cupure logo
quelosconunadelporparalasmástrump

De Kiev a Kabul: lecciones del desastre de Afganistán que Trump está ignorando en Ucrania

De Kiev a Kabul: lecciones del desastre de Afganistán que Trump está ignorando en Ucrania
Cada lunes, te enviamos el análisis de la semana internacional El enésimo ultimátum de Trump a Putin no solo no se cumplió (una vez más), sino que acabó convertido en una histórica y dulce cumbre cara a cara en Alaska —sin Ucrania—. La primera visita de Putin a EEUU en 18 años (sin contar la ONU) terminó con Trump encantado porque el líder ruso dijo que Biden le había robado las elecciones de 2020; y con Putin feliz porque, una vez más, esquiva la presión estadounidense sin hacer grandes concesiones y mientras avanza en el frente. Es más, ha conseguido que Trump piense que el acuerdo “depende ahora del presidente Zelenski” —cuando el ucraniano aceptó el 11 de marzo un alto el fuego que Putin rechaza—. La primera de las amenazas de Trump a Rusia llegó el 22 de enero, tan solo dos días después de asumir el cargo. El estadounidense anunció entonces “impuestos, aranceles y sanciones” a Rusia si no llegaba “pronto” a un acuerdo. Dos meses después, el 30 de marzo, tras varias idas y venidas diplomáticas, Trump vuelve a repetir la amenaza. Una vez más, sin consecuencias. 26 de abril: continúan conversaciones inútiles y Trump confiesa que “quizá Putin no quiere parar la guerra” y repite la misma advertencia de sanciones. Por tercera vez, sin consecuencias. Justo un mes después, tras una serie de bombardeos rusos sobre la capital ucraniana, llegó la cuarta amenaza de sanciones de Trump. Sin embargo, días después, en la cumbre del G7, reculó: “Cuando pongo sanciones contra un país, eso cuesta a EEUU mucho dinero”. 14 de julio: Trump lanza a Putin un nuevo ultimátum de 50 días (después reducido a “10 o 12 días”) o, advierte, se enfrentará a aranceles secundarios. Pasa el plazo, la amenaza no se cumple y Putin obtiene su cara a cara en Alaska con el presidente. Todas sus amenazas parecen definitivas, pero ninguna lo es. Si después de la reunión no frena la guerra, Putin se enfrentará a “graves consecuencias”, advirtió días antes de la cumbre en su enésima amenaza incumplida. Acaba la cumbre de Alaska y el objetivo de EEUU ya no es un alto el fuego (que venía exigiendo desde hace siete meses), sino un intercambio de territorios para acabar la guerra. Cuando parecía que Trump había endurecido su discurso con Rusia en una aproximación a Ucrania, en los días previos a la cumbre el estadounidense volvió a tensar la cuerda con Kiev. Justificando la ausencia de Zelenski en Alaska, Trump alegó que el presidente ucraniano había tenido tres años y medio para alcanzar la paz y no lo había conseguido (como si dependiese solo de él). Además, citando al primer ministro húngaro, Viktor Orban, Trump compró la propaganda rusa sobre la superioridad militar de Moscú afirmando que Kiev nunca podría ganar la guerra. Donald Trump, durante un acto en el Kennedy Center De Kabul a Kiev Pese a las inmensas diferencias, la aproximación de Trump a las negociaciones de paz guarda notables paralelismos con otro proceso que no salió nada bien. De Kabul a Kiev, Washington puede extraer varias lecciones del proceso fallido en Afganistán que hace justo cuatro años acabó con su abrupta salida y la toma talibán de todo el país. Fue Trump quien impulsó y firmó ese acuerdo con los talibanes. La situación de partida es similar en ambos casos. Tanto el Gobierno afgano entonces, como el ucraniano ahora, dependen notablemente de la ayuda militar y económica estadounidense. Es más, en ambos casos el gobierno apoyado es incapaz de sostenerse a sí mismo en la batalla contra su enemigo sin sus aliados. Por otro lado, la negativa de Putin a negociar directamente con Zelenski (“¿quién negocia con terroristas?”, dijo el ruso en junio) se parece a la posición de los talibanes durante las conversaciones de Doha. Antes de alcanzar ningún acuerdo con el Gobierno afgno, que consideraban ilegítimo, los insurgentes exigían un acuerdo con EEUU. “Esta táctica marginó eficazmente al Gobierno nacional, otorgando mayor legitimidad a los talibanes. En el caso de Ucrania, si Rusia lograra un acuerdo con Washington que dejara a Estados Unidos en una posición neutral o menos comprometida, probablemente inclinaría la dinámica del campo de batalla a favor de Moscú”, escribía hace unas semanas Matin Bek, antiguo jefe de gabinete del presidente afgano y miembro del equipo de negociación afgano durante las conversaciones de Doha. “Fuimos testigos de un cambio similar en Afganistán, donde las repetidas objeciones afganas a su exclusión fueron desestimadas [por EEUU] como obstruccionistas de las conversaciones de paz”. “Recuerdo varias reuniones en el palacio presidencial de Kabul, donde el embajador estadounidense [Zalmay] Khalilzad enfatizó que ‘Estados Unidos no necesita el permiso de nadie para negociar con los talibanes o retirar sus tropas’. Esta narrativa se convirtió en un arma retórica para acallar las preocupaciones válidas sobre un proceso de paz ordenado e inclusivo”, escribía el ahora investigador del think tank New America. Aquello acabó con EEUU firmando un pacto con los talibanes en el que se comprometían a salir totalmente de Afganistán y levantar las sanciones mientras los insurgentes aseguraban que no se utilizaría el país para planear ni llevar a cabo acciones que amenazaran la seguridad de EEUU —como ocurrió con los atentados del 11-S en 2001—. Además, los talibanes lograron incluir una exigencia más: que el Gobierno afgano liberara a 5.000 prisioneros talibanes de sus cárceles a cambio de 1.000 funcionarios del Gobierno afgano en manos de los insurgentes islamistas. En los meses posteriores a la firma del acuerdo (que preveía de manera ilusoria un alto el fuego y negociaciones intraafganas) aumentó la violencia y los talibanes avanzaron en todo el país hasta tomar la capital y provocar el derrumbamiento del Gobierno. Tanto entonces al Gobierno afgano como ahora al ucraniano se les ha descrito desde Washington como obstáculos para la paz. “Esto refleja la presión a la que se vio sometido el Gobierno afgano para que hiciera concesiones importantes —como la liberación de 5000 prisioneros talibanes— a pesar de las advertencias de los líderes afganos”, sostiene Bek. “En ambos casos, la retórica estadounidense ha minado la moral de las fuerzas aliadas y ha dado ventaja a los adversarios en la guerra psicológica. En Afganistán, esto contribuyó directamente al colapso de las estructuras estatales y la cohesión militar. El lenguaje importa. Las lecciones de Afganistán deberían servir para que Estados Unidos adopte una postura más cautelosa y respetuosa en Ucrania”. De momento, varios líderes europeos, entre ellos Emmanuel Macron (Francia), Keir Starmer (Reino Unido), Friedrich Merz (Alemania), Giorgia Meloni (Italia), Alexander Stubb (Finlandia) y Ursula von der Leyen (Comisión Europea), han despejado a última hora sus agendas para acompañar este lunes a Volodímir Zelenski a su encuentro con Donald Trump en la Casa Blanca y tratar de reencauzar la situación. Una recomendación Bill Browder Siguiendo con el tema ruso, te recomiendo la lectura del libro 'Orden de embargo', de Bill Browder. El empresario era el mayor inversor extranjero en Rusia hasta que fue expulsado del país en 2005 y puesto en la mira de Putin por denunciar la corrupción gubernamental. Su campaña internacional le convirtió en el arquitecto en la sombra del sistema de sanciones a ciudadanos rusos relacionados con el Kremlin. No tenemos grandes cosas de agenda previstas esta semana, salvo la reunión de este lunes en la Casa Blanca. ¡Hasta la semana que viene! Gracias por leer

Comentarios

Noticias mundiales