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Rebelión en Vestas Daimiel ante el alto índice de enfermedad laboral: “No queremos llegar tarde a salvar nuestras vidas”

Rebelión en Vestas Daimiel ante el alto índice de enfermedad laboral: “No queremos llegar tarde a salvar nuestras vidas”
La factoría de Ciudad Real que se dedica a producir palas para aerogeneradores acumula decenas de trabajadores incapacitados por enfermedades de origen laboral en los últimos años. La plantilla demanda mayor seguridad y la empresa defiende que respetan la normativaSolo vemos la punta del iceberg en las muertes en el trabajo: apenas el 11% se debe a accidentes laborales En Daimiel, un pueblo de Ciudad Real, hay centenares de trabajadores que cada día acuden al tajo con miedo. Vestas, una multinacional de la energía eólica que produce palas para los aerogeneradores, da empleo en la localidad a un millar de personas. En los últimos años, hasta seis decenas de ellas han terminado con la incapacidad total o parcial debido a una enfermedad de origen laboral. Los productos tóxicos con los que trabajan hacen que los empleados desarrollen alergia a las resinas epoxi, lo que les granjea fuertes dermatitis y asfixia crónica. La compañía asegura que vela por la seguridad de la plantilla mientras los trabajadores no dejan de movilizarse para reclamar mayores y mejores medidas de seguridad en el entorno laboral. El presidente del comité de empresa, José Miguel Martín, cifra en 800 los operarios de producción en la planta. A ellos se suman otros dos centenares de trabajadores dedicados a la parte de ingeniería, almacén y oficina. “En realidad da lo mismo. Aquí ha habido gente que ha enfermado y le han dado la incapacidad aunque no trabajara directamente con las sustancias tóxicas”, denuncia este sindicalista de CCOO. Los datos que manejan desde el comité son, como mínimo, “llamativos”, tal y como los describen: aseguran que a partir de 2016 se han dado unos 60 casos de incapacidad total o parcial por enfermedad laboral, aunque otros tantos no estén documentados por tratarse de empleados procedentes de empresas de trabajo temporal. En lo que ha transcurrido de 2025, ya ha habido seis nuevos casos confirmados y ocho más están en estudio. Asimismo, a cinco antiguos trabajadores incapacitados, con el paso de los años, les han diagnosticado también sensibilidad química múltiple. En general, estos trabajadores han desarrollado una fuerte alergia a las resinas epoxi, presentes en un alto nivel en el desarrollo de las palas eólicas. “La consecuencia es un asma y una dermatitis no habituales, sino muy incapacitantes”, añade Martín. Además, trabajan con productos reprotóxicos, y desde el comité sostienen que los casos de aborto entre la plantilla son más altos que la media de la población, lo que ha provocado problemas a algunos trabajadores para poder tener descendencia. Medidas colectivas de seguridad La situación es tan alarmante que un compañero que estaba destinado en el almacén de Vestas Daimiel falleció por neumoconiosis, una enfermedad pulmonar, tal y como aparece en el informe forense, donde se apunta que puede ser originada por el entorno laboral. “Hemos denunciado decenas de veces a la empresa ante Inspección de Trabajo. Solo este año llevamos diez requerimientos y tienen dos propuestas de sanción, porque la propia Inspección atestigua que la evaluación de riesgos laborales es confusa e incompleta al no identificar los productos de reacción de las resinas epoxi, y por eso enfermamos”, comenta el presidente del comité, quien agrega que la compañía “prefiere pagar las multas que aplicar las medidas colectivas de seguridad pertinentes”. Una de sus principales reivindicaciones es que los procesos operacionales se puedan aislar. La empresa ha respondido a elDiario.es que la seguridad de sus trabajadores “es la máxima prioridad” para ellos “con un estricto cumplimiento de la regulación”. La compañía ha subrayado que desde mediados de 2024 se han invertido más de 700.000 euros en mejoras de seguridad colectivas. “Para los próximos meses se finalizarán mejoras adicionales por valor de casi un millón de euros, fruto del consenso con los empleados”, han añadido. Vestas ha declinado responder sobre cualquier otra cuestión denunciada por la plantilla. Miedo a las consecuencias a largo plazo Muy diferente es lo que piensa Jesús Maximiliano Martín, integrante del comité de Seguridad y Salud de la empresa y delegado de prevención por CSIF. “Lo más problemático es que nos tememos que esto sea solo la punta del iceberg. Todavía desconocemos qué consecuencias tendrá a largo plazo esta exposición a los productos tan tóxicos con los que trabajamos”, introduce. Jesús teme que tras las graves alergias que incapacitan a numerosos trabajadores se puedan esconder casos de cáncer, trastornos metabólicos y problemas de fertilidad debido a los disruptores endocrinos que poseen algunos de estos materiales. Este delegado de prevención esgrime que Vestas culpabiliza al trabajador cuando enferma y le acusa de no utilizar correctamente los EPI. “Eso es totalmente mentira. Cuando hemos llegado a juicio, a la empresa le han preguntado en varias ocasiones si el empleado en cuestión ha sido apercibido por ello y han tenido que responder que no”, comenta el delegado de prevención. También se queja de que la empresa debe realizar una investigación exhaustiva para determinar el origen de esa enfermedad laboral en la que participe un delegado sindical. “Nunca nos han permitido participar en estas investigaciones, ni nos han facilitado ninguna de sus resoluciones desde 2017”, apuntilla. Protesta de los trabajadores de la compañía Vestas de la planta de Daimiel. Actualmente, la plantilla espera la señalización de fecha para juicio oral por una denuncia grupal que interpusieron en 2019. “Hemos llevado la cuestión por lo penal, porque la situación es inaguantable. No podemos venir al trabajo a enfermar”, reivindica Jesús. Desde su punto de vista, el incremento de las enfermedades laborales a partir de 2016 se debe a un cambio en los productos utilizados en la factoría y en el proceso de fabricación. “Tenemos miedo a que esto se convierta en una crisis como la del amianto. No queremos llegar tarde a salvar nuestras vidas”, comenta el delegado de prevención. Afectaciones psicológicas tras la incapacidad Antonio Villalta trabajó en Vestas desde el año de su apertura, en 2007, hasta que le diagnosticaron alergia a la epoxis, en 2016. Su caso fue uno de los primeros que, tras conseguir la incapacidad total y permanente por un tribunal médico, la empresa recurrió. “Veían que detrás vendrían otros tantos como yo, y es lo que ha pasado”, cuenta a este medio mientras vuelve a Membrilla, el pueblo de Ciudad Real en el que reside, tras haber participado en la última movilización que los trabajadores han realizado en la capital frente a las oficinas centrales de Vestas. A sus 58 años todavía recuerda cómo hace algo más de una década se le truncó la vida. “Yo ya tenía irritaciones, y siempre he hecho mucho deporte, pero últimamente me asfixiaba con facilidad. No lo dije entonces porque temía perder el trabajo, y tenía dos hijos adolescentes”, relata. En cambio, llegó un día que la irritación cubrió todo su cuerpo. En la planta le enviaron a la mutua, en Madrid se sometió a varias pruebas y poco después le comunicaron que no podría volver a trabajar ahí. Actualmente cobra el 75% de su antigua base de cotización en 12 pagas abonada por la mutua y lucha porque la empresa le pague también el 40% por el recargo de prestaciones que ya le ha aprobado el Instituto Nacional de la Seguridad Social, pero recurrido por Vestas. El 3 de julio espera el juicio para determinar si la compañía hará frente a este pago. Más allá de la problemática irritación y asfixia que acompañará a Villalta de por vida, este electricista no ha vuelto a trabajar en ningún lugar. “Nadie te quiere, tienes colgado un sambenito y todo son trabas”, dice con cierto pesar. Por otra parte, la afectación psicológica le ha pasado factura. Todavía se emociona al recordar los momentos que transitó: “Nos pintaron Vestas como la panacea, como lo mejor, pero al final ha supuesto pasarlo muy mal. Cuando pasó todo me daba vergüenza que me vieran mis hijos. Llegué a creerme un inútil total. Lo he pasado muy mal”, desarrolla. Heridas que impiden coger una cuchara No es el único. Ignacio Vázquez tiene ahora 49 años, vive en Manzanares y comenzó a trabajar en Vestas en 2010. Once años después, cayó enfermo. “Había veces en la planta que realmente, según olías el ambiente, pensabas que algo estaba mal. Son sustancias muy peligrosas”, expresa. Este antiguo trabajador de la factoría de palas eólicas de Daimiel a día de hoy no puede bañarse en una piscina por el cloro ni estar en un lugar recién limpiado con lejía, por ejemplo. Tampoco puede salir con sus amigos a montar en bici, como tanto le gustaba hacer, ya que se asfixia. “Empecé a sentir unos picores fortísimos que se convirtieron en heridas. Me salieron burbujitas de pus por los brazos. Las manos las tenía tan agrietadas por el pus que no era capaz de coger una cuchara”, ilustra este antiguo reparador de palas en Vestas. Él también desarrolló alergia a las epoxi. Cuando tuvo que ir a recoger unos documentos a la planta, ni siquiera pudo entrar en ella por la reacción que experimentaba su cuerpo. A día de hoy goza de una incapacidad parcial del 55% que le certificaron en 2022. “Puedo trabajar pero muy limitado. No me quieren en ningún sitio”, determina. Cuando todo esto sucedió, Vázquez, quien tiene tres hijos, admite que se sintió avergonzado. “He sido siempre una persona muy activa que ha hecho de todo y ahora me veo muy constreñido. Ni siquiera soy capaz de hacer un dibujo con sprays con mi hija por la reacción que me sale”, ejemplifica su frustración. Sin trabajo y sin paro Otro antiguo empleado de Vestas con la incapacidad total que empezó a trabajar en Daimiel en 2016 prefiere no dar su nombre. Todavía sigue litigando con la empresa. Su positivo a las resinas epoxi llegó en agosto del año pasado. “El día que me asusté de verdad fue cuando sufrí una inflamación increíble en la cara. La tenía totalmente dormida y desconfigurada y no sentía nada, con los labios muy inflamados, y sin sensibilidad”, describe . Al igual que sus compañeros, admite que se le vino el mundo abajo cuando le dijeron que no podía seguir trabajando en Vestas, en sus propios términos. “Te quedas sin trabajo y no tienes derecho a paro porque no te finiquitan al no ser despedido, cuando en realidad no puedes trabajar por una enfermedad que han generado ellos”, denuncia. Actualmente, por su incapacidad total cobra la mitad de su antiguo salario. Si mira lo sucedido con cierta retrospectiva, este antiguo trabajador de Vestas asume que “cuando llevas casi una década trabajando para una empresa y enfermas y nadie se interesa por ti, te sientes desamparado y defraudado”. Y agrega: “Nos pasamos un tercio de nuestra vida en el trabajo cuando en realidad somos un numerito más para ellos. Si te vas porque estás enfermo por su culpa, les da igual”. Por el momento, sigue litigando para que su incapacidad continúe siendo total, ya que una de las mutuas a las que está sujeto ha recurrido para que sea considerada incapacidad parcial. Martín, el presidente del comité de empresa, asegura que también acude a la factoría con miedo. “Aquí vemos cómo cada día caen más compañeros. No sé si en el futuro me quedaré unido a una máquina de oxígeno de por vida porque no pueda respirar con normalidad o si tendré un problema de salud que me impida disfrutar de la vida”, comenta. Por eso, entre marzo y mayo la plantilla ha realizado 18 paros parciales. Cuatro jornadas completas de mayo fueron a la huelga, y han repetido este 12 y 13 de junio. “La gente nos apoya. Todo el mundo que se entera de lo que sucede piensa que esto tiene que terminar”, finaliza el presidente del comité.
eldiario
hace alrededor de 6 horas
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