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Reed Brody: "Los países occidentales tienen mucha capacidad para presionar a Israel, pero no la están usando"

Reed Brody: "Los países occidentales tienen mucha capacidad para presionar a Israel, pero no la están usando"
Impulsor de varios casos contra crímenes de guerra, publica un libro sobre la justicia ante la impunidad: "La comunidad internacional debe ejercer presión política y económica para forzar a Israel a detener sus crímenes" Israel desmantela el último hospital del norte de Gaza y obliga a huir a todo el personal sanitario El abogado estadounidense Reed Brody, especializado en crímenes de guerra y de lesa humanidad, tardó dieciséis años en lograr el procesamiento del dictador del Chad, Hissène Habré. Ahora cuenta su historia en el libro Atrapar a un dictador. La búsqueda de la justicia en un mundo de impunidad (Debate), un relato que llega en un momento clave para el derecho internacional en el mundo. Brody es bien conocido en los circuitos internacionales de derechos humanos. Durante veinte años fue consejero jurídico y portavoz de Human Rights Watch, lleva cuatro décadas trabajando en casos contra represores y tuvo un papel relevante en la acusación contra el dictador chileno Augusto Pinochet en Londres. Ha encabezado misiones de Naciones Unidas en El Salvador o la República Democrática del Congo, coordinó el equipo jurídico para llevar a juicio los crímenes del exdictador de Haití, Jean-Claude Duvalier, y actualmente trabaja con las víctimas del ex dictador de Gambia, Yahya Jammeh. Además, es miembro del Grupo de Expertos en Derechos Humanos de Naciones Unidas sobre Nicaragua y forma parte del European Center for Constitutional and Human Rights y de la organización Democracy for the Arab World Now (DAWN). Como integrante de esta última, participó hace tres meses en la solicitud ante la Corte Penal Internacional para que se investigue la complicidad con las masacres israelíes en Gaza del expresidente Joe Biden, su secretario de Estado, Antony Blinken, y su secretario de Defensa, Lloyd Austin. elDiario.es lo entrevista en Madrid. Como abogado especializado en crímenes internacionales, ¿cómo contempla lo que está ocurriendo en Gaza, el papel de varios países europeos cuestionando el cumplimiento de la orden de arresto contra Netanyahu emitida por la Corte de La Haya y las sanciones de EEUU a este tribunal? Siempre he hablado de la justicia internacional refiriéndome a los dobles raseros. Las herramientas del derecho internacional se han aplicado con dobles raseros. En los juicios de Tokio nunca se abordaron los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, y en los de Nuremberg nunca se juzgó el bombardeo de Dresde. Hasta ahora el derecho internacional nunca se había aplicado contra un aliado de EEUU o un aliado occidental. Y, dentro de ese doble rasero, para mí el máximo exponente ha sido siempre el de Palestina. Por eso nunca pensé que el fiscal jefe de la Corte Penal Internacional se atrevería a impulsar esas órdenes de arresto. Recuerdo haber coincidido en una reunión de los Estados miembros, en la que él habló de la violencia de los colonos israelíes. Yo pensé “sí, vale, se está hablando de la violencia de algunos colonos, pero vamos a hablar de cosas reales”. Por eso creí que no lo haría, pero finalmente emitió la orden de detención. Eso algo inédito, ¿se está reaccionando como se debería? Lo que es trágico es que esta primera acción en la que se aplica la ley con igualdad, sin doble rasero, podría suponer el fin de la Corte, debido a las sanciones que EEUU ha impuesto contra la Corte. Durante este último año y medio largo las Cortes de La Haya y organizaciones no gubernamentales, las instituciones, han actuado por primera vez ante semejante desafío. El problema es que los Estados que crearon estas instituciones están fallando, no están dispuestos [a cumplir]. Vemos que están listos para arrestar a Vladimir Putin pero no existe la misma disposición para la orden contra Netanyahu y, de hecho, hay al menos cinco países en Europa en los que Netanyahu sabe que puede visitar sin ser arrestado.  Los países europeos deben apoyar los dictámenes de las Cortes Internacionales y obligar a que se cumplan. No tenemos el mismo poder sobre Putin, pero sí tenemos esa capacidad sobre Benjamin Netanyahu. Israel depende mucho de Occidente. Los países occidentales tienen mucho poder e influencia para presionar a Israel, un poder que no están usando. La Corte Internacional de Justicia solicitó a los países en su dictamen de julio “impedir relaciones comerciales y de inversión” que contribuyan a la ocupación ilegal israelí ¿Cuáles son las consecuencias de la falta de aplicación de este tipo de dictámenes? Creo que está debilitando la estructura legal internacional que hemos creado. Básicamente, ésta fue creada por Occidente para servir, más o menos, a los intereses occidentales. Y ahora, en un momento en el que necesitamos más que nunca una aplicación adecuada, vemos que el respeto a la ley internacional está muy debilitado. Como judío, tengo que hablar del uso por Israel y por Trump del antisemitismo, usado para descalificar las críticas a los crímenes israelíes ¿Qué se puede hacer ante ello? Creo que la solución es organización y educación. Es lo que siempre he creído. Son luchas constantes. El cambio a largo plazo viene a través de la organización de la gente, de la educación y de las asociaciones de las comunidades. Y es un momento difícil, porque la gente ahora está muy atomizada. En EEUU es más difícil que en otros países. Allí, los lugares donde la gente se asocia y se congrega, ya sean grupos de iglesia, clubes de deportes o sindicatos, son mucho más débiles de lo que eran antes. Y creo que la gente ahora es más estúpida y no está bien informada. En este presente, España es mejor que Estados Unidos y que muchos otros países europeos. ¿Cree que las órdenes y dictámenes de las Cortes de La Haya podrían parar los crímenes israelíes? ¿Es suficiente el derecho internacional, o se necesita algo más? Desafortunadamente, las órdenes y dictámenes de las Cortes no están parando los crímenes israelíes. Lo que se necesita es que la comunidad internacional respalde esas órdenes y obligue a cumplirlas. Y que, en concreto, haga uso de la presión política y económica para forzar a Israel a dejar de cometer crímenes. Y, como sabemos que no podemos contar con EEUU, depende de los países europeos -y de otros con ideas afines- respaldar esos dictámenes de las Cortes. Cuando usted tenía doce años se encerró un día en su habitación con su hermano y se imaginaron un mundo justo al que llamaron haciendo un juego con su apellido: Brodania. ¿Cómo fue eso? Es posible que fuera una reacción a alguna injusticia parental. Recuerdo que declaramos la independencia y redactamos una Constitución que volví a ver hace una década, la encontré en el apartamento de la esposa de mi padre. En la Constitución escribimos que Brodania era un país democrático, rechazamos la tiranía de mi padre y declaramos la independencia. Uno de los preceptos constitucionales es que no tendríamos relaciones comerciales con países gobernados por reyes y dictadores. Al redescubrir ese documento me di cuenta de ese hilo en mi vida. Varios medios de comunicación me han llamado cazador de dictadores y esa es mi historia, la dedicación a la justicia social, como tú, como tanta otra gente. Si no hubiera viajado de joven a Nicaragua habría sido fiscal en defensa de los derechos de los consumidores, o de los trabajadores. ¿Qué quería ser cuando estudiaba en la universidad? Me veía como un abogado de derechos civiles o laboralista. Pero el viaje a Nicaragua me cambió. ¿Qué le llevó a Nicaragua? Con 23 años de edad viví un año en París, tomé clases en la Sorbona, trabajé en un despacho de abogados estadounidenses y encontré mi fe en la humanidad al conocer a gente comprometida. Uno de mis compañeros de piso era un chileno exiliado que me inspiró mucho. Volví a EEUU, terminé la carrera y me fui a Latinoamérica, donde tuve experiencias muy impactantes. Conocí a una argentina, con ella fui a Potosí, con el sindicato de los mineros, bajamos a las minas, tomé conciencia de la política internacional, los trabajadores me explicaron el precio de su esfuerzo, y por primera vez entendí que la riqueza de EEUU dependía en parte de la pobreza y de la explotación de otros. Era la época de las dictaduras, cuando crucé desde Bolivia a Argentina me quitaron en la frontera Las venas abiertas de América Latina [libro escrito por Eduardo Galeano], que estaba prohibido en aquel momento en Argentina. En una estación de tren dos tipos vestidos de civiles me llevaron al baño, me desnudaron, me revisaron todo lo que llevaba. Como no podemos contar con EEUU, corresponde a los países europeos apoyar las órdenes de las Cortes Internacionales y garantizar que se cumplen ¿Qué vivió en Nicaragua? La revolución sandinista. Me comprometí con los lugareños, estábamos muy entusiasmados con la revolución, pero al mismo tiempo actuaba la Contra. En el Jícaro, una pequeña localidad, había un cura estadounidense, un misionero muy comprometido, trabajaba en los campos y nos contaba historias horribles de la Contra nicaragüense [grupo armado con financiación estadounidense que intentó acabar con el Gobierno del Frente Sandinista que dirigió el país tras el derrocamiento de la dictadura de Somoza]. Conocí a una mujer, María Bustillo, cuyo marido y sus cinco hijos fueron asesinados por la Contra, él era un activista religioso, un delegado de la palabra. Encontraron sus cuerpos cortados, descuartizados. Sentí que tenía que contar en EEUU lo que estaba pasando allí. Mi vida cambió. ¿En qué sentido? Volví a mi país, estaba muy enojado. Fui a una manifestación con abogados nacionales, de la izquierda estadounidense, frente al edificio federal de Nueva York. Estaban algunos letrados famosos, como William Kunstler, Michael Ratner, Arthur Kinoy, Kennedy. A muchos nos arrestaron, fue la primera vez que me detenían por razones políticas. Yo quería hacer algo, pero no sabía qué. Hablando con algunos abogados que representaban a Nicaragua en el caso de La Haya, decidimos que lo más importante que podía hacer era documentar lo que estaba pasando. Así que dejé mi trabajo en Nueva York, y volví a Nicaragua. Fue la decisión más fácil de mi vida. Mi padre, judío húngaro que tuvo que huir de la Hungría derrotada, había encontrado finalmente seguridad en EEUU y no lo entendió. “¿Qué vas a hacer allí?”, me preguntaba. Elaboré un informe en el que acusaba a la Contra de crímenes de guerras masivos y esto ayudó a convencer al Congreso de EEUU de la necesidad de cortar la financiación a la Contra, temporalmente. Nicaragua usó mi informe como parte de su caso histórico contra EEUU en la Corte Internacional de Justicia, que condenó la agresión estadounidense. Después llegó el caso Pinochet, en el que usted también se involucró, y que describe en su libro como el caso que lo cambia todo El 16 de octubre yo estaba dirigiendo un retiro de Human Rights Watch sobre sanciones. Habían transcurrido tan solo tres meses de la aprobación del Estatuto de Roma [instrumento para la creación de la Corte Penal Internacional] y alguien entró en la sala donde estábamos, diciendo que Augusto Pinochet había sido detenido en Londres. Y allí mismo decidimos que teníamos que participar. Logramos que la Cámara de los Lores británica aceptara que nosotros [Human Rights Watch] y Amnistía Internacional interviniéramos en el caso. Me fui a Londres y me quedé allí seis meses, yendo y viniendo. El momento más fuerte fue la primera decisión de los Lores, la votación se fue conociendo como los penaltis de un partido de fútbol: 0-1, 0-2, 1-2, 2-2 y finalmente 3-2 en nuestro favor. Fue un momento de gran importancia que sentó un precedente. Reed Brody, en Madrid, durante la entrevista con elDiario.es En el libro explica todo el proceso para enjuiciar al dictador del Chad, Habré, y relata que el caso Pinochet estuvo muy presente en su estrategia. Nunca pensé que el proceso contra Habré iba a requerir dieciséis años. Fue arrestado a las pocas semanas de presentar el caso en Senegal, parecía fácil, pero todo se desmoronó. Como cuento en el libro, esos dieciséis años sirvieron para tomar conciencia de lo que significaba para nosotros y para las víctimas. Tuvimos que recurrir a otras vías y plantear qué es trabajar con un abogado de Nueva York, con la organización de derechos humanos más grande del mundo, y con personas víctimas de uno de los países más pobres de África. Logramos crear una verdadera asociación con ellos. Lo más importante fue la persistencia. La decisión de que nunca nos íbamos a rendir, de que íbamos a llegar hasta el final. Y, de ese modo, cuando aparecían obstáculos, buscábamos alternativas, siempre También tuvimos suerte, porque Habré podía haber muerto, pero la persistencia, la imaginación y la creatividad jurídica fueron esenciales, junto con algo fundamental: poner a las víctimas en el centro. Si la gente no se organiza, en EEUU pueden pasar cosas terribles, no sé si la democracia sobrevivirá: no podemos esperar a que la justicia actúe ¿Cómo fue su papel? Suleyman Gengeng o Jacqueline Mudena son personas muy conocidas en países africanos, les invitan a hablar en Radio France Internacional y han cobrado protagonismo. Yo me formé con un activista estadounidense, Saul Alinsky, que escribió un libro titulado Rules for Radicals. Yo había leído y releído ese libro en su momento. En él decía que había que conseguir pequeñas victorias para sostener la moral y para mantenerse. Para sostener una lucha de 16 años tuvimos que convertir cada pequeña victoria en una gran victoria. Era esencial que las víctimas se sintieran recompensadas durante esos años: tener plataformas en las que hablar fue importante, obtuvieron reconocimiento. Y, por supuesto, Human Rights Watch pagó a las víctimas que impulsaron esta lucha. Cuenta en el libro que, en un momento dado del proceso, el abogado de Habré le llamó “judío resentido”. ¿Le ha condicionado la historia de tu familia? ¿De qué modo ha lidiado con el racismo? De niño no fui consciente de la historia de mi padre, no sabía por lo que había pasado. Mi madre me llevaba a manifestaciones y eso me influyó, sin duda. Yo pertenezco a la tradición judía de justicia social. En EEUU creo que nunca sentí antisemitismo, pero en otros sitios lo he percibido más; cuando viví en Bruselas, por ejemplo. Ahora es la primera vez que comienzo frases diciendo “como judío…”. Lo hago para hablar de las políticas de Israel, y sobre todo, del uso por Israel y por Donald Trump del concepto de antisemitismo, usado para descalificar toda crítica a los crímenes cometidos por Israel. Como judío, tengo que decirlo. ¿Qué supone Trump en estos momentos en el mundo? Es una tragedia. Su segundo mandato es la mayor tragedia que he presenciado en mi vida. Sabía que iba a ser malo, pero es aún peor de lo que pensé. No se detendrá, a menos de que se le obligue. Si la gente no se organiza, pueden pasar cosas terribles, no sé si la democracia en EEUU sobrevivirá. Puede pasar de todo, incluso ver al Ejército en las calles estadounidenses. El presidente usa todas las herramientas posibles del Gobierno federal para atacar a sus enemigos: investigaciones, el FBI, extorsiones. Persecución a las personas migrantes, a los pobres. Quiere más y más poder, y tiene todos los recursos. Y no hay nadie en su equipo que le pare los pies. A ello se suma que, en la Corte Suprema, seis de los nueve jueces son republicanos conservadores.  Si no hay resistencia, puede pasar cualquier cosa. Estamos en un momento en el que todos tenemos que movilizarnos. No podemos esperar a que la justicia actúe. Por otro lado, la Corte Suprema no tiene herramientas para garantizar que sus decisiones se cumplen, lo mismo ocurre con la Corte Penal Internacional… Estamos en un momento difícil, pero no se debe olvidar que todo es una lucha constante. Nunca se gana definitivamente, y nunca se pierde definitivamente Ahora está trabajando sobre Nicaragua. Es muy triste volver. El presidente Daniel Ortega, que combatió una dictadura, ha creado la suya propia, es una traición a las esperanzas de la gente nicaragüense. Hemos documentado que hay razones para creer de que Ortega y otros oficiales del Gobierno han participado en crímenes de lesa humanidad y no parece que puedan ser procesados, a no ser que cambien las cosas. Pero es importante que hayamos documentado estos crímenes. Esperamos que los Estados lleven a Nicaragua ante la justicia por sus violaciones de la Convención de la Reducción de los Casos de Apatridia. No hay otro caso en el mundo que use la arbitraria perversión de la nacionalidad contra oponentes políticos. El problema es que, con tantas cosas que ocurren en el mundo, esto se olvida, y el olvido beneficia a la impunidad de los gobernantes nicaragüenses. Imagine que tuviera que diseñar un modelo internacional nuevo. ¿Cómo sería? Sin duda, un sistema más federal. Con más interconexiones. Con gobernanza internacional pero también local, al máximo posible, porque la gente debe tener control sobre sus propias comunidades y sus propias vidas, con presupuestos comunitarios. La importancia de lo local y de las interconexiones internacionales. Habría que llegar a un punto donde se perciba que la vida de un ruso, o de un palestino o de un argelino es la misma que la nuestra, que vale lo mismo. Y, sin embargo, me temo que está sucediendo lo contrario en muchos lugares, en EEUU, por ejemplo. Necesitamos más responsabilidad y transparencia. ¿Podría ampliarse la aplicación del derecho internacional para regular el funcionamiento de las transnacionales o incluso para evitar las guerras? Creo que Europa está haciendo un trabajo interesante en algunos países para regular las corporaciones transnacionales. Francia, por ejemplo, ha impulsado una nueva ley que trata de perseguir los abusos que cometen las transnacionales en otros países. En cuanto a la guerra… El régimen jurídico de la Corte Penal Internacional indica que, aunque Rusia no sea miembro de la Corte, si comete crímenes en Ucrania, puede ser procesado. De igual modo, EEUU no es integrante, pero si comete crímenes en Afganistán, puede ser procesado. Sin embargo, en lo referido a la agresión, se estableció que solo se puede abordar si el país ha ratificado la Corte. Así lo quisieron EEUU, Reino Unido y Francia. Ahora se ha creado un tribunal para juzgar la agresión rusa, así que están aplicando a Rusia reglas que específicamente no se aplican a sí mismos. A lo largo de la historia la guerra ha sido considerada como un medio adecuado para hacer negocio. Obviamente, es ingenuo pensar que se puede prohibir la guerra. Ahora bien, el arco de la historia es largo, pero tiende hacia la justicia. Y sí, estamos en un momento difícil, en el que no se debe olvidar que la libertad es una lucha constante. Nunca se gana definitivamente, y nunca se pierde definitivamente. Y personas como tú y yo, y muchos otros, estamos luchando. Eso es lo que hay que hacer. La única manera es organizarse y movilizarse.

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