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Alcaraz se despeja de la siesta y funde a Musetti para alcanzar la final en París

Carlos Alcaraz cumple su parte del plan, aunque con un pequeño desajuste por pura ansiedad, y se planta en la final de Roland Garros después de erosionar la resistencia y la elegancia de Lorenzo Musetti, fundido y retirado por una lesión en el muslo izquierdo. El defensor de la Copa de los Mosqueteros alcanza este último día de torneo con un buen chute de adrenalina porque ha sabido despejarse de las nubes que cubrían su cabeza a la hora de la siesta, y porque termina enchufadísimo y al nivel que quería para meter presión a quien sea que esté el domingo al otro lado de la red. Con 22 años, el número 2 del mundo firma su quinta gran final, de las que ha ganado cuatro hasta el momento. La estrategia es clara: salir a morder desde el inicio, como ante Tommy Paul, que ya demostró ese partido que el nivel puede ser ese, excelso, a milímetros de la perfección. La prueba es una primer opción de rotura en el primer juego. La táctica también es clara: mortificar el revés del italiano y aprovechar la aceleración del brazo derecho para sentenciar en paralelo. O atraerlo a la red. O rematar de volea. O todo a la vez, lo que haga falta, que hay recursos, ligereza de movimientos y frescura de ideas para todo eso. Pero como dijo Juan Carlos Ferrero, hay muchos motivos para que eso no pase siempre. También se lo espera Musetti, que esconde las debilidades con el revés con una enorme elasticidad para poner el cuerpo en escorzo y sacar su 'drive', que responde igual de bien que el del murciano aunque no lleve tanta velocidad. Hay tanteo al inicio, aunque no signifique que no protagonicen puntos de museo, con marcaje a la derecha del otro, con delicadezas de una mano y de la otra, con ganas, energías y euforia en esta Chatrier cerrada, que llueve en París. Alcaraz busca ese nivel de superioridad sin desgaste, y saca potencia ante la elegancia del italiano. Acelera el murciano con dos latigazos hasta la segunda bola de 'break' en el séptimo juego. Resiste Musetti, muy sólido y a un nivel muy alto porque no se puede salir con menos ante el español. Y es una oportunidad de rotura en el séptimo juego que también se quedará en el limbo. Otra vez esta rémora que obligó a más ante Marozsan y Dzumhur y mucho más ante Shelton. Busca alternativas Alcaraz, ahora el revés alto para quitarle la iniciativa al italiano, ahora la derecha cruzada en un ángulo imposible, ahora la dejada desde el fondo de la pista. Para sumar puntos de confianza cuando el juego está muy a favor. Pero también hay mosqueo porque lo que propone no sale lo limpio y lo perfecto que quiere. Y Musetti, a su máximo nivel, le pilla en un renuncio, en tres errores impropios, un mal juego de saque, una revés ancho, una derecha del 7 del mundo que lo sorprende más de la cuenta, y una derecha propia que se va al pasillo. Y de las dos opciones de rotura en el primero y el séptimo juego a favor, se pasa a un set en contra. A Alcaraz se le oscurece la Chatrier, de lleno en ese bucle de malos pensamientos y errores que le enfadan (16). Tiene nivel para ganar a Musetti, que ya lo ha hecho en dos ocasiones este año y en cinco de los seis choques anteriores, pero frunce el ceño, paso torcido y desganado, esconde la agresividad e incluso se deja levantar una rotura que logra en blanco en el primer juego del segundo set. Hay que salir de ahí ya, que no quiere permitirle volar a Musetti, serenísimo y sin miedo. «Tranquilo, Carlitos», le grita la grada en un intento de sacarlo de esa oscuridad en la que se ha metido él solo, pura ansiedad corriendo por las venas. Pero ha aprendido el murciano a que no siempre sale todo a su gusto, que le encantan las diabluras, como ese tiro entre las piernas que no le renta, y que si hay que tirar de humildad y bajar al escalón del sacrificio y el pico y pala, se hace. Que se puede ganar con sonrisa, con diversión, con fuegos artificiales, y también con solidez, trabajo y hasta jugando mal. Lo importante es aparecer el último día de torneo. Decía a este periódico tras el choque contra Shelton que intenta que los malos pensamientos le duren lo mínimo posible, que cada vez sean más fugaces. Intenta sacudirlos con la derecha en su punto de ebullición, con puños y algún grito de rabia más que de júbilo. Y va saliendo a la superficie. Un derechazo, un remate, un restazo, un correr de lado a lado para forzar la resistencia de Musetti por los nervios de ir a favor de marcador. Y es primer paso hacia la salida del túnel. En pie en bloque el palco para levantar aún más los ánimos, que no está la mano limpia ni la cabeza despejada. Porque hay números raros: dos bolas de rotura convertidas pero siete desaprovechadas, por el cien por cien de acierto del rival (3/3). Y porque el 'break' que logra, para 6-5 y saque, vuelve a ser un espejismo, que el italiano no cede y la tela de araña todavía acompaña a Alcaraz un poco más, otros dos errores raros y una doble falta para alargar la agonía hasta el 'tie break'. Ahí, todavía con alguna nube que le ronda la mente, se acaba de convencer de que mejor los puntos largos, bolas altas, dirigidas y controladas que los chispazos de genialidad. Para deconstruir el estilo de Musetti y sentenciarlo con una dejada que roza la cinta y cae en el lado del italiano y en su moral. Un set estupendo, dos 'breaks' en contra levantados y tener a Alcaraz a su antojo para que en siete puntos el partido se vuelva en su contra. Suspira Alcaraz en el banco y sale a la carrera, que este es el nivel que quería alcanzar y ya lo tiene en su mano. Se ha despejado los fantasmas y vuelve a la ligereza, a los golpes ajustados y con potencia, a la senda de la final, donde jugaba ya desde el martes y por eso hay algún atragantamiento en este paso previo. Y ya no hay resistencia al otro lado de la red, que ha entendido Musetti que este Alcaraz es igual de superior que siempre. Este Alcaraz que encuentra por fin el nivel que llevaba buscando todo el encuentro. Aunque no es el fin de partido que quería porque a Musetti se le hace demasiada la carga física después de dos horas y media de altísimo nivel y la factura se la pasa el muslo izquierdo, que necesita atención médica en el tercer set y también al inicio del cuarto. Y por el que tiene que claudicar al final, sin poder moverse y cabizbajo cuando asume la derrota, de Alcaraz y la física. Un acabar el partido antes de tiempo para el finalista en Montecarlo, semifinalista en Roma y semifinalista con honores en París. Un París que empieza a ser un patio de recreo para el español, que en 2023 lo acalambraron la presión y el vértigo del escenario y el rival (Djokovic), que en 2024 ya hizo suya y que en 2025 la tiene también dominada. Es su segunda final aquí, la quinta de Grand Slam de las que ha ganado cuatro. En el entrenamiento de la mañana se ha acercado a la placa con la que la Philippe Chatrier rinde homenaje a Rafael Nadal, y que está sirviendo de lugar de peregrinaje para los tenistas. Con sus pies junto a la huella del 14 veces campeón, Alcaraz ha inmortalizado esa cercanía que no solo es física y de inspiración a la vez, que empieza a ser también un vínculo entre lo que hizo el balear y lo que está intentando hacer el murciano: dominar la tierra batida. Con este triunfo ante Musetti, Alcaraz suma 21 en esta superficie, por una derrota (Holger Rune en la final de Barcelona). Una sucesión ilusionante para él. Falta ver la consistencia en el tiempo, por supuesto, pero en el hoy, se eleva como un tenista infranqueable en la arena, como lo había sido Nadal durante tantos años. No hay Zeppieri, Marozsan, Dzumhur, Shelton, Paul, Musetti que lo frenen hasta el momento.

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