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EEUU encarcela a un turista irlandés durante más de tres meses por sobrepasar su estancia tres días

EEUU encarcela a un turista irlandés durante más de tres meses por sobrepasar su estancia tres días
El detenido retrasó su salida del país por un problema médico y acabó en una prisión donde, según su denuncia, estaba rodeado de cucarachas y fue desatendido Cómo la agencia migratoria de EEUU se ha convertido en la tropa de asalto de Trump y la extrema derecha Thomas, un trabajador irlandés del sector de la tecnología de 35 años y padre de tres hijos, viajó el pasado otoño a Virginia Occidental, en EEUU, para ver a su novia. Ya había estado muchas veces antes en el país, gracias al programa de exención de visados que permite a los turistas europeos quedarse en el país durante 90 días. El plan de Thomas era volver a Irlanda en diciembre, pero un problema de salud le impidió viajar durante unas semanas, según consta en su historia clínica. Había sobrepasado el límite de estancia para su visita en sólo tres días cuando un encuentro con la policía hizo que acabara en manos de la agencia de control de la migración del país, cuyas siglas en inglés son ICE. A partir de ahí, lo que debía ser un incidente menor se convirtió en una pesadilla: ICE lo tuvo detenido en tres instalaciones distintas durante unos 100 días, sin saber por qué ni cuándo saldría. “Nadie está a salvo” “Nadie está a salvo del sistema si se ve arrastrado por él”, dice ahora Thomas desde Irlanda, unos meses después de que finalmente lo liberasen. Pide que se le cite por un pseudónimo por miedo a mayores represalias de las autoridades migratorias estadounidenses. Cuando lo detuvieron, Thomas accedió a que lo deportasen inmediatamente. Pese a ello, siguió entre rejas tras la toma de posesión de Donald Trump, que ha incrementado drásticamente las detenciones de migrantes. Como los centros de detención por los que fue pasando se iban llenando de detenidos, Thomas acabó pasando parte de su periplo en una cárcel propiamente dicha, con delincuentes penales, a pesar de que su falta era administrativa. Thomas regresó a Irlanda en marzo y dice que las autoridades le han dicho que tiene prohibido volver a entrar en Estados Unidos durante 10 años. Su calvario llega mientras aumentan los casos de turistas y visitantes con visados legales que acaban detenidos por ICE, entre los que hay ciudadanos de Australia, Alemania, Canadá o el Reino Unido. En un caso, una mujer, también irlandesa y con permiso de residencia permanente, pasó 17 días detenida por un antecedente penal de hacía casi dos décadas. Estos arrestos parece formar parte de una campaña general del Gobierno de Trump, que ha instado a deportar a estudiantes con supuestos vínculos con las protestas a favor de Palestina; enviado a personas a la prisión de Guantánamo o a la megacárcel de El Salvador sin aportar pruebas, deportado a Sudán del Sur, país africano en guerra, a personas sin vínculo con él, e incrementado muy notablemente las redadas por todo EEUU, a gran escala y con personal militarizado. “Pensé que me iba a casa” Thomas, que habló con The Guardian en exclusiva, detalló su vía crucis y las condiciones brutales que presenció en los centros de detención que, según los críticos con ICE, han sufren desde hace tiempo las personas sin papeles y que han empeorado con Trump. Thomas, que trabaja como ingeniero para una empresa de tecnología, no había tenido problemas previos con el programa de exención de visados que se aplica a los ciudadanos europeos. Habría vuelto antes a Irlanda, pero se desgarró un gemelo y la hinchazón le impedía caminar, según explica. El médico le dijo que no viajase durante ocho a 12 semanas por riesgo de coágulos, de modo que tuvo que dejar pasar la fecha máxima de salida, que estaba fijada para el 8 de diciembre. El médico le dio un justificante y Thomas contactó con la embajada de Irlanda y el departamento de Seguridad Nacional para pedir una prórroga, pero lo hizo a última hora y no recibió respuesta, cuenta. “Hice todo lo que pude con las herramientas que había disponibles online para notificar a las autoridades lo que pasaba”, asegura. Cuando se aproximaba la fecha de expiración del plazo, estaba ya casi curado y dispuesto a regresar pronto: “Pensé que lo entenderían porque los papeles estaban en regla. Solo fueron un par de días, por motivos médicos”. Llamada a la policía Quizás no habría pasado nada si no fuese por un fatídico encuentro con la policía. Thomas y su novia, Malone, estaban con la familia de esta en Savannah, en el estado de Georgia, cuando Thomas sufrió un episodio de salud mental, según ambos lo definen. La pareja tuvo un conflicto en su habitación de hotel que alguien oyó y por el que llamó a la policía, según cuentan. Malone pide usar su segundo nombre para proteger la identidad de su novio. Dice que tenía esperanzas de que la policía lo llevase a que lo trataran y que no quería presentar cargos contra él. Pero los agentes lo llevaron al calabozo, acusado de retener a la mujer en contra de su voluntad, algo que ella niega. En manos de ICE Al poco lo dejaron en libertad bajo fianza, pero en vez de quedar efectivamente libre, quedó en manos de las autoridades migratorias, que se lo llevaron al centro de procesamiento de ICE en Folkston, Georgia, a 160 kilómetros. La gestión de estas instalaciones, con espacio para 1.000 personas, está subcontratada a la empresa Geo Group. Thomas recibió una orden de expulsión en un documento de dos páginas que decía solamente que se había pasado tres días de la fecha de salida. Firmó el papel el 17 de diciembre. Pese a ello, siguió en Folkston, sin recibir respuesta alguna acerca de por qué no lo deportaban ni cuando tiempo iba a permanecer detenido. Su abogado, David Cheng, dice que pidió que lo dejasen marchar con el compromiso de volver a Irlanda, como estaba previsto, pero que en ICE se negaron. En la prisión de Folkston, a un cierto punto hubo una pelea, así que los funcionarios pusieron a los internos en aislamiento durante cinco días, sin posibilidad de contactar con sus familias, según Cheng. Thomas dice que él y otros presos podían salir al aire libre solo una hora a la semana. A mediados de febrero, tras dos meses encarcelado, lo mandaron a una celda de detención con otras 50 personas en preparación a su traslado. Thomas pensó que por fin volvería a casa. Llamó a su familia para darles la noticia. Pero lo que pasó fue les pusieron grilletes y los llevaron a una cárcel federal en Atlanta, dirigida por el Departamento de Prisiones, a cuatro horas de Folkston. Este Ministerio alberga a presos sobre los que recaen cargos por delitos federales, pero el Gobierno de Trump, en el marco de sus medidas para que ICE detenga a más migrantes, mete cada vez a más de ellos en estas cárceles, lo que según los críticos ha provocado caos, situaciones de hacinamiento y violaciones de los derechos de los detenidos. Cucarachas y calzoncillos manchados Thomas explica que las condiciones que se encontró y el trato en la cárcel federal fueron peores que cuando estaba en centros de las autoridades migratorias. “No estaban en absoluto preparados para nosotros”, dice. Junto con otros detenidos, lo mandaron a un área con colchones sucios, cucarachas y ratones, con literas en algún caso sin escalera, de forma que para subir a la cama de arriba había que trepar, según relata. Como la cárcel no parecía tener ropa para todos, a Thomas le dieron un chándal, pero no camisetas. También le dieron unos calzoncillos raídos y con manchas marrones. Alguno de los chándales que vio tenían manchas que parecían de sangre y agujeros, añade. A cada preso le daban un rollo de papel higiénico por semana. Thomas compartió celda con otro de los internos, y solo podían tirar de la cisterna del retrete tres veces por hora. Aunque se helaba de frío, solo le dieron una manta fina. La comida era un “engrudo asqueroso”, entre el que había una carne misteriosa que en ocasiones venía con trozos de hueso mezclados con partes incomestibles. Dice que pasó hambre. “El personal no sabía por qué estábamos allí y nos trataban como al resto de los presos, y así nos lo dijeron”, dice. “Nos dieron un trato infrahumano”. Sin atención médica Aunque tanto él como otros presos pidieron ir al médico, nunca les dieron vez, asegura. “Oía a gente pedir ir al médico entre sollozos, diciendo que no podían respirar”. Los trabajadores simplemente decían: “Pues yo no soy médico”, y se marchaban. Al cabo del tiempo sí le dieron la medicación psiquiátrica que necesitaba, pero lo hacían tirándosela por debajo de la puerta, por lo que a veces tenía que buscarla por el suelo. Los detenidos tenían un tiempo de recreo que pasaban en un recinto cerrado, pero sin apenas acceso al aire libre y que parecía una jaula interior. “No se veía el exterior. Pasé semanas sin ver el cielo”, dice. Thomas sufre de ciática por una lesión de cadera, y con el tiempo empezó a sentir un dolor nervioso “insoportable” por la falta de movimiento. Caos entre cárceles Thomas cree que el traslado a la cárcel federal de los detenidos de ICE fue arbitrario y estuvo mal planificado. De los casi 50 que se vieron en esta situación, unos 30 volvieron a Folkston pasada una semana; transcurridos otros siete días, dos volvieron de nuevo a la instalación federal, afirma. Cargos de ICE aparecían por la cárcel una vez por semana para hablar con los detenidos, que se apelotonaban a su alrededor para pedir noticias y ayuda. Los trabajadores hablaban inglés y español, pero los detenidos de Oriente Próximo y el norte de África estaban sumidos en la confusión. “Fue un sindiós”, cuenta Thomas. Una vez, Thomas vio a una guarda venirse abajo “al ver la desesperación de la gente que intentaba hablar con ICE para entender lo que pasaba”, y que esta trataba de ayudar en lo que podía. Thomas y Malone intentaron pusieron a algunos de los detenidos que eran solicitantes de asilo en contacto con gente que los pudiese asistir. Como no les dejaban hacer llamadas internacionales, no pudo hablar con sus hijos. “No sé cómo sobreviví”, dice. A mediados de marzo, lo volvieron a trasladar. Las autoridades no explicaron qué había cambiado, pero dos agentes federales armados lo llevaron a un avión de vuelta a Irlanda. El Departamento de Seguridad Nacional no contestó a preguntas del Guardian sobre este suceso, y un portavoz del Geo Group rehusó comentar los hechos. Un portavoz del Departamento de Prisiones, Donald Murphy, confirmó que Thomas estuvo bajo su custodia, pero no dio explicaciones sobe el caso y las condiciones de la cárcel de Atlanta. Ahora mismo, ocho de las cárceles federales albergan detenidos por las autoridades migratorias y, según él, “seguirán apoyando a las agencias de seguridad asociadas para cumplir con los objetivos de la Administración”. Un caso “delirante” Los motivos por los que Thomas estuvo detenido tanto tiempo por una infracción migratoria tan leve no están claros. “Parece completamente delirante que tuviesen detenido tres meses a alguien por pasarse del plazo de la estancia por motivos médicos”, dice Sirine Shebaya, directora ejecutiva del National Immigration Project, organización que no tuvo papel en este caso y que lo ha conocido por un resumen facilitado por The Guardian. “Es un gran despilfarro de tiempo y dinero en un momento en el que constantemente nos dicen que el Gobierno quiere reducir gastos. Parece una detención punitiva y completamente incomprensible”, dice. “ICE ha creado su propia crisis de hacinamiento”. Jennifer Ibañez Whitlock, especialista en políticas públicas en el National Immigration Law Center, otra organización por los derechos legales de los migrantes que no tuvo contacto directo con el caso, dice que es frecuente que las personas sigan detenidas por las autoridades migratorias a pesar de haber aceptado una orden de expulsión, y que ha tenido clientes europeos escandalizados al comprobar las graves consecuencias de pasarse unos días del plazo fijado para salir del país. Pero el ICE podía haber liberado perfectamente a Thomas con el compromiso de que volviese a su país, en vez de tenerlo detenido indefinidamente, apunta. La experta señala que el Gobierno de Trump tiene a la gente detenida de forma automática, sin analizar las circunstancias de cada caso. “Solo piensan: '¿Tenemos camas?'”, dice. Los legisladores republicanos aprobaron en el Congreso estatal de Georgia una ley que obliga a la policía a alertar a las autoridades migratorias cuando detiene a una persona sin papeles, lo que pudo haber influido en que el caso de Thomas saltase en el registro de ICE, según explica Samantha Hamilton, abogada de Asian Americans Advancing Justice-Atlanta, una ONG que defiende los derechos de los inmigrantes y que visitó a Thomas en la cárcel de Atlanta. Hamilton señala que le preocupan especialmente los inmigrantes que la policía señala e interpela por su color de piel, pero que el calvario de Thomas le recordó que hay mucha gente vulnerable. “Las detenciones masivas son terroríficas y me hacen temer por todo el mundo”, dice. ¿Volver? Thomas, que viajaba con frecuencia por trabajo a EEUU, duda de si podrá volver algún día. “Este peso lo cargaré toda la vida”, dice. Su novia, Malone, dice que prevé mudarse a Irlanda con él. “Él no tiene la opción de venir aquí y yo no quiero seguir en Estados Unidos”, dice. Desde que volvió a Irlanda, Thomas duerme mal y dice que le cuesta procesar lo vivido. “Nunca lo olvidaré, y tardaré mucho en empezar a digerirlo. Sigue sin parecerme real. Cuando lo pienso, me parece una película”, cuenta. También dice que padece problemas crónicos de salud que atribuye a la desnutrición y a los medicamentos inadecuados que le dieron. Las informaciones de la gente encarcelada sin seguir los procedimientos legales le remueven. “No me habría extrañado acabar en Guantánamo o El Salvador de lo desorganizado que estaba todo”, dice. “Estaba a la merced del gobierno federal”.
eldiario
hace alrededor de 2 meses
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