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Sandra Romandía, periodista: "La mezcla de crimen y política es más palpable que nunca en México"

Sandra Romandía, periodista: "La mezcla de crimen y política es más palpable que nunca en México"
Romandía es autora del libro 'Testigos del horror', en el que expone cómo operó el rancho Izaguirre, un centro de reclutamiento forzado, tortura y "exterminio" del crimen organizado en JaliscoLópez Obrador y la deuda con los desaparecidos en México: “No los encuentran porque no los buscan” “¿Y si mientras usted lee estas líneas, alguien —un adolescente, un joven, un padre de familia— está siendo forzado a cavar su tumba?”. Sandra Romandía eligió esta frase para dar comienzo a su libro. El pasado marzo, las imágenes de cientos de zapatos y huesos calcinados en una finca localizada en Teuchitlán, en el estado de Jalisco, conmocionó a México, un país que parece que lo ha visto todo. La periodista de investigación se dio cuenta pronto de que este hallazgo podía explicar por fin el desenlace de miles de desaparecidos y se volcó en saber más, según recuerda en una entrevista con elDiario.es. El resultado de meses de dedicación es el libro Testigos del horror: La verdad que se quiso ocultar en el Rancho Izaguirre (Grijalbo), en el que, a través de numerosos testimonios, expone cómo el crimen organizado operó durante años este centro de “reclutamiento forzado, tortura y exterminio”. Pero la autora no se limita a describir los horrores de esa “industria de muerte”, también profundiza en el tejido social de la desaparición y en el entramado institucional que, en sus palabras, “permitió que el lugar existiera, funcionara, se abandonara y se negara”. ¿Por qué decidió sumergirse en esta historia? Cuando vi la noticia inicial de que habían encontrado prendas y zapatos pensé que a lo mejor, por fin, tendríamos una explicación de cómo son los últimos días de los desaparecidos en México. Me pareció que el rancho Izaguirre era la primera historia que nos lo podía explicar y que tenía que haber un antes y un después en el país, pero para eso había que llegar al fondo. La duda era que las autoridades no iban a reconocer lo que pasó allí, y la duda es nuestro motor como periodistas. Las madres de los colectivos buscadores fueron quienes denunciaron que, según los testimonios, bajo tierra había hornos donde habían calcinado a muchísimas personas. Las autoridades querían eliminar esa narrativa y sostenían que no fue un lugar de exterminio y secuestro. Invitaron a los medios de comunicación a entrar al rancho para que viéramos que no había nada. Cuando entré y me di cuenta del desaseo brutal de protocolos criminales y forenses, pensé: “Aquí hay una historia que contar”. Y me obsesioné con ella, como buena periodista de investigación envenenada. Decidí ir varias veces a la zona para encontrar testimonios de supervivientes, que al principio fue lo más difícil. Hoy hay más, afortunadamente, porque el tema está otra vez en la conversación pública. El miedo es un hilo que une a casi todas las personas con las que habló. ¿No tuvo miedo al embarcarse en este libro en un país tan peligroso para los periodistas como México?  Siempre he pensado que no se puede hacer periodismo con miedo, porque se hace mal o no se hace. Este es mi tercer libro que tiene que ver con narcotráfico. Lo que tuve fue conciencia del riesgo, de las precauciones que tenía que tomar. Hubo momentos complicados: me siguieron, hubo ciertas amenazas… Pero, en México, el pan de cada día es entender que tenemos que vivir con protocolos, con precauciones, con el riesgo constante. Y yo lo asumí desde el principio. Usted define el rancho Izaguirre como un centro de “reclutamiento forzado, tortura y exterminio”. ¿Cómo funcionaba? El rancho Izaguirre funcionó durante aproximadamente una década, según los testimonios y los registros geotérmicos de las incineraciones. Durante esos años, el crimen organizado mexicano, específicamente el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), reclutaba de manera engañosa a personas –ya sea con falsas ofertas laborales, ya sea con falsas relaciones sentimentales usando mujeres– para engancharlas al servicio del cártel. Se los llevaban al rancho, los secuestraban y torturaban allí para que trabajaran como esclavos para el cártel elaborando droga, como sicarios, como halcones (los vigilantes que revisan todos los puntos) o como reclutadores. Este centro no pudo haber operado sin la colusión o la omisión de las autoridades. Es una negligencia tremenda.  Durante todos estos años se asesinaba a las personas que no querían trabajar para el cártel, que se resistieron, que no sabían usar un arma, que no pudieron físicamente con las capacitaciones o que intentaban escapar. El número de víctimas es indeterminado, pero fue un centro donde sistemáticamente se asesinó de manera masiva a seres humanos. ¿Cómo es posible que el rancho haya funcionado durante tantos años sin que nadie se hubiese dado cuenta? La respuesta es muy fácil: colusión, omisión, negligencia y corrupción En el libro se pregunta cómo pudo existir un lugar así durante más de una década. ¿Qué papel tuvieron las autoridades locales? Este centro se encuentra en el estado de Jalisco, que tiene ocho millones de habitantes, y estaba a unos 50 minutos de Guadalajara, una de las ciudades más importantes de México. ¿Cómo es posible que haya funcionado durante tantos años sin que nadie se hubiese dado cuenta? La respuesta es muy fácil: colusión, omisión, negligencia y corrupción. Ya están procesados policías municipales y el alcalde. Pero la gran pregunta es a cuántas personas más hay que procesar e investigar. Cuatro personas no pudieron haber mantenido un sistema criminal tan grande y sofisticado. Yo señalo a la Fiscalía estatal, policías estatales y funcionarios que han permitido que esto ocurra. La investigación debería recaer sobre las autoridades federales que hasta la fecha ni siquiera han reconocido que este centro haya funcionado como tal. Jalisco, de hecho, encabeza estadísticas de desaparecidos. Usted describe todo un entramado institucional ineficiente y un sistema de seguridad que califica de podrido, y cómo todo eso pudo contribuir. Hay una suma de factores. Primero, Jalisco cambió políticamente a partir de 2018 y hay señalamientos importantes en investigaciones a las que tuve acceso sobre la relación del poder político en el estado con el crimen. Segundo, el Cártel de Jalisco Nueva Generación es el que más ha crecido en México en los últimos 12 años: opera y nació en Jalisco, por lo que sus tentáculos han sido fuertes y capaces de corromper instituciones.  Tercero, hay testigos que señalan la existencia de hasta 40 ranchos y campamentos en Jalisco que han operado así. Los ranchos son un terreno con estructura y la mayoría de las veces se los quitaron a sus dueños originales para operar a favor del cártel. Los campamentos son lugares más improvisados en un tramo de la Sierra de México, desde cerca de Guadalajara hasta Puerto Vallarta, en la costa, una zona tomada por el cártel donde ha reclutado y ha mantenido a personas esclavizadas y finalmente exterminadas, muchas veces sin dejar rastro. Manejaron sistemas muy sofisticados para hacer desaparecer los restos humanos, dado que tuvieron toda esta tolerancia del estado para sus actividades. Con los años, lograron ir sofisticándolos y que no quedaran huellas de los asesinatos que se cometieron. Es terrible que los grupos criminales echen mano de la desigualdad, la pobreza y la falta de oportunidades para los jóvenes en México En su libro recopila testimonios valiosos que exponen las atrocidades que se cometían dentro del rancho. Hábleme de María, una de las supervivientes. María es una joven que estuvo tres años secuestrada por el cártel. No ha querido explicar cómo fue el secuestro y muchos de los datos se mantienen en cierto anonimato por seguridad. Vivió esclavizada para el Cártel de Jalisco Nueva Generación. Cuenta cómo vio los asesinatos sistemáticos. Nos dice que dormía encadenada y que no le permitían mirar el cielo ni las puertas del rancho porque le decían que entonces iba a querer escaparse. Nos habla de la deshumanización, del maltrato a todos los reclutados, de la empatía que llegaba a sentir por las personas asesinadas frente a sus ojos. Dice que nunca va a olvidar el último suspiro y la última mirada de alguien que muere. Ella consigue escapar en un enfrentamiento al que la mandaron a combatir en Nayarit, el estado vecino. Corre por el campo y logra salvar su vida, pero vive escondida. Solo duerme durante el día porque por la noche siente que van a ir por ella y tiene unas secuelas psicológicas que dice que no sabe si algún día va a poder superar. Esto es importante, porque el Estado no está atendiendo psicológicamente a las víctimas. También cuenta el caso de Fabiola, que evidencia el calvario de los familiares en su búsqueda de respuestas. La Fiscalía de Jalisco le ha confirmado ahora que tiene el cuerpo de su hijo desde abril de 2023. Es una historia que me impactó por su capacidad de explicar su dolor como madre. Su hijo un día le dice: “Necesito trabajo para Semana Santa, para ayudarte”. Pasaban momentos complicados en casa y ella dice que su “gran error” fue decirle que sí, como cualquier mamá que da permiso a su hijo adolescente para que trabaje en su periodo vacacional. Él va al centro de Tepic, la capital de Nayarit, y no vuelve a saber de él. Después se entera de que allí había hombres que estaban ofreciendo trabajo rápido, una jornada laboral de albañilería con una muy buena paga. Posteriormente, un conocido le dice que se lo llevaron a Jalisco y después tiene otro mensaje de que él está combatiendo en Zacatecas. En su desesperación, intenta ir a Jalisco a encontrarlo y lo que se encuentra es una fiscalía absolutamente abarrotada de casos que le dice que no puede atender el caso de su hijo porque tiene miles. Prácticamente, le cierran la puerta en la cara y le dan a entender que nunca se va a resolver. Su historia demuestra el camino que tienen que recorrer las mamás para poder encontrar justicia y dar con el paradero de sus desaparecidos. Y las omisiones de la Fiscalía. La periodista de investigación Sandra Romandía, durante la entrevista con elDiario.es. Muchas de las víctimas están en situación de precariedad económica. Queda claro que el cartel explota la desesperación de los jóvenes para conseguir mano de obra para su estructura. ¿Es la pobreza un caldo de cultivo para el reclutamiento forzado? Sí, y es terrible que los grupos criminales echen mano de la desigualdad, la pobreza y la falta de oportunidades para los jóvenes en México. Es muy doloroso que algunas autoridades culpen a los propios jóvenes de creer esas ofertas de trabajo y ser tan ingenuos. Nos muestra un sistema que revictimiza a las víctimas y lo que menos busca es justicia. Pese a que las autoridades tenían conocimiento del predio desde septiembre de 2024, fueron los colectivos de búsqueda como Guerreros Buscadores quienes ingresaron al rancho y dieron a conocer la magnitud del horror. ¿Está la sociedad civil asumiendo el papel de investigador y forense ante los fallos del Estado? Las grandes heroínas hoy por hoy de México son las madres buscadoras que están encontrando a los miles de desaparecidos a los que el Estado no quiso buscar. Digo mujeres porque alrededor del 70% de las personas que se mueven –hay más de 60 colectivos en el país– son mujeres. Son ellas, mujeres como Indira Navarro o Ceci Flores, las que están haciendo el trabajo que el Estado mexicano debería hacer. Se están preparando académicamente, por ejemplo estudiando Derecho, tras verse tan indefensas frente a los esquemas institucionales que incumplen protocolos y no trabajan de manera seria. La sociedad civil es la que lo hace y dilucida qué pasó con los desaparecidos de México, porque hace años no se encontraba la conexión entre el punto A y B, qué pasó en el medio. En México, nos han robado la verdad sobre lo que pasó con nuestras víctimas Al final, como comentaba, el descubrimiento del rancho puede dar una clave de la desaparición física de muchas personas. Así es. Los testimonios cuentan cómo preferían desnudar los cadáveres y ponerlos al sol para que se deshidrataran, ya que una vez deshidratados era más fácil quemar los restos humanos. Fueron perfeccionando [el sistema], también con máquinas especiales para triturar los restos humanos y que no quedara ni rastro. Lo que pasa en México es una tragedia. Nos han robado la verdad sobre lo que pasó con nuestras víctimas. Hay más de 130.000 desaparecidos. El libro destila la idea de que algunos victimarios también son víctimas. El testimonio de “El Grillo”, por ejemplo, describe cómo la lealtad y el ascenso dentro del cartel se basan en la brutalidad.  Estos testimonios coincidían en el miedo a hablar. Habían pasado de víctimas a victimarios, porque para sobrevivir los habían obligado a delinquir, a matar, a comer carne humana, a descuartizar y quemar personas, a deshumanizarse. Vivían con una culpa y un miedo tremendos. No solo a que el cártel los vuelva a encontrar, los torture y los mate o haga algo a sus familias, sino a que los procese el sistema judicial y los metan en la cárcel por todos los ilícitos que ellos cometieron obligados. Pero en México no se habla sobre la necesidad de crear una comisión o una figura bajo la que se puedan procesar a los jóvenes que son detenidos en enfrentamientos como supuestos secuestradores, pero que al final llegaron de manera engañosa. En México, hay una generación de criminales, y nos los muestra este rancho, que lo fueron porque fueron obligados y manipulados, no solo psicológicamente, también físicamente: simplemente si no querías delinquir, morías. Supongo que no es fácil hablar de esto en México.  No, es muy complicado. México tiene un sistema de justicia colapsado que casi procesa los casos como una fábrica y que muy pocas veces se va a detener a analizar un caso por ser extraordinario. Aparte, acaba de cambiar el sistema de justicia, tras una reforma, con personas inexpertas que son ahora jueces, magistrados y ministros. Me parece muy difícil que esto se pueda aterrizar, pero hay personas en la academia y figuras en el derecho mexicano que pueden empujar para que se replantee. El problema con México no es solo que los cárteles estén moviéndose a sus anchas con la complicidad de policías, de un alcalde o de un gobernador, sino que ya están dentro de la política Cuando se descubrió el rancho, la presidenta Claudia Sheinbaum cuestionó la narrativa de “campo de exterminio”. ¿Puede haber avances en la lucha contra las desapariciones bajo su mandato? Es difícil tener confianza en las autoridades, desgraciadamente. No ha llegado un liderazgo que diga que pare esta masacre, esta barbarie y esta era de terror en México. Sí creo que la presidenta está desinformada. Sus acciones han sido distintas a las de su antecesor, López Obrador, en cuanto a la lucha contra el narcotráfico. Han sido mucho más consistentes o notorias que el sexenio anterior, pero todavía no han tenido resultados efectivos.  Es importante que la presidencia mexicana reconozca que estos centros existen y que a los jóvenes se los han llevado reclutados a la fuerza y así han terminado sus días. También deben cambiar las acciones o que sean mucho más radicales. Y se tiene que investigar a todo el estado de Jalisco porque sigue bajo los mismos políticos que estuvieron mientras el rancho operaba. Hace falta mermar toda la corrupción que hay en las estructuras institucionales, porque el problema con México no es solo que los cárteles estén moviéndose a sus anchas con la complicidad de policías, de un alcalde o de un gobernador, sino que ya están dentro de la política. Cuando traspasan esa línea es mucho más difícil de abordar. En este momento, la mezcla de crimen y política es mucho más palpable que nunca en México y la limpieza debería empezar desde los cimientos políticos de cada región. Si no, no se va a poder. ¿A qué se refiere cuando dice que ya están dentro de la política? Los cárteles empezaron a relacionarse con la política en 2012. Han comenzado a poner y a matar candidatos en municipios pequeños. El crimen organizado empezó a insertar, como nunca antes, a sus piezas en lo local para que fueran los candidatos de alcaldías, etc. El número de asesinatos de políticos es exorbitante. Hace 20 años, era impensable.  Pasan los años y los candidatos [colocados por el crimen organizado] de un municipio pequeño logran incrustarse en las estructuras de gobierno estatales, porque sus conexiones políticas crecen en lo estatal y luego finalmente en lo federal. Mi equipo y yo hemos documentado bastantes casos de esta relación del crimen organizado con candidatos en municipios. En algunos casos toman el presupuesto de las alcaldías, les venden como proveedores y finalmente terminan manejando la policía, el presupuesto de obras, protección civil... Se convierte en una telaraña grandísima que parecía casi invisible hace unos años y ahora es cada vez más evidente. Un tribunal condenó a 10 detenidos a 141 años y tres meses de prisión en julio. ¿Cómo valora el recorrido del proceso judicial? ¿Confía en que se llegue hasta el fondo del asunto? Los condenados son las 10 personas detenidas durante un enfrentamiento seis meses antes. No he podido tener acceso a los expedientes y me queda la duda de si estas 10 personas, que supuestamente eran secuestradoras, llegaron como víctimas y después se convirtieron en “comandos” o sicarios del cártel a la fuerza. Ellos no fueron los creadores del rancho ni del sistema, simplemente eran unos peones a los que les tocó estar ahí.  Hay que ir mucho más al fondo. Llegar a quiénes son los personajes políticos, funcionarios, personas del gobierno, que están en colusión. La detención del alcalde de Teuchitlán y de ‘El Lastra’ (reclutador del cartel) fue un paso importante. Pero unas cuantas personas no pueden haber sido suficiente para un sistema tan sofisticado. Debe de haber más personas inmiscuidas y no hay indicios de investigaciones de mandos más altos. En México hay una generación de criminales, y nos los muestra este rancho, que lo fueron porque fueron obligados y manipulados Mientras hablamos ahora mismo, ¿hay gente que está siendo sometida a los mismos abusos que se perpetraron en el rancho Izaguirre? Esto no ha parado. Los colectivos siguen recibiendo denuncias de jóvenes desaparecidos con otro tipo de tretas, incluso también se mantienen las ofertas falsas de trabajo. Para que todo esto desaparezca, tendrían que detener a todos los líderes del cártel y desmantelar campamentos y ranchos en toda la sierra de Jalisco. Pero esa parte parece intocable. Trump ya ha demostrado que quiere ir más allá en la lucha contra el narcotráfico en países extranjeros. Firmó una directiva autorizando acciones militares contra grupos criminales con base en Latinoamérica y ya ha matado a decenas de personas en operaciones extrajudiciales en el Caribe y el Pacífico. ¿Hasta dónde cree que puede llegar en el caso de México? No lo sé. Lo que sí tengo claro es que EEUU se ha convertido en una presión hacia el Gobierno mexicano para que investigue, para que le entregue a personajes criminales que estaban en cárceles mexicanas y para que haya transparencia e información mucho más clara de las acciones para combatir el narcotráfico. No puedo saber si esta presión es negativa o positiva, porque el gran temor siempre es que solo haya resultados en lo superficial, en lo mediático, en la narrativa, y que no se estén combatiendo realmente los problemas internos de México.
eldiario
hace alrededor de 3 horas
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