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‘Predator: Badlands’ trae la infantilización total de la saga al gusto de Disney

‘Predator: Badlands’ trae la infantilización total de la saga al gusto de Disney
Tras dirigir para el streaming las dos entregas previas, Dan Trachtenberg lleva al cine la peor entrega del cazador alienígena desde que luchó contra Arnold Schwarzenegger en los 80 El documental que muestra cómo Warhol y Vijande crearon en España “su propia Factory con Almodóvar y Alaska” En los meses posteriores a oficializarse la compra de Lucasfilm a manos de Disney, allá por 2012, los fans de Star Wars fueron asaltados por la inquietud y la suspicacia. La Casa del Ratón, dedujeron, iba a infantilizar la saga. La convertiría en películas para niños. Un temor que ya entonces resultaba entrañable. Por un lado porque Star Wars nunca había sido mucho más que eso: películas para niños. Por otro, porque su repentina sumisión a este estudio especializado en entretenimiento familiar iba a traer consecuencias mucho más siniestras que los Ewoks. Del posterior desarrollo de Star Wars, entonces, no es tan significativa la escasa coordinación entre los cineastas responsables —lo que caracteriza a la trilogía de secuelas son, sobre todo, los bandazos narrativos entre episodios—, como la sobreproducción y el influjo transmedia. Ambos factores han propiciado que tras la debacle de El ascenso de Skywalker la Lucasfilm de Disney haya tardado siete años en llevar otra película a cines, y que la película susodicha a estrenarse en 2026 sea una continuación de The Mandalorian. La serie que mejor sirvió en su día para vender Disney+. Así que hablamos de fuerzas más retorcidas. No es tan fácil como pensar que todo lo que toca Disney se convierte en un producto para todos los públicos, y lo ocurrido a partir de 2019 con 20th Century Fox es si cabe más ilustrativo. Disney adquirió también esta histórica major de Hollywood y, sí, hubo una película de los X-Men (Los nuevos mutantes) adscrita al género de terror y a calificaciones más atrevidas cuyo estreno la Casa del Ratón quiso desbaratar. Pero, sobre todo, hubo muchos despidos. Una reestructuración severa, de gran impacto en la industria, cuyas consecuencias hay quien tiene muy presentes ahora que Paramount se propone comprar Warner Bros. Es decir, se trata de temores que, sobre todo, suscriben los trabajadores. El tipo de fan que se alarmaba por la infantilización de Star Wars seguramente haya aplaudido Deadpool y Lobezno, producción de esta renombrada 20th Century Studios que ahora puede conectar con el Universo Marvel de Disney. Este filme ironizaba en modo meta sobre el revoltijo empresarial. También “homenajeaba” a las películas de X-Men de la Fox de los 2000, cuya continuidad había suprimido aquella compra. Un homenaje que era una absoluta falta de respeto a los puestos de trabajo perdidos con la operación de Disney. Pero como la calificación seguía siendo R, para adultos, todo iba bien. Como Disney se las ha ido apañando más o menos para darle al público lo que quería —entre llamadas a la nostalgia y toneladas de series—, el asunto de la infantilización ha dejado de importar. En general ahora preocupa la saturación, antes que el mantenimiento de las esencias de cada saga famosa. Por eso hay que agradecer el estreno de Predator: Badlands. Porque conserva toda esta perversión corporativa, y además lo hace materializando los peores temores del fandom. Las desventuras de Yautja A Predator le han pasado por encima todas las derivas de la industria. Desde el mencionado transmedia —apenas dos años después de su primera película, en 1989 empezó a protagonizar cómics acompañado del xenomorfo de Alien, como un crossover que acabaría dando el salto al cine— hasta el terremoto del streaming. La marca había quedado especialmente vulnerable a esto último en 2018. Fue cuando Shane Black, actor y guionista sin acreditar del filme original, dirigió una nueva entrega que fue un fracaso incluso dentro de los estándares de la franquicia. Era la tercera vez que se intentaba dar continuidad a aquel eficaz filme de acción protagonizado por Arnold Schwarzenegger y dirigido por John McTiernan en 1987. El tercer intento fallido, también. Después de Depredador 2 (1990) y Predators (2010), esta Predators vio cómo su invocación del gamberrismo y el espíritu ochentero se saldaba con la decepción definitiva. En Fox se daban por vencidos con la saga, no veían forma de traer de vuelta al público —las cuentas solo habían salido, curiosamente, con las películas de Alien vs Predator—, así que los productores ya tenían suficiente. Sobre todo en un momento en que la compañía estaba a punto de ser absorbida por Disney, y multitud de proyectos podían quedar en el limbo de un día para otro. Para cuando Predator pudo volver, tuvo que ser en una película destinada a Disney+ que ni siquiera le tenía en el título. Tras cautivar a los aficionados del cine de terror con Calle Cloverfield 10, Dan Trachtenberg le dio un nuevo enfoque a esta saga. Una precuela que se remontaba a 1719, con los nativos americanos sufriendo el prematuro acoso de uno de los miembros de la raza Yautja. La presa (Prey) probaba a sintetizar al máximo la fórmula de la franquicia, ciñéndose a un enfrentamiento a dos (el personaje de Amber Midthunder y el Depredador correspondiente) con un presupuesto muy escueto que le alejaba de los cines: destino no muy conveniente, especialmente cuando en 2022 aún lidiábamos con las consecuencias del coronavirus. La cuestión es que Prey gustó mucho. Fotograma de 'Predator. Badlands' Es lo que ha garantizado —junto al exitoso estreno para salas de Alien: Romulus en el verano de 2024, tras tantearse el streaming como destino original—, que Trachtenberg haya podido dirigir otra película de Predator con un estreno más amplio en mente, Predator: Badlands. Sin ser, por otro lado, la continuación inmediata a Prey. Entre medias, Trachtenberg dirigió otra película de Predator para streaming. Esta, titulada Asesino de asesinos, se estrenó este mismo verano presumiendo de la mayor cantidad de violencia de la franquicia y de una robusta animación NPR que fue muy publicitada por utilizar influencias y recursos de Arcane: aquella serie inspirada en League of Legends con la que Netflix obtuvo tantos elogios. El streaming sigue marcando a Predator. ¿Lo hace en Predator: Badlands? Pues a priori es una película muy alejada del molde de Prey y Asesino de asesinos. Trachtenberg ha variado su punto de partida a cada nueva entrega, según consagraba su carrera a los Yautja. Badlands tiene por primera vez en la saga a un Predator como protagonista, a Dek, mientras que la historia nunca llega a pisar la Tierra y, en un nuevo hito, su calificación se aleja de la R sempiterna para guarecerse en un PG-13 mucho más familiar. El motivo es que este Predator ya no lucha contra humanos y no hay sangre roja, sino que las desmembraciones se efectúan contra otros alienígenas y batallones de (aquí viene lo interesante) sintéticos. Los sintéticos son androides humanoides diseñados por la macrocorporación galáctica Weyland-Yutani, que el público ya conoce aunque apenas se hayan cruzado antes con los Yautja. Los conocemos, porque forman parte del universo de Alien. De nuevo, un crossover. Predator conoce a los Ewoks Lo que sucede, concretamente, es que Dek ha de aliarse con una sintética interpretada por Elle Fanning para sobrevivir en un planeta hostil. Dek ha llegado a dicho planeta decidido a demostrar lo que vale frente a su clan, que en efecto sigue teniendo una filosofía cruel y sanguinaria. Esa filosofía, combinada con un armamento letal y una determinación maníaca, es justo la que han sufrido los humanos durante las películas anteriores de Predator, pero no es lo que sucede en Badlands. Porque no es solo que Dek sea el protagonista y algo parecido al héroe de la historia. Es que además debe aprender a trabajar en equipo, e incluso replantearse su misión. Badlands supone una drástica alteración de la fórmula que había regido la saga hasta ahora. Con algún que otro desvío —Asesino de asesinos, por ejemplo, poseía una estructura más cercana a la antología de episodios—, desde 1987 lo que hemos ido viendo es a humanos lidiando como pueden con máquinas de matar. Y punto. A lo mejor estos enemigos podían llegar a mostrar respeto por sus contrincantes, pero nunca desafiaban su condición de villanos. Menos aún le buscaban las grietas al credo de los Yautja, algo que Badlands plantea desde el comienzo en tanto a la traumática relación de Dek con su padre y su hermano mayor. Durante el resto del metraje Dek se busca un clan alternativo, mientras descubre que su misión de caza es absurda e inhumana.  Que el Predator de turno lidie justo con esto, con la noción de “inhumanidad” —y busque redención, y nuevos amigos, y poco le falte para empezar a cuestionarse su masculinidad tóxica— da buena cuenta de lo chocante que es la nueva película de Trachtenberg, sobre todo siendo su tercer trabajo con la saga. Parece un recién llegado y alguien que no tiene en demasiada estima los elementos centrales de Predator, por cómo los manipula para entregar otra historia reconocible… mientras no sea del Yautja de lo que estamos hablando. Parece cualquier otra producción de Disney, en realidad. Una de Pixar, quizá, con la violencia al mínimo e incluso animales adorables. Dek y la sintética se hacen amigos, llegado el momento, de un mono alien con ojos enormes. 'Predator' tuvo una película animada este mismo año, 'Asesino de asesinos' La sintética, llamada Thia, tiene problemas a su vez con una hermana androide que se interpone en el camino de su nuevo amigo. Con lo que los dos protagonistas deben negociar con sus traumas, hacer las paces con su pasado, descubrir el auténtico significado de la familia, en el marco de un planeta indómito con alguna localización curiosa —un campo cuyas plantas están tan afiladas como cuchillas, en la única secuencia de cierta imaginación de la película—, pero fotografiado con suma desgana. El color de Predator: Badlands es tan apagado y genérico como el de Prey. Y como la acción es tan aburrida, no hay nada a lo que aferrarse para que el guion disimule lo mínimo que es.  La vagancia de la escritura brilla a lo grande, en sintonía a su dependencia de la conexión Alien —hay otros guiños además de los sintéticos, por supuesto— y a la rebaja de cualquier detalle adulto en la configuración de la propuesta. La infantilización a la que Badlands somete a la saga es casi autoparódica, una consumación de los temores (a su vez bastante infantiles) de los fans talluditos de Star Wars cuando Disney compró Lucasfilm hace ya 13 años.  Y junto a la infantilización, lo habitual: el crossover, los guiños, la escena poscréditos, todo el pack. Predator: Badlands es una tormenta perfecta. Un resumen perfectamente orgánico y riguroso de lo que ha supuesto el ansia monopólica de Disney para la industria, concentrado en una saga cuyas grandes señas eran la violencia, la acción desprejuiciada y si acaso ciertas reflexiones ceñudas en torno a la capacidad del ser humano para prosperar sobre lo salvaje. Todo eso se ha perdido por el camino, quizá porque son ingredientes más complejos y porque, desde luego, no maridan con lo que Disney ha querido hacer con Predator desde que le echó las zarpas. Que es, básicamente, transformarlo en contenido. Esta vez ni siquiera ha necesitado el streaming para eso. 
eldiario
hace alrededor de 3 horas
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