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Sara Montiel, la estrella mundial, moderna y revolucionaria que acabó sepultada por los programas del corazón

Sara Montiel, la estrella mundial, moderna y revolucionaria que acabó sepultada por los programas del corazón
Valeria Vegas dirige 'Súper Sara', un documental de tres episodios que reivindica la figura transgresora de la primera actriz española que viajó a Hollywood y que fue un soplo de modernidad en España'Sirat' por dentro: Oliver Laxe desvela los secretos de cuatro escenas de la película Su nombre real era María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isidora Abad Fernández. Demasiado largo. Demasiado común. Quizás por ello tuvo claro que había que crear otro. Uno por el que la gente la recordara, por el que quedaría inscrita en los libros de historia del cine. María Antonia sabía que quería ser actriz, pero no una del montón, sino una estrella destinada a cosas grandes, y por eso se puso el de Sara Montiel con el que todo el mundo la conoció. Sara Montiel se convirtió en la primera estrella española que pisó Hollywood. Mucho antes que Antonio Banderas, que Penélope Cruz y que Elsa Pataky ella ya había estado allí y había dejado a todos con la cabeza del revés para girarse y preguntar quién era aquella española que apenas sabía inglés, pero que se lo aprendía fonéticamente para dar el pego. Y vaya si lo daba. Lo dio en Veracruz, el papel que la colocó en la meca del cine, y luego bajo las órdenes de directores como Samuel Fuller o Anthony Mann, con quien se casó. Sara Montiel hizo todo antes que el resto. Se divorció cuando estaba prohibido. Fue una estrella mundial cuando ni siquiera se permitía soñar con ello. Habló de sexo como solo podían hacerlo los hombres. Bailó, cantó y se divirtió. Se enamoró muchas veces y se desenamoró otras tantas. Fue un icono queer cuando la palabra muchos ni la conocían, y las transformistas de España reproducían sus movimientos sabiendo que ella era un icono irrepetible. Lo mostró Pedro Almodóvar en La mala educación, donde Gael García Bernal entona como si fuera Sara la versión del Quizás, quizás, quizás que interpretó en Noches de Casablanca (Henri Decoin, 1963). De alguna forma, como luego señalaron Nacho Canut y Carlos Berlanga en una canción que luego versionó Hidrogenesse, Sara Montiel era una superheroína, una Súper Sara. De hecho, así es como se llama la serie documental de tres episodios que ha dirigido Valeria Vegas y que ya se puede ver en HBO Max. Súper Sara repasa la vida de Sara Montiel, desde sus primeros coletazos de artista que quiere salir de Campo de Criptana, el pueblecito de Ciudad Real que siempre tenía en su boca para reivindicar sus orígenes humildes. Pero Súper Sara quizás se inspira en una estrofa de esa canción. “Todo lo hizo por el bien del mundo, pero despierta un odio muy profundo. Es pura envidia, fue incomprendida, ¡qué vida!”, cantan los Hidrogenesse en los títulos de crédito y es ese el enfoque que escoge Vegas para ofrecer algo distinto. Si a las nuevas generaciones les preguntan por Sara Montiel seguramente se referirían a momentos como esa saeta de la que tanto se rieron o alguna de las apariciones en los programas de corazón en sus últimos momentos. Sara lo contaba todo, y esos programas —cuyos protagonistas ahora están en la televisión pública— se rieron de ella. Le hicieron bullying en directo y en horario de máxima audiencia. Se rieron de su aspecto, de sus parejas, de cómo vestía o lo que decía. Fueron machistas y edadistas y nadie lo pudo ni lo quiso parar. La televisión vio en Sara Montiel no a una superestrella, sino una máquina para hacer espectáculo y buenas cifras de audiencia. A la gente no le gusta ver a una señora de 70 años con escote y haciendo lo que le dé la gana, y ese era realmente el problema Valeria Vegas — Directora Para Valeria Vegas todo eso contribuyó a que la imagen de Sara Montiel “se distorsionara muchísimo”. “Lamentablemente en este país lo que hagas los últimos años de tu vida es lo que cuenta. Mira a Carmen Sevilla. Hizo el Telecupón, que era algo estupendo, pero para mucha gente solo hizo el Telecupón. Se olvidan de las 50 películas anteriores que había hecho. Parece que lo último borra todo lo anterior. En el caso de Sara, para mucha gente lo último eclipsó todos sus méritos anteriores”, dice la directora. Esos ataques muestran para Valeria Vegas cómo se había “normalizado el edadismo”. En cualquier otro país sería impensable que una estrella del nivel de Sara Montiel fuera así de vilipendiada en los platós de televisión, y Vegas pone el ejemplo de Liz Taylor, que “pasó por los mismos caminos que Sara, pero era sagrada para los americanos”. “Con Sara fueron implacables y ella era la misma de siempre, solo que más mayor, y eso ya chirriaba. Cualquier exceso lo llamamos locura de juventud. Como si su belleza lo disfrazara, pero la Sara de los años 60 era igual de disruptiva. Una señora que se divorció cuando no había divorcio, que se separó a los dos meses de su segundo marido, que era un mal ejemplo para el régimen de la época… es que no había cambiado tanto, solo que a la gente no le gusta ver a una señora de 70 años con escote y haciendo lo que le dé la gana, y ese era realmente el problema”, recuerda. El documental muestra cómo, de alguna manera, Sara Montiel se anticipó a todo y a todos. Pionera como actriz, en la moda y, muy importante, en la forma en la que habló de sexo sin tapujos. Lo hizo de una forma que “entonces solo se le permitía a los hombres”. “En su vida hablaba de haber perdido la virginidad sin estar casada y siendo menor de edad con un señor como Miguel Mihura, que le llevaba 40 años. Presumía de haber estado con fulanito o con menganito. Grabó un disco de bakalao en los 90, donde cada canción estaba dedicada a un amante. Posó desnuda reiteradas veces en Interviú. Posaba mirándote a los ojos o se sacaba las tetas y decía que se veía supersexy. Ella no pedía perdón y eso también escocía”, analiza Valeria Vegas. Una de las imágenes personales del archivo de Sara Montiel que se puede ver en el documental El documental —que cuenta con imágenes personales inéditas y testimonios de su hijo o gente como Alaska, Loles León o Bibiana Fernández— también hace hincapié en la importancia de Sara Montiel como icono queer que conectó con la comunidad porque “era una fantasía transversal”. “Era fantasía para la mujer, para la señora que vivía en Lugo, en Murcia o en Fuenlabrada, y luego era fantasía también para la comunidad LGTB, porque era una mujer diferente a todo lo que se veía. No era Amparo Rivelles, no era Imperio Argentina, no era Carmen Sevilla. Te vendía exceso, te vendía drama, te vendía fantasía, te vendía purpurina, y una gran parte de la comunidad LGBT se sintió fascinada. Sara fue de las artistas más imitadas por los transformistas. Su existencia fue aire fresco para mucha gente”, añade la directora. Vegas nunca conoció a Sara en persona, pero recuerda el impacto que tuvo en ella verla en la televisión de los 90, cuando “se recicla por decimonovena vez y saca el disco de Fumando espero en versión bakalao”. “La tele de entonces estaba llena de Miss Españas lánguidas. Había una ola de conservadurismo y ella me pareció una marciana bajada de algún lado, que además la trataban con mucho respeto todavía en los noventa. Me dejó muy eclipsada”, recuerda y reclama un hueco en el presente para Sara Montiel, porque cree que puede enseñarnos a “no sentir culpa”: “Sara Montiel no tuvo culpa de posar desnuda, no tuvo culpa de ser madre con 50 años. No tuvo culpa de casarse con un hombre más joven. También nos enseña a reírnos de nosotros mismos, porque Antonia también sabía reírse mucho de Sara Montiel, algo que es muy difícil y ella lo lograba muchas veces”.
eldiario
hace alrededor de 15 horas
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