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'Votemos', los peligros de la democracia están en una comunidad de vecinos

'Votemos', los peligros de la democracia están en una comunidad de vecinos
Santiago Requejo adapta el corto por el que fue nominado al Goya y estuvo en la shortlist de los Oscar en un largo que alerta sobre el individualismo y los prejuicios hacia la salud mentalLux Pascal: “Las personas trans somos usadas como carne de cañón para visibilizar injusticias que todos sufren” Las comunidades de vecinos son un caldo de cultivo perfecto para contar historias. Hay en ese microcosmos doméstico y cotidiano una representación casi perfecta de la sociedad que ocurre fuera del edificio. Quizás por ello existen muchos ejemplos de historias ambientadas en escaleras de un edificio han sabido radiografiar la sociedad del momento. De pequeños nos encantaba asomarnos a la de 13 Rúe del Percebe; Aquí no hay quien viva llevó la sátira con ecos berlanguianos a Desengaño 13; algo que continuó —aunque con una tendencia mayor al exceso— en su secuela apócrifa, La que se avecina. También Álex de la Iglesia vio en un edificio el lugar para, con la excusa de un pleno al 15 en la quiniela, mostrar lo peor del ser humano en la muy negra La comunidad. Hay algo del edificio de La comunidad en el de Votemos, la comedia de Santiago Requejo que aunque difiera radicalmente en el tono del filme de De la Iglesia, coincide en colocar entre las cuatro paredes de un edificio una representación de cómo el egoísmo y el individualismo atacan cualquier atisbo de convivencia. Aquí la comedia es menos negra, pero también hiela la sonrisa cuando uno ve que detrás de las votaciones de una escalera de vecinos uno puede encontrar muchos de los riesgos de una democracia endeble. Requejo alarga el corto con el que llegó a la shortlist de los Oscar y habla del miedo al diferente o de cómo la salud mental se ha convertido en un término absolutamente vacío de contenido. Eso entre otros asuntos que se van colando en esta propuesta que nunca sale del piso de una comunidad que se reúne para aprobar la esperada derrama para colocar un ascensor. El anuncio de un propietario de que ha encontrado nuevo inquilino para alquilarle el piso será el detonante de un filme que bebe de propuestas como Un dios salvaje, de Roman Polanski. Requejo reconoce que le parecía muy interesante hablar “de las comunidades de vecinos, porque los vecinos no se eligen, uno se ve obligado a vivir con esa gente, y en esa convivencia uno se ve en situaciones donde tiene que votar democráticamente determinadas cosas y sale muchas veces lo mejor y lo peor del ser humano”. “Me parecía muy interesante cómo en ese pequeño microcosmos se puede plantear algo democráticamente que vulnera los derechos fundamentales. Indudablemente, hay un guiño para hablar de lo que es la democracia”, dice el director que aclara que Votemos “no es una crítica a la democracia”, sino que quería explorar “ese egoísmo natural que tenemos todos que nos hace velar por los intereses propios y olvidarnos de las preocupaciones ajenas”. “Esa falta de empatía creo que es uno de los grandes problemas de la sociedad actual”, añade. Aunque en muchas ocasiones un corto nace con la voluntad de convertirse en largo, en el caso de Votemos no fue así. “Era un corto y ya está”, reconoce Santiago Requejo que cuenta que la acogida fue tan buena que un productor argentino le ofreció adaptarlo como obra de teatro. Aceptó y el resultado es que se convirtió en un pelotazo en las tablas argentinas. Mientras la preparaba fue la primera vez que pensó que quizás sí había sentido en continuar esa historia que en el corto quedaba muy abierta, sin saber el resultado de esa votación. Algunos de los inquilinos de aquel trabajo repiten, como Raúl Fernández, Neus Sanz o Charo Reina, pero otros cambian de rostro o son incorporaciones nuevas. Clara Lago, Tito Valverde, Gonzalo de Castro o Christian Checa se suman como inquilinos. Es cierto que ahora se habla mucho más de la salud mental, pero creo que sigue habiuendo un estigma hacia personas que sufren un trastorno grave Santiago Requejo — Cineasta El éxito del corto sorprendió al propio Requejo. “Además de los reconocimientos lo vio muchísima gente. Pensaba que era una cosa de nicho, pero me empezaron a llegar muchos mensajes de gente contando que ellos tenían un problema mental. También los periodistas me contaban cosas personales. Fue un corto que conectó en un momento en que el tema de la salud mental todavía no había estallado. Es un corto que estaba en el sitio adecuado en el momento adecuado y fue un regalo que nos pasara eso, porque es muy difícil”, cuenta del recibimiento del corto. Desde que se estrenara el corto han pasado cuatro años, y la salud mental ha pasado de no estar en los debates a ser un término sobreutilizado hasta casi vaciarlo de contenido. Requejo coincide en que “se ha podido llegar a banalizar”. “Lo digo con mucho cuidado, con todas las objeciones posibles, pero muchas veces vemos a gente que puede tener una ansiedad, que es un problema, pero que hay una diferencia y sustancial con enfermedades o trastornos mentales graves. Hay personas que tienen trastornos mentales graves que requieren de una medicación, de un acompañamiento. Es cierto que ahora se habla mucho más de la salud mental, pero creo que sigue habiendo un estigma hacia personas que sufren un trastorno grave. Pero sí que estamos en el camino para normalizarlo, hay más información. Se ha mejorado un poco aunque sigue siendo un tabú”, opina. La comunidad de 'Votemos' reunida En el salto al largo Requejo ha decidido mantener una apuesta formal, la de nunca salir de ese piso. Siempre algo, como en una versión vecinal de El ángel exterminador, impide que la gente salga de la casa, y ahí entra “el mayor reto a nivel de dirección”. “El teatro es un gran plano general y la fuerza está en lo que dicen los personajes. Lo que a mí me interesaba en esta película no era solo lo que dijeran los personajes, sino sobre todo lo que sentían y lo que pensaban, y desde ahí ir un poco revelando los personajes”, apunta. Para ello recurre “al lenguaje cinematográfico”, que “permite esa posibilidad con distintos planos”. “Para mí era muy importante el tono, el ritmo, la tensión dramática… que no sintieras que necesitabas salir de ahí. Busqué referencias como 12 hombres sin piedad o Un dios salvaje y con ayuda de Kiko de la Rica, el director de fotografía, planteamos que no había que encorsetarnos con un plan de rodaje, sino trabajar mucho y ensayar mucho para buscar la organicidad de los movimientos y los gestos”, explica. Todo sin tirar del recurso más fácil, tirarlo a una sátira exagerada. Votemos apuesta por una comedia que nace de un sitio más difícil, “la incomodidad”.
eldiario
hace alrededor de 13 horas
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