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Quiso convertir Hungría en un laboratorio ultra y ahora su poder se tambalea: ¿se acerca el fin de Orbán?

Quiso convertir Hungría en un laboratorio ultra y ahora su poder se tambalea: ¿se acerca el fin de Orbán?
Activistas de la oposición y periodistas explican por qué el proceso de “orbánización” de Estados Unidos podría fracasar y cómo un antiguo aliado puede acabar con los 15 años de reinado del primer ministro húngaro La abogada de la UE considera que Orbán se “aleja de la democracia constitucional” con sus leyes homófobas En una soleada tarde de abril en Budapest, un grupo de periodistas se apiñaba en torno a la entrada trasera del Dorothea, un lujoso hotel situado en el distrito peatonal de la ciudad, entre el museo de cera Madame Tussaud y una tienda de ropa de saldo. La mayoría de los reporteros llevaban horas montando guardia fuera del hotel, con el objetivo de confirmar las informaciones de que el hijo mayor del presidente de Estados Unidos estaba en el interior. La noticia de la visita de Donald Trump Jr se había filtrado dos días antes, pero gran parte de su agenda seguía envuelta en el más absoluto secreto. Solo había trascendido una reunión con el ministro de Asuntos Exteriores húngaro. También había circulado información sobre un discurso a puerta cerrada que el hijo mayor del presidente estadounidense y ejecutivo de la compañía Trump iba a pronunciar sobre el acercamiento entre los gobiernos y el sector privado en el hotel de cinco estrellas que, al parecer, es propiedad del yerno del primer ministro húngaro, Viktor Orbán. No han trascendido muchos detalles más de la visita. Sin embargo, evidencia el enorme papel que este pequeño país centroeuropeo, de 9,6 millones de habitantes, está desempeñando en la agenda política de Estados Unidos. Hace mucho ya que Trump y su círculo se deshacen en elogios con la Hungría de Orbán, y la describen, en palabras de un periodista húngaro, como una especie de “Disneylandia conservadora cristiana”. La veneración por la alianza de populismo y cristianismo ha persistido, incluso cuando el país cae en picado en las clasificaciones de libertad de prensa, se enfrenta a acusaciones de haber dejado de ser una democracia plena y se convierte en el país con el índice de corrupción más elevado de la Unión Europea. Para Kevin Roberts, director del grupo de expertos de la Fundación Heritage que elaboró el Proyecto 2025, un plan de extrema derecha para el segundo mandato de Trump, “la Hungría moderna no es solo un modelo de Estado conservador, sino el modelo”. “Trump antes de Trump” Orbán, el primer ministro que describió a Hungría como un laboratorio del antiliberalismo recibió las alabanzas del exasesor de Trump Steve Bannon, que lo definió como un “Trump antes de Trump”. El vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, afirmó en una ocasión que la purga de Orbán de los estudios de género en el mundo académico es “un modelo a seguir”. El presidente estadounidense calificó a su homólogo húngaro el año pasado de “gran líder, un líder fuerte”. Y añadió: “A algunos no les gusta porque es demasiado fuerte. Es bueno tener a un hombre fuerte dirigiendo tu país”. Desde la toma de posesión de Trump en enero, la adoración parece haberse convertido en emulación a un ritmo frenético. El republicano, como Orbán antes que él, ha aprovechado los poderes del Estado para perseguir a sus rivales, emplea una retórica muy agresiva para demonizar a sus oponentes políticos y ha purgado lo woke de las instituciones, en lo que los expertos han descrito como la “orbanización” de Estados Unidos. Viktor Orbán (i) y Donald Trump, en el despacho oval durante el primer mandato como presidente del estadounidense. Para las organizaciones de defensa de los derechos humanos y los derechos civiles, y para los periodistas y activistas húngaros que llevan mucho tiempo luchando contra la constante erosión de los derechos por parte del que posiblemente sea el líder populista con más éxito del mundo moderno, los paralelismos son espeluznantes. En los últimos 15 años han ido a la contra de un manual autoritario que ahora se ha hecho global, convirtiéndose en una fuente única sobre cómo los estadounidenses —y otros en todo el mundo— pueden luchar contra el retroceso de la democracia. “A veces puede parecer tentador decir: 'Vale, vamos a aceptar esto y aquello, y puede ser que no vayan a más”, asegura András Kádár, del Comité Helsinki de Hungría, una ONG con sede en Budapest. “Pero el caso de Hungría evidencia que siempre van un paso más allá, siempre tocamos fondo. Es muy importante luchar en cada paso de este proceso”. En su opinión, gran parte de lo que está haciendo Orbán sigue los pasos de sus homólogos Recep Tayyip Erdoğan, en Turquía, y Vladímir Putin, en Rusia. Sin embargo, puntualiza que hay una diferencia clave que explica por qué Hungría ha cautivado a Estados Unidos. “No tiene precedentes en el sentido de que era una democracia de pleno derecho... en el corazón de la Unión Europea, y el país ha elegido dar este viraje”. La factura de 15 años de Orbán En los 15 años que Orbán lleva en el poder, hay pocas cosas que su Gobierno no haya cambiado. Tras atacar a los jueces y reformar la normativa electoral para dificultar que su partido pierda el poder, se eliminaron los estudios de género de las universidades y las instituciones públicas quedaron bajo el control de los leales al primer ministro. Sus críticos le han acusado de utilizar las licitaciones públicas para llenar los bolsillos de su entorno más fiel y de utilizar las subvenciones estatales para recompensar a los medios de comunicación progubernamentales y ahogar a los críticos. Algunos de los medios debilitados fueron posteriormente adquiridos por empresarios leales a Orbán y transformados en altavoces del Gobierno. Se calcula que el partido político de Orbán, Fidesz, y sus acólitos controlan ahora el 80% de los medios de comunicación del país. A lo largo de todo el proceso de deterioro de las instituciones —un eco de una estrategia que más tarde se repetiría en Estados Unidos— ha habido una constante. “Todo este proceso se ha desarrollado detrás de una cortina de humo de propaganda del odio, con diferentes objetivos”, dice Kádár, que menciona los ataques contra Bruselas y la UE, así como a los migrantes. “Luego dicen necesitar mayores poderes, poderes incontrolados y sin supervisión para salvar al pueblo de esos enemigos de dentro y de fuera”. En cuanto a EEUU, muchos en Budapest destacan las diferencias. “Comparado con lo que está ocurriendo en Estados Unidos, en Hungría ha sido más bien lento”, señala Péter Krekó, director del think tank Political Capital Institute. “Aquí se asemeja más al modelo de la rana hirviendo en el agua mientras que en Estados Unidos es prácticamente un golpe de Estado”. Viktor Orban La transformación de Hungría, aunque gradual, ha sido sorprendente. A principios del siglo XXI, el país era líder regional en cuanto a la calidad de las instituciones democráticas y su independencia. Hoy está a la cola, después de que lo que Krekó describe como la “máquina de propaganda húngara” inoculara en la población el proyecto del gobierno. “Está por todo el país, en todas las vallas publicitarias, en los anuncios de radio, en la televisión. Es una campaña orwelliana, pero en muchos temas puede moldear la opinión pública de forma muy eficaz”, lamenta. Según Ádám András Kanicsár, periodista y activista LGBTQ+, lo que ha surgido es un país en el que se ha reformulado la noción de pertenencia. “El gobierno tiene una idea de quién es propiamente húngaro y quién no”, dice. “Y en los últimos 15 años, esta imagen se ha ido reduciendo cada vez más. Ahora eres húngaro si tienes dos hijos, eres blanco y cristiano, tienes trabajo y vives en un matrimonio feliz. Y esta es la única manera de ser un buen húngaro”. Orbán y sus partidarios prohibieron todos los actos públicos LGBTI este año. Al echar la vista atrás, Kanicsár llega a la conclusión de que estos grupos fueron durante mucho tiempo demasiado pasivos en la defensa de sus derechos y la denuncia de los retrocesos. Aunque la prohibición del Gobierno llevó a muchos miembros de la comunidad a alzar la voz, ahora están a la defensiva, explicando por qué hay que salvar los derechos que tanto les ha costado conseguir, en lugar de presionando para conseguir avances como el matrimonio entre personas del mismo sexo. “Ahora controlan el relato”, dice del Gobierno. “Nos cuesta plantear otros temas”. La enmienda más reciente del Gobierno también ha consagrado el reconocimiento de dos únicos sexos en la Constitución húngara, borrando las identidades de personas como Lilla Hübsch. “Básicamente, mi existencia en este momento es inconstitucional, lo cual es una locura”, dice la activista trans en un encuentro con Kanicsár en una bulliciosa cafetería de Pest, la zona de la ciudad que flanquea la orilla oriental del Danubio. Para Kanicsár estos retrocesos son un recordatorio de que muchos en Hungría —y en todo el mundo— interiorizaron durante mucho tiempo que el progreso es irreversible. “Es un gran error. Pensamos que la historia es una línea ascendente constante, que siempre seremos cada vez mejores, más liberales, más democráticos”, afirma. “Pero siempre podemos perderlo. Y si lo tienes y lo pierdes, es muy doloroso”. La prohibición del Día del Orgullo de Budapest, justo cuando se preparaba para celebrar su 30 aniversario, fue un doloroso ejemplo. “Si tienes estos derechos, no los des por sentados. Valóralos, reivindicarlos y defiéndelos, porque siempre habrá personas que necesitan escuchar tus mensajes”, concluye. Las elecciones de 2026 serán decisivas The Guardian visitó Budapest el mes pasado y se reunió con diferentes personas en oficinas, cafeterías y otros establecimientos. En la mayoría de las entrevistas, se respiraba esperanza. Con las elecciones generales previstas para la primavera de 2026, Orbán se enfrenta a un desafío sin precedentes por parte de un exmiembro de la élite de su partido, Fidesz, Péter Magyar. Varios sondeos recientes muestran que, si la tendencia actual no se revierte, Orbán podría perder el control del poder. “Por primera vez en 15 años, hay un aspirante con posibilidades”, dice Péter Erdélyi, fundador del Centro de Medios de Comunicación Sostenibles, con sede en Budapest. Sin embargo, la esperanza conlleva un riesgo: es un momento peligroso para cualquiera que se interponga en el camino de Orbán. El primer ministro ha afirmado este año que pensaba “eliminar por completo el ejército en la sombra” formado por “políticos, jueces, periodistas, pseudo-ONG y activistas políticos” financiados con fondos extranjeros, lo que sugiere que podría ir más allá de las tácticas utilizadas anteriormente, como campañas de desprestigio, auditorías implacables e intimidación física por parte de los partidarios de Fidesz. El partido de Orbán parece haber cumplido con la amenaza. Ha presentado un paquete de leyes que otorgaría a las autoridades amplios poderes para, en palabras de una organización de derechos humanos, “estrangular y matar de hambre” a las ONG y los medios de comunicación independientes que considera una amenaza para la soberanía nacional. Este proyecto de ley marca un “oscuro punto de inflexión” para Hungría, según Transparency International. “Está diseñado para aplastar la disidencia, silenciar a la sociedad civil y desmantelar los pilares de la democracia”, afirma la organización. El Comité Helsinki de Hungría ha lanzado una advertencia similar. “Si se aprueba este proyecto de ley, no solo marginará las voces independientes de Hungría, sino que las extinguirá”, dice su copresidenta, Márta Pardavi. La situación en Hungría se ha complicado aún más con el regreso de Trump a la Casa Blanca, según Erdélyi. “El Gobierno estadounidense, independientemente de quién ocupara la Casa Blanca, era una fuerza moderadora frente a los autoritarismos prácticamente en todas partes, pero sin duda en Europa Central”, afirma. “Y la nueva Casa Blanca, por supuesto, no solo no está interesada en serlo, sino que además está dando la espalda a la relación transatlántica y al multilateralismo en general”. El candidato opositor húngaro Peter Magyar, en un acto en marzo con motivo del aniversario de la revolución de 1848. Miklós Ligeti, de Transparency International Hungría, explica que el rápido ascenso de Magyar ha sacudido la política húngara. Atribuye al político y a su movimiento, Tisza, el mérito de haber catapultado la corrupción a la cima de las preocupaciones de los húngaros. Con una gestión muy hábil de las redes sociales y de mítines que han atraído a miles de personas, Magyar ha vinculado repetidamente los servicios públicos que funcionan peor, como la sanidad y la educación, con los crecientes niveles de corrupción del país. “Los ciudadanos empiezan a comprender que la grave falta de financiación de estos dos servicios está relacionada de alguna manera con el hecho de que el Gobierno esté gastando el dinero de los contribuyentes para enriquecer a ciertos empresarios que tienen buenas relaciones con Orbán”, dice. Márton Gulyás, un analista político de izquierdas que dirige Partizán, el canal de YouTube sobre política más visto del país, cree que Orbán y su partido consiguieron desviar las críticas durante mucho tiempo recordando que la economía del país era sólida, pero ahora ya no. Esto suscita interrogantes sobre cómo mantendrán el poder. “Ahora mismo se encuentran en una fase muy peligrosa, sobre todo debido a los enormes problemas económicos”, dice. “Están perdiendo mucho dinero por la deuda, la inflación sigue siendo alta, los precios de los alimentos siguen siendo elevados y los salarios se han estancado”. Gulyás entiende que este desafío político sin precedentes se ha visto agravado por un periodismo de nuevo cuño que ha aprendido a eludir la mano dura de Orbán, y del que son ejemplos desde el canal de YouTube de Gulyás, que emplea a 70 personas, hasta medios independientes como 444, Telex y 24.hu. El periodista András Pethő abandonó el medio para el que trabajaba hace una década, cuando se hizo evidente que estaban sometidos a una presión creciente para seguir la línea del Gobierno. Cofundó el medio de investigación Direkt36 con el convencimiento de que el modelo tenía que ser diferente. “Creamos este medio de manera que fuera más resistente a este tipo de presiones”, explicaba Pethő mientras conducía hacia Szombathely, una pequeña ciudad al oeste de Hungría donde Direkt36 proyectaba un documental sobre los lujosos negocios relacionados con la familia de Orbán desde que este llegó al poder. El evento fue un ejemplo de cómo los periodistas están forjando conexiones directas y desde la base con el público de toda Hungría. “Detrás no tenemos inversores ni una gran empresa, porque vimos que así es como se ejerce la presión sobre la redacción”, señala Pethő. Una democracia menguante En los últimos años se han producido numerosas advertencias sobre el deterioro de la democracia a manos del Gobierno húngaro. En 2018, se le acusó de intentar “detener la democracia” tras aprobar una ley que castiga a los abogados y activistas que ayudan a los solicitantes de asilo. Miembros del Parlamento Europeo respaldaron cuatro años después un informe en el que se exponían las razones por las que Hungría ya no podía considerarse una democracia plena. Más recientemente, tras una visita a Hungría, una delegación de eurodiputados pidió al país que volviera a la “democracia real”. Aunque Hungría puede servir de modelo para Estados Unidos, muchos en Budapest se preguntan si Trump podría completar el mismo viraje. “Creo que la intención es similar”, dice Erdélyi, del Centro para los Medios de Comunicación Sostenibles. Sin embargo, la economía de Hungría depende en gran medida de fuerzas externas; no es una superpotencia mundial. “En Hungría es fácil centralizar porque no hay mucho que centralizar”, señala. Zoltán Ádám, investigador superior del Centro de Ciencias Sociales, coincide con esta opinión. “[En Hungría] una vez que se consigue una mayoría de dos tercios en el Parlamento, básicamente haces lo que quieres en el país”, afirma. “Así que se puede instaurar una monarquía o nombrar al tío de Viktor Orbán campeón de cualquier competición deportiva. Lo digo de broma… pero solo en parte”, avisa. Esta mayoría permite a Orbán y a sus partidarios reescribir las leyes del país a su antojo para servir a sus propios fines políticos. “En gran medida, tienen control sobre todo el país”, dice Ádám. “No es como un régimen totalitario del siglo XX, no es un sistema bolchevique ni fascista, pero los principales actores institucionales del país están controlados por el Gobierno”, detalla. Ádám puntualiza que, en el caso de Estados Unidos, su estructura federal proporciona un sistema integrado de controles y contrapesos que debería proteger al país contra este tipo de amenazas. “Trump no controla al gobernador de Massachusetts ni a la Cámara de Representantes de California”, apunta. Otros cuestionan el modo en que Hungría ha pasado a ser un modelo a seguir por Estados Unidos. “Es curioso, porque se trata de una narrativa construida por el círculo de Viktor Orbán”, afirma un expolítico del Fidesz que dejó el partido hace décadas tras desilusionarse con el liderazgo del primer ministro. Según este antiguo militante, que pidió no ser identificado, “este relato se vendió a los estadounidenses”. Se refiere a las informaciones que revelaron que el Gobierno húngaro gastó millones de euros en pagar a mediadores para presentar a Estados Unidos una imagen concreta de Orbán y Hungría. “Lo vendieron de una manera muy inteligente porque utilizaron términos estadounidenses que no tienen mucho sentido en Hungría”, señala. “Por ejemplo, expresiones como guerra de género, o woke”. Pero puntualiza que en Hungría lo woke no forma parte de la agenda política: “Hungría está mucho más atrasada en términos de progresismo que Estados Unidos... ni siquiera es un país multicultural; es muy homogéneo en todos los sentidos”. Durante 15 años, el expolítico ha sido testigo de cómo Orbán reforzaba su control sobre el poder. En su opinión, cuanto más tiempo pase, mayor será la motivación del primer ministro húngaro por aferrarse al poder a cualquier precio: “Solo pueden aprovecharse del sistema si están en el poder, porque crean sus propias reglas. Saben que todas las reglas cambiarán si pierden”. El expolítico hizo estas declaraciones a The Guardian pocos días antes de que se supiera que las autoridades húngaras habían solicitado al Parlamento Europeo, por tercera vez, que levantara la inmunidad de Magyar como eurodiputado. Magyar lo describió como un intento de Orbán y su partido de presentar falsas acusaciones contra él e impedirle presentarse a las elecciones del año que viene. The Guardian ha solicitado al Gobierno húngaro que diera su versión para este artículo, pero un portavoz alegó falta de tiempo y se negó a agendar un encuentro. El medio británico también propuso la posibilidad de hablar con algún experto de un instituto vinculado al Gobierno, pero la respuesta fue que tampoco daba tiempo a preparar una reunión en persona o por teléfono. La posibilidad de morir de éxito El grado en que las opiniones de Orbán y su partido coinciden con las de sus homólogos estadounidenses sigue siendo objeto de debate. Según el periodista de investigación Szabolcs Pany, Orbán ha cultivado durante mucho tiempo una imagen de sí mismo como defensor de los valores conservadores, utilizándola como tapadera para facilitar su acceso a la Administración estadounidense. El periodista considera que Orbán “utiliza esta imagen como cortina de humo” y cree que “simplemente se inventó estas políticas a favor de la familia y en contra de la migración; es algo que puede anunciar como denominador común entre todos los grupos conservadores del mundo”. Pany opone, sin embargo, que “lo que hace que Orbán sea realmente poderoso e interesante... es todo lo que va en contra de los valores y las políticas republicanas de Estados Unidos”. Pone por ejemplo el control estatal total sobre determinadas industrias y la gran dependencia de Orbán de la industria y la tecnología chinas y de los combustibles fósiles rusos. Los expertos han advertido en las últimas semanas de que los vínculos de Orbán con Trump podrían empezar a volverse en contra del primer ministro húngaro si los aranceles de su homólogo estadounidense perjudican la economía del país. Panyi señala que sería paradójico que el control de Orbán sobre el poder se viera debilitado por Trump: “Podría ser la tragedia de Orbán. Que cuando todas las estrellas se alineen en materia de política exterior, cuando alcance ese nivel en el que pueda afirmar legítimamente que sus aliados están en lo más alto y que hay una ola de extrema derecha y él la ha encabezado, al menos ideológicamente, para entonces su apoyo interno se esté desmoronando”. Traducción de Emma Reverter.
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hace alrededor de 15 horas
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