda. Por tanto, más que un director de cine frustrado, como tantas veces se le achaca, es un diseñador que diluye el cine en el videojuego, pues la interacción sigue siendo esencial en las experiencias que crea. Fruto de su amor por el séptimo arte, adora incluir alusiones a sus filmes favoritos, que permean su obra, al igual que su interés por el militarismo y la música occidental, que tanta presencia tienen en Death Stranding 2, donde comparten temas de nuevo Ludvig Forssel, Woodkid y Low Roar. Además, está la cuestión de los protagonistas, pues al regreso de Léa Seydoux, Guillermo del Toro o Margaret Qualley, se suman al elenco la actriz Elle Fanning y George Miller, director de Mad Max, una de sus sagas de referencia. También tienen cameos perfiles como S. S. Rajamouli, director del taquillazo indio RRR y el cineasta japonés Mamoru Oshii, que siempre aparecen con unos diseños 3D hiperrealistas. Todo esto no significa que deje de lado los elementos de su Japón natal, ya que el desarrollador es experto en llevar el humor nipón al extremo, en lo que muchas personas denominan kojimadas. La secuela abraza incluso más lo absurdo, ridículo y estrafalario, como ejemplifica el nuevo personaje Dollman, que es, literalmente, una marioneta. También dice mucho de la personalidad de Kojima que, ante la buena recepción de los testeos de On the Beach, asegurase que prefería ser tan controvertido como en la primera parte. La realidad es que Death Stranding 2 es una continuación clara, pues no deja de ser lo mismo pero más grande y pulido, de forma similar a lo ocurrido con The Tears of the Kingdom. Sí se aprecia un interés en cuestionar los planteamientos previos y, aunque sigue pecando de expositivo —al menos en los primeros compases, los probados por este diario—mantiene cierta ambigüedad en su lectura que invita a la conversación. Y eso no es algo que consigan todos los autores. El tiempo dirá si resulta tan profético como su antecesor, pero no hay duda de que ha llegado en un momento clave, pues Death Stranding 2: On the Beach recoge las amenazas que suponen la oligarquía tecnológica, la crisis climática y los enfrentamientos entre naciones. Lo hace con un punto mamarracho y partiendo de la contradicción que supone una visión idealizada por EEUU, que vuelve a erigirse al mismo tiempo como buque disruptor y como amenaza silente, pero es interesante la pregunta que plantea sobre las consecuencias de optar por cerrar fronteras o decidir que ninguna persona es una isla.
eldiario
hace alrededor de 6 horas
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