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La gente que deja el tabaco toca techo: la cifra de exfumadores lleva diez años estancada

La gente que deja el tabaco toca techo: la cifra de exfumadores lleva diez años estancada
Las campañas de salud pública se centran en evitar que una nueva generación empiece a consumir tabaco o vapeadores mientras falta información sobre cuáles son los recursos para salir de la adicción: el resultado es que solo un 6% pide ayuda profesionalExteriores sin humo, fin a los vapers de un uso y el perímetro de 15 metros: los cambios de la nueva ley antitabaco El gran afán de la industria tabacalera es captar nuevos consumidores que mantengan a flote su negocio. Por eso su estrategia en los últimos años se ha dirigido, como alertan organismos internacionales como la OMS, a la población más joven a través de los nuevos dispositivos como los vapeadores. Las campañas en España, ante el riesgo de que los chicos y chicas caigan en sus confusos mensajes de reducción de daños, también se han direccionado hacia un objetivo: que nadie empiece a fumar o vapear. Sin embargo, en la sombra hay una batalla contra el tabaquismo que se está perdiendo: la cifra de exfumadores en España está estancada desde hace diez años. El porcentaje de personas que aseguran haber dejado de consumir tabaco apenas se ha movido desde 2014, según una radiografía con multitud de datos realizada por la Sociedad Española de Epidemiología (SEE). “Esto podría interpretarse como una saturación de este indicador sustentada en un porcentaje de fumadores con mayores dificultades para lograr la cesación del consumo de tabaco”, apunta el estudio. Aunque se trata de un dato antiguo (no hay más disponibles), que solo un 25% de los fumadores realizara un intento de dejarlo en 2017 da una idea de cómo está la situación. En 1987 había un 24,5% de exfumadores, es decir, uno de cada cuatro fumadores lo había dejado. El porcentaje fue aumentando gradualmente con el paso de los años hasta 2014, cuando se alcanzó el punto de inflexión del 50%. Y ahí tocó techo: 50,5% en 2017, 49,9% en 2020 y 51,8% en 2023. Entre los mayores de 65 años está la proporción más alta de antiguos consumidores (78%), y entre los jóvenes, la menor (25%). En España siguen fumando ocho millones de personas –el 19% de la población–, pero ya son más quienes han abandonado el tabaco: 8,6 millones. “Se suma a otros países europeos como Bélgica y Austria donde también se han equilibrado estas prevalencias, aunque se mantiene lejos de lo observado en países del norte de Europa (Suecia, Dinamarca, Finlandia), donde la proporción de abandono del consumo duplica o triplica el porcentaje de fumadores actuales”, recuerda la Sociedad Española de Epidemiología. A España le queda camino para llegar a colocarse en la pista de salida de la erradicación del tabaquismo: el umbral se sitúa en el 15% de consumidores. “Con las leyes hay empujones, pero el efecto se va diluyendo y estancando a los 4 o 5 años. 2014 se estancó y no ha salido nada desde entonces”, explica Mónica Granados, psicóloga del área de promoción y prevención de la salud de la Asociación Española contra el Cáncer en Barcelona. “Cuando no hay nuevas medidas las personas pierden la percepción del riesgo sobre el tabaco y tienen menos interés en dejar de fumar”, coincide Adelaida Lozano, delegada del Comité para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) en Murcia y responsable del grupo de tabaco de la Federación de Enfermería Comunitaria y Atención Primaria. La prohibición de fumar en ciertos espacios que comenzó en 2005 y culminará con la aprobación –si el Gobierno consigue el apoyo del Congreso, de la nueva ley para ampliar por primera vez a los exteriores los espacios sin humo– es la mejor herramienta para “desnormalizar” el tabaco porque lo pone más difícil a quien fuma y, además, evita la exposición al humo de segunda mano del resto. “Los espacios restringidos ayudan porque si viene un deseo intenso de fumar y no se puede, en ese tiempo es más fácil que no se consuma y los intentos para dejarlo pueden ser más efectivos”, indica Cecilia Amato, coordinadora del grupo de abordaje contra el tabaquismo de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC). Así que para romper este techo invisible, todas las expertas coinciden en la relevancia de la reforma que está tramitando el Ministerio de Sanidad. Existe otro factor para explicar el estancamiento, según las expertas: quienes ya han salido de la adicción eran los más predispuestos, aunque una mayoría habitualmente manifiesta desear cesar en el tabaquismo. “Existen algunos estudios en países con tasas ya muy bajas de fumadores que dicen que ya quedan los duros, los que tienen más dificultades, que suelen ser los que fuman mayor cantidad y un nivel social más bajo que les obstaculiza buscar opciones o no tienen tiempo para faltar al trabajo para hacer una terapia. Lo que sabemos es que ahora hay menos personas que se inician pero quienes quedan son cada vez más complejos”, analiza Lozano. A su parecer, “nos estamos centrando mucho en la generación libre de humo, pero no tanto en las personas que ya están fumando. Falta información sobre cuáles son los recursos para dejar de fumar y dónde pueden encontrarse”. La acción tiene que ser equilibrada entre la “prevención” y “la ayuda a quienes quieren dejarlo”, según Amato, que cita dos medidas que todavía no han llegado a España y son claves para empujar el abandono: el empaquetado genérico –que se quedó a las puertas de la ley por un desacuerdo interno en el Gobierno– y el aumento del precio de las cajetillas. Casi nadie pide ayuda para dejarlo Aunque existen tratamientos financiados por la sanidad pública desde 2020 en España, casi nadie pide ayuda profesional para abandonar la adicción al tabaco. Solo un 4% de las personas que dejaron de consumir lo hizo con una terapia de sustitución de la nicotina u otros fármacos, el mismo porcentaje que asegura que usó los polémicos vapeadores o dispositivos de tabaco calentado muy cuestionados por la evidencia científica como un método para abandonar el hábito. Otro 2% más responde que contó con “asistencia médica o de otro profesional de la salud”. Actualmente hay tres medicamentos disponibles: la vareniclina –el genérico del conocido Champix que fue retirado del mercado en 2021 por impurezas–, Tocaditán y Recigarum. “Los fármacos entraron en la cartera común como una ayuda en 2020 con tan mala suerte de que empezó la pandemia. Esto paralizó las intervenciones, luego hubo un problema con uno de los tratamientos y también desabastecimiento, así que pasamos casi todo el año sin poder prescribir”, explica Lozano. Pese a que entre 2020 y 2023 la disponibilidad de fármacos se ha ampliado, el porcentaje de personas que los usa se ha reducido a la mitad: del 8% al 4%. No todos los fumadores son candidatos a tratarse con estos medicamentos financiados por la sanidad pública. Se deben cumplir cuatro requisitos: formar parte de un programa de apoyo de deshabituación tabáquica, fumar más de 10 cigarrillos al día, demostrar, a través de un test, una alta dependencia a la nicotina y haber tenido un intento en el último año. “Como hay tanta desinformación mucha gente piensa que es más fácil hacerlo con el cigarrillo electrónico y no es así, no hay evidencia y mantiene el consumo dual (de tabaco y vapeadores)”, abunda la enfermera, que lamenta también que la implantación de estos tratamientos para abandonar la adicción es “muy desigual” en función de la comunidad autónoma. Algunas tienen unidades especializadas y otras no; profesionales más formados... Como paso previo para acceder a los fármacos se pide un test para medir la adicción a la nicotina y se exige un umbral mínimo de consumo que se cumple menos en mujeres –que por lo general fuman menos– que en hombres. “A veces muchas de ellas no puntúan lo suficiente y sería necesario flexibilizar los criterios”, concluye, “para que tuvieran perspectiva de equidad y género”. A cada paciente se le financia un solo intento. “Las personas que vienen son heterogéneas, desde pacientes de 75 años que lo han dejado tras medio siglo fumando a otros que fuman poco y pensaban que no era dañino”, señala Granados, que advierte de que a veces a quienes consumen menor cantidad les cuesta más. Amato centra dos grandes grupos: los que lo han intentado y no lo consiguen; y aquellos que están en ello y tienen muchos síntomas de abstinencia. “Las consultas de Atención Primaria son el mejor sitio donde pueden venir porque les conocemos en toda su longitud: su situación familiar, personal, laboral...”, defiende la médica de familia. El proceso es complejo. “Yo les digo a mis pacientes que el primer día estamos abajo de la escalera. La pregunta inicial es si quieren hacerlo. Si quieren, vamos siempre adelante, les damos herramientas psicológicas, ponemos objetivos cercanos. No tenemos una varita mágica pero podemos ayudarles”, zanja Granados.

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