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"Antes sabíamos quién disparaba, ahora no tenemos ni idea": Colombia revive la era del terror tras el atentado al senador

Los índices de asesinatos y secuestros han experimentado un nuevo repunte tras el acuerdo con la guerrilla de las FARC en 2016 y el intento de asesinato del candidato presidencial Miguel Uribe Turbay ha provocado un pico de tensiónEl aspirante presidencial colombiano de la derecha Miguel Uribe Turbay, herido de bala tras ser tiroteado en un acto en Bogotá Un sentimiento de déja vu, de algo ya visto, fue la primera reacción de los colombianos. El intento de asesinato contra el senador opositor Miguel Uribe Turbay el sábado durante un acto de precampaña en Bogotá ha recordado los peores días de la violencia política en el país sudamericano. Un balazo en la cabeza, a plena luz del día, ha dejado de un hilo la vida del abogado de 39 años, nieto de un expresidente liberal e hijo de una periodista asesinada en 1991. Las causas, en una sociedad altamente polarizada, se desconocen, pero el suceso está atravesado por décadas de conflicto interno, profundos odios reciclados en tiempos de plataformas digitales y plantea más de un interrogante de cara a las presidenciales de 2026. ¿De dónde vino la bala esta vez? Los analistas y buena parte de los investigadores parecen estar en blanco. De momento solo ha sido capturado el sicario que disparó contra el precandidato presidencial. Se trata de un adolescente de 14 años que descargó una pistola austriaca Glock de calibre 9 mm en diez ocasiones cuando Uribe Turbay finalizaba un discurso ante unos 100 espectadores en un parque al occidente de la capital. El presunto criminal fue herido y aprehendido por escoltas y policías tras una persecución que quedó grabada en las cámaras de videovigilancia del barrio Modelia. La maraña de redes y conexiones violentas que ha tejido la historia reciente de barbarie en Colombia ha dejado a ciegas a los investigadores que tratan de identificar a los autores intelectuales del atentado del fin de semana. Por eso, el doctor en Ciencias Políticas Francisco Gutiérrez Sanín apela a la prudencia: “No sabemos nada de este intento de asesinato miserable. Lo que sí se puede decir es que en Colombia hay una cantidad extraordinaria de factores de violencia que hacen que la incertidumbre sea vertiginosa”. Desde que el Estado colombiano firmó la paz con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la más antigua y sanguinaria, en 2016, la violencia ha mutado. En un principio, las muertes y los secuestros menguaron. Sin embargo, los índices han vuelto a repuntar. Detrás se hallan bandas de guerrilleros o paramilitares de derecha, disidentes de las viejas agrupaciones desmovilizadas que ahora combaten con grupos de narcos atomizados por el control de la explotación de las zonas con recursos naturales y las rutas de salida de la droga en las fronteras. Las disputas en el campo suelen tener algún eco en las ciudades. Basta recordar que 71 líderes sociales fueron asesinados en los primeros cinco meses del año. Jerónimo Castillo, especialista en criminología, asegura que las conjeturas planteadas por el Ministro de Defensa, Pedro Sánchez, son un reflejo de la fragilidad para comprender el suceso: “Hay un ambiente de confusión. Es muy irresponsable tratar desde ya, en los medios, o las redes sociales, plantear teorías o señalar a nadie solo porque tenemos una cantidad de imágenes de los hechos filmadas con teléfonos celulares. La construcción de las mismas hipótesis oficiales revela la pobreza de la información que tenemos. Es probable que este sea, como en otras ocasiones, un nuevo intento de homicidio que se quede sin que sepamos quién lo ordenó”. La primera hipótesis del Gobierno va desde un complot transnacional vinculado con Dubai para silenciar al político conservador hasta un plan para desestabilizar al Gobierno de izquierdas. La Fiscalía colombiana comunicó en la tarde del lunes que una red de sicarios es la responsable del atentado. Dos informaciones que dejan el rompecabezas intacto y aún por resolver. Los investigadores consultados explican que los pistoleros suelen operar como testaferros sin nombre. Son contratados por grupos criminales más complejos que se dividen las tareas para borrar el rastro de los responsables. De cualquier forma, María Victoria Llorente, directora de la Fundación Ideas para la Paz, apunta que el intento de asesinato ya supone un “punto de quiebre” con vistas a la campaña presidencial de 2026. Se trata, agrega Llorente, de una suerte de espejo trágico para los colombianos: “La gran diferencia con el pasado es que antes teníamos identificado, en mayor o menor medida, de dónde venían los tiros. Ahora no tenemos ni idea. Veníamos advirtiendo de que el tono del discurso del odio en el debate, desde el mismo Gobierno, iba en ascenso, pero lo cierto es que estamos a ciegas frente a unos fenómenos más fragmentados, con intereses muy diversos”. Francisco Gutiérrez Sanín incide sobre el momento de tensión política: “Nos estamos guiando por una mezcla entre crispación e incertidumbre total. Una combinación muy negativa en un momento donde la cautela debería ser la tónica”. El analista político Hernando Gómez Buendía refuerza la idea de que en la Colombia de hoy se conoce poco de lo que rodea el atentado: “Petro no tiene derecho a insinuar que fue dirigido para afectar su Gobierno. Si no está seguro, no lo debe decir. Los periódicos, los expresidentes, los ciudadanos y los políticos han reaccionado con conjeturas que responden a sus prejuicios. Unas más razonables que otras. Pero el titular más honrado es decir que a estas alturas nadie tiene bases para entender quién y por qué ordenó el intento de asesinato”. El atentado ha agrietado la relación entre el Gobierno y los partidos de la oposición. Nueve partidos rechazaron el lunes la invitación para asistir a una reunión para debatir las garantías de cara a las elecciones de 2026. Lo único seguro hoy es que Miguel Uribe Turbay, quien se encuentra en estado de salud muy delicado según los partes médicos, ha sido un senador disciplinado del derechista Centro Democrático, el partido fundado por el expresidente Álvaro Uribe Vélez. Abogado de profesión y padre de un niño de cuatro años, está casado desde 2016. Aunque su precandidatura presidencial apenas despertaba entusiasmo en las encuestas de intención de voto, su linaje político lo posicionaba como una suerte de delfín de la clase dirigente tradicional. Su abuelo, Julio César Turbay Ayala, gobernó Colombia entre 1978 y 1982 y es recordado por impulsar la doctrina de seguridad nacional, una estrategia de inteligencia diseñada desde Washington para contrarrestar la influencia comunista en la región. En aquella época, y debido a la presión militar sobre los intelectuales de izquierda, García Márquez salió exiliado rumbo a México. La madre del político bogotano, Diana Turbay, fue por su parte una periodista y presentadora de televisión asesinada en 1991 en medio de una fallida operación de rescate de la policía. La reportera había sido secuestrada junto a otros seis compañeros en un municipio del departamento de Antioquia por un grupo de narcos vinculados a la red de Pablo Escobar. Tres décadas más tarde, Colombia espera que se esclarezca el objetivo e identidad de los matones que han dejado entre la vida y la muerte al joven líder de derecha que aspiraba a ser presidente como su abuelo.

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