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Bombas, drogas y rock and roll: cómo EEUU utiliza la lucha contra el narco para forzar un cambio de régimen en Venezuela

Bombas, drogas y rock and roll: cómo EEUU utiliza la lucha contra el narco para forzar un cambio de régimen en Venezuela
En 1989 EEUU utilizó la lucha contra las drogas para invadir y forzar un cambio de régimen en Panamá. Hoy a Trump tampoco le interesa el narcotráfico en VenezuelaRecibe este boletín - Cada lunes enviamos a tu correo el análisis de la semana internacional de Javier Biosca Se cumplen dos meses del despliegue militar y de los ataques de EEUU contra embarcaciones frente a las costas de Venezuela. Van más de 60 muertos y Trump no afloja. Es más, dentro de unos días llegará a la zona el buque de guerra más grande del mundo. El secretario de Defensa, Pete Hegseth, ha ordenado al USS Gerald R. Ford —un monstruo de 100.000 toneladas con capacidad para llevar 90 aeronaves— que abandone las aguas del Mediterráneo y se dirija al Caribe para participar en la supuesta lucha de EEUU contra las drogas.  Imagen del USS Gerald R. Ford en construcción en 2013 La última vez que EEUU derrocó por la fuerza militar directa a un líder latinoamericano fue en 1989 en Panamá y también lo justificó con la lucha contra las drogas. Por si quedaban dudas, llamó a la operación 'Causa Justa'. Manuel Noriega, bajo el conocimiento de EEUU, había formado la primera “narcocleptocracia” del mundo, pero permitía a Washington utilizar su país para llevar ayuda a sus aliados armados en El Salvador y Nicaragua, además de establecer puestos de escucha. De hecho, desde los 70, Noriega fue agente pagado de la CIA. “La invasión de EEUU de Panamá es el equivalente más cercano a una operación de cambio de régimen en Venezuela”, me dice Michael Paarlberg, profesor, investigador y exasesor de Bernie Sanders para América Latina. “Como Trump hoy, EEUU no lo declaró como una guerra, sino una operación contra el narcotráfico. Derribaron a Noriega por sus vínculos con el tráfico de drogas que, irónicamente, EEUU ya conocía y que incluso fomentó como activo de la CIA”, añade Paarlberg, que vivió en Panamá en los años posteriores al golpe porque su padre trabajaba en el servicio exterior de EEUU. Es demasiado evidente que lo de Trump en Venezuela no es un intento real de frenar el tráfico de drogas y que no hace falta llevar al buque de guerra más grande del mundo para hundir narcolanchas. Según los propios datos de la agencia antidrogas de EEUU (DEA), el “corredor caribeño” que está atacando el presidente en Venezuela representa solo el 8% de toda la cocaína que llega al país norteamericano. Sin embargo, el 80% llega por aguas del Pacífico desde Ecuador y Colombia, según datos de 2022 del Ejército de EEUU. Pero ahí no están atacando. Pese a las similitudes, “hay grandes diferencias” entre la operación en Panamá y en Venezuela, comenta Paarlberg. “En ese momento, EEUU tenía muchas bases militares en Panamá. De hecho era la sede del Comando Sur y ya había 13.000 soldados allí desplegados —a los que luego añadieron unos 15.000 más—”. Incluso con tantas tropas, “hubo muchas batallas feas”. Paarlberg recuerda un episodio en el que varios Navy Seals fueron capturados y asesinados en la pista de despegue del aeropuerto de la capital. Trump ha dicho una cosa y la contraria, pero el próximo paso en la escalada serían ataques estadounidenses en tierra. Pase lo que pase, Paarlberg cree que el presidente “no quiere recrear ninguno de los problemas de la invasión de Panamá”. “Además, no tiene los recursos. Actualmente hay alrededor de 10.000 soldados, y realmente es una cifra mucho menor si hablamos de tropas de combate. Siendo generosos, la mitad. Eso deja 5.000 soldados, muchos menos de los movilizados para invadir Panamá, un país 20 veces más pequeño que Venezuela”. Maestros de la guerra psicológica Manuel Noriega, escoltado por agentes de la DEA de EEUU tras su detención en 1989 Elliot Abrams, vieja y oscura figura en la política estadounidense y las injerencias en terceros países, ya lideró la estrategia (fracasada) de Trump en su primer mandato para forzar un cambio de régimen en Venezuela: autoproclamación de Juan Guaidó, operación de ayuda humanitaria, conato de alzamiento militar... “¿Cree que Trump está más cerca de lograrlo en esta nueva presidencia?”, le preguntaban el otro día en una entrevista con la BBC. “Eso espero. Y hay un par de razones para ser un poco más optimista [...] El presidente Trump está presionando más. Entonces tuvimos sanciones, pero no tuvimos la campaña de presión, con un gran poderío militar incluido, que estamos viendo hoy”. En una cosa coincide Abrams con lo que me decía Paarlberg: “Esa flota en el Caribe no es lo suficientemente grande como para invadir Venezuela, y no creo que Trump tenga ninguna intención de hacer eso, pero es mucho más grande de lo que se necesita para dispararle a pequeñas lanchas rápidas. El siguiente paso será probablemente algún ataque dentro de Venezuela”, decía el ex enviado especial de Trump para Venezuela.  “Todo esto es una especie de operación psicológica cuyo propósito es decirles a las personas alrededor de Maduro, a los militares y a los civiles en el régimen: ‘Él tiene que irse, pero ustedes no tienen que irse; hagan algo, sálvense”, decía Abrams a la BBC. La invasión de Panamá tuvo un final inesperado. Noriega estaba refugiado en la Nunciatura Apostólica, la embajada de facto de la Santa Sede en el país, y no quería salir. Los soldados vigilaban el perímetro 24 horas y recurrieron a la guerra psicológica reproduciendo en bucle y a todo volumen canciones de rock. Judas Priest, Kiss, Black Sabbath, Guns and Roses… En realidad, todo esto te lo cuento como excusa para dejarte por aquí la ‘Playlist Noriega’ llena de temazos. Tras 10 días escondido en la embajada, Noriega acabó entregándose a los gringos, pero parece que la música no tuvo mucho que ver. Tienes que ver... Hablando de guerra psicológica, hoy te traigo algo un poco diferente. Es un breve vídeo con el que se presenta el 4th Psychological Operations Group, una de las unidades de guerra psicológica del Ejército de EEUU. El vídeo se llama Ghosts in the machine (fantasmas en la máquina) y el nombre no es casual. Hace referencia a una expresión acuñada por el filósofo Gilber Ryle y su crítica al dualismo cartesiano de cuerpo y mente. Ryle argumentaba que la visión de Descartes era como decir que somos máquinas operadas por fantasmas independientes que viven en nuestro interior.  Así se ven ellos, los estadounidenses. Como los fantasmas que dirigen nuestras vidas.  ¡Hasta la semana que viene!
eldiario
hace alrededor de 8 horas
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