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La premio Nobel de la Paz por su trabajo contra las minas antipersona ante la vuelta a su uso: "Es tan estúpido"

La premio Nobel de la Paz por su trabajo contra las minas antipersona ante la vuelta a su uso: "Es tan estúpido"
Cinco países europeos y miembros de la OTAN han anunciado su intención de retirarse del tratado contra las minas antipersona rompiendo así el consenso sobre su prohibiciónNoruega, el único país de la OTAN fronterizo con Rusia que no se saldrá del tratado contra las minas antipersona Los líderes de decenas de países se reunieron en Mozambique hace una década con el objetivo de liberar al mundo de una de sus armas más traicioneras: las minas antipersona. Años antes habían firmado un tratado histórico que prohibía su uso, producción y almacenamiento. En el encuentro de Mozambique se fijaron un objetivo ambicioso: terminar con ellas para 2025.  El año 2025 ha llegado y lo que se avecina es muy diferente, pues cinco países europeos han anunciado que serán los primeros que se retiren del tratado. Todos son miembros de la OTAN y tienen frontera con Rusia. Justifican su preocupación por la creciente amenaza que representa Vladímir Putin.  Los organismos de derechos humanos califican la medida de escandalosa y alertan de que supone caminar por una “pendiente resbaladiza” que comienza con la recuperación de las minas antipersona y termina con la erosión de otras reglas internacionales del derecho humanitario.  La noticia del retroceso provocó una reacción visceral en Jody Williams, la premio Nobel de la Paz que desempeñó un papel clave con su contribución al amplio consenso mundial que terminó con la prohibición de las minas antipersona. A sus 74 años, declara a The Guardian: “Me dan ganas de gritar”. “Es realmente alucinante, las minas antipersona no detienen una invasión, las minas antipersona no influyen en el resultado de una guerra; lo único que hacen es mutilar o matar a tu propia gente, por eso me alucina, es tan estúpido”, censura. Williams se unió a la causa en los años noventa, cuando un amigo le presentó al veterano de Vietnam y firme activista por la paz Bobby Muller. Muller y Williams fundaron lo que se convirtió en la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Antipersona (ICBL, por sus siglas en inglés), que desde 1992 ha ido creciendo hasta incluir a unas 1.300 ONG en 90 países.  Ante la renuencia de los gobiernos a modificar el tratado de armas existente para incluir la prohibición de las minas antipersona, Williams y la ICBL trabajaron durante años en la creación de un nuevo acuerdo. El resultado fue el Tratado de Ottawa, que se logró en 1997 y figura entre los acuerdos internacionales más aceptados del mundo, con más de 160 firmantes. El Nobel de la Paz que Williams y la ICBL recibieron conjuntamente ese año fue una manera de subrayar la importancia que el tratado tendría para proteger a los civiles de los estragos de la guerra. Sus frutos no se hicieron esperar: las víctimas anuales de minas antipersona pasaron de más de 25.000 a menos de 4.000; más de 55 millones de minas antipersona almacenadas fueron destruidas; y el número de países que las fabricaban pasó de decenas a unos pocos.  Aun así, varios de los países más poderosos del mundo se negaron a firmar. Estados Unidos, China y Rusia, miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, siguen resistiéndose a tomar medidas para terminar con esta arma. “Tuvimos que hacerlo fuera de la ONU porque allí cualquier país puede vetar o interponerse”, explica Williams.  Como la mayoría de los acuerdos internacionales sobre armas, el Tratado de Ottawa incluye un mecanismo para los países que se quieran retirar. Para Williams, esa cláusula sigue siendo poco lógica, teniendo en cuenta las razones que llevaron a la firma en un primer momento. “No debería estar ahí”, critica, y añade: “Si puedes entender la lógica de prohibir las minas antipersona, no vas a abandonar el tratado después y a causar un desastre matando a tu propia gente”.  Williams habla con The Guardian desde su casa en Vermont (EEUU) semanas después de que los ministros de Defensa de Estonia, Letonia, Lituania y Polonia publicaran una declaración conjunta explicando por qué querían abandonar el tratado. “Las amenazas militares a los Estados miembros de la OTAN fronterizos con Rusia y Bielorrusia han aumentado significativamente”, escribieron. “Con esta decisión enviamos un mensaje claro: nuestros países están preparados y pueden utilizar todas las medidas necesarias para defender nuestra necesidad de seguridad”, añadían.  Finlandia se les unió poco después. Su primer ministro, Petteri Orpo, consideró que la marcha atrás era necesaria para dar a su país “la posibilidad de prepararse de manera más versátil ante los cambios en el entorno de seguridad”.  Rusia, que nunca firmó el tratado, ha utilizado las minas antipersona de manera generalizada desde que comenzó su invasión a gran escala de Ucrania, convirtiéndola en el país más minado del mundo.  Williams entiende el nerviosismo de estos países fronterizos con Rusia. “No es ilógico, entiendo el miedo; en un mundo ideal, o algo así, tal vez una barrera hecha de minas antipersona tendría sentido”, dijo, pero advierte: “Pero no es así, [las minas antipersona] no impiden que unos soldados decididos entren en batalla; lo único que se consigue es un caos posterior en el que tu propia población es la amenazada”.  Las estadísticas parecen confirmar su opinión. Entre el 70% y el 85% de las personas que mueren o son heridas por minas antipersona son civiles. Casi un 40% del total de víctimas son niños.  Williams alerta por lo que implica el retroceso y por que varios gobiernos echen por tierra los intentos de proteger a los civiles del efecto de las guerras. “Es un momento crítico”, dice. “La retirada de las minas antipersona tiene un impacto en la forma en que uno piensa sobre la importancia de las leyes de la guerra, una parte de las leyes de la guerra tiene que ver con proteger a los civiles de la infamia del conflicto”.  Días antes, Williams había viajado a Jerusalén y a Cisjordania para reunirse con mujeres en la primera línea de resistencia contra una violencia que calificó de “genocidio”. En su regreso a EEUU se encontró con la noticia de que Donald Trump recortaba los efectivos del Pentágono dedicados a evitar daños contra civiles durante las operaciones militares de Estados Unidos. “Son todas esas cosas juntas”, señala, en referencia a los indicios de que el cambio es más generalizado. “Atenta contra la creencia en la importancia de las leyes de la guerra”, lamenta. Traducido por Francisco de Zárate.
eldiario
hace alrededor de 6 horas
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