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Daniel Levy: "Muchos judíos en el mundo respondemos 'no en mi nombre' y pedimos sanciones contra Israel"

Daniel Levy: "Muchos judíos en el mundo respondemos 'no en mi nombre' y pedimos sanciones contra Israel"
Analista y exnegociador israelí, es uno de los firmantes de una carta dirigida a los gobiernos del mundo: "Si queremos que Israel y los israelíes se comporten de otro modo, hay que dejar de recompensarlos por acciones criminales" Daniel Levy, analista británico e israelí, es uno de los impulsores de la carta suscrita esta semana por cientos de judíos del mundo, en la que señalan la “creciente evidencia de que las acciones de Israel serán juzgadas como genocidio” y piden a Naciones Unidas y “los líderes del mundo” que adopten sanciones contra Israel para poner fin a su impunidad. Para ello, exigen rendición de cuentas y el fin de la ocupación y del apartheid israelíes. Entre los firmantes destacan nombres como la escritora canadiense Naomi Klein, el cineasta británico Jonathan Glazer –con un Óscar en 2024–, las ganadoras de un Emmy Ilana Glazer y Hannah Einbinder, el premio Pulitzer Benjamin Moser, el director de orquesta israelí Ilan Volkov, el cómico estadounidense Eric André, el novelista sudafricano Damon Galgut o el periodista y documentalista israelí, ganador de un Óscar, Yuval Abraham. Daniel Levy fue negociador israelí en el proceso de los Acuerdos de Oslo 2 en los años noventa y en la Cumbre de Taba de 2001. En una entrevista telefónica con elDiario.es, desde su residencia habitual en Londres, reitera la importancia de la presión internacional para que el alto el fuego se mantenga. ¿Cómo surgió esta carta? Sabemos que la comunidad judía tiene diferentes voces y opiniones, también respecto a Israel. En los dos últimos años Israel impulsó su campaña destructiva que ha llevado a lo que cada vez está más claro que será reconocido como un genocidio, como decimos en la carta. Israel hizo esto en nombre de los judíos, en nuestro nombre, dando a entender que, de algún modo, quizá el Holocausto justificaba esto. Hemos visto en todo el mundo a personas judías participando en las protestas y diciendo, cada vez con más fuerza, 'no en mi nombre': “No, eso no es lo que somos, no vamos a seguir callados”. Hemos querido reunir nuestras voces, con la voluntad de llegar a nuevas audiencias de forma global, dejando claro qué es exactamente lo que reclamamos. Esta carta llega poco después del alto el fuego enmarcado en el plan Trump. Ya hablábamos de ello antes del alto el fuego, pero ahora se convierte en algo de extrema importancia, porque si volvemos a lo que se llama normalidad, todo se repetirá, volverá a suceder. Este alto el fuego es frágil, ha llegado después de crímenes terribles, y tiene que haber rendición de cuentas si realmente queremos un mañana mejor y una posibilidad de paz. Trump tiene la mayor influencia sobre Israel, pero lo que llevó a este frágil alto el fuego fue la presión internacional, la presión pública. La gente salió a las calles en muchos lugares, en sitios como España, para decir que no es normal que Israel haga lo que hace y siga participando en el deporte internacional, ya sea ciclismo o cualquier otro. Este es el momento de pedir, por el bien de todos, que se mantenga la presión, y de hacer una declaración muy clara sobre los valores judíos, sobre lo que hemos aprendido de la historia judía: que esto no se hace en nuestro nombre. Por eso pedimos sanciones. Israel sigue en guerra con el pueblo palestino todos los días, ocupa ilegalmente toda Cisjordania, Jerusalén Este y más de la mitad de Gaza. Esto no es un plan de paz Ha mencionado en un artículo esta semana las violaciones del alto el fuego por Israel. ¿Qué es lo que hay que hacer ahora para que esta vez sea diferente a las anteriores? Una cosa es el alto el fuego, y otra, la paz. El alto el fuego significa la ausencia de un tipo particular de ataques agresivos en Gaza. También implica la puesta en libertad de los rehenes israelíes que quedaban en cautiverio y de prisioneros palestinos, muchos de ellos detenidos sin cargos ni juicio, o juzgados por tribunales militares de una potencia de ocupación ilegal. Pero seguimos en un estado de guerra: Israel todavía ocupa ilegalmente todo el territorio palestino, incluyendo la ocupación directa, con tropas, de más de la mitad de Gaza, y de toda Cisjordania y Jerusalén Este. Israel sigue en guerra con el pueblo palestino todos los días, tanto en Cisjordania como en Gaza. Esto no es un plan de paz. Fue un plan para conseguir un alto el fuego.
 Cuando el presidente de Estados Unidos dice: “He terminado con esto, lo logré; llegué y lo hice”, eso es pura ficción. Cisjordania ni siquiera aparece en el plan. No se dice nada sobre poner fin a la ocupación, la palabra “ocupación” no es mencionada ni una vez, tampoco el derecho internacional o la rendición de cuentas. Con estructural colonial, sin presión a Israel y sin un enfoque que pertenezca a los palestinos no habrá alto el fuego duradero ¿Qué debería contener un plan de paz, en su opinión? Primero se tienen que dar las garantías para mantener el alto el fuego. Si no hay presión, sin un enfoque de armisticio para la gobernanza—uno que no sea una estructura colonial, sino que pertenezca a los palestinos— no será posible. No se puede esperar que los movimientos de resistencia se desarmen mientras continúe una ocupación ilegal. Así que, primero hay que tomarse en serio los términos del alto el fuego. Y después, hay que crear las condiciones para que exista una posibilidad real de paz. Esas condiciones deben incluir un punto central: el fin de la impunidad. Mientras Israel goce de impunidad, continuará con la ocupación y con los asesinatos. No creo que las sanciones lo resuelvan todo, pero si queremos que Israel y los israelíes se comporten de otra manera, hay que dejar de recompensarlos por actividades criminales. Durante décadas, Israel ha mantenido un régimen de ocupación y apartheid, y, sin embargo, sus relaciones comerciales han mejorado, el comercio de armas ha aumentado, y su participación en todo tipo de torneos internacionales se ha incrementado. Cuando se les dice: “Esto es ilegal, no ayuda a la paz, es profundamente desestabilizador y radicalizante”, los israelíes no lo creen, y no lo creerán mientras el mundo siga tratándolo como algo normal. Hay que actuar en la política, en el comercio y en las relaciones diplomáticas, dejar de normalizarlas, así es como cambiará Israel. La movilización necesaria para generar reacción en Israel tiene que afectar al comercio, al turismo, a las alianzas y a la participación israelí en Europa Como acaba de mencionar, antes del alto el fuego estábamos viendo que la presión social internacional iba en aumento. Vimos a la Unión Europea, Eurovisión y otros decir que estaban considerando sanciones. Ahora todo eso se ha detenido. ¿Qué papel podría desempeñar la movilización continua? El papel más importante. Todas esas cosas que usted mencionó marcarían una gran diferencia. Son medidas que la mayoría de los gobiernos nunca quisieron tomar. Y ahora van a mirar hacia otro lado y no adoptarán medidas. En este momento la mayoría de los gobiernos son cómplices de acciones ilegales y, a veces, de crímenes de guerra y crímenes de atrocidad masiva. Tenemos el fallo de la Corte Internacional de Justicia. O creemos en el derecho internacional o no. Por tanto, si queremos cumplir con el derecho internacional —pero también si queremos cambiar la dinámica, si no queremos volver simplemente a la ocupación, al apartheid, a la destrucción y al desplazamiento en Cisjordania— si realmente queremos cambiar la estructura de incentivos para Israel y para los israelíes, si queremos tener un impacto que genere paz, entonces tenemos que defender esas medidas y decir que siguen siendo relevantes. Los crímenes siguen cometiéndose. ¿Qué tipo de presión propone? Presión pública. Los gobiernos —la mayoría de gobiernos, insisto en “la mayoría” porque no son todos— seguirán violando las resoluciones de la Corte Internacional de Justicia, etc. Así que hará falta presión pública para que los gobiernos rindan cuentas. Es posible que la gente pregunte qué significa que sus gobiernos envíen ayuda a Gaza, por qué no hacen más, por qué los envíos de ayuda a Gaza siguen pasando antes por Israel, por qué Israel sigue decidiendo qué entra y qué sale. La movilización necesaria para generar reacción es aquella que afecta al comercio, al turismo, a las alianzas y la participación de Israel en Europa. ¿Debemos nosotros, como europeos, pensar que está bien que israelíes viajen sin visado aunque puedan haber estado implicados en crímenes de guerra o en incitar al genocidio? Por lo menos deberían firmar una declaración asegurando que no estuvieron involucrados. Es lo correcto, es lo que pide el derecho internacional y es lo que puede cambiar el cálculo de los israelíes, para que se pregunten si vale la pena. Las relaciones bilaterales con el país que comete esos crímenes son muy fuertes. ¿Por qué creamos este excepcionalismo alrededor de Israel? Con ese tipo de presión y de medidas, la estructura de incentivos, el cálculo coste-beneficio, cambiará en Israel. Cuando se cometen crímenes de guerra debe haber rendición de cuentas. Si no hay rendición de cuentas, la señal que se manda a todo el mundo es luz verde: “adelante, priva de alimento a la gente, bombardea”. Hay crímenes que ocurren en otras partes del mundo, pero este es un lugar en el que las relaciones bilaterales con el país que comete esos crímenes son muy fuertes. ¿Por qué creamos este excepcionalismo alrededor de Israel? Esto es lo que nos obliga a poner el foco y no apartar la atención. La sociedad israelí se ha ido radicalizando cada vez más porque el mensaje que le llega desde fuera es que puede hacer lo que quiera, que no hay reglas para Israel, que gozará de impunidad. El consentimiento social para el genocidio ha sido fabricado, y no desaparecerá si no hay una reconstrucción activa en sentido contrario. Es decir, si no se eliminan esos incentivos ante los crímenes. Mapa de Gaza con la línea amarilla proyectado esta semana en el nuevo cuartel general de EEUU, en el sur de Israel Israel está armando y financiando bandas, matones y pandillas para provocar caos y enfrentamientos en Gaza Israel ocupa militarmente más de la mitad de Gaza y traza la llamada línea amarilla, con la que divide la Franja para afianzar esa ocupación de territorio. ¿Qué consecuencias tiene esto? Esa línea amarilla forma parte de los graves problemas y defectos estructurales de este acuerdo de alto el fuego. El pacto detuvo la matanza y destrucción masiva diarias, pero no plantea cuestiones que deben ser abordadas ya, y autoriza a Israel a crear una “línea amarilla” que, según su propio criterio, puede convertirse en permanente. Esa línea no está señalizada en el terreno, ahora Israel está pintando algunos lugares de color amarillo en la Franja; en varias áreas esa frontera imaginaria pasa por el medio de ciudades y barrios. Un palestino puede tener su casa destruida en un lado de la línea, cruzarla sin darse cuenta y ser abatido a tiros, como ya ha ocurrido. Será una nueva frontera de ocupación militar total. Además, las zonas controladas por Israel se utilizarán para desestabilizar el resto de Gaza. Israel está armando y financiando bandas, matones, milicias y pandillas para provocar el caos. Estas bandas son un diseño israelí, creadas para fomentar una guerra civil. Israel busca impedir una autoridad que los palestinos puedan aceptar. Se está hablando ya incluso de que las zonas controladas por Israel tengan acceso a materiales de reconstrucción y otros bienes y servicios que los palestinos necesitan, pero que serían prohibidos en las zonas no controladas por Israel. Sería una especie de estructura de incentivos perversa. Es muy poco probable que funcione, porque los palestinos —después de lo que Israel les ha hecho— difícilmente querrán estar en una zona controlada por Israel. La sociedad israelí se ha radicalizado más porque el mensaje que le llega desde fuera es que puede hacer lo que quiera; el consentimiento social para el genocidio no desaparecerá si no se eliminan esos incentivos ante los crímenes En su plan de 2020, Trump apoyaba la anexión de al menos una parte de Cisjordania.
Ahora él y su equipo dicen que no apoyarán la anexión. Hablan de una anexión oficial, pero en la práctica ya existe una anexión de facto de, al menos, parte de Cisjordania.
 La mayoría de los partidos llamados “de oposición” —los que son anti-Bibi (Netanyahu), pero no pro-paz— votaron en favor de la anexión esta semana en el Parlamento israelí. Esa votación es una distracción respecto de lo que realmente está ocurriendo sobre el terreno. Hay un juego de apariencias. Al votar sí o no a la anexión parece que no hay anexión real, que no pasa nada en Cisjordania. En realidad, lo que se está haciendo en Cisjordania va incluso más allá de una anexión formal: confiscación de tierras, destrucción de infraestructuras, desplazamiento de palestinos en campos de refugiados, y todo esto a una escala mayor que en cualquier momento desde 1967. Se siguen construyendo asentamientos, ampliando infraestructuras que sirven a judíos israelíes pero no a palestinos. En otras palabras, hay un sistema de apartheid, con separación y desigualdad, donde los palestinos son confinados en enclaves cada vez más pequeños, en bantustanes. El hecho de que no haya una anexión formal no significa que no haya una anexión de facto en marcha. Y creo que, una vez más, muchos gobiernos europeos intentarán decir cómodamente:
“Bueno, si Israel se anexiona territorio, entonces haremos X, Y o Z”. Con ello no están siendo valientes, ni están haciendo lo correcto, ni están ayudando a la paz, ni siquiera a la idea de dos Estados. Lo que están diciendo, en realidad, es: “Israel, puedes hacer lo que quieras, siempre que no hagas esa sola cosa”. Y esa sola cosa es solo una entre muchas otras.
eldiario
hace alrededor de 3 horas
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