cupure logo
unadelquelosglutamatolaspormuereconmás

¿Y después del silencio ante las violencias sexuales en el cine? Acción, organización y transformación colectiva

¿Y después del silencio ante las violencias sexuales en el cine? Acción, organización y transformación colectiva
Las autoras del informe encargado por la asociación de cineastas CIMA, 'Después del silencio', un estudio sobre las vulneraciones de los derechos de las mujeres en el audiovisual español, reflexionan sobre su impacto y los próximos pasosUn informe señala la “impunidad” del agresor y la “desatención” a las víctimas de violencia sexual en el cine español Después del silencio es un informe que se inscribe en la necesidad urgente de promover un debate riguroso y profundo sobre las violencias sexuales, desde una mirada crítica y feminista que reconozca el testimonio no solo como un relato individual, sino como una herramienta de investigación social capaz de revelar estructuras y dinámicas de poder ampliamente extendidas. Por ello, resulta especialmente preocupante la reapropiación mediática que, desde su presentación, han hecho algunos medios de comunicación, donde se banalizan las violencias sexuales, convirtiéndolas en espectáculo, vaciando el análisis de contenido y de reflexión política, y reduciendo el enfoque a una mirada simplista, misógina y, sobre todo, patriarcal, que afianza el terror sexual como práctica. Las violencias sexuales en el cine no son hechos aislados ni excepcionales, sino estructuras sistemáticas de poder y control machista Frente a esta lógica del morbo, Después del silencio, el informe elaborado por CIMA, marca un antes y un después. No solo por la potencia de los testimonios recogidos, sino por el marco político que los sitúa: las violencias sexuales en el cine no son hechos aislados ni excepcionales, sino estructuras sistemáticas de poder y control machista. Los testimonios no se limitan a narrar vivencias individuales; son herramientas que permiten identificar patrones, desmontar relatos negacionistas de las violencias y conceptualizar políticamente la violencia sexual como una práctica estructural. Después del silencio nos habla, con precisión, de esa estructuralidad: una violencia que atraviesa la industria en todos sus niveles y que se perpetúa gracias al silencio, la impunidad y la desigualdad normalizada. Este informe no es una acumulación de relatos morbosos. Es una herramienta política. Reproducir frases impactantes o titulares llamativos sin contexto no solo despolitiza los relatos, sino que contribuye a reproducir las mismas lógicas de poder patriarcales que sostienen las violencias sexuales. Por ello, es una cuestión de responsabilidad —y también de reparación, para no revictimizar— hacerse cargo del contexto y ubicar el análisis en las condiciones y dinámicas laborales que posibilitan el ejercicio de las violencias sexuales, el miedo a hablar y la impunidad que garantiza el silencio. Solo desde ese enfoque es posible comprender el testimonio como una herramienta crítica para desvelar estructuras de poder y transformar colectivamente la industria. Después del silencio revela una violencia sexual profundamente normalizada en todos los niveles de la industria del cine y audiovisual. Desde las escuelas de cine hasta los castings, desde las escenas de intimidad hasta las fiestas de cierre: las escuelas de interpretación legitiman dinámicas que diluyen los límites del consentimiento bajo el pretexto de la “formación artística”. Las reuniones de trabajo se convierten en espacios de exclusión y control. En las escenas de intimidad, la ausencia de protocolos permite agresiones que luego son grabadas y convertidas en producto audiovisual. Incluso los propios relatos y guiones reproducen las lógicas patriarcales, y las guionistas que intentan cuestionarlas son silenciadas o penalizadas. Las escuelas de interpretación legitiman dinámicas que diluyen los límites del consentimiento bajo el pretexto de la “formación artística”. Las reuniones de trabajo se convierten en espacios de exclusión y control. En las escenas de intimidad, la ausencia de protocolos permite agresiones que luego son grabadas y convertidas en producto audiovisual Las agresiones no son casos aislados: forman parte de un sistema de jerarquías, silencios, cosificación y dependencia laboral que condiciona tanto el acceso como la permanencia de las mujeres en el sector, donde las mujeres jóvenes están doblemente expuestas. La violencia funciona también como un mecanismo de castigo para quienes desafían las reglas implícitas de la industria, enfrentando el menosprecio, la infantilización o, directamente, la exclusión. Otro hallazgo esencial del informe es que la llamada “cultura de la cancelación” no recae sobre los agresores, sino sobre las mujeres que denuncian. Ellas son quienes pierden trabajos, quienes se enfrentan al descrédito, quienes deben reinventarse constantemente. A las agresiones sexuales se suma una violencia social que impide denunciar, que cuestiona a las víctimas y que naturaliza su exclusión. Una de las evidencias más sangrantes de todos estos hallazgos es comprobar lo profundamente hipócrita y contradictorio que resulta celebrar la creación artística o el valor simbólico de la cultura mientras se esconde y se invisibiliza la violencia sexual que atraviesa todas sus estructuras. Incoherencia que ni mucho menos es menor, pues demuestra la complicidad histórica institucional y del propio sector, que llamativamente sigue en silencio, incluso, dos semanas después de que este informe se haya hecho público. Otro hallazgo esencial del informe es que la llamada “cultura de la cancelación” no recae sobre los agresores, sino sobre las mujeres que denuncian Después del silencio da, además, un paso importante. Sus demoledores resultados se traducen en recomendaciones urgentes, que exhortan al Estado, a las instituciones públicas y a la propia industria audiovisual a cumplir de manera inmediata sus obligaciones de prevención, protección y garantía de derechos para todas las profesionales del cine y el audiovisual. Porque cuando la inacción institucional y el propio sector fallan en proteger, en reparar integralmente o en sancionar a responsables de sobra conocidos —tal y como demuestran las 200 páginas de este informe—, la institución y la industria pasan a formar parte de la propia violencia. Por eso es importante recordar a todas las instituciones públicas y a las personas responsables del sector que su obligación y responsabilidad son ineludibles y no están sujetas a negociación: deben poner todos los medios necesarios para hacer cumplir las leyes y garantizar, de manera efectiva y material, todos los derechos de las víctimas de violencia sexual. Mientras las instituciones sigan omitiendo la implementación de la ley 10/2022 (Ley del “solo sí es sí”) no solo se estarán vulnerando los derechos de las víctimas, sino que se perpetuará un sistema en el que las mujeres seguirán siendo empujadas a un escenario de desprotección, revictimización y silencio impuesto. Como ha quedado demostrado en este informe la deliberada inacción institucional, la falta de protocolos eficientes, la desigual implementación de los recursos de atención especializados para las víctimas (los Centros de Crisis 24/7), o la negación de la violencia sexual dentro del sector como un riesgo laboral, refuerza así el entramado que constituye la propia cultura de la violación, al trasmitir a las mujeres y de manera particular a las profesionales de la industria, un mensaje claro y devastador: “No os creemos”. Frente a esa violencia, el informe demuestra que las mujeres del sector han generado sus propias estrategias de resistencia. Han tejido redes, han tratado de crear espacios seguros y han producido memoria colectiva. Las compañeras se cuidan entre sí, se alertan, se acompañan y construyen saberes colectivos. Y este es el único protocolo activo que realmente funciona. -- Nerea Barjola y Bárbara Tardón son las autoras del informe Después del silencio, publicado por la Asociación de Mujeres Cineastas (CIMA).
eldiario
hace alrededor de 8 horas
Compartir enlace
Leer mas >>

Comentarios

Cultura