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Paolo Sorrentino encandila a Venecia con 'La grazia', un elogio a la utilidad de la política en tiempos de crisis

Paolo Sorrentino encandila a Venecia con 'La grazia', un elogio a la utilidad de la política en tiempos de crisis
Tras el paso en falso de 'Parthenope', el cineasta italiano abre la Mostra con un divertido y a la vez emotivo filme sobre los últimos meses de un presidente de la república de ItaliaTodo sobre el Festival de Venecia - El Festival de Venecia comienza marcado por la presión del cine europeo para denunciar el genocidio en Palestina En el diccionario de la RAE, la gracia se define de hasta 15 diferentes maneras. Una de ellas, que resuena rápidamente en la mente de todo el mundo cuando la oye, tiene un componente católico y hace referencia “al favor sobrenatural y gratuito que Dios concede al hombre para ponerlo en el camino de la salvación”. Sin embargo, una acepción menos conocida es la que se refiere al “perdón o el indulto”. En italiano ocurre lo mismo. La grazia tiene que ver con lo católico, y también con la capacidad de perdonar a alguien sus delitos. La grazia es, también, el título de la última película de Paolo Sorrentino, el director de La gran belleza, que ha inaugurado el Festival de Cine de Venecia con un filme que ha llegado envuelto en secretismo y cuya única sinopsis decía que era una historia de amor. No mentía, pero hacía trampas. La de Sorrentino es una historia de amor, pero jugando con las definiciones de la propia palabra. Lo hace fabulando con cómo serían los últimos seis meses de un presidente de la república italiana en el que muchos querrán ver al actual Sergio Matarella. Un democristiano que, como le dice su hija en un momento dado, ha sobrevivido a seis crisis de gobierno “sin hacer nada”. La equidistancia es su don. No mojarse. No posicionarse. El ansiado equilibrio que quieren los moderaditos. Sin embargo, en los últimos coletazos de su carrera política se enfrenta a la posibilidad de promulgar una ley sobre la eutanasia que le enfrentaría a la iglesia católica y a la posibilidad de indultar a varias personas. Una de ellas, una mujer que mató a su marido, que la maltrataba. Otro, un hombre que mató a su mujer que tenía Alzhéimer y que lo hizo como “un acto de amor”. Un dilema moral que se une a la sombra del pasado y del amor por su mujer fallecida y una supuesta infidelidad que ella cometió 40 años atrás. Sorrentino consigue hacer una película eminentemente política sobre la culpa, los principios, la necesidad de tomar partido y, también, el amor, sin realizar un filme lleno de eslóganes ni subrayando su contenido político. Hace lo que mejor sabe, retratar lo íntimo con una belleza apabullante, pero también con su habitual gracia, ironía y puntito socarrón. Lo demuestra rápido con la presentación de su personaje principal, Mariano De Santis, que está a la altura de la que logró con el Jep Gambardella de La gran belleza. Toni Servillo, un presidente de la república italiana en sus últimos meses en el puesto Aquí, frente a un cielo azul en el que se superponen las supuestas funciones del presidente de la república según la constitución italiana suena una música tecno mientras unos cazas dibujan en humo una bandera de Italia que se difumina antes de que aparezca él, un Toni Servillo apoteósico que mira a cámara y enciende un cigarrillo. Hay algo de aquel Gambardella en este personaje, aunque aquí este hombre taciturno esté en un registro diferente. Su Mariano De Santis es un hombre equilibrado, que nunca dice una palabra más alta que otra, pero que Servillo llena de matices y que encumbra en momentos emotivos y divertidos como cuando canta rap o en las cenas con su charlatana amiga Coco Valori, otro hallazgo de personaje de Sorrentino. De alguna forma se siente como si con La grazia Sorrentino se refutara a sí mismo y a su anterior película, Parthenope, donde llevaba su estilo hasta el paroxismo. No solo en lo estético, sino también en sus partes más endebles, especialmente su retrato de la mujer, convertida en objeto de deseo con el que su cámara se obnubilaba sin acertar a concretar los temas que planteaba. En La grazia hasta echa un poco el freno de mano en la puesta en escena. Es, sin duda, un filme de Sorrentino. Ahí está la selección musical, sus bellísimos travellings a cámara lenta y su deleite con la arquitectura de los lugares. Sin embargo, no coloca su mirada esteta por encima de lo que cuenta, sino que lo acompaña y lo coloca al mismo nivel que su mensaje como ocurre en sus mejores títulos. Hay en su filme un hermoso elogio a la duda (la verdadera gracia, como se llega a decir) y a la política como algo importante. En tiempos de barro, de partidos que se dedican a tensar la cuerda hasta romperla, Sorrentino cree en una política útil. La gracia es un elogio de la necesidad de políticos comprometidos en tiempos de crisis. Así lo dijo él mismo en la rueda de prensa del filme, donde afirmó que su personaje es “un político abrazando los mejores valores de la política”. No sé si el cine tiene el impacto que tenía antes, pero al menos debe intentar cambiar las cosas. Esta película espero que vuelva a llamar la atención sobre la eutanasia Paolo Sorrentino — Cineasta La suya vino después del tenso encuentro de la prensa con el jurado, donde Alexander Payne tiró balones fuera sobre si el cine debía actuar y hablar alto y claro sobre el genocidio en Gaza. El director de Los descendientes o Entre copas dijo que no tenía una opinión formada sobre el asunto y que había venido a hablar de cine y películas. Sorrentino y su actor, Toni Servillo, no tuvieron que decir nada porque lo habían hecho en las jornadas previas. El director llegaba del festival de Sarajevo donde dijo que, sin duda, lo que estaba pasando solo se podía definir con la palabra “genocidio” y Servillo es uno de los actores que ha firmado la carta de Venice4Palestine que pide al festival posicionarse. Aun así, Sorrentino sí que añadió que aunque no sabe si el cine puede cambiar algo, “al menos debe intentarlo”. “No sé si el cine tiene el impacto que tenía antes, pero al menos puede probar a hacerlo. Esta película, por ejemplo, espero que vuelva a llamar la atención sobre un tema fundamental como es la eutanasia”, expuso. También fue preguntado por cómo se sentía sabiendo que en algunos países fuera a distribuir el filme Mubi, empresa que tiene el apoyo de Sequoya capital, un fondo de inversión vinculado a empresas armamentísticas de Israel. El italiano no dudó y dijo que quería que respondiera el responsable de la empresa en la sala, algo que no ocurrió y por lo que la moderadora pasó rápidamente a otra pregunta. Gaza ha vuelto a dominar los temas del primer día de Venecia, que ha abierto de una forma inmejorable con un filme que apunta a palmarés desde los primeros compases.
eldiario
hace alrededor de 2 horas
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