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"Farage tiene razón, no votes por él": cómo la política británica ha girado hacia la extrema derecha

"Farage tiene razón, no votes por él": cómo la política británica ha girado hacia la extrema derecha
El ascenso del partido de Nigel Farage marca el debate político sobre inmigración, cambio climático, derechos trans y la UE de conservadores y laboristas mientras crece la insatisfacción con los dos grandes partidos del Reino UnidoLa extrema derecha gana concejales por toda Inglaterra y una nueva diputada a costa de conservadores y laboristas Una tarde de mayo de 2022, en la iglesia de St Barnabas, en el centro de Oxford, el veterano periodista Michael Crick presentó su biografía sobre Nigel Farage como un ejercicio de reflexión histórica. Éramos unos pocos en esa charla organizada por un voluntario del barrio para los muy cafeteros de la política británica sobre alguien que ya era el pasado. Hace tres años, Farage era un tertuliano que había intentado sin éxito hacer sus pinitos en Estados Unidos y estaba retirado de su partido, que tenía un solo diputado en la Cámara de los Comunes. Pero Michael Crick repetía que Farage era el hombre que había “cambiado la política británica de la última década” y tal vez para siempre. Y no sólo se refería a la salida del Reino Unido de la Unión Europea. El cofundador del partido descrito en 2006 por David Cameron, entonces primer ministro conservador, como “una panda de zumbados” y “racistas que no han salido del armario”, había cumplido su misión. Para empezar, había logrado enervar tanto al Partido Conservador con su competencia por la derecha como para que Cameron convocara el referéndum sobre el Brexit en 2016 en un camino que acabó desembocando en el hundimiento actual de los tories. Pero ni Cameron ni incluso el biógrafo Crick hace tan sólo tres años podían imaginar hasta dónde iba a llegar a Farage. Su vuelta a la primera línea de la política sorprendió unas semanas antes de las elecciones de julio de 2024, donde la debacle del Partido Conservador después de 14 años de Gobierno permitió el mayor triunfo en escaños del Partido Laborista. Entonces el partido de Farage, refundado en 2018 con el nombre de Reform, consiguió sólo cuatro escaños, uno de ellos para él. Había sido eurodiputado en Bruselas, pero esta era la primera vez que se sentaba en la Cámara de los Comunes.  El líder de Reform, Nigel Farage, celebra el 2 de mayo junto a miembros de su partido la victoria de su candidata en las elecciones especiales de Runcorn y Helsby, Inglaterra. El resultado era modesto en escaños, muy lejos, por ejemplo de los 72 del Partido Liberaldemócrata, centrista y el otro grupo alternativo a los dos grandes que han dominado la política británica hasta ahora. Pero el sistema electoral británico no permitía visualizar el nivel de apoyo de Reform, que logró más del 14% de los votos en las generales de julio, pero sólo el 0,8% de los escaños. Esto se debe al sistema mayoritario uninominal (en inglés, first-past-the-post) por el que en cada circunscripción de las 650 en las que está dividido el país se puede votar sólo a un candidato y el que gana, sea por un voto o por 1.000, se lleva el escaño mientras los demás no obtienen nada. La desproporción entre el voto y el resultado en escaños a nivel nacional es habitual para los partidos más pequeños, que no tienen una estructura que llegue a todo el país y suelen tener el voto repartido de manera irregular. Pero Farage espera cambiar ahora eso y asegura que su victoria en las elecciones locales del 1 de mayo en ayuntamientos por toda Inglaterra es el principio de su ruta nacional para sustituir al Partido Conservador. Esto ha sucedido en estos comicios parciales que se jugaban en 23 territorios de Inglaterra sobre todo conservadores y donde Reform ha ganado 677 concejales mientras el Partido Conservador perdía 674. En este caso, el sistema electoral ha beneficiado a la extrema derecha porque ha logrado el 41% de los concejales en disputa con el 31% de los votos. El partido de Farage también ha logrado su quinto escaño (por sólo seis votos) en el Parlamento nacional en una elección especial para ocupar el asiento vacante del diputado laborista condenado a cárcel este febrero por dar un puñetazo a un ciudadano en un pub. Giro en asuntos clave Entretanto el debate político británico no sólo ha girado hacia los asuntos que más importan a la extrema derecha -inmigración, cambio climático, derechos trans y la Unión Europea-, sino que lo ha hecho exactamente en sus términos. Es lo que el catedrático de Políticas de la Universidad de Manchester Rob Ford llama la estrategia de “Farage tiene razón, no votes por él”. Labour’s “Farage is right, don’t vote for him” strategy, which was so successful on Thursday, looks set to continue.[image or embed]— Rob Ford (@robfordmancs.bsky.social) 3 de mayo de 2025, 9:53 El giro hacia las posiciones más cercanas a Farage sucedió, en particular, en los últimos meses del Gobierno de Rishi Sunak, pero la novedad es verlo ahora en el Gobierno laborista de Keir Starmer, en particular en estos asuntos clave. El primer ministro británico, Keir Starmer, junto a la reina Camila y un veterano, este lunes en el desfile por el 80 aniversario de la victoria en la Segunda Guerra Mundial. La obsesión por la “migración neta”, es decir, la diferencia entre las personas que se van y las que llegan al país, es la medida que marcaba a los últimos gobiernos conservadores y ahora al Gobierno de Starmer, que también ha salido tocado de las elecciones locales, aunque no se celebraran en lugares especialmente propicios para su partido. Según la visión prevalente en los dos partidos más grandes hasta ahora, no se trata sólo de luchar contra la migración de personas que llegan indocumentadas en pateras a través del canal de la Mancha, sino de limitar la capacidad de empresas y universidades para reclutar a trabajadores o estudiantes de fuera del Reino Unido, ya limitada por las barreras del Brexit. De hecho, se espera que la semana próxima el Gobierno laborista presente un plan para aumentar las trabas para la migración legal, por ejemplo, limitando las opciones para estudiantes con visado de quedarse en el Reino Unido después de la graduación. Al ser interrogado por el semanario The Observer por este plan que preocupa especialmente a las universidades, un portavoz del Gobierno británico contestó hace unos días que la prioridad era “dar seguridad en nuestras fronteras”. A la vez, el Gobierno de Starmer negocia con la Comisión Europea un acuerdo para que los jóvenes europeos puedan volver a trabajar y estudiar en el Reino Unido y lo mismo para los británicos en la UE, pero quiere limitar tanto la duración de la estancia como el número de europeos que llegan y los sectores donde pueden ser contratados. Cada paso hacia la UE es percibido como algo peligroso para los votantes conservadores que interesan a los laboristas. Catherine Barnard, catedrática de legislación de la UE en la Universidad de Cambridge y experta de la red UK in a Changing Europe, explica a elDiario.es que Farage “consigue tracción” con sus declaraciones, por ejemplo, al culpar a los extranjeros de las listas de espera en la sanidad pública subrayando el número de nuevos inscritos, supuestamente millones no nacidos en el Reino Unido, sin contar, además, que son personas que pagan impuestos y contribuyen a la economía británica. “Ese tipo de cifras cobran fuerza. Y, si lo piensas bien, un millón de personas vinieron al Reino Unido el año pasado. Eso son dos ciudades del tamaño de Liverpool”, asegura Barnard, utilizando la estimación oficial de migrantes de todo tipo. “Se puede argumentar que este es un problema real para el país porque ejerce presión sobre la vivienda y sobre los servicios públicos. Y por eso a Nigel Farage le está yendo tan bien”. Cambio ante la crisis climática La xenofobia creciente en el Reino Unido viene de atrás, pero otro cambio impulsado por Reform y también, por una parte, por los sindicatos y de políticos conservadores y laboristas, es más nuevo: el rechazo de las políticas contra el cambio climático. El Reino Unido era hasta ahora uno de los países que más rápido había reducido las emisiones más contaminantes y solía salir entre los primeros puestos en los rankings de buenas políticas medioambientales. “No sólo el Reino Unido ha bajado emisiones más rápido que cualquier otra gran economía desde 1990, sino que tiene uno de los objetivos obligatorios por ley más ambiciosos. También hemos impuesto objetivos más duros para 2030 que la mayoría de países. Planeamos cortar emisiones en un 68% para 2030, que es más que la Unión Europea, Japón o Estados Unidos”, presumía, y con razón, el Gobierno del conservador Sunak en febrero de 2024. Sin embargo, Sunak decidió retrasar la jubilación de los vehículos y las calderas más contaminantes o la obligación de los propietarios de aislar sus casas mejor para los inquilinos. También justo antes de las elecciones, con la popularidad hundida, le empezó a dar la espalda a las medidas que había impulsado el Gobierno de Boris Johnson para peatonalizar calles e impulsar hábitos saludables y sostenibles para el medioambiente, como consumir menos carne. Algunas de estas batallas empezaron en pequeñas ciudades, donde al principio las críticas a los planes para limitar el tráfico se alimentaron de bulos de grupos minoritarios y de fuera de esos lugares, como en el caso de Oxford en 2023, pero acabaron en el discurso de todos los partidos preocupados por no proteger suficiente al tipo de votante que no se puede permitir vivir en los centros más caminables de las ciudades y es más dependiente del vehículo. La obsesión ahora del Partido Laborista, según explica Barnard, es evitar cualquier política que parezca que “favorece a las clases medias, y no a la clase trabajadora más humilde”.  El minero inexistente John Curtice, experto en encuestas de la Universidad de Strathclyde, en Glasgow, y analista para la BBC, explicaba este viernes, tras las elecciones locales, que el Partido Laborista no quiere asumir que su votante tipo es ahora “el joven profesional de Londres” más que “el minero del norte de Inglaterra”, que ni siquiera existe. La gran brecha entre partidos, parecida a la que se ha dado especialmente en Estados Unidos, empieza a ser por nivel de educación más que por recursos o ideología que, además, es cada vez más mixta. Los votantes de Reform quieren cerrar fronteras, reducir derechos para las personas trans o las minorías y no limitar el tráfico, pero a la vez tienen una visión económica más cercana a la izquierda, en la defensa del proteccionismo comercial, la nacionalización de servicios públicos y la subida de impuestos para los más ricos, según las encuestas a pie de urna. Reform ganó el 39% en los distritos con más clase obrera y sólo el 19% de los de clase media, según el análisis de John Curtice. El porcentaje más alto del voto de Reform, el 65%, fue en Thornley y Wheatley Hill, en un condado en el noreste de Inglaterra que representó Tony Blair como diputado y que era antiguamente el centro de la actividad minera. El porcentaje más bajo de apoyo para Reform, el 3%, fue en un distrito electoral de Oxford, en una zona con edificios propiedad de la universidad.  En la parte económica es donde el Partido Laborista podría tener ventaja y, de hecho, ya está aplicando algunas de políticas populares también en la extrema derecha, como la nacionalización de trenes y otros servicios públicos. A la vez, el cambio en la práctica para servicios en declive se nota todavía poco y el Gobierno ha sido muy tímido a la hora de gastar más por miedo a descuadrar las cuentas. “El Partido Laborista está en apuros porque su compromiso con la ortodoxia financiera ha bloqueado cualquier posibilidad de acelerar el crecimiento económico y mejorar rápidamente los servicios públicos, rompiendo efectivamente su promesa de lograr cambios”, explica a elDiario.es Tim Bale, profesor de Política de la Universidad Queen Mary de Londres y autor de un libro sobre el Partido Conservador después del Brexit. Lecciones equivocadas El futuro del Partido Conservador está en peligro y en gran medida dependerá de quien suceda a Kemi Badenoch como líder -la carrera por sustituirla ya ha empezado dentro de su partido, pese a que fue elegida en noviembre-. Pero los cambios del Partido Laborista son tal vez los más sorprendentes y más arriesgados para su electorado actual. La líder del Partido Conservador, Kemi Badenoch, durante un discurso el 18 de marzo de 2025, en Londres. “Es como si el laborismo estuviera intentando ampliar el recinto de pájaros de un zoo añadiendo una colonia de murciélagos”, escribe en su boletín Ben Ansell, catedrático de Políticas de la Universidad de Oxford y autor del libro Por qué fracasa la política.  El experto cree que el Partido Laborista en particular está sacando “las lecciones equivocadas” del ascenso de Reform por la influencia de un grupo de políticos y consultores que se hacen llamar “Blue Labour” y tratan de tirar el partido hacia la derecha en debates sociales, incluido el de los derechos trans, sobre el que Starmer ya ha cambiado. Parte de la razón del empujón de estos portavoces del sector más tradicional del laborismo, según Ansell, es que “detestan a la base del Partido Laborista, que ha cometido el pecado de no ser ya un grupo de obreros blancos con gorra”. “La mayoría de los partidos socialdemócratas alrededor del mundo son coaliciones que mezclan clases obreras tradicionales con trabajadores de servicios con bajos ingresos, sobre todo mujeres, y profesionales más ricos de sectores públicos, creativos y sociales”, escribe, dudoso sobre cuál será la estrategia para las próximas elecciones generales, previstas para dentro de cuatro años. “Si insultas a estas personas bastante, no te sorprendas si no te votan en 2029”. Muchos de estos votantes laboristas que no responden al estereotipo de la clase obrera se han ido en las elecciones locales hacia los verdes y los liberaldemócratas, el segundo partido más votado en los comicios del 1 de mayo después de Reform. El politólogo de Oxford recuerda la frase de Bill Clinton, que en 2002 dijo que “cuando la gente se siente insegura, puede preferir votar a alguien fuerte y equivocado antes que débil y acertado”. “El peligro para los laboristas es parecer 'débiles y equivocados'”, escribe Ansell.
eldiario
hace alrededor de 5 horas
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