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Todos los días homenajean a Nacho Cano en el Congreso

Todos los días homenajean a Nacho Cano en el Congreso
Bienvenidos a la dictadura en la que todo el mundo es libre para echar pestes del Gobierno, la mujer de Sánchez vuelve a pasar por el juzgado de Peinado y se puede acusar de narcotraficante a un expresidente sin pruebasBegoña Gómez defiende ante Peinado que su asistente le hizo un "favor" en ocasiones excepcionales No falla. Cuanto más habla la derecha de que la democracia corre peligro en España o de que Sánchez es un pérfido autócrata, más puñaladas, castañazos e insultos vuelan por el hemiciclo del Congreso. Esto debe de ser una dictadura postmoderna, por buscar un adjetivo que sólo aporte confusión. Para añadir más perplejidad a la historia, la esposa del presidente del Gobierno tuvo que declarar el miércoles por cuarta vez ante el juez Peinado, que le ha imputado el quinto delito, y los que quedan, como suele ocurrir en todas las dictaduras. Ya se sabe que los familiares de los dictadores siempre son vigilados de cerca por los jueces sin que el pobre autócrata pueda hacer nada al respecto. Lo que sufrió Franco cuando Carmen Polo tenía que declarar en los tribunales por sus incursiones en joyerías en las que no pagaba lo que se llevaba. En este ambiente irreal, la pantalla de televisión ofrece momentos sólo ligeramente más esperpénticos que la política. En la noche anterior, Nacho Cano apareció en 'El Hormiguero' no para divertirse, como reza el eslogan del programa, sino para lanzar una soflama reaccionaria en la que “los únicos que nos van a sacar de esta ruina son esta gente”, refiriéndose a la Guardia Civil. Pablo Motos, que nunca hace ascos a que sus invitados sacudan al Gobierno, se quedó lívido y sin palabras. Le faltaron reflejos y recomendar a Cano que se tomara unos cuantos tranquimazin en comprimidos de medio kilo. Fue la primera sesión de control después de las vacaciones de verano, pero pareció que sólo habían pasado siete días desde la anterior. Además de Núñez Feijóo, no menos de siete diputados del PP mencionaron a Begoña Gómez. El líder del PP dio por hecho que Sánchez ha convertido Moncloa en “un centro de negocios privado”. Si eso fuera así, no se entiende que Gómez haya sacado de un puesto tan privilegiado una cantidad tan miserable de dinero y una posición social tan poco relevante. Antes de caer en el proceso judicial que promueven Peinado y varias organizaciones de extrema derecha –sin ningún informe de la UCO que haya calentado el sumario–, era menos conocida que el influencer más aburrido. Sánchez no respondió a esa acusación: “Yo sé lo que pretende, pero no nos va a provocar”. Como si eso preocupara lo más mínimo al PP. El presidente nunca habla de su mujer en el hemiciclo, una táctica discutible. Santiago Abascal le calificó de “corrupto, traidor e indecente”. Después de pasar revista a una larga lista de violaciones cometidas presuntamente por inmigrantes. Es conocido que al líder de Vox sólo le preocupan las agresiones sexuales si las comete alguien nacido fuera de España. Si son obra de un español muy español, ni siquiera acepta participar en una concentración contra la violencia machista. Antes de incluirlas en su discurso, Abascal se fija en el lugar de nacimiento del agresor. La presidenta del Congreso le acusó de carecer de educación y le avisó de que eliminará los insultos del diario de sesiones –lo que no es del todo cierto, porque no se borran–, una de esas medidas tan anacrónicas que es absurdo que sigan existiendo. Después, el ministro Félix Bolaños llamó “difamadora y embustera” a Cayetana Álvarez de Toledo. Armengol no dijo nada y los escaños del PP protestaron denunciando un doble rasero. Todo el mundo ve sus insultos como si fueran una definición exacta del contrincante, mientras los que recibe resultan ser una agresión intolerable. Albares responde a Floriano en la sesión de control. Con independencia de lo que aparezca en el diario de sesiones, siempre hay cancha libre para hacer acusaciones sin pruebas o con indicios no muy sólidos. Es el chollo del aforamiento. Carlos Floriano estuvo siete años en la dirección del PP de Rajoy sin caracterizarse por un tono demasiado bronco. En los tiempos que corren, si continúas en esa línea, lo único que te encargan es calentar el escaño hasta el final de la legislatura y luego te mandan a casa. Así que Floriano acusó a Zapatero de mantener “una relación íntima con el cártel criminal que controla Venezuela”. No tienes ni que presentar pruebas en el Congreso para acusar a un expresidente de narcotraficante, por aquello del cártel o de recibir sobornos. Sólo tenía que decir que “todo el mundo sabe que en política exterior Zapatero tiene más influencia como comisionista” que el ministro de Exteriores. Todo el mundo, desde luego, también los que leen este artículo y los que no saben dónde está Venezuela. Pero eso no fue lo peor. Dijo que es “un bochorno el espectáculo que están dando en el Gobierno por arrancar un puñado de votos a costa de la sangre y el sufrimiento de los gazatíes”. Más de medio planeta hablando de Gaza y sufriendo por Gaza y el PP sostiene que atreverse a tomar decisiones contra el genocidio en vez de limitarse a declaraciones inútiles sólo puede ser entendido como una forma de aprovechamiento político. Mejor quedarse en el sofá y no hacer nada. Esa sería la opción de Floriano. “¿Cuántos más miles de muertos palestinos inocentes necesitan para llamar las cosas por su nombre? –respondió José Manuel Albares–. ¿Cuántos más bebés y niños gazatíes muertos de hambre necesitan para que se conmuevan? Ustedes no tienen alma ni corazón”. Después del ridículo que hizo Peinado cuando intentó que el Tribunal Supremo imputara a Bolaños, y que no redujo en lo más mínimo la confianza del Partido Popular en el juez, sus grandes esperanzas están puestas en el juicio del fiscal general. Aún no tiene fecha asignada, pero el Supremo ha hecho saber que prefiere que se haga cuanto antes, posiblemente en noviembre, para que la sentencia esté publicada antes de que acabe el año. Cabe la posibilidad de que no pasen muchas cosas en la política española hasta entonces y que todo se reduzca a una repetición de ataques y argumentos que ya se han escuchado muchas veces. Lo que no faltarán serán las amenazas. A Feijóo se le acabó el tiempo de su intervención antes de pronunciar la última frase dirigida a Sánchez que llevaba preparada y que era esta: “Tiene miedo de que alguna vez usted mismo se presente ante un juez”. Ya no es suficiente con derrotar al rival en las urnas. Ahora hay que meterlo en la cárcel. Con eso, al menos Nacho Cano se quedaría más tranquilo y no tendría que automedicarse.
eldiario
hace alrededor de 3 horas
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