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Cómo el genocidio en Gaza ha impulsado el boicot global a Israel: "Nunca habíamos visto tanto apoyo"

Cómo el genocidio en Gaza ha impulsado el boicot global a Israel: "Nunca habíamos visto tanto apoyo"
Tras ser tratado durante décadas como un movimiento marginal, el movimiento internacional por el boicot ha sido promovido por figuras clave en el mundo cultural, deportivo y políticoCómo fue el boicot a Sudáfrica por el apartheid y cómo inspira el bloqueo a Israel Durante más de una década, los restaurantes Shouk de Washington y sus alrededores ofrecían un menú vegetariano y kosher de inspiración israelí. La semana pasada, la cadena se vio obligada a cerrar el único local que quedaba abierto de los cinco que tenía, despidiendo a sus últimos 30 empleados. La guerra en Gaza había hecho imposible seguir con el negocio, comunicó la empresa, con los activistas alegando que Shouk importaba productos israelíes y se apropiaba de la comida palestina. “Era incesante: boicots, hostigamientos... de todo”, recuerda Dennis Friedman, el judío estadounidense de 46 años que fundó Shouk junto con el israelí Ran Nussbacher. “No era posible seguir trabajando; me siento terrible porque Shouk no era un lugar político; Shouk era un lugar para que la gente se encontrara; es una pena ser etiquetado erróneamente, convertirse en el blanco de las críticas y verse envuelto en cosas que no son verdaderas”. El de Shouk no es el único caso. Los dos años de catástrofe humanitaria en Gaza han hecho pedazos el consenso que hasta ahora protegía a Israel de presiones internacionales relevantes. Son cada vez más las voces que piden boicotear a empresas israelíes y relacionadas con Israel; vetar la participación del país en eventos deportivos y culturales; y romper los lazos con sus instituciones académicas. Desde los estadios hasta las calles, desde las salas de conciertos hasta el mundo de la política, el movimiento de boicot está saliendo de los márgenes para volverse mayoritario. Aunque la mayoría de las opiniones recogidas en este artículo fueron expresadas antes del alto el fuego alcanzado entre Israel y Hamás, los activistas dicen que el compromiso para mantener la presión se mantiene. El movimiento por el boicot, la desinversión y las sanciones contra Israel pide a la sociedad civil que intensifique las medidas de fuerza y sostiene que el plan del alto el fuego ha sido “diseñado principalmente por el gobierno fascista de Israel para salvarlo de un aislamiento global inédito”. Es el mayor cambio de actitud que he visto en mi vida, no solo dentro de la comunidad judía estadounidense, sino en el público en general. No creo que sea de alguna manera antisemita o anti-Israel, es un rechazo a este Gobierno y a las políticas del Gobierno israelí no solo de los últimos dos años, sino de las últimas décadas Jeremy Ben-Ami — presidente del grupo progresista proisraelí J Street El rechazo al comportamiento de Israel en tiempos de guerra ha aumentado a medida que aparecían las imágenes de niños hambrientos y ascendía el número de muertos hasta superar las 67.000 víctimas, según el Ministerio de Salud de Gaza. Un equipo independiente de expertos encargado por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas concluyó en septiembre que Israel estaba cometiendo genocidio. Las críticas a la política israelí no son nuevas, pero la guerra en Gaza ha actuado como un catalizador para romper tabúes, envalentonar a la disidencia y llevar a la opinión pública y a la política a territorio desconocido. Muchos analistas ven cerca un punto de inflexión comparable a la campaña mundial contra el apartheid sudafricano. “Es el mayor cambio de actitud que he visto en mi vida, no solo dentro de la comunidad judía estadounidense, sino en el público en general”, dice Jeremy Ben-Ami, presidente del grupo progresista proisraelí J Street. “No creo que sea de alguna manera antisemita o anti-Israel, es un rechazo a este Gobierno y a las políticas del Gobierno israelí no solo de los últimos dos años, sino de las últimas décadas”. Han pasado ya 20 años desde que las organizaciones de la sociedad civil palestina hicieran el llamamiento al boicot, la desinversión y las sanciones contra Israel (BDS) como forma de presión no violenta, exigiendo el fin de la ocupación y el derecho de los refugiados palestinos a regresar a sus hogares. Inspirado en el movimiento contra el apartheid sudafricano, el BDS fue vilipendiado por los conservadores y rechazado por los presidentes Barack Obama y Joe Biden, integrantes del Partido Demócrata. En EEUU, decenas de estados (gobernados por republicanos y por demócratas) llevan años legislando para penalizar los boicots contra Israel. El grupo de activistas de Marea Palestina porta carteles de 'Stop genocidio' en el Museo Reina Sofía Aunque formalmente muchas de las acciones contra Israel no se estén llevando a cabo bajo la bandera del BDS, el movimiento ha recibido un impulso renovado debido al cambio generacional, al rechazo que generan los acontecimientos en Gaza y al distanciamiento con el Gobierno de extrema derecha de Benjamin Netanyahu. En mayo se dio a conocer una carta pública dirigida al Gobierno de Israel y firmada por 380 organizaciones y escritores, entre los que figuraban Ian McEwan y Zadie Smith: pidiendo un alto el fuego inmediato y sosteniendo que la guerra en Gaza era genocida. La comunidad literaria había enviado otra carta antes anunciando un boicot contra la mayoría de las instituciones culturales israelíes. El pasado mes de septiembre, más de 4.500 trabajadores de la industria del cine, muchos de ellos en Hollywood, firmaron un compromiso conjunto para boicotear instituciones y festivales cinematográficos israelíes “cómplices”. Los países que participan en el Festival de Eurovisión votarán en noviembre si Israel puede o no participar en la edición de 2026. El festival es muy popular en Israel, que obtuvo su última victoria en 2018 con la canción Toy, interpretada por Netta Barzilai. Un triunfo que provocó celebraciones desenfrenadas en las calles de Tel Aviv. Mientras sigan pisando nuestros campos de fútbol, mientras sigan apareciendo en Eurovisión, estaremos diciendo que estamos de acuerdo con la ocupación, que estamos de acuerdo con el apartheid, y que estamos de acuerdo con el genocidio Ashish Prashar — Activista “Es un fenómeno cultural en Israel, les encanta”, dice sobre Eurovisión la analista y encuestadora israelí Dahlia Scheindlin, actualmente profesora visitante en la Universidad de Pensilvania. En su opinión, un boicot a la participación de Israel podría armar un gran revuelo. “Que Israel participe, lo haga bien, y en ocasiones gane, se considera un motivo de orgullo nacional. No tengo ningún precedente para saber cómo reaccionaría Israel si fuera expulsado”. En otros ámbitos del mundo de la música, cientos de artistas se han sumado al llamamiento para que las plataformas de Internet no puedan reproducir en Israel sus canciones, desde Björk hasta Massive Attack. Luego está el fútbol. La FIFA y la UEFA han recibido presiones para prohibir la participación de Israel en las competiciones internacionales que ellas organizan. Eric Cantona, exjugador del Manchester United, ha encabezado los llamamientos para suspender a Israel y que los clubes se nieguen a jugar contra equipos israelíes. “Israel está cometiendo genocidio”, decía en septiembre una de las vallas publicitarias de Times Square, en Nueva York. El anuncio formaba parte de la campaña ‘Game Over Israel’, que pide boicotear a la selección nacional de fútbol israelí, a los clubes de fútbol israelíes y a los jugadores israelíes. “En esta extraña época de genocidio prolongado, normalizar es ser cómplices”, dice Ashish Prashar, uno de los organizadores. “Mientras sigan pisando nuestros campos de fútbol, mientras sigan apareciendo en Eurovisión, estaremos diciendo que estamos de acuerdo con la ocupación, que estamos de acuerdo con el apartheid, y que estamos de acuerdo con el genocidio”. Para los críticos, el boicot es una medida contraproducente que va contra personas inocentes. Los cineastas y académicos israelíes, en concreto, dicen que boicotearlos silencia a las voces más críticas del país. Pero los defensores del boicot dicen que el objetivo es el aislamiento. “Cuanto más aislado esté Israel, más se dará cuenta de que el mundo está contra sus acciones, más se dará cuenta su población de las repercusiones de sus acciones”, dice Prashar, que fue asesor de Tony Blair cuando el político británico trabajó como enviado de paz en Oriente Medio. “La gente me dirá ‘eso es un castigo colectivo’, ¿pero qué creen que es [lo que ocurre en] Gaza? El castigo colectivo es lo que está sucediendo en Gaza; aislándolos los hacemos responsables de cometer estas atrocidades”. En 2009 escribí que nuestro ‘momento Sudáfrica’ estaba acercándose. Creo que ahora está mucho más cerca que nunca porque el movimiento BDS está empezando a influir en la política. Netanyahu ya está viendo las señales y nosotros también Omar Barghouti — Fundador del movimiento BDS El precedente de Sudáfrica La campaña contra el dominio de la minoría blanca en Sudáfrica es un punto de referencia histórico y un manual de estrategias posibles. Sudáfrica fue expulsada de los Juegos Olímpicos a partir de 1964. En 1976 la expulsó la FIFA, y lo mismo hicieron las federaciones de críquet, rugby y tenis, provocando una exclusión casi total de las grandes competiciones. El lema ‘No hay deporte normal en una sociedad anormal’ se convirtió entonces en un grito de guerra. Se pedía a los escritores, músicos y artistas que no actuaran ni publicaran en Sudáfrica. Se pedía a los consumidores que evitaran los productos sudafricanos, como las frutas, los cigarrillos y el alcohol, así como a las empresas cómplices, entre las que figuraban Barclays y Shell. Jeremy Varon, profesor de historia que durante los años ochenta participó de manera activa en el movimiento de desinversión contra el apartheid, recuerda que las organizaciones de liberación dentro de Sudáfrica “pedían explícitamente un boicot cultural” que los aliados internacionales se esforzaron por poner en vigor. La lógica era “aislar a Sudáfrica y a los sudafricanos en el mundo”, un punto de presión que fue clave y desempeñó un “papel importante en la condena del apartheid”. Manifestantes contra el apartheid en 1969 se dirigen a un partido de rugby en Reino Unido Empresas como McDonald's, Starbucks y Coca-Cola se han enfrentado a boicots por sus vínculos con Israel desde que estalló la guerra en Gaza. Algunas empresas de propiedad israelí en Estados Unidos también han sido atacadas. Durante un discurso pronunciado en septiembre, Netanyahu reconocía el creciente aislamiento económico de Israel y hablaba de convertir al país en una “super-Esparta” de Oriente Medio. “En 2009 escribí que nuestro ‘momento Sudáfrica’ estaba acercándose”, dice el fundador del movimiento BDS, Omar Barghouti, galardonado con el premio Gandhi de la paz. “Creo que ahora está mucho más cerca que nunca porque el movimiento BDS está empezando a influir en la política. Netanyahu ya está viendo las señales y nosotros también”. Según Barghouti, miles de artistas ya apoyaban el boicot cultural a Israel antes de que estallara la guerra, pero la Campaña Palestina para un Boicot Académico y Cultural contra Israel (PACBI, por sus siglas en inglés) ha dado ahora un “salto cualitativo dramático”, dice. “Ya no son solo los artistas progresistas los que se suman al boicot cultural; siempre hemos tenido a las Lauryn Hill y a las Lorde, entre las artistas progresistas que adoptan posturas muy valientes, pero que ya están consolidadas y no se encuentran en situaciones de riesgo que puedan hacerles perder su carrera”, dijo. “Desde el genocidio, hemos llegado a la torre de marfil de Hollywood, a la industria musical, a la industria de la moda, a los chefs y maquilladores famosos, a importantes influencers, a escritores... Nunca antes habíamos tenido tanto empuje”. La gente me dirá ‘eso es un castigo colectivo’, ¿pero qué creen que es [lo que ocurre en] Gaza? El castigo colectivo es lo que está sucediendo en Gaza; aislándolos los hacemos responsables de cometer estas atrocidades Ashish Prashar — Activista Pero la comparación con Sudáfrica no vale para todo. En primer lugar, el movimiento contra el apartheid contaba con un claro liderazgo político unificado en Nelson Mandela y en el Congreso Nacional Africano (ANC), una estructura que el movimiento palestino no tiene. En segundo lugar, Israel está mucho más integrado que Sudáfrica en la economía mundial y en el sector tecnológico, lo que vuelve más complejo el aislamiento. Aunque los boicots culturales tengan una gran carga simbólica, y aunque varios países hayan restringido la venta de armas a Israel y sus relaciones comerciales, no está claro en qué medida se ha visto afectada la economía israelí. Según un informe reciente del periódico israelí Haaretz, el gasto europeo en armas israelíes había alcanzado un máximo histórico. En tercer lugar, Israel cuenta con poderosas reservas de apoyo internacional que funcionan como un freno a los intentos de aislamiento: desde el Gobierno de EEUU hasta los cristianos sionistas y los judíos estadounidenses. En cuarto lugar, Netanyahu tiene la simpatía de líderes autoritarios de todo el mundo, entre los que figuran Donald Trump. Estas diferencias son visibles en los movimientos estudiantiles en torno a las dos iniciativas. Cuando el movimiento contra el apartheid se afianzó en los campus universitarios estadounidenses, los estudiantes fueron capaces de ejercer presión sobre la administración de sus universidades para que vendieran las participaciones en empresas con negocios en Sudáfrica. El movimiento estudiantil de la generación actual también exigió que sus universidades vendieran acciones relacionadas con Israel, pero el clima político y la agresiva represión a la que se enfrentan por parte de Washington es muy diferente. En opinión de Peter Beinart, profesor en la escuela de periodismo Newmark (CUNY) y autor del libro Being Jewish After the Destruction of Gaza [Ser judío tras la destrucción de Gaza], “la capacidad de Israel para mantener su sistema autoritario de control sobre los palestinos no va a contracorriente de las tendencias políticas en otros países”. “En cierto modo, está a la vanguardia del auge autoritario y etnonacionalista en todo el mundo”, dice. “A finales de la década de los ochenta, Sudáfrica no era un modelo para nadie; pero el Israel de hoy sí lo es para Modi [la India], Orbán [Hungría], la AfD [Alemania] o, en cierta medida, el Partido Republicano de Estados Unidos”, añadió. “Por todas estas razones es una lucha mucho más difícil, a pesar de este cambio que estamos viendo en la opinión pública”. “No hay duda de que ha habido un cambio cultural, se puede observar de forma espectacular en la opinión pública, se puede observar en la cultura popular”, señala Beinart. “Lo que no está claro es de qué manera ese cambio en la opinión pública y en la cultura popular se podrá traducir en elecciones y en políticas públicas, esa es la pregunta clave”.
eldiario
hace alrededor de 7 horas
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