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El juez Marchena apunta a "vientos de desconfianza" contra la Fiscalía para criticar que asuma las investigaciones judiciales

El juez Marchena apunta a "vientos de desconfianza" contra la Fiscalía para criticar que asuma las investigaciones judiciales
El magistrado del Tribunal Supremo presenta su libro "La justicia AMENAZADA" recomendando una reducción drástica de los aforamientos, defendiendo la acusación popular y rechazando que sea el momento de dejar las instrucciones penales en manos del Ministerio PúblicoAlguien ha amenazado a alguien en el último libro del juez Marchena “Te has instalado en la parrila de San Lorenzo”. Con esta alusión al santo achicharrado vivo recibió Manuel Marchena a los cuatro fiscales generales para los que trabajó cuando formaba parte del Ministerio Público. Veinte años después de salir de la Fiscalía y convertido, ya como magistrado, en una de las grandes referencias públicas del derecho penal español, Marchena ha presentado su último libro ante la cúpula judicial española sin aceptar preguntas y con varias recomendaciones: no es el momento de entregar las investigaciones a la Fiscalía por los “vientos de desconfianza” que soplan contra ella, hay que recortar los aforamientos confiar en el actual Consejo General del Poder Judicial. La acusación popular, ha apostillado el magistrado, “puede estar demostrando” que el monopolio de la Fiscalía “puede conducir a la impunidad”. El expresidente de la Sala de lo Penal del Supremo ha comparecido en el Círculo de Bellas Artes acompañado del escrito Lorenzo Silva y ante un centenar de personas para presentar “La justicia AMENAZADA” (Espasa, 2025). El libro en el que, además de tratar temas técnicos como el jurado popular, la ejecución de las condenas o la llegada de la inteligencia artifical. Pero también otros de actualidad aunque sin pisar los charcos de la actualidad: la situación de la Fiscalía con el fiscal general imputado en el Supremo, la politización del Consejo del Poder Judicial o la proliferación de procesos judiciales impulsados por acusaciones de corte extremista. Su alusión a la “parrilla de San Lorenzo” en la que arden los fiscales generales ha precedido a su opinión sobre el estado actual del Ministerio Fiscal -recibida con una risa en el público en su primera mención- y la posibilidad de que las investigaciones penales dejen de estar en manos de los jueces y pasen a manos de los fiscales. “Es un modelo que está en toda Europa”, ha dicho antes de reconocer que, según su opinión, no es el momento en España para esta reforma: “Ahora, en estos términos, cuando los vientos que soplan son de desconfianza hacia el Poder Judicial, hacia el Ministerio Fiscal, me da la impresión de que no es el momento para plantearse una reforma”. La solución para el magistrado: “Una reforma que tendría que ser pactada con todas las fuerzas políticas y que se eliminaran las suspicacias que se pueden plantear”. Suspicacias que ha desarrollado más adelante cuando ha llegado el turno de hablar de la acusación popular. Como dice en el libro y como lleva diciendo más de una década, entiende que en España existe un uso “patológico” de esta institución, apuntando sobre todo a partidos políticos y sindicatos. Pero veladamente ha explicado que la reforma que propone el PSOE tampoco es correcta al subyugar la acusación popular a la Fiscalía. Las afirmaciones y el libro del magistrado llegan en un momento de especial bullicio para las acusaciones populares profesionalizadas: querellas y escritos de Manos Limpias, Vox, HazteOir o Abogados Cristianos impulsan las causas de máxima relevancia política como las diligencias contra la esposa y el hermano del Presidente del Gobierno o el caso en el que permanece imputado el propio fiscal general. Según Marchena, poner a la acusación popular un escalón por debajo de la Fiscalía no es permisible: “El monopolio del Ministerio Fiscal puede conducir a la impunidad y la historia lo demuestra, y lo puede estar demostrando”. Marchena no quiere ser juzgado en Ávila La cuarta planta del Círculo de Bellas Artes de Madrid se ha abarrotado de juristas, algunos políticos, periodistas e incluso hosteleros de máximo nivel para escuchar a Marchena. Desde compañeros del Tribunal Supremo hasta representantes del Constitucional, vocales del CGPJ, magistrados de la Audiencia Nacional y antiguos miembros de todos los estamentos de la judicatura. Todos han escuchado cómo Marchena ha dado su bendición a Isabel Perelló como “excepción” dentro de un órgano que su libro define como “politizado”, delante de algunos de los presidentes de su época más convulsa: Carlos Lesmes y Vicente Guilarte. “Hay motivos para la esperanza con el actual CGPJ después de esa parálisis que hizo mucho daños y que también presentó una amenaza”, ha dicho aludiendo a su “amiga” Isabel Perelló, que según ha explicado no fue “impuesta” a los vocales por ningún partido político. “Poco a poco”, dice, se van desatascando los nombramientos mientras las dos mitades del CGPJ son incapaces de acercar posturas sobre quién le sucederá al frente de la Sala de lo Penal del Supremo. La invitación de Lorenzo Silva a hacer “autocrítica” sobre los jueces no ha obtenido respuesta. En conversación con el escritor y sin aceptar preguntas, Marchena ha explorado otros capítulos de su libro, como por ejemplo los aforamientos, que apuesta por adelgazar de forma drástica. “Se nos ha ido la mano con los aforamientos, estoy seguro, desprende un aroma de privilegio”, ha dicho. Diputados, Senadores y miembros del Gobierno deberían mantenerlos, dice, junto con los magistrados. Para que un juez del Supremo no pueda ser juzgado por un magistrado inferior en rango. Por ejemplo, ha dicho, por un juez de Piedrahita, partido judicial de un único juzgado que da servicio a 64 municipios en la provincia de Ávila. “Si pudiera dejar mañana el derecho por la literatura, lo haría”, ha dicho Marchena mirando con envidia a Lorenzo Silva, que ejerció la abogacía durante 12 años antes de dedicarse a la escritura. El autor, conocido por su profusa obra de novela policíaca, ha mencionado “la tentación de oscurecer lo que hacemos”, en alusión a la tendencia de los juristas a mantener su negociado lejos de los focos y del lenguaje comprensible para la ciudadanía.

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