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El sostenido crecimiento del empleo: un balance esperanzador

El sostenido crecimiento del empleo: un balance esperanzador
Que el empleo aumente y el paro se reduzca en un mes, como septiembre, en el que no es habitual que ambas cosas sucedan, parece descartar el diagnóstico de que el crecimiento del empleo estaba entrando en una fase de cierto agotamientoEl empleo acelera en septiembre con 31.500 trabajadores más y el paro baja en casi 5.000 personas Las cifras de evolución de nuestro mercado de trabajo no dejan de dar sorpresas, con nuevos resultados positivos en términos generales a tenor de los datos publicados respecto del mes de septiembre. Aunque siempre resultan mucho más fiables las estadísticas que aporta trimestralmente la Encuesta de Población Activa (EPA), las cifras mensuales de afiliación a la Seguridad Social y, en parte también, las del paro registrado, aportan un pulso complementario que vienen a confirmar las de la EPA. Por ello, merece destacar lo sobresaliente de los últimos datos de afiliación y de paro del mes de septiembre, porque nos ofrecen importantes pistas. La primera y más significativa es que se comprueba que el empleo no deja de crecer y el paro de disminuir en un momento en el que no suele suceder así, como es el fin de la temporada turística a la conclusión del verano. Lo más relevante es que parece descartarse el diagnóstico de algunos, en el sentido de que se podría estar entrando en una fase de cierto agotamiento del crecimiento del empleo, que conduciría a su ralentización, cuando no a su congelación. Cuando se ha producido un crecimiento espectacular del empleo en los últimos 12 años, con un incremento nunca visto del número de afiliados en 5,5 millones, con caída en paralelo del paro de 2,5 millones, sostenida en el tiempo (salvo el paréntesis de la pandemia), parecería para algunos que se estaría tocando techo. Aunque de un dato mensual es arriesgado sacar conclusiones plenas, el hecho incontestable es que el empleo ha crecido en septiembre en términos globales por encima de lo que ha sucedido en toda la serie histórica desde el inicio del siglo (de nuevo con la salvedad de la pandemia). No parece que esto se vaya a truncar en el corto plazo, lo que indica que el crecimiento económico del PIB, que se mantiene sólido, se sigue trasladando al empleo en términos netos. Esto nos permite ser moderadamente optimistas, especialmente cuando superamos los porcentajes comparados de crecimiento del empleo en el resto de Europa, claramente inferiores a los nuestros. Las posibilidades de crecimiento del empleo por la vía de la disponibilidad de la población siguen siendo significativas, no sólo por las cifras de paro, sino especialmente porque mantenemos tasas muy bajas de ocupación entre los jóvenes y sigue existiendo un diferencial por razón de género, de modo que todavía hay 1,3 millones menos de mujeres ocupadas respecto de los hombres. Un dato que habitualmente no se conecta y que merece destacarlo, es que la fuerte tendencia al crecimiento del porcentaje de parados cubiertos por la prestación por desempleo, alcanzando en el mes de agosto niveles del 82%, que rara vez se han alcanzado, no frena la aceptación de ofertas de empleo por los parados, pues el número de desempleados desciende de forma sensible en septiembre, algo especialmente significativo cuando se trata de un mes en el que siempre crece el número de parados. Este dato se complementa con la presencia de un elevado porcentaje de parados que se reincorporan al trabajo antes de agotar la prestación por desempleo. Esta tendencia se puede lograr en tanto que se mantenga y continuemos con un crecimiento moderado de los salarios, especialmente de los inferiores, situándose claramente por encima de la cuantía que se recibe por la prestación por desempleo. El crecimiento del empleo se produce gracias a la inmigración, en torno al 40% del empleo creado en el último año. Nuestro crecimiento económico depende de los flujos migratorios En estas cifras hay pautas que se repiten, lo que parece que constituyen seña de identidad de nuestro mercado de trabajo. La más significativa de todas es que el crecimiento del empleo se produce gracias a la inmigración, de modo que en torno al 40% del empleo creado en el último año lo es de trabajadores extranjeros, cifra muy superior si la referimos a este mes de septiembre donde 2/3 del incremento de afiliados son extranjeros. Como consecuencia de ello, el número de vacantes sin cubrir en España es de las más bajas de Europa, porque las bolsas de empleo de los parados, especialmente de los jóvenes, y de la población femenina inactiva no es suficiente para atender las expectativas de empleo en nuestro mercado de trabajo. Más aún, la situación se va a agudizar en el futuro, en la medida en que el elevado número de trabajadores que están abandonando el mercado de trabajo, por la jubilación de los baby boomers, va a exigir un gran reemplazo, de acuerdo con los últimos datos del Servicio Público de Empleo; reemplazo que sólo se podrá producir en su plenitud con la afluencia de nuevos inmigrantes. En definitiva, nuestro crecimiento económico durante los últimos tiempos solo ha sido posible con una dimensión más fuerte que el resto de Europa, y sólo lo podrá seguir siendo en el inmediato futuro, con nuevos flujos migratorios, que atiendan a las necesidades de nuestro mercado de trabajo que no pueden ser atendidas sólo por los residentes. Tomemos nota de todo lo que estamos poniendo en juego con el extendido discurso distorsionado antiinmigración, cuando los flujos de extranjeros constituyen un fenómeno que acaba favoreciéndonos a todos.   Otra de las señas de identidad de nuestro mercado de trabajo, deducido de los últimos datos, es la tónica general de un proceso cíclico anual de altibajos, muy condicionado por la estacionalidad del mercado de trabajo. A pesar de que se compensen unos y otros sectores, seguimos muy condicionados por el crecimiento/destrucción del empleo en sectores tales como la hostelería y el comercio en conexión con la actividad turística. Esto se complementa con el hecho de que estos procesos cíclicos anuales sean más intensos en los territorios más expuestos al modelo de economía estacional turística y menos en los otros, que por añadidura son los de crecimiento económico más sólido. Septiembre es un mes emblemático a estos efectos, por coincidir con la finalización de la temporada de verano, que después se corrige en el global con el tirón de otros sectores, resultando especialmente significativos para explicar las cifras finales de crecimiento. La tendencia en los últimos tiempos a que la actividad turística se extienda más allá del verano corrige sólo parcialmente los cambios de empleo a lo largo del año, rasgo claramente diferencial respecto de otros países. A pesar del éxito de la reforma laboral, la sustancial caída de la temporalidad no se ha reflejado con la misma intensidad en la rotación de la contratación laboral, que sigue siendo muy elevada A pesar de que el éxito de la última reforma laboral haya provocado una caída sustancial de la temporalidad, a favor del incremento de la contratación por tiempo indefinido, ello no se ha reflejado con la misma intensidad en la caída de la rotación de la contratación laboral, que sigue siendo muy elevada. Esta situación resulta comprensible respecto de los sectores intrínsecamente estacionales (hostelería y comercio), pero no se encuentra justificado en relación con otros sectores emblemáticos también por su rotación laboral. A título de ejemplo, septiembre siempre es un mes de fuerte incremento de empleo en la enseñanza, sobre todo en la privada no reglada, que justamente es donde más contrataciones se han producido este mes, incluso superior a la de otros años. Pero este fuerte incremento también se ha debido a una previa fuerte destrucción de empleo al final de junio. La inestabilidad y alta rotación en el empleo en la enseñanza es menos justificable por razones de estacionalidad; así, todavía hay recorrido para reducir las tasas de temporalidad en este sector, claramente injustificadas, en especial cuando en algunos casos se podría acudir mucho más a la figura del fijo discontinuo, que tanta virtualidad presenta, a pesar de que sea denostada por algunos sin mucho argumento ni aportación de datos. Como contrapunto a lo anterior se comienzan a percibir algunos elementos de corrección al tradicional fuerte peso de la estacionalidad en nuestro mercado de trabajo, que afianzan a su vez la solidez de nuestra economía. Así, en los últimos datos se confirma que paulatinamente se está produciendo la consolidación del crecimiento del empleo en ciertos sectores alejados de lo estacional y con proyección de futuro. En unos casos, se trata de empleos vinculados a nuevas actividades económicas, donde destaca el sensible incremento en el último período, que se confirma en septiembre, del empleo cualificado en profesiones técnicas y científicas. En otros casos, se trata de sectores más tradicionales, pero igualmente de empleo más desestacionalizado, como es el transporte y la construcción, donde septiembre confirma una línea de tendencia que ya se venía detectando en los últimos tiempos. Un último factor al que no se suele destacar, y que me parece importante, es que el tirón del empleo se está concentrando cada vez más en las empresas de medianas y grandes dimensiones, lo que de nuevo se confirma con los datos de septiembre. Se trata de algo que por algunos se suele presentar en negativo, por el hecho del escaso crecimiento de empleo que se detecta en las microempresas, pero que para mi resulta especialmente positivo. Especialmente positivo porque el crecimiento de las dimensiones de nuestras empresas tiene efectos beneficiosos desde todos los puntos de vista, tanto para la solidez del crecimiento económico y de la productividad, como de las mejores condiciones de trabajo de quienes se emplean en ellas. Al final, el balance que se obtiene de los últimos datos de empleo resulta esperanzador, permitiendo mantener unas buenas expectativas cuando menos para el inmediato futuro.
eldiario
hace alrededor de 3 horas
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