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Por qué en Alemania se están cayendo los puentes a pedazos

Por qué en Alemania se están cayendo los puentes a pedazos
Varios puentes alemanes se han derrumbado o han tenido que ser derribados por su mal estado en lo que la extrema derecha califica como un "símbolo del fracaso progresivo del Estado" para sacar rédito político La reforma constitucional para aumentar el gasto en defensa supera su último obstáculo en la Cámara Alta alemana A la espera del autobús M49 que le llevará al zoo de Berlín, Wolfgang, un jubilado de 82 años, observa los escombros de hormigón y metal aplastados: los restos de un puente demolido recientemente tras descubrirse en él grandes grietas. Mientras escucha el fuerte golpeteo de un martillo hidráulico que aplasta el amasijo, este técnico jubilado explica que recuerda cómo se construyó el puente hace 60 años, ya que podía ver las obras desde la ventana de su piso. “Ahora tenemos que esperar que se pongan las pilas para construir uno nuevo, aunque dudo que siga vivo cuando se termine”, calcula. El Ringbahnbrücke (puente de circunvalación) de Berlín, de tres carriles, se cerró inesperadamente en marzo, provocando el caos y el desvío masivo de los 100.000 vehículos que lo utilizaban a diario. Un mes después, en el este de Berlín, el puente de Wuhlheide, de importancia estratégica, se sumó a la creciente lista de los denominados Brösel-Brücken (puentes derruidos) y está en proceso de demolición, uno más de los muchos que se han cerrado recientemente o, lo que es más preocupante, se han venido abajo en toda Alemania. Los expertos calculan que es necesario reparar o sustituir urgentemente 4.000 puentes en autopistas y otros 12.000 puentes en carreteras. Tal es la preocupación por el impacto de décadas de falta de inversión que, junto con los edificios escolares en ruinas y la maltrecha red ferroviaria, han pasado a ocupar un lugar prioritario en la agenda del nuevo Gobierno de Friedrich Merz, que promete invertir miles de millones de euros para renovar las deterioradas infraestructuras alemanas. El pasado septiembre en la ciudad de Dresde, en el este del país, el puente Carola, construido hace 53 años sobre el río Elba, cayó al río en plena noche, 10 minutos después de que un tranvía pasara por encima. Las autoridades municipales dijeron que era un milagro que nadie hubiera muerto. Unos 25.000 vehículos pesados atascan a diario las calles de la pintoresca ciudad de Lüdenscheid, en el oeste de Alemania, tras ser desviados hasta allí después de que el cercano viaducto de Rahmede, una arteria de transporte vital, cerrara en 2021 por problemas estructurales. El viaducto fue posteriormente demolido. Los vecinos se quejan de la intensa contaminación acústica y de las emisiones, mientras que las empresas afirman que su volumen de negocio se ha visto afectado y que los trabajadores cualificados se marchan en masa. Se está llevando a cabo una nueva construcción parcial, cuya finalización está prevista para el año que viene. Alemania, potencia económica de Europa durante décadas, también tiene fama de ser un país de ingenieros hábiles y eficientes. ¿Qué ha fallado? Oliver Holtemöller, responsable de macroeconomía del Instituto de Investigación Económica de Halle, afirma que los problemas no radican en la falta de financiación pública, sino en otros factores. Según el economista, algunos de estos factores son “el peso de la burocracia, los complejísimos procedimientos de planificación y la falta de personal cualificado para llevar a cabo el trabajo”. A ello se suman, según él, “los políticos que quieren ser reelegidos, que dan prioridad a proyectos con una rentabilidad a muy corto plazo”. De hecho, incluso antes de su toma de posesión como canciller el mes pasado, las infraestructuras en mal estado ocupaban un lugar destacado en la lista de la agenda nacional de Merz. En marzo impulsó en el Parlamento un fondo de 500.000 millones de euros para inyectar dinero en aligerar la infrastrukturstau (congestión de infraestructuras) durante los próximos 12 años. Su objetivo es financiar el fondo con deuda. Encajar su renovación como gasto en defensa Los puentes se han ganado un lugar aún más destacado en el debate al reconocerse que los costes de la renovación podrán incluirse en los compromisos de gasto militar de Alemania. Los puentes, después de todo, tienen que ser capaces de transportar tanques militares; deben ser kriegstauglich (aptos para la guerra). Muchos, en su estado actual, no lo son. Para los Verdes y otros partidos de la oposición, esta interpretación va demasiado lejos. Al tiempo que muestra su voluntad de aumentar gradualmente su gasto en defensa del 2% al 5% que reclama a los miembros de la OTAN el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el Gobierno también está ampliando la definición de lo que cuenta como gasto en defensa. El ministro de Asuntos Exteriores, Johann Wadephul, ha dicho que planea incluir no sólo el gasto militar puro, sino también las inversiones en infraestructuras que los militares necesiten utilizar, como carreteras, ferrocarriles y puentes. En cualquier caso, arreglar los puentes se considera una prueba clave para Merz: ¿podrá controlar los innumerables retos a los que se enfrenta la mayor economía de Europa, que lleva tres años de crecimiento negativo? ¿Y podría eso ayudarle a recuperar el apoyo perdido en favor del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (Alternative für Deutschland, AfD)? “Que rueden las excavadoras”, clamó el mes pasado el ministro de Economía de Alemania, el socialdemócrata Lars Klingbeil, en un intento de generar entusiasmo. Según un informe de la Cámara de Industria y Comercio alemana, que representa a millones de empresas, el estado de los puentes alemanes es “indicativo del estado desolador de todas las infraestructuras [del país]”. En declaraciones a la emisora RBB, Helmut Schmeitzner, catedrático de Ingeniería Estructural de la Facultad de Economía y Derecho de Berlín, lanzó la siguiente advertencia: “En general, nuestras infraestructuras están en un estado tan deplorable que cabe esperar que en el futuro se produzcan con mayor frecuencia incidentes como el cierre de puentes y carreteras”. Tan arraigada está la opinión de que las infraestructuras alemanas están en un estado ruinoso que el heute-show, un popular programa de televisión satírico nocturno, dedicó recientemente un episodio entero a “La Alemania que se desmorona”. En el programa se afirmó que, si la situación no mejora, el eslogan apropiado para describir el estado de la nación sería “Oxídate en paz”. Para muchos, sin embargo, la situación no es cómica. Advierten que si Merz no consigue hacer mejoras —y rápido—, las consecuencias políticas podrían ser tóxicas. AfD ya ha tratado de sacar provecho de la polémica y ha afirmado que los múltiples cierres y el colapso de Dresde “no son casos aislados, sino símbolos del fracaso progresivo del Estado”. Holtemöller instó al Gobierno a no precipitarse a arreglar Alemania, “porque eso alimentaría la inflación, pero no produciría valor real ni mejores puentes”. En su opinión, debería “analizar dónde se necesita la inversión, qué puentes están llegando al final de su vida útil”, “aunar acciones y palabras y no prometer más de lo que es posible cumplir”. El economista concluye: “Sobre todo deberían centrarse en la planificación estratégica a largo plazo”. Traducción de Emma Reverter

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