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Laura Carreira, la joven directora apadrinada por Ken Loach que denuncia la explotación de los trabajadores de Amazon

Laura Carreira, la joven directora apadrinada por Ken Loach que denuncia la explotación de los trabajadores de Amazon
La cineasta portuguesa debuta con 'On falling', retrato de las condiciones de los centros logísticos de las empresas de envíos y sus consecuencias en la salud mentalPedro Almodóvar, Loles León y más de 300 personalidades de la cultura leen en Madrid los nombres de los niños palestinos asesinados por Israel El cine social ha tenido en Ken Loach a su máximo exponente durante décadas. El cineasta británico, junto a su guionista Paul Laverty, ha centrado su cine en buscar las brechas del sistema y poner el foco allí donde otros no miraban. Le han acusado de maniqueo, de simple… le ha dado igual. Su cine está por encima de toda esa crítica a la que parece molestar que la realidad más cruda entre en las historias. Según ha pasado el tiempo, y según él mismo ha ido amagando con su retirada —ahora mismo tiene 89 años y en el estreno de El viejo roble reiteró que ya no rodaría más— muchos se han preguntado si el cine europeo tenía sucesores para ese cine social al que la etiqueta le suele pesar demasiado. La respuesta ha venido, curiosamente, del propio Ken Loach. Como si pensara en quiénes pueden seguir contando los problemas del mundo, el cineasta ha producido con su compañía Sweet Sixteen el increíble debut de la portuguesa Laura Carreira, On falling (que se estrena este viernes en los cines). Un filme que, además, podría ser hasta una segunda parte de su Sorry we missed you. Si allí Loach miraba a los repartidores de empresas como Amazon, aquí Carreira mira a los ‘pickers’. Las personas que escanean y localizan los pedidos que luego entregarán los repartidores. Un trabajo mecánico, alienante, en donde les explotan con condiciones leoninas y el miedo a perder un trabajo fijo en un mundo en crisis. Carreira no carga las tintas. Sigue con su cámara a su protagonista, Aurora, una migrante portuguesa en Escocia que trabaja en un almacén de una de estas empresas. No tiene vida social. No puede. Es un robot humano que no sabe ni cuáles son sus pasatiempos favoritos, como muestra en una escena sobrecogedora. Con 40 años vive como si fuera una estudiante de Erasmus, en un piso compartido y con gente mucho más joven. Como mostraba Loach en su película, la vida social es ahora mismo un privilegio que no todo el mundo se puede permitir. La cineasta lo cuenta de forma seca, verosímil, en un trabajo que le hizo merecedora del premio a la Mejor dirección el pasado Festival de San Sebastián y del que confiesa que “tenía miedo que no fuera lo suficiente obvia para gustar ni suficientemente dramática para que se entendiera”. En sus cortos ya había hablado sobre “el trabajo precario” y se dio cuenta de que había mucho más por decir. Comenzó a leer sobre estos centros logísticos, donde la precariedad es la tónica. “Estas empresas nos hablan de avances tecnológicos, de la rapidez con la que van a llegar nuestros paquetes, pero sentía que había un trabajo humano que no vemos, que está oculto”, recuerda. Así empezó a hablar con estos recolectores que fueron el origen de On falling. Esa investigación le hizo darse cuenta de que había algo que unía la experiencia de estas personas con la suya propia cuando se mudó a Escocia con 18 años. Una época en la que sintió “la soledad” y en la que entendió que “si somos capaces de unirnos podemos pedir mejores condiciones laborales”. Su película confía en que no está todo perdido. No cree que el capitalismo “haya destruido por completo la capacidad de unirse, pero lo está intentando”. Por esa esperanza en las personas no quiso ser demasiado negativa en su retrato. “Quería mostrar a la gente lo más amable y cariñosa posible. Creo que, simplemente, no tenemos el tiempo ni la oportunidad de cuidarnos de verdad. La gente con la que hablé me decía que los tiempos de descanso son tan cortos y el trabajo es tan transitorio que rara vez conoces los nombres de tus compañeros. La gente decía, ‘¿de qué sirve conocer a un compañero si mañana puede que no esté?’. Además, el trabajo es tan exigente físicamente que la gente está muy cansada”, analiza. Una esperanza que también se muestra en ese excelente final que hace atisbar cómo serían esas relaciones humanas cuando el sistema que sostiene el capitalismo se cae.  El cine de hoy en día se centra mucho en el personaje y en lo que este vive, es muy individualista y rara vez se centra en el mundo, en el contexto Laura Carreira — Cineasta Siempre tuvo claro que no había que forzar el dramatismo, y que con solo mostrar la rutina, siguiendo a su personaje, sin subrayar con una música, ya se sentiría “toda la fuerza que el capitalismo ejerce sobre ella” sin tener que mostrar cosas extremas. También porque la directora piensa que es así como ocurre, cómo “la gente se va desgastando, casi de una forma disimulada”. “Por eso parece menos dramático, porque a priori puede que no lo percibas de esa manera hasta que sí lo haces, y duele”, apunta. Otro aspecto interesante es la forma en la que la película vincula la salud mental a esa explotación. Muchas veces parece que la ansiedad es un problema que nace por generación espontánea, cuando son las condiciones sociales las que empujan a que cada vez más personas acudan a terapia: “Por eso también quise hacer esta película, porque siento que gran parte de la ansiedad o la depresión se atribuyen a la persona. Nos dicen que nos tomemos una pastilla o vayamos a terapia y ya”. La directora Laura Carreira en el pasado Festival de San Sebastián, donde ganó el premio a la Mejor dirección por 'On falling' “Eso no se ajusta a la realidad, porque nuestro dolor proviene de nuestra forma de vida y no tenemos mucha elección y libertad en esa forma de vida. Creo que no estamos mirando en la dirección correcta. Hace poco leí una encuesta que decía que el 50% de mi generación sufre ansiedad. Es una cifra enorme. Y los dos aspectos que señalaban como provocadores de esa ansiedad eran el trabajo y no llegar a fin de mes. Y ahí pensé, esta es la película”, concluye.  Sabe que ya la incluyen en esa lista de herederos de Ken Loach, y no le molesta. “No me importa pertenecer a esa familia”, asegura. Para ella “el cine de hoy en día se centra mucho en el personaje y en lo que este vive, es muy individualista y rara vez se centra en el mundo, en el contexto”. “Siempre me ha influido mucho la obra de Ken Loach o los hermanos Dardenne, siempre me han encantado sus películas y siempre he pensado que me encantaría hacer una película de ese estilo. Pero también me han influenciado muchas películas de otras partes del mundo. Por ejemplo, una película que me acompañó durante la creación de esta película fue Wanda, de Barbara Loden. O Il Posto, de Ermanno Olmi. Creo que hay una mezcla de voces de todo el mundo que demuestra que la experiencia es universal y que diferentes cineastas de diferentes países pueden explorar los temas a su manera”, zanja dejando claro que el cine social sigue vivo.
eldiario
hace alrededor de 2 meses
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