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Hacer las paces con el pueblo, la sencilla arma de Sara Riveiro contra la asfixia adolescente en el rural

Hacer las paces con el pueblo, la sencilla arma de Sara Riveiro contra la asfixia adolescente en el rural
La escritora gallega publica su primera novela, 'Hay un gato', una historia de la Galicia fuera de las ciudades que empieza con un maullido bajo el capó de un coche y que relata la lucha de una generación por reconciliarse con el pueblo y su genteFrancesco Carril, el novio de 'Los años nuevos', construye un trepa encantador en una obra que es también retrato generacional En Hay un gato, la primera novela de Sara Riveiro (Negreira, 1997), no solo hay un gato. También hay un alcalde que no quería ser alcalde y un autobús indigno a la ciudad que nadie pensaba que podía empeorar, y lo hace. También hay señoras contra el cura del pueblo y adolescentes contra el mundo. Amigas que se pierden y otras que se encuentran. Riveiro llegó a Madrid desde Galicia para estudiar Periodismo y Comunicación Audiovisual, pero no ha sido un viaje de solo ida. Ha hecho el camino inverso en varias ocasiones. Aunque metiera cabeza en un medio digital de la capital antes de graduarse, volvió varios veranos a la radio municipal de su pueblo. Y a pesar de encontrarse ahora al frente de la estrategia de vídeo de una gran empresa, durante unas semanas al año se implica en la organización de un festival gallego de creación digital. Su principal ocupación es estar ocupada, aunque admite que está en proceso de aprender a abandonar cosas. Este mes de mayo pone punto y final a su principal proyecto en internet: su podcast Coquetas y Bravas. También cierra temporada como colaboradora en Carne Cruda. Internet ha moldeado la carrera de Sara Riveiro, que conectó a la escritora con el mundo desde Negreira, donde creció. Un pueblo cerca de Santiago de Compostela, por donde pasa la prolongación del Camino de Santiago hasta Fisterra. Este es el lugar que condiciona la historia que hay tras Hay un gato, que algún día ahogaba a una Sara preadolescente y que ahora revisita con esta novela rural con trazos de realismo mágico. El pueblo y su gente enmarcan esta “novela sencillita” –calificada así por la propia autora– donde una chica y un gato atrapado en el capó de un coche comparten páginas con algunos personajes que tratan de ayudarle, sin mucho éxito. Esta es la excusa que la escritora usa para recorrer las vidas de todo un coro de protagonistas que, según ella, son la mezcla de dos o tres personas que conoce de su pueblo. Sara Riveiro nunca había escrito a este nivel, pero confiesa que quería hacerlo desde hace mucho tiempo. Se hizo un hueco en redes sociales cuando Twitter todavía no era X y su principal forma de comunicarse con el mundo era a través de internet. “Nunca había escrito nada más largo de tres páginas para un concurso de microrrelatos de mi pueblo”, dice bromeando. Aunque esto no fue impedimento para que la editora de Amor de Madre –firma que publica Hay un gato– le escribiera un mensaje. Tan solo tuvieron que coincidir en una presentación de un libro para que hubiera conexión. Esta historia es inevitablemente autobiográfica. Una chica gallega de pueblo que encuentra en el lugar que le ha visto crecer un espacio claustrofóbico, lleno de miradas prejuiciosas, del que huir en cuanto tenga oportunidad. Este es el relato de una generación rural que, aunque ansía salir de las calles que le cuidaron, se reconcilia con su yo de la adolescencia y añora sus raíces. Sobre el estilo sencillo que defiende la autora en ‘Hay un gato’, advierte: “No quiero caer en el rollo ridículo de ‘novela tonta’ cuando no creo que ningún hombre se plantee jamás que solo está escribiendo ‘una novelita’”. A pesar de ello reivindica los relatos sin grandes florituras, historias que “igual no te cambian la vida, pero te gustan y te inspiran a hacer otras cosas”. La gallega pensó en ‘Piso compartido’ de Anna Fletcher para trazar el carácter de ‘Hay un gato’: “Recuerdo leerlo de una sentada y decir: qué cosa más sencilla, qué cosa más corta y cómo me ha alegrado el día”. “Hay una épica alrededor de publicar un libro de la que se me ha hecho difícil escapar. Escribí lo que quería escribir y lo que me habría gustado leer”, zanja la autora. El pueblo podría ser un personaje más en la historia y, probablemente, a Riveiro no le hubiera costado darle unas líneas de diálogo. El rural juega un papel protagonista y condiciona el desarrollo de sus personajes. “En los pueblos todo el mundo te conoce para bien y para mal. Esto puede implicar una red de apoyo o que, en el momento en el que te salgas un poco de los márgenes, te quedes completamente excluido”, reflexiona la gallega. La portada del libro plasma esta sensación de claustrofobia en la que la autora también se vio reflejada en algún momento: “Cuando eres adolescente solo ves la mitad de lo que implica el pueblo, posiblemente porque yo también me estaba juzgando a mí misma”. Confiesa que el proceso de escritura de ‘Hay un gato’ es la culminación de un proceso de evolución en la relación con su pueblo: “He conseguido hacer las paces con esto”. La protagonista –sencillamente “la chica”, sin nombre– se pasa toda la novela parada al lado del coche esperando que aparezca el dueño para poder liberar al gato. “Ella está anclada en la idea de ‘ojalá no me hable nadie’. Necesita ayuda, pero no sabe pedirla. Le cuesta mucho contar con alguien porque cree que no merece contar con nadie”, comenta la galega, como si lo estuviera diciendo de la adolescente que fue ella misma. “La chica” se cruza con diferentes personajes que encarnan mil realidades, muchos de ellos inmersos en el mismo bucle que ella: “Hay personajes que se da a entender que no van a salir de ese bucle jamás, pero muchos otros sí lo hacen”. Y estos, según la escritora, “son los que aceptan ayuda, los que hacen algo que sale de sus rutinas para cambiar o los que hablan las cosas con otras personas”. Riveiro, con Hay un gato, trata de darle la vuelta y ofrecer un punto de vista optimista, intentando huir de personajes atormentados y poniendo de relieve que “todos tenemos a menudo estos momentos de bucle, pero siempre es más fácil si alguien te echa una mano”. Hay un gato empieza así: “Esa tarde era una de las afortunadas siete tardes del año en las que no llovía, un fenómeno que debía ser celebrado”. El lector se encuentra ante un relato innegablemente gallego. Los personajes y sus tramas –y la meteorología– nos lo desvelan rápidamente. “No quería hacer una novela gallega para no gallegos, usar las palabras riquiña o bolboreta, o caricaturizar las conversaciones entre las mujeres mayores gallegas”, cuenta la escritora. A pesar de ello insiste en que “hay ciertas cosas que solo se entienden en un contexto concreto, en un contexto gallego, y quería reflejar mi realidad sin caer en estereotipos”. Dos señoras mayores protagonizan uno de estos capítulos, conspirando contra el nuevo cura del pueblo, en una actitud desobediente y de rebeldía. “Tenemos la imagen de las abuelas como mujeres encantadoras y adorables, pero las señoras mayores gallegas son mujeres muy duras”, reflexiona Riveiro. La autora pone de relieve las dificultades a las que se tuvieron que enfrentar muchas de ellas: “Se quedaron solas muy jóvenes porque sus padres y maridos emigraron. Tuvieron que cuidar de las tierras, en una zona sin industria, con un nivel de analfabetismo muy alto. Y se vieron obligadas a coger las riendas y ser muy fuertes, pero eso tienen tan mala hostia”. En este sentido, la autora reivindica la tercera edad como una etapa vital en la que poder revolverse contra las injusticias y, por qué no, descubrir nuevas amistades en la lucha. Pero en ellas no solo hay dureza e insurrección contra el poder episcopal local. En estos personajes también se puede leer orgullo en lo que han conseguido sacar adelante, a pesar de los mil obstáculos. “Yo no construí casas, pero construí lo que va dentro”, reflexiona en el libro una de ellas en una larga conversación con “la chica” tras encontrarla junto al coche y el gato. “Son muy prácticas y honestas con la realidad. No reniegan de lo que han pasado, pero tampoco se atormentan. Hacen lo que pueden con lo que tienen”, sentencia Riveiro. La autora nos confiesa que el libro llega al final de un proceso de reconciliación con su pueblo y todo lo que lo rodea: “Yo no podría haber escrito este libro si no hubiera hecho las paces antes con mi pueblo. Poco después de llegar a Madrid me di cuenta de que los problemas que yo tenía con Negreira los tenía conmigo y los estaba proyectando en otra gente”. En esto ayudó varios veranos que pasó de prácticas en la radio municipal, tras los cursos universitarios en la capital. Allí pudo encontrar otra versión del lugar donde se sintió atrapada: “Descubrí a un montón de personas pequeñitas ayudándose entre sí y pensé en que yo también podría estar ahí, formar parte de eso”. La autora confiesa que “la chica” podría haber sido ella. Y admite haber vivido una experiencia similar en unas circunstancias similares. Preguntada por si quizás la protagonista no hace un drama de algo que tiene fácil solución, responde: “Ella solo pensaba ‘si consigo salvar este gato, igual algo cambia, igual rompo el bucle’. Por eso toda mi vida depende de que este gato salga de aquí. El gato es una metáfora de todo lo que no consigue arreglar ella”.
eldiario
hace alrededor de 6 horas
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