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La Copa América ante su encrucijada

La Copa América entra en su edición 38ª con un aire de cambio que no es cosmético: se desafía la arquitectura de poder del trofeo más antiguo del deporte, se rediseña su modelo económico y se amarra, por fin, a un marco jurídico e institucional robusto en la ciudad anfitriona. Nápoles no es solo paisaje; es un andamiaje legaladministrativo que permite ejecutar a tiempo, promover inversiones y aprovechar un evento deportivo de primer nivel para desarrollar política pública. Al mismo tiempo, el partnership que se espera que sea firmado por todos los equipos para la 38ª edición plantea una gobernanza compartida, con voto igual para cada participante y una plataforma comercial común. Sobre ese doble eje —modernización organizativa y seguridad jurídica— se juega la oportunidad de convertir la Copa en una competición más justa, más abierta y con más valor para el deporte y para las ciudades que la albergan. Que exista un acuerdo no significa que el tránsito haya sido pacífico. La retirada de INEOS Britannia tras su ruptura con Ben Ainslie —y el subsiguiente laberinto de financiación y activos— tensionó el tablero y evidenció que el statu quo no era sostenible. Al mismo tiempo, Alinghi Red Bull Racing anunció su paso atrás alegando preocupaciones sobre la administración de la Copa por parte del Defender, un gesto que funcionó también como palanca de presión para forzar un protocolo más equilibrado. Incluso American Magic llegó a expresarse con prudencia en algunos momentos respecto a su participación, en el marco de unas negociaciones tan sutiles como públicas. En conjunto, esa fricción sistémica terminó por empujar a Team New Zealand a aceptar una gobernanza compartida; el resultado, a priori, es una Copa más moderna. El reto, como veremos, es que los equipos trabajen conjuntamente para que este modelo perdure en el tiempo. La otra mitad del tablero está en tierra. Nápoles ha recibido un respaldo normativo singular mediante el Decreto Legge 30 giugno 2025, n. 96, un instrumento que sitúa a Sport e Salute S.p.A. como sujeto ejecutor y organiza la gobernanza pública para llegar a 2027 con proyectos, licencias e inversiones alineadas. El artículo 7 del decreto es el corazón: 7,5 millones de euros en 2025 para la puesta en marcha, una flexibilización presupuestaria que autoriza al Comune di Napoli a emplear hasta 30 millones de euros anuales entre 2025 y 2027 a partir del resultado de administración, y un ramillete de facultades de aceleración: declaración de utilidad pública, urgencia y aceleración para las obras y plazos ambientales reducidos a la mitad en las evaluaciones. Es un traje a medida para que una ciudad con proyectos históricos varados —especialmente en el área Bagnoli Coroglio— pueda desatascar infraestructuras y rematar su frente litoral. En la práctica, el decreto activa una «cabina di regia» que coordina prioridades y plazos con Sport e Salute y con el comisario de movilidad, y blinda jurídicamente las actuaciones críticas (accesos portuarios, movilidad urbana, regeneración costera). Se trata de reducir al mínimo los cuellos de botella administrativos que tantas veces hunden grandes eventos en sobrecostes y retrasos. La idea de fondo es nítida: la Copa como política pública que debe dejar legado en forma de espacio público, empleo, turismo de calidad y proyección internacional de la ciudad. Para Nápoles, es una oportunidad de reposicionamiento global y de acelerar transformaciones largamente pendientes. Para la Copa, es la oportunidad de demostrar que su impacto excede el contenedor deportivo y genera riqueza para la sociedad. La Copa América nunca se ha movido sin la brújula de su histórico Deed of Gift, el documento que desde hace más de 170 años marca las reglas del juego y protege el ADN de la regata. Ese legado sigue ahí, intacto, pero en Nápoles se pone en marcha un experimento que quiere mirar al futuro: el nuevo America's Cup Partnership (ACP). El nuevo modelo de America's Cup Partnership (ACP) que se estrenará [si bien se logra formalizar todos los partnerships agreements antes de la fecha indicada] en la 38ª edición de la Copa América en Nápoles, marca un punto de inflexión en la historia de la regata más antigua del mundo. Por primera vez, los equipos participantes compartirán la gobernanza del evento bajo una estructura común, con reglas claras sobre la toma de decisiones, la comercialización y la gestión de recursos. En la práctica, el ACP parece inspirarse en fórmulas que ya han demostrado su eficacia en otros deportes de élite: como por ejemplo el Concorde Agreement de la Fórmula 1, que durante décadas ha regulado cómo se reparten los ingresos y se garantiza la estabilidad de los equipos, o la Constitution and Bylaws de la NBA y la NFL, que funcionan como constituciones internas para asegurar equilibrio competitivo, transparencia y continuidad institucional. El concepto franquicia aplicado a la vela suena, para algunos, a anatema. Sin embargo, es útil para ordenar incentivos: si las reglas de juego son estables, si el calendario es previsible y si los derechos comerciales se gestionan con visión multianual, los equipos adquieren valorempresa; no solo compiten, valen. Eso implica capitalizar equity de marca, acceder a financiación privada y planificar plantillas y desarrollo tecnológico con menos sobresaltos. Pero la franquicia no se logra por decreto: exige credibilidad (cumplir lo firmado), cumplimiento (auditorías, gobernanza colegiada real) y producto (un formato que mejore la experiencia del aficionado, tanto en sede como en pantallas). Si la ACP consigue estos tres ejes, la Copa podrá atraer más participantes y, con ello, mejorar el nivel medio sin sacrificar la excelencia en la parte alta del cuadro. Si este modelo encaja bien en la edición 38, podría convertirse en el puente perfecto entre dos mundos: el de la tradición jurídica y simbólica del Deed of Gift y el de la innovación que ya reina en otros deportes globales. La regata más antigua del planeta se enfrenta así a un desafío tan apasionante como delicado: evolucionar sin perder su esencia. Los mecanismos de tope de gasto (75 M€), la racionalización técnica (más baterías, tripulaciones de cinco) y la inclusión obligatoria de al menos una mujer por AC75 constituyen un paquete de modernidad que trasciende el gesto. En el frente económico, la contención de costes facilita entradas de nuevos equipos y reduce brechas entre presupuestos mastodónticos y proyectos emergentes. En el frente deportivo y social, la obligación de integrar a mujeres en el máximo nivel competitivo —complementada con la continuidad de Women's & Youth America's Cup— empuja una cantera más amplia y conecta la Copa con las tendencias de equidad de otras grandes ligas. En el frente mediático, la figura del «guest racer» (patrocinadores, periodistas, incluso influencers) promete nuevas narrativas sin afectar la seguridad. Todo ello con un calendario más predecible, algo que el mercado llevaba años pidiendo. De nuevo: la clave es que los equipos aprendan a trabajar conjuntamente, para que este modelo perdure en el tiempo.
abc.es
hace alrededor de 5 horas
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