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Sinner emerge imperial para destronar a Alcaraz en la Catedral

Carlos Alcaraz no pudo dar otro mordisco a la historia. Un imponente Jannik Sinner se impuso por un claro 4-6, 6-4, 6-4 y 6-4 en poco más de tres horas, en un partido que tuvo un claro color En una final de máximos, en unos estilos contrarios, opuestos y complementarios, y en todo lo que había en juego, las diferencias eran mínimas, exprimida la igualdad en edad (22 y 23), títulos (21 y 19), porcentajes y tenis. En medio, por tanto, el respeto, la templanza, el acomodarse de primeras en la hierba para encontrarse uno y encontrar al rival. Lo que encuentran los dos de primera es el saque. Infranqueable el de Alcaraz, expeditivo el de Sinner. Se tientan, se miden, aferrados a lo que pueden hacer con ese primer golpe, todavía demasiado agarrotados, firmes en el único propósito de no equivocarse. Sinner no es Tarvet, Struff, Rublev, Norrie. Alcaraz no es Pedro Martínez, Shelton, Vukic. Son otra cosa, únicos. Y un error no es lo mismo ante unos que ante el otro. Se estira Sinner en el quinto juego. Con una contrariedad en su tenis porque acude a la red y al toque, para una volea que cae muerta al otro lado; a un resto de los buenos y un passing a la línea. Una primera bola de rotura que activa a la grada y le hace cerrar el puño. Un primer mordisco en la final en la que no tenía cabida la otra, la de Roland Garros, decía el italiano. Soltados los amarres, Sinner ataca por aire, saque potentísimo, y por tierra, con una dejada casi impropia de su juego, para confirmar la distancia. Decía Alcaraz que Sinner aprende rápido. Lo demuestra en este primer set, disfrazado de Alcaraz porque ha visto que es lo que funciona. Y de un inicio titubeante, sin apenas intercambios, se pasa a la final preciosa, de fuegos artificiales: eléctricos peloteos, con una pelota que lame la red en cada golpe, que actúa con violencia o delicadeza, y que despierta a la grada, hoy con el refugio de las nubes para aliviarse del calor. Si Sinner mece la pelota, Alcaraz activa el modo látigo, que no siempre consigue desbordar al rival, pero sí es efectivo lo suficiente como para encontrar una grieta en el octavo juego. Para volver a poner las cosas en su sitio. Con un colmillo sacado cada uno, ya no se cierra la boca y se golpea sin concesiones para derribar al otro con lo que se pueda, incluso con los nervios, que también los hay, en uno y otro bando, que es una bola de rotura para Sinner en el noveno juego, y dos para Alcaraz en el décimo, ganada con una dejada, y una doble falta. Para confirmar la rotura, y el set, el mejor Alcaraz: defensa de un lado a otro, y más allá, y derecha de un lado a otro, en paralelo y cruzado, y un revés alargado en el espacio y el tiempo ante un aparente ganador de Sinner que queda convertido en un ganador a la contra. Y un levantarse la grada y un dedo a la oreja. Le sirve de poco porque también es muy Alcaraz empezar a dudar a la siguiente, y muy de Sinner aprender de los errores y levantarse. Rotura nada más empezar el segundo set. Se afianzan las estrategias y los saques de nuevo, los intercambios mantienen la adrenalina y se juega más al riesgo, a las subidas a la red y a los passings. Incluso Sinner, que suma más enteros en la cinta que su rival, quién lo diría. Tanta la concentración de uno y otro bando, que la grada abuchea un corcho que salta de una botella de champán hacia la pista, que recoge un Sinner que empieza a soltarse como humano con un 'Go' desaforado cuando levanta una bola de rotura, pero que sigue percutiendo como una máquina desde el fondo. Ni las supersónicas derechas de Alcaraz parecen minimizar su atención, y empieza a flaquear un poco el español, que tiene que apelar al riesgo y no siempre sale bien: dos dobles faltas consecutivas para una bola de rotura que salva con un saque cuando debe y un suspiro prolongado. Pero le vale a Sinner con la ventaja del primer juego para firmar un set impoluto, inaccesible, inabordable. Porque devuelve todo con todo y más aún. Imperial desde la línea de fondo y más humano que nunca, puño al aire para decir aquí estoy yo, sin fantasmas ni recuerdos, un Sinner más entero, más capaz, más retador. Sigue ahí sin frenar el italiano, agresivo, dientes fuera, mano líder en los intercambios. Y sigue ahí el español, con más sufrimiento en sus saques, con más opciones de rotura que salvar. Pero en ese levantarse estuvo la clave en París y quizá sea aquí también la llave, piensa Alcaraz, puños al palco también, que aquí se juega con todo aunque la raqueta no se mueva. Incluso cuando vuelve a palidecer con su primer saque porque hay que lanzar muy bien, potente y ajustado, todo a la vez, y se queda sentado en el suelo ante otro aluvión de latigazos del italiano. Firme, seguro, inclinado el tercer parcial con 5-4 y saque. Un peligro. Porque este Alcaraz es el que remontó tres bolas de partido en Roland Garros, pero este Sinner no es el que palideció después aquella tarde. Ha aprendido, ha mejorado, se ha quitado los fantasmas, dos sets a su favor a las dos horas y 20 minutos a remate limpio, a potencia desbocada. (CRÓNICA EN DESARROLLO)
abc.es
hace alrededor de 9 horas
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