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Hervé Kempf explica, ahora a los más jóvenes, "cómo los ricos saquean el planeta": “El futuro no está escrito"

Hervé Kempf explica, ahora a los más jóvenes, "cómo los ricos saquean el planeta": “El futuro no está escrito"
El periodista francés publica en formato cómic una crítica radical al papel de las élites en la crisis medioambiental, dibujado por Juan Mendez, una adaptación de su 'best seller'Caitlin Moran: “Los adolescentes varones tienen más probabilidades de tener un iPhone que un padre en casa” A los actos en los que participa Hervé Kempf (Amiens, 1957) iba sobre todo gente de en torno a 50 años y ahora eso ha cambiado. Está logrando su objetivo de llegar a un público más joven y la razón la encontramos en el cómic Cómo los ricos saquean el planeta (Garbuix Books, con traducción de Montserrat Terrones), dibujado por Juan Mendez. Se trata de la adaptación en viñetas de un bestseller del prestigioso periodista y escritor climático francés, publicado en 2007 y traducido a doce idiomas. Después de casi dos décadas, Kempf asegura que los millonarios no han aprendido ni cambiado nada acerca de su mayor vicio, el de engordar sus cuentas. Al contrario, la voracidad de las élites y la desigualdad social que esta genera se han convertido, para el autor, en la mayor amenaza para el planeta. En su libro es central un concepto tomado del economista estadounidense Thorstein Veblen, “rivalidad ostentatoria”. La competición sin final en la que cada clase social trata de distinguirse mediante el consumo. Una carrera que en sus escalones superiores está marcada por el lujo y el despilfarro. Es la clave. Hay una competición simbólica, no agresiva, pero que se traduce en demostrarnos los unos a los otros que tenemos buena ropa o teléfonos. Se encuentra el prestigio en imitar a la clase superior. Y esta, a su vez, imita a la que tiene por encima. Así es como se acaba imponiendo el modelo cultural de la clase en lo alto de la jerarquía que empuja al sobreconsumo de recursos de forma global, una de las causas fundamentales de la crisis climática. Si queremos solucionarla, hay que reducir el consumo mediante el cambio de modelo cultural. La desigualdad es el principal problema ecológico. Los ricos, como argumenta con cifras en su obra, son de largo quienes más toneladas de dióxido de carbono emiten. Tradicionalmente contrarios a socializar beneficios, sí parece interesarles hacerlo con la responsabilidad en el desastre. Escuchamos mucho más que es el ser humano en general, y no la élite, quien causa destrucción. De hecho, su estrategia es peor que eso. Las clases dominantes hablan de que todos tenemos que hacer algo sobre el cambio climático, que tiene una parte de verdad, pero no todos tenemos la misma porción de responsabilidad. A ellos les da igual la ecología, la biodiversidad o la contaminación química. Actúan como si fuera posible crecer como antes. Y desde hace unos años ha irrumpido una ideología que cree que la tecnificación y la inteligencia artificial serán el siguiente paisaje para la humanidad, una corriente que deja fuera a una gran parte de habitantes del planeta. En definitiva, tenemos a unos muy ricos que se sitúan al margen del sentido común cuando hablamos de justicia climática. En su opinión, ¿los negacionistas creen que realmente el problema no existe o que sí, pero no quieren reconocerlo? Creo que ambos casos coexisten. La extrema derecha, por ejemplo, prefiere actuar como si no existiera, focalizando los problemas sobre los extranjeros. Una página de 'Cómo los ricos saquean el planeta' ¿Por qué parece que el desastre climático no nos alerta lo suficiente como para lograr grandes movilizaciones? Sobre esto, diría dos cosas. La primera es que hay encuestas recientes que muestran que una gran mayoría de las personas sí están preocupadas por el cambio climático. Hay una brecha entre lo que la gente siente y lo que los políticos están haciendo. En segundo lugar, en mi país, la mayoría de medios de comunicación son propiedad de millonarios que no quieren que se hable del tema porque eso obligaría a hacerlo sobre justicia climática y sobre cambiar las políticas neoliberales. No es tanto por qué no nos movilizamos nosotros, sino por qué nuestros líderes no hacen nada. No es fácil actuar como sociedad, a veces no hay alternativas sobre el transporte o nos preguntamos si, por ejemplo, no tomar un avión tendrá algún impacto global. Como individuos, podemos sentir que no tenemos poder al respecto. España es un país muy consumidor de carne. Aquí hubo polémica cuando el exministro de Consumo Alberto Garzón pidió que la redujéramos en nuestra dieta. Desde sectores liberales, se problematizan mensajes así como una intromisión gubernamental en la libertad de cada uno. ¿Es este liberalismo individualista, tan ajeno a una visión colectiva, un promotor de la crisis climática? Este ministro tenía razón. Tenemos que reducir el consumo de carne por razones ecológicas, como las emisiones de gases y el terreno que quita esta ganadería para otros cultivos como el de cereales. El argumento de la libertad es absurdo en una crisis climática, y más cuando estemos aún peor, cuando haya más sequías o la gente pierda sus trabajos. La libertad está en elegir la opción correcta, discutiéndola de forma colectiva, para lograr un futuro que sea bueno y libre para todos. Volviendo a la carne, deberíamos considerar excepcional, a un nivel histórico, consumirla a diario. Debemos cambiar nuestro modo de vida, y esto incluye la comida en países donde apreciamos la cocina, como Francia o España. Alberto Garzón tenía razón. Tenemos que reducir el consumo de carne por razones ecológicas, como las emisiones de gases y el terreno que quita esta ganadería para otros cultivos como el de cereales. El argumento de la libertad es absurdo en una crisis climática ¿La lucha por cambiar el sistema es la lucha por cambiar el deseo? Seguro. El deseo es un constructo cultural. El capitalismo lo usa para empujarnos a querer más. Más viajes en avión, más carne, más tecnología. Pero podemos cambiar el deseo: en lugar de hacia un coche SUV, a una buena bici, o a convertir en prestigiosas dietas y platos vegetarianos. El mecanismo del capitalismo se construye mediante el deseo individual. Si avanzásemos hacia sociedades más cooperativas y solidarias, la idea del deseo cambiaría, porque querríamos estar más cerca, más dentro de la comunidad, pasar más tiempo con los demás en lugar de solos frente a una pantalla. Cada uno dentro de sus capacidades puede hacer algo. En Francia hay mucha gente joven con ecoansiedad. Creo que, con relación a esto, debemos explicar bien que es posible cambiar, que el futuro no está escrito, que el capitalismo no puede seguir adelante así a no ser que aceptemos que vamos a la guerra, a la violencia, a la competición entre seres humanos ¿Estamos a tiempo de frenar el desastre? ¿Qué medidas concretas ayudarían a lograrlo? Cada uno dentro de sus capacidades puede hacer algo. En Francia hay mucha gente joven con ecoansiedad. Creo que, con relación a esto, debemos explicar bien que es posible cambiar, que el futuro no está escrito, que el capitalismo no puede seguir adelante así a no ser que aceptemos que vamos a la guerra, a la violencia, a la competición entre seres humanos. Por decirlo de una manera directa, el futuro del capitalismo es lo que el Estado de Israel está haciendo estos días. Tenemos que ir en otra dirección y, de hecho, tenemos señales de que es posible. Está bien documentado que en los últimos años ha habido muchas revueltas. Estamos en conflicto con el capitalismo, que responde controlando los medios o con una policía violenta, como en mi país. Cada vez más hay más alternativas, y es importante que esos pequeños cambios creen una masa crítica. Una página de 'Cómo los ricos saquean el planeta' El lema Tax the rich, una fiscalidad firme a grandes fortunas, es una de las batallas de nuestro tiempo. La Nobel de Economía Esther Duflo habla de una deuda moral de Europa y Estados Unidos con los ciudadanos más pobres del mundo que calcula en 518.000 millones de dólares. Con impuestos del 2% a las 3.000 personas más ricas se conseguiría la mitad de ese dinero. Si queremos un escenario pacífico, con una biosfera cuidada y una buena vida para la gente, tenemos que reducir la desigualdad. Para ello, se necesita la herramienta de la política fiscal. Es una urgencia. Esa sería la tercera pata de la acción, además de las revueltas y las alternativas: empujar hacia una nueva fiscalidad hacia los ricos, que lo son porque roban de lo colectivo. Tenemos que recuperar ese dinero para invertir en sanidad, en educación o en nuevas formas de energía. ¿Qué recibimiento ha tenido su cómic entre la gente más joven? Quería poder hablar a estas nuevas generaciones y está funcionando. Mi esperanza es que estos chicos y chicas tengan esperanza. Para tenerla, es necesario encontrar un sentimiento de comunidad, cooperación y solidaridad que el capitalismo quiere destruir para que seamos meros individuos frente a él. Si estás o te sientes solo, es muy difícil sobrellevar la situación, pero juntos tenemos una fuerza colectiva.
eldiario
hace alrededor de 8 horas
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