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Sevilla FC - Las Palmas: El mayor de los sufrimientos a veces tiene premio (1-0)

El Sevilla acaricia con los dedos la salvación en Primera división. La victoria agónica sobre Las Palmas, perdiendo todo el tiempo del mundo, con 12 minutos de descuento, y rozando la tragedia de quien lleva demasiado tiempo pulsando el botón de autodestrucción, supone el paso casi definitivo para olvidar el drama del descenso. Si el Villarreal vence al Leganés, todo habrá terminado. De no ser así, necesitará algún punto más u otra derrota por el camino para que sea una realidad matemática. Un gol de García Pascual en una estrategia, con medio equipo terminando acalambrado por el agobio, fue suficiente para derrotar a un rival que no disparó entre los tres palos de Nyland. Una victoria a la vieja usanza. Muy de Caparrós. Muy del Sevilla antes de los títulos. Muy de sentimiento, garra, necesidad y casi lágrimas. De momento son de felicidad. El presente a veces oculta el oscuro futuro. Pero qué bien saben. La tensión era altísima. El Sánchez-Pizjuán había respondido al llamamiento iniciado por el capitán. Suso, quien apenas ha tenido protagonismo esta temporada, debía defender ese brazalete y escudo que tanto le ha dado, pese a que su marcha sea inevitable. Fin de un ciclo que no deseaba cerrar con el peor de los horrores. Caparrós salía con un once donde Sambi Lokonga ejecutaba la figura del segundo delantero, con García Pascual en punta y Suso y Lukebakio en los costados. Un once más ordenado pero siempre falto de la mordiente real para hacer daño. El empate podía valerle al Sevilla dependiendo de otros resultados, aunque se quería todo resolver en una noche para el susto o la muerte. Porque este Sevilla no entiende otra cosa. Una moneda al aire permanente. Y encima con esa sensación de ansiedad permanente. Como si jugara sobre el minuto 90 cada segundo, respirando miedo y desesperación. Ese fue el Sevilla del primer periodo. Desnaturalizado de lo que está acostumbrado a realizar. Mucho nervio y poco toque. Demasiada energía mezclada con ese cerebro bloqueado por la responsabilidad. El primer tiempo sevillista terminó con pitos de una afición que comenzaba a olerse el desastre. Y eso que en un principio el equipo había salido animoso, con jugadores enchufados y tratando de ofrecer su mejor versión. La que tienen. El primer lanzamiento fue de un Januzaj que se movía por la mediapunta de Las Palmas. Sin peligro. El Sevilla llegaría por medio de Carmona en un buen pase de Sambi Lokonga, la principal novedad en el once tras superar una lesión. El del Viso, jugando por izquierda, no supo si disparar o centra y se quedó en un pase que no fue a nada en una posición franca para anotar. El resto de ocasiones las generó el grupo de Caparrós por el lado derecho. Juanlu doblaba constantemente y Suso lo veía con claridad. Un mal pase al centro del área pequeña contrarrestó con un par de ellos atrás que Lokonga no supo dirigir. Eran los pocos acercamientos de un conjunto acobardado, sin saber por dónde coger al partido, si de la solapa o directamente del cuello. Esa responsabilidad que atenaza a casi todos lo jugadores pudo con un Kike Salas superado por las circunstancias. Ha dado más del 100% hasta que el cuerpo dijo basta. Lesión que condiciona. Mientras que Lukebakio, lejos de esa banda derecha que añora como él sólo sabe, no era capaz de aportar absolutamente nada. No está acostumbrado a ver el fútbol de espaldas. Que todo pase lejos suya. Descentrado. Al descanso se llegaba con empate. El resultado menos malo, siendo aún dañino. Caparrós debía pensar en qué camino tomar. No había tenido remate y García Pascual no parecía encontrarlo. Esta situación, en teoría, debían sacarla adelante sus mejores jugadores, los de la primera plantilla. La primera solución de Caparrós fue la de cambiar de banda a Lukebakio, dejando a Suso por dentro y desplazando a Sow hacia un costado. El Sevilla no salía de nuevo especialmente bien. Sin embargo, en la primera llegada, tras una falta sobre Lukebakio a unos diez metros del área, un balón de Suso al segundo palo lo prolongó Agoumé al primero, donde García Pascual, quien apenas había tenido opciones de remate en el primer tiempo, cabeceó a la red con un fuerte frentazo. Explotaba Nervión. Un gol tan querido como necesitado. En la jugada siguiente al gol, el conjunto local protagonizó un ataque con dos remates que se estrellaron en la defensa rival. Los sevillistas debían saber leer el encuentro. Saber al lugar donde les convenía jugarlo. Alocarlo no les interesaba, aunque saba la sensación que era lo único que sabían y podían hacer. Suso y Juanlu vieron amarillas demasiado pronto. A los sevillistas les convenia que pasasen los minutos sin demasiado riesgo. Llegando a balón parado, sin pérdidas dolosas, pero con ese temor a que cualquier desgracia volviese a aparecer en cualquier minuto, en cualquier esquina. García Pascual, goleador de la noche, se debía marchar por molestias. Entraba otro delantero del filial como Antonetti. Dos minutos después metía en el campo a Saúl, agotando sus ventanas de cambios y cargándose el alicantino de una amarilla en la primera jugada. El Sevilla se encontraba extraño en esos momentos, tanto que en un balón colgado, a Nyland se le iba el balón de las manos en un choque con un rival, terminando un posterior remate dentro de la portería. Señaló infracción. El Sánchez-Pizjuán contuvo el aire. El equipo de Caparrós se ponía a defender como si ya se hubiera cumplido el tiempo reglamentario, quedando más de diez minutos más el descuento por jugarse. Imprecisiones, malos despejes, peores salidas de Nyland… El Sevilla estaba invocando a esa mala suerte que le persigue, además de perder un tiempo precioso en cada jugada, que el colegiado se encargaría de añadírselo después. Justo sobre el 90', el Sevilla tuvo una contra de dos contra uno que desperdició el joven Antonetti no queriendo darle la pelota al belga y definiendo sin entidad. Era la sentencia. Martínez Munuera colocaba nueve minutos de alargue, comprensible con lo que se había perdido. Carmona no podía más y se formó una tangana por sacar al sevillista de la hierba. El otro fútbol. El árbitro decía que dos minutos más y aún quedaban. Se iría el encuentro hasta el 101. La angustia superaba a cualquier otro sentimiento humano. Superado ese minuto, Badé hizo una falta sobre McBurnie cerca de la frontal. Sandro la lanzó alta. Parecía ser la última. El Sevilla necesitaba esos tres puntos para salvarse. Por fin llegaba el ansiado pitido final. Una victoria que vale una permanencia.
abc.es
hace alrededor de 8 horas
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